Sobre la Libertad


Diciembre 2019

Con una frase en un artículo reciente, el periodista Jorge Fernández Díaz resumió uno de los más retardatarios (y profundos) dramas humanos “…así como existe la pasión por la libertad, existe también la pasión por quitársela a otros”.

Debe tenerse en cuenta que el quite de libertades (sobre todo económicas) es la pulsión-madre de la izquierda en general, hoy victoriosa en Argentina, en apoyo de su vetusta ideología de praxis pobrista.
Una pulsión, la de frenar al prójimo, férreamente sustentada en -al menos- dos pecados capitales: la envidia y la soberbia. Iniquidades de las que debería tomar nota la jerarquía católica, tan alineada en su opinable doctrina social (a notabilísima diferencia de los credos protestantes) con el más rancio asistencialismo pobrista.
Envidia que asoma su sucio rostro tras la acientífica idea de que ganancia empresaria y capitales deben ser podados y embozalados a fin de lograr mejoras en el bienestar de los más. Y soberbia que emerge rugiente, fuera ya de todo cauce, tras la igualmente estúpida pero orgullosa idea socialista de que el Estado puede controlarnos a todos y a la totalidad del proceso económico, succionando de la actividad productiva el dinero que considere necesario para luego manejarlo con mayor eficiencia social de lo que lo harían sus dueños; vale decir, quienes lo crearon.
Pecados y mitos que encuentran anticipado castigo en situaciones tan dolorosas y frustrantes como las que atraviesa nuestro país, tras “olvidar” que esa entelequia llamada Estado es un simple agregado de mujeres y hombres tan falibles (tan peligrosos y malévolos, en todo caso) como los sospechosos sujetos creadores de la riqueza a succionar. Con la crucial diferencia de carecer -los funcionarios succionadores- de los suficientes incentivos para invertir (y cuidar) ese dinero con el máximo efecto multiplicador posible ya que nada les costó ganarlo ni habrán de recibir mayor ni menor retribución por ello, a no ser la coima para canalizarlo sin más consideraciones en favor de un tercero.
Mientras que el efecto socialmente multiplicador de las decisiones del particular succionado podrían haber estado en invertirlo en mejor educación para sus hijos, en mejorar la casa familiar, en reinvertirlo en su emprendimiento productivo o aún en contribuir con distintas obras solidarias… de su personalísima elección.

La acumulación de impuestos, que en Argentina representa más del 50 % del precio de todo lo que vemos y tocamos, es un clarísimo ejemplo de quite de libertades al ciudadano trabajador, que queda privado de elegir dónde destinar más de la mitad de todo lo que produce y gana.
Quien vota a referentes de izquierda (pobristas), apoya esta limitación. Vota en favor de la violación del espíritu constitucional, de su propia clientelización y del maniatado de todos quienes no están de acuerdo en ser invadidos en su privacidad y maneados con pseudo leyes y regulaciones de todo tipo, como paso previo a su esquila tributaria. Vota en favor de sobrecargar (y eventualmente abortar nonatos o hundir) a todos los que podrían emprender, crear, mejorar y optar dónde invertir multiplicando la riqueza en nuestra sociedad. No dejarlos crecer, frenarlos, quitarles esas libertades contra todo sentido común y de decencia, es su opción. Es, ni más ni menos, vender el futuro de sus propios hijos para disfrutar ya del bíblico “plato de lentejas” de… envidia y soberbia.
Sin maquillaje de “corrección política”, no otra es la opción que tomaron 13 millones 19 mil conciudadanos (el 38,2 % de un padrón electoral de 34 millones 82 mil) votando por Fernández o Del Caño en Octubre de este año. Quedando enfrentados a 12 millones 848 mil personas (el 37,7 % del mismo padrón) que votaron por Macri, Lavagna, Espert o Gómez Centurión identificándose con la Constitución, el respeto a la propiedad y la división de poderes, más que con las susodichas envidia y soberbia. Por no mencionar los estremecedores, terribles avales electivos a toda la red mafiosa de corrupción empresario-estatal-sindical y narco tanto como al asesinato del fiscal A. Nisman.
Como se ve, la grieta -que es claramente ética y moral- parte al país por mitades ya que el restante 24,1 % del padrón electoral lo constituyen quienes no quisieron votar (21,9 %) y quienes votaron en blanco o impugnaron sus sufragios.

La despreciable pasión por quitar libertades e impedir progresar a otros alimenta una decadencia que ya lleva 74 años y retarda el resurgimiento de la Argentina Potencia de hace un siglo, aunque esta vez con más perspicacia; de un modo más rápida y naturalmente distributivo. Vale decir, retarda la aparición de una sociedad más apoyada en lo libertario que en lo liberal, que frene y revierta la ley de hierro que dice que a medida que aumenta la participación estatal en la economía, disminuyen en forma proporcional tanto la solidaridad privada (transformadora y efectiva en serio) como la economía participativa.
Porque lo libertario es pasión inteligente por la libertad y la elevación del prójimo… tanto como por las propias.




