La Constitución Chilena

Septiembre 2022

 

El rechazo popular en Chile al proyecto de nueva constitución, nos interpela.

Por cierto, se trataba de una Carta que nació vieja. Con ampulosas recitaciones de nuevos derechos que para ser efectivizados requieren, como parece ser costumbre, de la violación de derechos previos de mayor calado. Un “contrato social” más restrictivo de la propiedad y de las libertades contractuales en general;  vale decir, aún más frenador de inversiones que el actual en tanto más repartidor coercitivo de lo ajeno. Y retrógrado en cuanto a encuadre civilizador sobre enquistes sociales violentos, apologistas de atrasadas costumbres precolombinas.

En suma, otra constitución voluntarista e intervencionista favorecedora del pobrismo, a ser evitada.

El mensaje que nos compete y que como argentinos deberíamos procesar es que las personas que protestaron en las calles chilenas a partir de Octubre del 2019 (nueva clase media, hace 30 años casi inexistente), en su mayoría querían participar más del avance económico logrado desde la dictadura de Pinochet y su Constitución (aprobada en plebiscito, vale recordarlo). En modo alguno ralentizar ni detener ese progreso; mucho menos revertirlo.

Claro que para lograr el objetivo de real igualdad de oportunidades de mejora para todos lo antes posible con respeto a las normas fundantes de la civilización occidental el camino racional era, en todo caso, una constitución más de avanzada; más audaz y de mayor vuelo intelectual: más capitalista, no más comunista-indigenista. Giro perspicaz que la constituyente no logró plasmar.

De Suiza a Singapur pasando por Irlanda, hace tiempo se demostró que más libertades e inversión privada (no existe tal cosa como “inversión pública”, sólo gasto poco eficiente) con menos impuestos conducen por línea directa al aumento de los ingresos reales -por emprendedorismo y tasa de capitalización- de toda la población. Así como se demostró hace tiempo, de la dictadura cubana a la de Corea del Norte pasando por la venezolana, que más Estado planificador conduce por línea directa (sangre, censura y torturas mediante) a la caída de  ingresos reales y derechos humanos de toda la población con excepción de los de sus reducidas nomenklaturas. 

Los sistemas esclavistas (estatistas) de sumisión tributaria como el que pretende imponernos el peronismo, no funcionan. No, al menos, para mejorar la igualdad  de oportunidades y por ende la económica para los estratos más (por ellos) empobrecidos. Mucho menos para generar verdadera riqueza comunitaria extendida. Sí funcionan, y muy bien, para la reducción del pueblo a la servidumbre clientelar en beneficio directo de las 3 oligarquías mafiosas que hoy cabalgan sobre nuestra Argentina, cual jinetes del apocalipsis rumbo al averno: la oligarquía política fiscalista (incluyendo a los líderes planeros), la sindical y la de los empresaurios amigos; un trío hermanado en el terrible daño social de lo mal habido.

El gran Juan Bautista Alberdi no se equivocaba: brindemos protección constitucional a la libertad más plena en todo sentido y lo demás se nos dará por añadidura. Pocas y poderosas normas fundantes que aseguren más empresarialidad en abierta competencia relacionándose contractualmente. Y menos Estado “iluminado” y coactivo estorbando a gran escala la movilidad social ascendente con altos impuestos discriminantes, subsidios y reglas distorsivas, clientelismo, negociados seriales, costosos monopolios minados de nepotismo y más empleo público

El rechazo de los ciudadanos chilenos debería difundirse aquí con la potencia y por los canales adecuados a fin de llamar a la reflexión a nuestra población “apolítica”. Nos referimos a ese gran número de personas carentes de convicciones que terminan inclinando la balanza electoral sin contar con una visión de conjunto ni valores éticos racionalmente fundados. Ciudadanía de sufragio volátil; sólo interesada en  sustento de corto plazo, motivaciones de momento y recreación liviana. Gente las más de las veces ignorante y fatua (y como tal, influenciable) víctima, claro, de nuestro orwelliano adoctrinamiento izquierdista.

¿Quisieran por ventura en las próximas elecciones, esta vez, poner unas fichas a la cultura del respeto a los proyectos de vida ajenos, del mérito y sobre todo de la protección efectiva de la propiedad para encarar en serio el progreso económico (así como moral y cultural) de largo plazo?

 Si la respuesta a tales interrogantes fuera si, les sería útil entonces imitar los modos de acción para el progreso de nuestros vecinos de Chile. Ejemplo de protesta en dura rebeldía y posterior decisión ciudadana. Apoyando al político de su agrado… que más en contra esté del intervencionismo dirigista.






