Proyecto de Vida

Noviembre 2021

Juan Bautista Alberdi, insigne patriota y padre de la Constitución (único pacto social que -a duras penas- todavía nos une) aclaró: “el pueblo no es soberano de mi libertad, de mis bienes o de mi persona, pues ello lo tengo de la mano de Dios; no tiene soberanía sino para impedir que se me prive de esos bienes y si alguna vez lo hacen se convierten en perjuros y traidores”.

Por su parte, el mayor pensador liberal argentino vivo, Alberto Benegas Lynch, define al liberalismo como el respeto irrestricto por los proyectos de vida del otro (no la adhesión a sus proyectos) mientras no haya lesión de derechos. Agregando que imponer al vecino nuestro proyecto de vida hace la existencia invivible, tal y como se ve en nuestro depredado país.

Quienes se oponen al ideario liberal (y en consecuencia a nuestra Constitución alberdiana), están en contra de que se respete el proyecto de vida de sus conciudadanos, prefiriendo imponer el propio a viva fuerza.

Sin excepción, todos ellos se definen como “progresistas”; a saber: de pensamiento socialista (o de izquierda) en alguna de sus múltiples variantes y gradaciones.

Otra definición clásica, empero, ilumina la cuestión: todo izquierdista es, en el fondo, un incompetente fracasado que cree que las personas que tienen éxito le deben algo.

Para ese argentino o argentina de hoy, el resentimiento halla arrope en la ideología populista, donde no se envidia ni se desea el mal a los corruptos dueños de fortunas mal habidas sino sólo a quienes poseen dineros bien ganados.

La dura realidad es que los votantes “progresistas” no bregan por el progreso sino por el retroceso en cuanto a movilidad social al apoyar un pobrismo que, si bien satisface sus pulsiones de envidia vengativa, los ancla a una inmovilidad (en ignorancia y pobreza) de tipo feudal; todo un regreso al medioevo que conlleva, cual boomerang, un justo castigo a su soberbia socialista. La de pretender decidir entre algunos el proyecto de vida de todos, usando en el proceso a la discordia (grieta) como método/negocio.

Los verdaderos progresistas son aquí los liberales. Y de entre ellos, los más vanguardistas y efectivos en cuanto a movilidad social ascendente, los libertarios (reales revolucionarios de nuestra era de millennials y centennials en aumento), audazmente capitalistas y pro mercado.

Luchadores en favor de la libertad de la gente común en pos del avance sin trabas de acuerdos contractuales voluntarios y simultáneos de mutua conveniencia en todos los órdenes; de avanzar literalmente en millones de proyectos de vida (hoy bloqueados), que no afecten justos derechos de otros.

Un colectivo de ánimo cooperativo cada vez más numeroso que empieza a torcer en favor de la concordia interpersonal la batalla cultural argentina y que obviamente no considera derechos constitucionales válidos a los adquiridos a costa de derechos anteriores de terceros.

Llegando a la mitad de su mandato y más allá de la compra fraudulenta de votos y trampas caza bobos de “diálogo y acuerdos”, está claro que el régimen que nos rige, conforme los postulados del Foro de San Pablo que integra, insistirá con su plan (excluyente) de conquista del poder con fines pecuniarios para la nomenklatura y sus socios.

Plan que consiste en desalentar inversiones, asfixiar y cerrar empresas, aumentar la pobreza, fomentar con constancia la mentira y emitir sin pausa mientras subvierte a las instituciones para blindar su impunidad. El crecimiento de la miseria a nivel general y la destrucción de las clases medias seguirán así alineados con el mandato explícito de dicho Foro: control social por miedo, a través de carencias programadas que lleven al abandono de todo sueño.

Sabido es que cuando la economía cae, los deseos primitivos de igualitarismo, subsidio y alimentación básicas (aunque sean en un contexto de supervivencia en semi esclavitud) predominan por sobre las esperanzas familiares de educación, trabajo genuino y progreso en libertad. Se trata, claro, del círculo vicioso del estatismo clientelar que el kirchnerismo pretende asegurar.

La contracara de este sistema ruinoso es aquello que a mediano o largo plazo será inevitable porque se alinea con la natural evolución humana hacia la no agresión y las libertades. Los jóvenes (y los mayores que superaron sus irreflexiones adolescentes) adhieren hoy a los principios libertarios porque su mismo y natural apuro por liberarse y realizarse los impele a la ideología que con mayor velocidad puede acercarlos a su idea de una sociedad estimulante: abierta e integrada; rica e innovadora. Y porque se atreven a pisar a fondo el acelerador de la historia.

Lo que nos lleva a una reflexión final acerca de lo que hoy y aquí se ve como… utopía libertaria: como explicó Arthur Schopenhauer (erudito filósofo alemán, 1788-1860) “Toda verdad pasa por tres etapas. Primera, es ridiculizada. Segunda, es violentamente objetada. Tercera, es aceptada como obvia.”