Lecciones Chilenas


Noviembre 2019

“Quien no es socialista a los 20 años, no tiene corazón. Quien sigue siéndolo después de esa edad, no tiene cerebro” André Maurois (intelectual francés 1885 -1967).

El desorden, los saqueos y la destrucción de propiedad pública y privada que hemos estado viendo en Santiago y otras ciudades chilenas, protagonizados mayormente por jóvenes, resultan campo propicio para la reflexión y abren la mente a lecciones a considerar para nuestro país.
En verdad las manifestaciones de protesta, tumultos y desmanes son un signo de los tiempos y de ningún modo patrimonio exclusivo de nuestro vecino. Ocurren en Hong Kong, España, Haití, Líbano, Francia, Bolivia etc. y por muy variados motivos.

Hablamos, por otro lado, del país más avanzado de nuestra región. El que tiene una inflación menor al 3 % anual y el de mayor ingreso promedio por habitante, producto de un crecimiento sostenido sin solución de continuidad a través de 7 administraciones tanto de centro izquierda como de centro derecha, que coincidieron en mantener un modelo económico abierto y pro mercado, integrado al mundo y de perfil exportador. Modelo correcto que permitió el inédito surgimiento de una importante clase media, históricamente inexistente.

Varios de los 18 millones de habitantes de Chile pueden estar preocupados y frustrados por el aumento del costo de vida. Mas sólo unos pocos miles de jóvenes han sido lo bastante estúpidos como para causar tal caos y devastación, atrayendo tras de sí a masas de gente pacífica, causando muertes y afectando gravemente la vida y el trabajo de todo el resto. Un resto racional que sabe que incendiar propiedades, matar inocentes e intentar voltear con violentas puebladas a un gobierno democráticamente elegido, no resolverá nada.
En el Chile de 2019, además, la desigualdad que tantos ponen como excusa para el levantamiento es un mito: la medida internacionalmente aceptada para medirla es el índice Gini, que va de cero a uno, siendo cero la igualdad ideal y uno la desigualdad máxima. Pues bien, Chile fue puntuado en esta escala  con un coeficiente de 0.49 (Brasil 0.51, España 0.36, Colombia 0.50, Japón 0.32, Argentina 0,42, Sudáfrica 0.60, Noruega 0.27, Estados Unidos 0.41 etc.) cuando en el año 2000 su índice era de 0.58; vale decir, viene mejorando en forma consistente desde un pasado de fuerte desigualdad de clase, además de haber aumentado su clase media y de haber crecido económicamente en ingreso por habitante hasta superar a todos sus vecinos.
La pobreza, asimismo, que era sólo del 8,6 % hacia 2017, cae en curva descendente partiendo desde un índice de 27,6 % en 1994, como bien señala una reciente editorial del diario La Nación.
En cuanto a la movilidad social, un componente central de este ítem, el índice que la mide es el Bartholomew que ubica al Chile  de hoy con coeficientes superiores a los de España, Gran Bretaña o Estados Unidos, por caso.

Tal vez estos jóvenes estén genuinamente enojados; sea porque su educación fue deficiente, porque no consiguen un buen empleo o por el motivo que fuere.
Pero a nadie debe escapar que son revolucionarios cuyo paradigma es el capturado por las cámaras, en la imagen de un muchacho de 18 o 20 años tomándose una selfie mientras prende fuego a una tienda de comestibles, a otro destrozando las instalaciones del subte o a un tercero robándose de la vidriera un televisor de pantalla plana. Revolucionarios de fuste, sin duda, que prueban su superioridad moral y valentía (¿o cobardía?)  haciendo cosas como esas al tiempo de vociferar y grafitear con ira (¿o impotencia ante la propia incapacidad?) sus previsibles consignas socialistas o anarco-comunistas.

La mayoría de las personas hoy día en nuestros países y sobre todo las de menos edad, parecen venir formateadas para pensar (¿docencia “baradeliana”, tal vez?) que pueden resolver cualquier injusticia económica con más socialismo.
Simplemente… piensan en sus dificultades y se enojan, sin ir más allá en el análisis de sus problemáticas: ¿por qué aumenta mi costo de vida? ¿por qué no progreso? ¿cuál es la raíz, la causa de estas frustrantes circunstancias? ¿cómo puedo arreglarlas?
Podríamos preguntar, para empezar, cuántos libros ha leído aquel joven rebelde este año. O cuántos cursos en línea gratuitos ha tomado. ¿Ha hecho algo para solucionar su problema? Tal vez en lugar de incendiar edificios podría estar viendo innumerables videos útiles en YouTube, aprendiendo a codificar en Python o formándose para alguna otra actividad útil que lo atraiga. Sin costo. Desarrollando con honestas ansias de progreso habilidades comercializables. 
Pero no; el formato izquierdista no trata sobre cómo resolver las propias limitaciones: el socialismo que hoy campea le significará no tener que mover un dedo (excepto para encender el  fósforo incendiario). Bastará con hacer berrinches cada vez más violentos, hasta que otra persona (¿un ya asfixiado contribuyente, tal vez?) cargue con el costo y arregle sus problemas existenciales; aunque ni siquiera pueda definirlos.