 

Antipolítica

Septiembre 2022

 

¿Tenemos, en verdad, libertad de pensamiento crítico? ¿O sólo creemos tenerla? Veamos.

Como afirmó con ácida lucidez Groucho Marx (intelectual y humorista estadounidense, 1890-1977) “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Porque más allá de la inocencia de los crédulos, hay algo que se sabe; que está en el aire: como también lo definió en su momento Edmond Thiaudiere (filósofo y novelista francés 1837-1930) “la política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”.

En nuestro caso, el interés particular de las tres corporaciones que desde hace más de 7 décadas lucran a expensas del pueblo, comandando el hundimiento nacional. Verdaderas oligarquías simbióticas: la de los políticos fiscalistas, la de los empresarios prebendarios y la de los sindicalistas millonarios.

Lo político es sin duda una gran ocupación, fuente de fortuna y modo de vida para mucha gente. Actividad que por cierto merece un capítulo medular en la aún inédita Historia Universal del Parasitismo. Mas una ocupación sin conexión alguna con el verdadero bienestar general ni con la evolución cultural de los ciudadanos, virtudes que sólo surgen del intercambio voluntario constante de un casi infinito número de intereses dentro de la comunidad, en pos de acuerdos que a todos y cada uno convengan.

Lo cierto y visible es que la política divide. Que no posee (más allá de bellos enunciados) vocación universalista y que, por el contrario, crea grietas.

Porque lo que une a los seres humanos es el ejercicio de la negociación de sus múltiples intereses en el respeto, la diversidad y la reflexión en base al diálogo, la justicia y la tolerancia. Seis ítems que están muy lejos de la actividad política real. Que es básicamente agresión -vía saqueo- de quienes tienen poder de presión en nombre de algunos sobre todos los demás, bajo el imperio de instituciones, estatutos y normas de relación no-voluntarias. Bajo formas que no son contractuales; como deberían serlo en una sociedad de personas libres, evolucionadas y responsables de sus actos, a tono con este siglo. Y los próximos

Como norma general, la burocracia gubernamental genera oportunidades para que el poder de los intereses creados de nuestras tres oligarquías y sus factores de presión, influyan. Corrompan. Tuerzan las garantías teóricas del sistema. Frenen la meritocracia y abonen, deseándolo o no, la ineficacia, los sobrecostos, el nepotismo, la dádiva clientelar y las lucrativas mafias criminales del capitalismo de amigos.

En tanto exista Estado coactivo es inevitable que las oportunidades estatales se generen, independientemente de qué coalición gobierne. Y está en la naturaleza humana usar esas oportunidades porque quienes son depositarios de poder gubernamental, al nivel que sea, no son ángeles sino simples mujeres y hombres… moralmente débiles.

 Aunque pregone lo contrario, la política garantiza en los hechos desde siempre que el hombre sea lobo del hombre y que, aunque disfrazada, impere la ley del más fuerte; de los monopolios (en particular los estatales) y de las transas en innegable detrimento de los más. De los débiles. De los ilusos. De los ignorantes. De los pobres.

Resulta claro que el poder político seguirá siendo agresión en tanto no se reduzca a formas de colaboración para la solución de problemas comunes, sin imperio alguno.

Y es claro, asimismo, que la mejor forma de delegación, “democratización” o descentralización del poder con vistas a lo anterior es empezar alguna vez a devolvérselo a las personas; al soberano; al pueblo llano en un ámbito competitivo, voluntario y contractual de libre mercado.

No evolucionaremos por el camino (cristiano, gandhiano, budista, confuciano) de la no violencia hasta que cada lobo humano sea frenado y convertido en servicial cordero por el efecto de muchos iguales compitiendo -sin ventajas artificiales- con él por el favor de la gente en lo que sea que ofrezca o, lo que es lo mismo, compitiendo por el voto diario de sus billeteras; sean estas grandes o chicas. Compitiendo por la elección diaria de cada individuo con base en sus intereses y responsabilidades personales, sean estas las que fuesen. No hay otra.

Esto es: poner el natural afán de diferenciación, ganancia y superación humana propio de creativos y empresarios, al servicio de la comunidad. Incluso si ellos no lo desearen así. Sin estúpidos resentimientos ni envidias. Con inteligencia; sin coerción, amenazas ni violencia: …con incentivos.

Será el camino del fin para las 3 corporaciones parásitas que frenan a la nación. Y de su despreciable faena des-educativa de putrefacción ética sobre millones de votantes, hoy sucios cómplices del hundimiento argentino.