Sócrates y Nosotros

Mayo  2023

 

Surgen en nuestro medio y son cada vez más, las ideas políticamente incómodas; incorrectas para el actual estadío evolutivo de nuestra sociedad. Pensamientos originales que pueden atemorizar pero que resultan estimulantes para las mentes que van unos pasos más allá del resto.

Una de estas inquietudes plantea que la bella máxima democrática “un hombre, un voto” ha resultado hasta aquí inconducente. O lenta hasta la exasperación por no decir contraproducente a efectos del bienestar real (ingreso duro y puro, elevación cultural y social) de los “humildes”.

No somos los primeros en pensarlo. Cinco siglos antes de Cristo, Sócrates desestimó la supuesta utilidad práctica de la democracia (inventada por sus coetáneos) advirtiendo que derivaría fatalmente en demagogia bajo el impulso natural de la mayoría menos creativa a apropiarse de los bienes de la minoría más creativa. Mente brillante si las hubo, tras enseñar en el ágora verdades de este calibre murió ejecutado… obviamente por votación.

Desde la reinstauración de la democracia en su versión actual (EEUU, fines del siglo XVIII) y confirmando la previsión socrática, las mayorías de “desposeídos” han intentado siempre y en todas partes, sin excepción, hacerse a través del voto de más bienes materiales a costa de las minorías de “poseedores”.

Fue y es poco probable, sin embargo, que una mayoría de más idiotas se burle en forma sistemática de una minoría de más listos beneficiándose a su costa. Lo que en verdad sucede es que la redistribución termina produciéndose de hecho dentro del grupo de los desposeídos. Y que son los poseedores mejor posicionados en lo político quienes logran hacerse subvencionar en forma consistente y sistemática por… los humildes.

Es la historia en curso de nuestro peronismo, de sus ricos caudillos con su corte de vivillos y del vasto bajo pueblo, planero y conurbanizado (o con destino de serlo).

Si quien esto lee se sintiera de pronto muy mal y debiera ir de urgencia a un hospital para que lo salvaran, incluso operándolo, no querría que su diagnóstico ni el ejecutante de la operación fueran decididos por simple mayoría, a mano alzada, en abierta compulsa entre todos los empleados del nosocomio (un hombre, un voto).

En lo importante, queremos estar en manos de especialistas. De estudiosos. De gente probadamente eficaz en su área.

En uno de sus diálogos con Adeimantus, hermano de su discípulo Platón, Sócrates preguntó “Si tuvieras que emprender un viaje en barco por el medio del océano, ¿quién te gustaría que eligiera al líder del barco? ¿todos los de la tripulación o únicamente los más educados e inteligentes?” a lo que el aludido respondió “los más preparados para tomar la decisión, obviamente. Los que han sido educados”. Y Sócrates dijo “Entonces, ¿por qué seguimos pensando que todos tienen la potestad de elegir a los líderes de un país?”.

A diferencia de Platón, Sócrates no escribió ningún libro porque pensaba que cada uno debía arribar a sus propias conclusiones. Son las nuevas ideas y conclusiones a las que nosotros debemos arribar ahora, en nuestra circunstancia.

Una regla empírica dice que la humanidad evoluciona en círculos, siguiendo la forma de un resorte; dos pasos hacia arriba y uno hacia abajo, una y otra vez.

A través de miles de años de historia de nuestra organización social, las élites poblacionales que marcaron el camino pasaron de tiranías crueles y supersticiosas a cultas pero no menos autoritarias monarquías y de allí, utopía mediante, a sistemas democráticos con un grado algo mayor de respeto por los derechos humanos tras el revolucionario lema “un hombre, un voto”.

Otra regla tan empírica como la anterior dice que las utopías conducentes pasan por 3 etapas: primero son rechazadas de plano, después son duramente contraargumentadas como imposibles o muy peligrosas para finalmente… ser aceptadas como obvias. Así sucedió con la democracia republicana hace 250 años cuando todo lo conocido y civilizado a su alrededor eran monarquías.

Hoy y aquí la utopía política es la libertaria y se encuentra en su etapa número 2, cuando todo lo conocido y civilizado a nuestro alrededor son democracias.

Sus referentes procuran usar la defectuosa representatividad democrática existente para arribar al poder y desde allí abrir la puerta a la etapa número 3, ubicándonos en un tránsito gradual que en el mejor de los casos podría durar muchas décadas pero que con toda probabilidad se verá interrumpido y lentificado por la referida “regla del resorte” de la evolución humana.

¿Un tránsito hacia dónde? He ahí la cuestión: la de las inquietudes éticas que están moviendo a las mentes más despiertas de nuestro tiempo. Un tiempo vibrante, inestable, lleno de tendencias disruptivas y herramientas como la IA que irrumpen, se espiralizan y empiezan a sacarnos de las zonas de confort de nuestra adolescencia mental; de todo el castrador (e irresponsable) mundo del “Estado Mamá”.