Despertemos, señoras y señores. La verdadera revolución no es la de este lumpen vago y asalvajado, muy posiblemente telecomandado desde Caracas, Teherán o La Habana ni la de la legión de idiotas útiles (prensa incluida) que los justifican.
La verdadera Revolución (o con mayor propiedad, la más efectiva Evolución), es la que hoy llevan adelante los jóvenes libertarios. Es la que un día no lejano detonará  bajo las asentaderas de los oligarcas de las mafias empresariales, sindicales y políticas que nos vampirizan transando entre ellos con ayuda de la trituradora tributaria del Estado.
Liberando al pueblo de sus cadenas como proclama nuestro Himno para darle todo el poder a la gente común. Empoderamiento económico para emprender y progresar sin trabas ni parásitos y empoderamiento de los derechos civiles para que la gente honesta decida sobre su vida; sobre lo ganado y lo donado como a cada uno le plazca.

En verdad, los rockeros rebeldes deberían aggiornar sus vetustas letras y canciones de protesta, dejando atrás las consignas resentidas de los ’70 que nos trajeron a este desastre para adoptar las banderas de vanguardia de la verdadera rebeldía revolucionaria de hoy y “hacer lío”, como sugiere el Papa, poniéndose en serio del lado de los desposeídos y del “peligroso” (para el establishment estatista-opresor) tándem capitalismo libertario + no violencia a todo orden, que terminaría con sus esclavitudes.
Poniéndose con justa indignación del lado de la libertad; de los robados, frenados y hundidos por los vivillos corruptos de aquellas tres oligarquías simbióticas.

La situación actual argentina, con la mayoría de los sub-40 mirando con simpatía al modelo de Estado policial para un socialismo autoritariamente “redistribuidor” que primero los embrutece y luego una y otra vez los usa y empobrece, revela ignorancia; y una triste orfandad ideológica presta a ser llenada.
Es más: la juventud ha acumulado creencias sobre la injusticia que validan, otra vez, la violencia.

Es por tanto un gran desafío, aceptado por los libertarios, la necesidad de un manejo comunicacional (y a largo plazo, educativo en valores) que ilustre al soberano y que cambie sus expectativas. Así como la conveniencia de proponer un proyecto social inspirador que vaya más allá del mero crecimiento económico (que en el modelo libertario podría ser enorme) para que no se replique aquí el paradójico… “caso Chile”.






El Futuro de la Grieta y el Proyecto S.


Octubre 2019

En un interesante artículo publicado el mes pasado, con el que coincidimos, el respetado analista y catedrático Alejandro Katz sostiene que la Argentina, entendida como comunidad de destino, dejó de existir. Que la idea de una vida en común confiando en nuestros compatriotas dejó de tener sentido porque ya no compartimos un mismo ideal de patria. Porque ya no hay una casa ni una causa en común.
Quedaron fraguados dos modelos de país completamente distintos; dos concepciones éticas -y por tanto económicas- de fondo, opuestas; que nos separan casi por mitades y que se han constituido en un abismo infranqueable.

Es una verdad omnipresente en estos días electorales, tal como se difundió desde el rectorado de la Universidad de San Andrés, que la liza que se dirime no trata de economía. Ni siquiera del relevo entre gobiernos sino de algo previo a todo eso; trata de una decisión de vida en sociedad definida por  2 valores contrapuestos: decencia e indecencia.
O sea, vigencia constitucional, instituciones republicanas y justicia independiente versus impunidad mafiosa para con el saqueo corrupto, los asesinatos (como el del fiscal Nisman) y los narcos, además de censura y nuevo asalto a la propiedad con fuerte fiscalismo reglamentarista.
Acordamos con lo allí mencionado en el sentido de que sin decencia social no hay libertad posible y que sin ella no tiene sentido vivir tal entorno, ni sentirlo como propio.

