Marzo
2016
Dramas
actuales, perturbadores y sobreactuados, como los que atañen a la puja salarial
no tendrían lugar en una sociedad que se hallara en busca del paradigma
libertario.
No
lo tendrían porque en tal sociedad el poder estaría de manera creciente en
manos de los asalariados, en lugar de estarlo en manos de gobernantes y grandes
empresarios corporativizados.
El
proceso libertario es un camino -el más directo, justo y sustentable que
existe- hacia la elevación del pueblo llano, de las mayorías trabajadoras y por
añadidura de los rebeldes, los soñadores y los inconformes.
Es
el escape inteligente de quienes hoy están frenados y esclavizados por los
poderes combinados del Estado, de incombustibles “barones de la industria” y sindicalistas
millonarios que hacen de esa complementariedad (del todo oportunista) su norte.
En
el caso que nos ocupa, la vía libertaria tampoco constituiría una situación
fácil para el resto del empresariado, que debería enfrentar un marco
desregulatorio en lo legal-comercial, financiero y laboral que desataría
energías dormidas en la producción y en el consumo multiplicando la competencia
interna en muchos de sus rubros. Con nuevos participantes y más capitales en el
juego de proveer a la comunidad (y al mundo) de más y mejores bienes y
servicios a menor precio.
Un
marco que los forzaría a una mayor eficiencia administrativa, ingentes reinversiones y a una austeridad
personal, cooperación, contracción al estudio de situación y al trabajo… inéditas.
Al menos para aquellos que pretendan que sus negocios subsistan.
Donde
una parte fundamental del suceso estaría en asegurarse los mejores
colaboradores posibles. Una situación “de mercado” muy distinta de la actual; donde
los ofrecimientos de capacitación y de mejora de condiciones laborales (incluyendo
sueldos y honorarios) jugarían con fuerza en favor de los empleados. Y que
generaría fuertes incentivos para que hombres y mujeres de empresa encaren,
además, el siguiente escalón empático.
Hablamos
de la participación de los asalariados en las ganancias de la compañía. Algo
que los prebendarios, corruptos gremialistas actuales vienen proponiendo bajo
la forma de obligatoriedad legal y que en un sistema liberado se daría en forma
natural: sin extorsiones, represalias, despidos, resentimientos, amparos,
quebrantos ni costosas contrarréplicas judiciales.
Una
modalidad bien conocida entre los hacedores más avanzados de nuestro entramado
económico, como es el caso de los Consorcios Regionales de Experimentación
Agrícola dentro del sector agropecuario, mejor conocidos como Grupos CREA.
Donde desde hace años está demostrado (y se aplica) que participar a la fuerza
laboral de las ganancias reales de la producción, atando porcentajes
remunerativos supra-salariales al logro de metas específicas individualmente
consensuadas y mensuradas, redunda en beneficios para la empresa y para cada
empleado en una sinergia virtuosa donde nadie pierde y todos ganan.
La
libertad de empresa y de contratos podría hacer evolucionar las cosas hacia
acuerdos voluntarios aún mayores donde empleador y empleado, veeduría o
representación proporcional consensuada en el directorio mediante, se avengan a
compartir riesgos empresariales, reinversiones, ganancias y también pérdidas.
En
lo libertario, la creatividad asociativa, la innovación laboral y sobre todo la mutua conveniencia mandan. No así el
Estado, el sindicato ni la corporación.
Las
dosis de inversión y las tasas de capitalización de cada emprendimiento, en
general, acaban determinando la productividad y con ella la viabilidad fáctica de
mejores o peores sueldos.
Sin
embargo y más allá de eso, en un contexto de empresarios y trabajadores unidos
en -democrática- rebelión contra la actual atada de manos estatista, el pleno
empleo no sería la utopía que hoy es.
Ambientes
laborales estimulantes a tono con tal evolución conceptual, potenciarían
relaciones de confianza y de honestidad intelectual ligadas a las ideas de integración
y superación personal. Superación mejor entendida en tanto “competencia con uno
mismo” dentro de verdaderos trabajos de equipo.
La
libertad individual “de industria” y su potencial de inventiva sin trabas es
otra vez y será, como durante toda la historia humana, la respuesta.
Y
en este tiempo que nos toca, es también la mejor respuesta a la amenaza que plantean
las tecnologías informática y robótica para el mercado laboral en su conjunto a
mediano y largo plazo.
En
todos estos sentidos nos parece muy importante apoyar la novedosa acción social
encabezada por el conocido neurocientífico Facundo Manes en sus ONG’s,
orientada a movilizar un cambio de paradigma social.
Porque
es claro que con un paradigma de consenso socialista, asistencialista y
dirigista basado en la redistribución del ingreso por vía coactiva, no vamos a
llegar a otro sitio del que ya hemos llegado.
Uno
que claramente no sirve. O que sólo
sirve para ser llenado de gente que, de generación en generación, sólo consiga
subsistir con lo mínimo sin acceder nunca a las herramientas necesarias para
desarrollar una vida plena. Vale decir, a resignarse a una continua
administración de pobrezas.
Una
pesadilla que es muy real en esta Argentina de paradigma mayoritariamente pro-estatista
que se “conurbaniza” cada vez más. Con villas miseria que se triplicaron en los
últimos años. Y que ha sido hasta hoy incapaz de generar más (y nuevas formas
de) trabajo a gran escala.
Para
que quienes están en la informalidad, el clientelismo parasitario y el
desempleo puedan incorporarse de lleno a la actividad productiva. A la única inclusión
social válida, más allá de todo relato.