Allí, la nueva corrección política estaría en apuntar a un norte que evite a las minorías el ser avasalladas en sus derechos humanos. Empezando por los de propiedad y libre disposición, derechos de base que son condición necesaria (y garantía fáctica) de todos los demás. Avasallamiento que ocurre hoy dentro del actual sistema de esclavitud fiscal y de valores -o antivalores- socio institucionales forzados por el primitivo “somos más”.

Tránsito hacia un destino ideal que evite por completo que algunas de esas minorías se vean travestidas en esclavistas (la casta); parásitas de sus pares y de sus “humildes”.

Dicho norte, fundado (a diferencia de lo actual) en el principio de no agresión y en el respeto por los proyectos de vida ajenos, no es otro que el de una sociedad basada en lo contractual; o sea, en lo voluntario. Dependiente por entero de las millones de gestiones diarias de la gente;  de acciones tan competitivas y cooperativas como solidarias en el ágora no-violento del “mercado”. Modo orientado a ser administrados en cada rubro (seguridad, justicia, previsión, sistema penal resarcitorio, educación, infraestructura, defensa, salud etc.) por profesionales eficaces operando bajo contratos diversos, suscriptos con redes ciudadanas liberadas de impuestos y, por tanto, ricas.

La pobreza, la angustia y la muerte por carencias (o por inseguridad) no son lo que podría sobrevenir en esta hipótesis sino lo que tenemos hoy y aquí; con nuestras cabezas sobre el suelo y las botas del poder estatal pisando sobre ellas. Botas avaladas por el mismo tipo de voto que ejecutó, hace 25 siglos, al sabio filósofo griego.





Utopías y Realidades; el Plan B

Mayo 2023

Es objetivo declarado de estas notas de campaña dentro de la batalla cultural en proceso, el aporte de ideas que ayuden a despertar conciencias y valentías cívicas repensando nuestro Contrato como sociedad, aun cuando estos planteos resulten incómodos; incluso revulsivos.

Así las cosas, a partir de Diciembre habrá que dar la oportunidad a la coalición de centro derecha, si gana, de que implemente su plan de salvataje de la república. De enderezamiento de la economía. De urgente recuperación de valores éticos y cívicos (cultura del trabajo y del mérito) a través de la educación y el “avive” del soberano, por todos los medios.

Habrá que darle la oportunidad de superar la oposición de empresaurios, castas parásitas, privilegiados “legales” y mafias de todo tipo que con extorsiones, bloqueos, piedras, paros salvajes, dinero ensangrentado de la corrupción para medios mendaces, coimas, transas políticas y marchas clientelizadas… procurarán que nada cambie para que el vampirismo populista que los nutre, continúe.

En suma, habrá que darle al nuevo gobierno la oportunidad de que, una vez más, intente poner en práctica la Constitución. Esa que, cuando se aplicó (al menos en su sección de respetos a la propiedad y a las libertades), nos elevó al top ten planetario haciéndonos meca de brazos, cerebros y capitales de riesgo; todo ello sin subsidios.

Un resultado que se logró aun cuando el tamaño de “lo estatal” y su avance sobre “lo privado” crecía año tras año al compás de un nacionalismo cerril. Éxito que no podrá reeditarse dada la marea socialista que sobre mentes y bienes hemos sufrido desde entonces. Dado el alto grado de decadencia a todo orden al que hemos llegado.

Un nuevo punto de partida que hace a la Constitución de 1853 y sus promesas esperanzadoras, lamentablemente, de muy difícil (por no decir imposible) aplicación.

Mayormente porque la aludida tiranía fiscalista y consecuente resignación (la aceptación final del esclavo) se encuentran enquistadas en las cabezas de una fracción demasiado grande y transversal de nuestro electorado.

El norte izquierdista de intelectuales, artistas y políticos, apuntado sin descanso durante los últimos 78 años a que seamos un pueblo de mayoría pobre, bruta y sobre todo sometida mental y laboralmente al Estado (su soñado “hombre nuevo”; el real)… fue logrado.

Con el concurso de los ministerios de Educación y Economía, siempre funcionales a los intereses corporativos del Estado del que forman parte, el gobierno elegido en 2019 culmina en estos días la tarea.

No obstante ser propio de gente madura el aceptar los hechos tal cual son (creemos que nuestra Argentina, en cuanto a desunión por valores y mafias clientelares, pasó el punto de no retorno), nos queda el deber de apoyar a la Administración que surja de las elecciones de Octubre.

Sin duda la veremos penar durante cuatro años enfrentando a una antipatria (en tanto antirrepública y anticonstitución) cuya agresividad estará motorizada por la certeza de que su prevalencia es, a mediano plazo y por lo antedicho, irreversible.

El acompañamiento a quien gobierne, sin embargo, no debe bloquear el diseño de un “plan B” en previsión del eventual fracaso de la política de crecimiento con reconciliación y unión nacional (el plan A, anti Grieta y pro Constitución).