Supuesto el caso de que el kirchnerismo se haga con el control del aparato del Estado tras demostrar este mes en las urnas que los indecentes son mayoría, no estaría de más empezar a pensar en un contundente “Plan B”.
Basado, claro está, en las acertadas premisas del Lic. Katz. Que bien podría implicar un aceleramiento vertiginoso de los hechos en dirección a un futuro de poder y riqueza sin precedentes, al menos para la fracción decente de la sociedad, de la mano de los representantes del extremo opuesto del arco (y los de mayor consistencia doctrinaria): los libertarios.
Esto es así porque los libertarios ponen a la persona, su familia, sus libertades creativas, solidarias y productoras de riqueza (bienestar general) en primer lugar… y al Estado después; a su servicio. Jamás a la inversa ya que el ser humano (con su intangibilidad, libre albedrío y plena asunción -tanto civil como penal- de sus responsabilidades individuales) es ética y moralmente superior además de históricamente anterior a la entelequia colectiva que denominamos Estado. Y porque miles son las formas posibles en las que la libertad y la no violencia (la contractualidad voluntaria en red como sistema) podrían difundirse por todo el campo de la interacción comunitaria, si hubiera la voluntad política de permitirlas.

Así las cosas, dejando ingenuidades albertistas de lado y ante un avasallamiento de la Constitución Nacional y consecuente ruptura del último “pacto social” protector de libertades que aún nos une, quedarían lícitamente abiertos los caminos del Proyecto S: la Secesión.
Empezando por la más obvia: la de la Ciudad de Buenos Aires en unión, tal vez, con la de algunos partidos cercanos (San Isidro, Vicente López etc.) donde la decencia haya logrado conservar su mayoría. Como modo de escapar a la conurbanización general de la Argentina en sintonía con el proceso chavo-cristinista en ciernes, pero también como posible puerta de un ingreso acelerado al Primer Mundo.
Los avezados constitucionalistas que tenemos podrán sin duda dar forma jurídica (tras la caída de la Carta Magna alberdiana) a esta suerte de denuncia del Pacto de San José de Flores firmado en 1859 por el que la provincia de Buenos Aires y su ciudad portuaria homónima aceptaron, tras años de férrea independencia, integrarse a la Confederación bajo la Constitución de 1853.

Los mismos líderes de Juntos por el Cambio o en su defecto los del PRO, podrían encabezar las acciones para separar de un tajo a estos territorios de la Argentina populista, en acuerdo con J. L. Espert y otros referentes libertarios que nunca han temido llamar a las cosas por su nombre y que saben cómo revertir los lamentables errores político-económicos del presidente M. Macri.
Territorios que, por otra parte, tienen mayor extensión que países europeos de extraordinaria riqueza. O que la República de Singapur, por caso, Ciudad-Estado de pequeñas dimensiones, cero recursos naturales y gran población que, adherida a la seguridad jurídica de una economía de corte libertario, logra impresionantes ingresos promedio por habitante y constituye dentro del top-five mundial una de las pocas zonas del planeta donde impera el hiper-Primer Mundo.
¿Por qué nuestra fantástica Buenos Aires (la que nos lega H. Rodríguez Larreta y su obra), con valentía cívica y bien conducida, no podría emular estos casos de éxito popular? Tenemos aeropuerto, sede de gobierno y puerto; incluso fronteras aceptablemente prefijadas.
Resulta impactante visualizar el enorme flujo de emprendedores e inversionistas (sobre todo argentinos) que el nuevo enclave podría captar y la velocidad a la que podría crecer, superando en poco tiempo al entero PBI de la restante Argentina socialista, corporativa… fascista.
Resulta emocionante visualizar el efecto que esta potencia económica en ascenso causaría en la población vecina, sojuzgada por el obtuso estatismo peronista. Y la marea de ex conciudadanos pidiendo visa para sortear el muro e ingresar al “mundo libre”.
Pero lo más impresionante sería observar en el tiempo el dominó de jurisdicciones que, a la vista de las diferencias y con jefes presionados por la opinión pública, por plebiscitos autoconvocados o por el propio voto regular irían adhiriendo, como islas confederadas, al nuevo país. O al menos al nuevo sistema, con la vista puesta en un eventual final de República reconciliada.

En ocasiones, lo que no se consigue transfundiendo educación en valores se logra por el atajo de ofrecer ejemplos poderosos que impliquen audacia, ética y valentía.
Y, por qué no, con ejemplos rotundos de cómo otras familias, vecinas e iguales, prosperan económicamente.
Verdaderos cachetazos despertadores con el potencial de trocar a millones de indecentes en decentes. ¿Se trataría acaso de pura conveniencia, a todo orden? Bienvenida sea, porque eso se llama… capitalismo.

Dejaríamos así que las Cristinas, Hebes, Magarios, Milagros y Contis, que los Grabois, D’ Elías y Cúneos, que los De Pedros, Solanas, Baradeles y Moyanos, que los Balcedos, Aníbales, Insfranes, Víctor Hugos… sus títeres y tanta otra canalla, se macere en su propia cocción de pobrismo. Restando nuestros impuestos de lo que dispondrían para seguir con su infame tarea de demolición.




Se Cierne la Tormenta


Septiembre 2019

Si bien el castrismo, el sandinismo, el chavismo y el kirchnerismo son experimentos infames y fallidos todavía conservan (especialmente en nuestro suelo) considerable poder electoral.
Son infames por su natural violento, ladrón y sectario, apoyado clientelarmente en el parasitismo y en el odio de clase. Y son fallidos porque, aun habiendo atropellado toda institución republicana que osara limitarlos, nunca lograron crear riqueza ni alcanzar su consecuencia: bienestar general sustentable. Por el contrario, sólo generaron retracción de inversiones y su corolario: más pobreza.

¿Por qué tantos millones de personas apoyan aquí este fracaso? ¿Por qué votan una y otra vez por quienes los empobrecen, maltratan, subestiman e infantilizan?
Saben bien que son mafiosos y falsos, que prohíjan impunidades asqueantes y que se enriquecen cometiendo monumentales desfalcos a cara de piedra, indiferentes a toda evidencia. Saben que violan la Constitución Nacional, que hunden a nuestra Argentina en todos los rankings y que la asocian con dictaduras delincuentes.

Y sin embargo los bancan, con vergüenza o sin ella, buscando su complicidad.

Tanto el famoso síndrome de Estocolmo como el de la mujer golpeada, tomados en “modo tribu”, aportan desde lo sociológico explicaciones plausibles. Más plausibles aún si agregamos al cóctel 7 décadas de des-educación; es decir promoción docente de revisionismos mendaces, mitos económicos y antivalores éticos: irresponsabilidad social transfundida gota a gota a través de 3 generaciones desde la “educación” pública (y no sólo a las clases media-baja y baja), potenciada por periodistas, locutores y analistas adoctrinados en la misma escuela de graves ignorancias conceptuales acerca de cómo funciona el círculo virtuoso de la prosperidad.
Sumémosles a estos votantes, en acuerdo con el  lúcido análisis del politólogo justicialista Eduardo Fidanza, consistentes sentimientos de orfandad (falta de representación), fatalismo (ante las mafias, los narcos y el delito callejero), recelo (desconfianza hacia los políticos) y miedo (frente la marea de inmigrantes y la escasez de empleo).
Tendremos así un peligroso caldo emocional de incultura, frustraciones y resentimientos. De broncas defensivas poco racionales, en suma, con duros ánimos resilientes detrás de los cuales se agazapa, apenas contenida, la violencia.

Violencia que es, políticamente hablando, lo que ofrece el kirchnerismo. Por eso millones de votantes lo avalan aun sabiendo de su natural de bandidaje prepotente. Cediendo en el fondo como mujeres golpeadas, a la necesidad de ser contenidas en sus miserias, de tener a alguien que se imponga a otras tribus “hablando en su nombre” y que les demuestre cierto grado de compasión, ocupándose de sus necesidades primarias entre las cuales no es menor la necesidad de “pertenecer”; aun (bajados ya los lienzos de toda defensa moral) a una asociación delincuencial. Aun a una que a mediano plazo los conduzca a un matadero bolivariano del que ni sus nietos zafarán.
La alternativa, creen y se justifican confusamente, sería aún peor. Porque lo importante es el hoy, dicen; después se verá. Y si debemos marchar al matadero, piensan y callan, que sea arrastrando a todos quienes todavía tienen algún dinero, saciando al menos la sed de nuestro largo resentimiento. Y si es con una dosis de revanchismo, humillación por sometimiento (o huida) y saqueo legalizado, tanto mejor ya que son visiones que anestesian el angustiante sentimiento de impotencia ante la propia incapacidad.

Señoras, señores, los electorados sí pueden suicidarse; la Historia Universal avala esta afirmación y Venezuela es un ejemplo; nunca subestimemos la estupidez humana.
Pero sobre todo, no subestimemos la cínica maldad de los intelectuales del populismo. Ni la abominable traición a los ideales sanmartinianos de decenas de miles de presuntos beneficiarios de la nomenklatura estatista. Esos que, creen, podrán lucrar dirigiendo el desguace de nuestra nación y su entrega al lumpen en connivencia con las mafias, desde confortables oficinas con vista al río en las narco-torres de Puerto Madero.

El gobierno de M. Macri (que en el imaginario de propios y extraños fue de “centro-derecha” pero en los duros hechos un perfecto ejemplo de “centro-izquierda”), carga con la gran responsabilidad de no haber sabido o podido desarmar la mega bomba socio-económica dejada sobre su escritorio por el kirchnerismo a fines de 2015, ingenio que finalmente le estalló en la cara a partir de Abril del ‘18.