Tras ese fracaso resultaría inaceptable el reflujo peronista que nos desbarrancaría hacia una Argenzuela cabal. Una donde los emigrantes ya no se contarían por cientos de miles sino por millones. Cosa más que posible si asumimos en plenitud el nivel de adoctrinamiento estatista, de miedo profundo a la libertad y sobre todo a la responsabilidad individual inculcado durante las últimas décadas en las mentes de nuestra muy fragilizada población.

Y este “plan B” no puede ser otro que refundar el país, como en 1810, abriendo la puerta a la disolución de un Estado fallido (como hicieron la Unión Soviética, Yugoslavia o Checoslovaquia, tres ejemplos cercanos en el tiempo) aceptando la realidad de los hechos sin esconder la cabeza bajo tierra. Siendo valientes en defensa de lo nuestro sin entregar nuestra tierra, la de nuestros ancestros y la de nuestros hijos a ladrones, parásitos confesos, vivillos y resentidos por propia incapacidad como son los millones de argentinos que votan a sabiendas, una y otra vez, a delincuentes para que los representen.

Es el planteo de la o las secesiones que tanto horroriza a los aleccionados por la currícula educativa obligatoria social-nacionalista, pero que cuenta con grandes atractivos.

Porque dar a luz reagrupamientos ideológicamente más homogéneos, los tiene. Y muchos.

Por empezar, el de la gran satisfacción de ver a todos los ladri-progresistas robándose entre sí en su sistema de suma cero; implosionando entre impuestazos, recriminaciones, saqueos, puebladas, fugas y rechinar de dientes cuando deban enfrentar la ausencia de sus víctimas tradicionales, adheridas por domicilio fiscal a jurisdicciones protectoras de las libertades individuales y de los verdaderos derechos humanos (empezando por los de propiedad privada y libre disposición, base y garantía de todos los demás).

Un plan B basado en el respeto por los proyectos de vida del prójimo ciudadano y en las más amplias libertades cívicas. Como la de decidir no pertenecer a una comunidad de valores torcidos. Ni aportar a un modelo redistributivo por el que se siente repugnancia, como aquel en el que sus impuestos acaben financiando organizaciones liberticidas tan abyectas como la “Universidad” de las Madres de Plaza de Mayo, por poner un ejemplo entre miles.

Difícil es aventurar el derrotero de tales licencias cívicas y lo que el pueblo en auténtica libertad decidiría pero sea cual fuere el resultado, este será mejor que el anarcopobrismo que hoy tenemos entre manos o de lo que podría sobrevenir en otros cuatro años de gobierno peronista.

Una posibilidad que cae de madura estaría dada por la secesión de la odiada ciudad de Buenos Aires del resto de la “confederación”. Nueva unidad política bajo la forma de poderosa Ciudad Estado (como lo son Singapur o Mónaco) que podría incorporar inicialmente a partidos vecinos afines como Vicente López, San Isidro, Lanús o Tres de Febrero y tal vez San Fernando o Tigre.

La sola eliminación de la ruinosa coparticipación federal más una liberalización financiera y regulatoria inmediata catapultarían a la nueva nación a muy altos niveles de ingreso por habitante, en tanto centro financiero internacional de baja imposición e imán de multitud de empresas e industrias del conocimiento.

Podrían secesionarse no sólo grandes ciudades sino provincias enteras, como es el caso de Mendoza, donde hace pocos años se coqueteó con la idea de dejar atrás al kirchnerismo tras comprobarse mediante encuestas que una decisión así contaba con la aprobación de cerca del 70 % del electorado. Es bien conocida la potencialidad de esta provincia, en la que un rápido acuerdo soberano de libre comercio con Chile le abriría las puertas al inmenso mercado del Pacífico, no sólo en lo que a vitivinicultura se refiere. Córdoba, Santa Fe o Entre Ríos podrían seguir esta vía como así también distintas uniones distritales dentro de la provincia de Buenos Aires, como podría ser el caso del eje Azul-Tandil-Olavarría, partidos de similar orientación ideológica, limítrofes y complementarios. O uniones en red independizables, dentro de esa u otras jurisdicciones.

Proyectos todos compatibles con el anarcocapitalismo, al cual el candidato J. Milei adscribe para el largo plazo.

Fuertes ideas descentralizantes, anti poder político y pro poder social propugnadas por otra parte por el mayor intelectual libertario vivo, el austríaco Hans H. Hoppe, principal discípulo y continuador del estadounidense Murray N. Rothbard, recreador y sistematizador de esta verdadera ética de la libertad en los ’70 del pasado siglo.

Por mera presión generacional, un Milei perdidoso en la elección 2023 vería facilitada una candidatura exitosa en el ’27, al incorporarse al padrón electoral una gran cantidad de jóvenes partidarios de las nuevas ideas del liberalismo radical, coincidente con la salida de una significativa masa de adultos de tendencia filopobrista.