El fracaso en lograr desactivar la (a esta altura ya clásica) celada peronista de cuentas impagas, irresponsabilidades, robos, mafia y platos rotos, tiene al menos dos causas eminentes.
La primera es la muy criticada actitud de no blanquear ante la sociedad con la más extrema crudeza y desde el principio, la gravedad de la situación socio-económica e institucional y el verdadero estado de las cuentas nacionales que se recibían; data que hacía (hace aún) de nuestro país un ente inviable.
Pero la segunda, no menos importante, es el haber fallado en explicar a la sociedad con precisión y perspicacia también desde el inicio, cuál era el norte hacia donde querían dirigirnos, cómo haríamos ese trayecto y cuánto tiempo nos demandaría llegar. Cuál era el premio y cuál la posición concreta (para cada sector) a la que se arribaría tras el sacrificio que habría de encararse.
Faltó el relato que entusiasmara; el mito (todos son relatos y mitos inspiradores en este sentido; algunos notablemente más eficaces en lo social-utilitario, como el capitalismo y otros más perjudiciales para la gente, como el socialismo; ninguno alcanzará jamás el ideal, por otra parte) que diera alas a la confianza. Faltó la imagen vívida de un futuro posible que despertara, en serio, la esperanza (¡qué palabra tan poderosa!) de una amplia mayoría ciudadana.
Sin motivación no hay epopeya; no hay mística; no hay la voluntad ni el temple nacional necesario para encarar (con consenso) la áspera tarea de hacer viable a la Argentina llevando a cabo las profundas reformas estructurales que, Macri sabía, había que encarar. A falta de estas dos actitudes valientes por parte de sus líderes, una sociedad confundida se colocó gradualmente a la retranca (en lugar de dar a su gobierno la autoridad para hacer esas reformas) impidiéndolas. Impulsando un endeudamiento creciente como única vía posible no ya de corregir las causas de nuestra inviabilidad sino de, simplemente, postergar la explosión. Cosa que tampoco se logró, como está visto.

Como escuchamos hace poco, el voto argentino 2019 se va asemejando al drama de una familia de jóvenes cuyos abuelos dilapidaron toda su fortuna en fiestas, en regalos y en las patas de los caballos del hipódromo; a continuación sus padres los endeudaron en bancos y financieras para seguir manteniendo el nivel de vida del clan, incluido el de sus mayores (después de todo, abuelos y nietos gritaron día y noche durante años pidiendo ¡flan!) y ahora esos hijos, frente a la quiebra en ciernes, consideran imponer nuevamente a los ancianos viciosos al mando …añorando aquel bienestar perdido.
Es claro que los abuelos cachafaces solo están capacitados para “reventar” lo que reste en viejas y nuevas adicciones para después, ya por completo aislados, empobrecidos e irascibles, encarar a los gritos el reparto de bastonazos entre su descendencia.
No está tan claro que los padres, en cambio, sean incapaces de renegociar las deudas que contrajeron con sus amigos banqueros y pongan a toda la familia a estudiar y trabajar, por fin, restableciendo el orden y la esperanza.

Se cierne la tormenta. Entre los casi seguros bastonazos y ruina final al estilo chavista y la oportunidad de una redención, como libertarios hoy optamos por esta última como mal menor. 



El Ejemplo Irlandés


Agosto 2019

La mejor receta para combatir la pobreza argentina es el simple crecimiento de nuestra economía, cuyo tamaño es increíblemente pequeño en relación a nuestra población. A nuestra geografía e historia.

El crecimiento de una economía se apoya en una síntesis de 5 factores: capital, tecnología, ahorro, inversión y trabajo. Todos ellos seriamente dañados aquí por políticas de corte fiscal-populista, redistributivo y autárquico, votadas y aplicadas casi sin solución de continuidad durante los últimos setenta años. Una orientación errada, evidente responsable de nuestro fracaso. De nuestra pobreza.
Fallido patentizado hoy por un Estado demasiado grande para el tamaño de una economía modelo “taller protegido” que nos impone endeudamiento, emisión inflacionaria e impuestos muy altos. Tanto, que bloquean toda posibilidad de ahorro, base a su vez de inversiones productivas generadoras de crecimiento y empleo.

En un notable artículo reciente, el economista Roberto Cachanosky nos recuerda el caso irlandés; una sociedad pobre y de bajos ingresos hasta principios de los ’90.
País isleño situado al oeste de Gran Bretaña, Irlanda no cuenta con pampa húmeda ni Vaca Muerta alguna, tiene menos superficie que la provincia de Formosa y una población de sólo 4,8 millones. Pero hoy logra un ingreso anual por habitante de U$S 68.800 (y en rápido aumento), que supera al argentino en más de 4 (cuatro) veces. Y que los coloca quintos en el ranking mundial, por encima de los Estados Unidos y de sus vecinos ingleses.
Ah! la exportación de sus productos (básicamente conocimiento), supera en más de 5 (cinco) veces a todas nuestras exportaciones.
¿El secreto irlandés para pasar a jugar en primera división? Austeridad en el gasto estatal, bajos impuestos del orden de 12,5 % y apertura al mundo con facilidades regulatorias y laborales que la hacen competitiva a la hora de atraer emprendedores innovadores y capitalistas inversores.
Una división en la que nuestra Argentina jugó durante los 80 años que duró la etapa de economía liberal (a partir de 1853), que nos elevó al primer puesto en el ranking mundial de ingresos por habitante en el año 1895 y que nos mantuvo en el top ten durante décadas.

Irlanda es un caso ciertamente interesante porque también estuvo en el top ten antes de ahora y además… durante la friolera de 1.000 (mil) años.
En efecto; la isla celta es ejemplo histórico (entre los siglos VII y XVII de nuestra era) de una sociedad con leyes y cortes libertarias funcionando sin gobierno, legislatura, justicia estatal ni cosa parecida. Se trataba, eso sí, de una sociedad altamente organizada que fue la más culta y civilizada de la Europa de su tiempo.
Funcionaba con un sistema donde los “hombres libres”, voluntariamente asociados en cuerpos comunales denominados tuath, se reunían en asambleas anuales donde se decidían tanto políticas generales cuanto propósitos sociales beneficiosos.
La dimensión geográfica (cambiante) de un tuath la constituía la suma total de los terrenos de sus miembros. La soberanía, así, se subordinaba al derecho de propiedad de sus integrantes libres; algo inverso al sistema actual de estados-nación soberanos y coactivos que subordinan a sí mismos los derechos de propiedad de quienes les dan origen, legitimidad y sustento.
El país estuvo constituido de este modo por 80 o 100 tuaths, que elegían cada uno un rey-sacerdote ceremonial que era a la vez líder militar y presidente de asambleas pero que no podía decidir guerras, impartir justicia, legislar ni ordenar ninguna otra agresión inconsulta por su cuenta.
La justicia, totalmente privada, era impartida por juristas profesionales llamados brehons, versados en las leyes consuetudinarias y cuerpos de costumbres, seleccionados por las partes en conflicto en base a su sabiduría e integridad. Cabe señalar que había varias escuelas de jurisprudencia que competían entre si en tanto las sentencias se hacían cumplir en base a un complejo sistema de seguros, garantes, castigos, multas, fiadores y ostracismos sumamente desarrollado. Los criminales, por su parte, eran considerados deudores que debían restitución personal a su víctima; sistema inverso al actual donde el crimen se considera una ofensa “a la sociedad”.
Es interesante señalar que las milicias y por tanto cualquier aventura militar que las involucrara eran solventadas con aportes voluntarios de la comunidad, con lo que casi no existían tales aventuras y si las había, eran de escasa duración; simples reyertas según los estándares del resto de Europa. Otra gran enseñanza para la actualidad, por cierto.

Este bello y pacífico armado social, muy avanzado para su era, terminó con la invasión y brutal sojuzgamiento de Irlanda por parte de la monarquía absolutista inglesa (el Estado coercitivo y su violencia, como siempre).
Pero demostró una vez más, pese al obvio silencio de la historiografía estatista,  cómo puede funcionar una sociedad sin Estado. Sin coacción social y en forma totalmente voluntaria, sin caer en el caos ni la indefensión. Por el contrario, prosperando más que sus pares subsumidas, por el simple y motivador hecho de ser voluntaria y por no tener que cargar con los terribles sobrecostos de una corporación política que mucho ordena, nada produce y que si lo hace, lo hace mal.

La Argentina debe multiplicar en varias veces las ridículas dimensiones de su economía para terminar en serio con la pobreza. Y el único camino conocido para lograrlo es liberando de ataduras todo su enorme potencial: volcándonos sin complejos a un capitalismo de siglo XXI.
El ruido de rotas cadenas será entonces el de los herrajes que nos tienen maneados, representados por la impedimenta pseudo legal montada por nuestras 3 viejas y muy ricas oligarquías simbióticas de políticos profesionales, empresarios prebendarios y sindicalistas mafiosos. 
Tres corporaciones parásitas que roban y estorban a mansalva. Que impiden la evolución de nuestra sociedad.
Podemos seguir el ejemplo de Irlanda, claro, así como el de Singapur donde un Estado casi sin corrupción, muy liberal en lo económico, frugal en sus erogaciones y garante de una altísima actividad económica debida a impuestos de menos del 12%, logra ingresos de U$S 95.000 anuales por persona.
Sin perder de vista la saga de países “nuevos” y perspicaces, de rápido crecimiento en los últimos años como Uzbekistán, cuyas tasas impositivas totales de apenas 4 % para pymes y de hasta 12 % para grandes empresas están atrayendo a emprendedores y capitalistas, a pesar del temor que provoca su historial de ex satélite del soviet.




Estatismo, Educación y Pobreza


Julio 2019

Impunidad aparte, la posibilidad de que la multiprocesada y condenada Cristina F. de Kirchner se alce con la presidencia argentina (ya sea en forma directa o por interpósita persona) y de que sus cómplices camporistas lo hagan con la gobernación de Buenos Aires, remite a la visión de millones de personas dejándose empujar, arrinconar en vidas miserables, robar y hasta matar, bajo el efecto combinado de ignorancias inducidas,  miedos y sobre todo… falsas esperanzas.
Un derrotero de entrega y fatalismo visible hoy en la huida de las garras del siniestro SEBIN y de la ruina, vía emigración, de millones de venezolanos en diáspora.

La extensa lista de antivalores a la que los sindicatos “docentes” de nuestro país adscriben desde hace mucho tiempo, representan bien a ese “Socialismo Siglo XXI” venezolano de miedos, falsas esperanzas y fatalismo al que los kirchneristas nos deslizarán si acceden nuevamente al poder. Valores torcidos que son el sustrato ideológico de su “núcleo duro” (unos 8,5 millones de votantes), como parte del daño causado a generaciones de estudiantes en todos los niveles educativos de la nación.
Daño que básicamente continuará mientras el Estado continúe dictando contenidos obligatorios que no adscriban con claridad meridiana a los valores de la libertad; a los de nuestro mejor pasado alberdiano y sarmientino.
Si no adscriben a la más absoluta responsabilidad penal, parental y económica sobre las propias elecciones de vida. Al respeto cerval por los derechos constitucionales, en especial el de propiedad, madre de todos los demás. Y a una Justicia de “todos iguales frente a la ley”, en tanto único igualitarismo moralmente válido que asegure férreamente y sin excepciones los dos supuestos anteriores.  
Si no fulminan al colectivismo parasitario, basado en la estúpida idea de creer que se puede mejorar algo gravando y subsidiando, en una sociedad de funcionamiento utópico donde cada uno viva del resto. Y donde todavía se crea que el gobierno es un agregado de gente buena y sabia tratando (¡y pudiendo!) arreglar por la fuerza y desde arriba, los problemas de todos.
Si no adscriben al emprendedorismo, a la innovación, al ahorro para inversión y vejez, al esfuerzo educativo, laboral y cultural, a la constante del cambio tecnológico, a la plena integración con el mundo, a la total libertad sindical y sobre todo a la ética de una honestidad sin dobleces.

Tal y como están planteadas las cosas en nuestra Argentina y aunque la administración Macri retenga la presidencia este año, si no se cambia radicalmente nuestra lamentable orientación resentido-culposo-pobrista, si el capitalismo cultural (y por ende el económico) no se convierte en norte de mayorías, seguiremos condenados a aumentar año tras año el caudal de votantes dispuestos a dejarse empujar, arrinconar en vidas miserables, robar y hasta matar tras la ilusión de reivindicaciones de una irrealidad… penosa.

Lo mejor sin cortapisas sería que el gobierno tendiera a no dictar contenido educativo coactivo alguno a nadie y que se retirara gradualmente de un metier en el que los resultados de su gestión de más de 7 décadas se han revelado calamitosos. Que se quitara de en medio abriendo a la libertad de las más avanzadas, flexibles, profesionales e imaginativas iniciativas privadas de inversión, contenidos y gestión esta área tan sensible; demasiado importante para confiársela a un Estado siempre ideologizado y para colmo con una monumental historia de ineptitudes y sobrecostos.
Lo más sensato sería que dejara de obligar a todos a “aprender” ideas sólo en apariencia incuestionadas sobre cientos de temas. Como sobreentendidos corporativismos, autoritarios y masificantes; como inconsultas y ruinosas sumisiones impositivas o como extraños derechos a la interrupción de la vida de terceras personas; asuntos donde la diversidad de posturas morales y valoraciones éticas o utilitarias es (o podría ser) inmensa.
Como para muestra bastan un par de botones, fruto de esta “educación” estatal colonizada por quintacolumnistas y minada de antivalores han sido los votos que inclinaron la balanza llevándonos a la “conquista social” de colocarnos en la situación desesperante de que seis millones y medio (en disminución) de trabajadores del sector privado formal (el productivo) deban solventar ¿de por vida? a través de confiscación tributaria a veintiún millones (en aumento) de personas colgadas del sector estatal subsidiado (planeros y símil). Votos contumaces, que también posibilitaron al gobierno anterior aumentar en un 70 % (¡!) el ultra-ineficiente empleo público provincial, en el pueril intento de disfrazar la desocupación rampante que producía (y aún produce) su irresponsable modelo pobrista.
Desde luego, en el largo plazo el mejor programa de ayuda para la miseria es el crecimiento. Las inversiones. El buen empleo. En cuanto al corto plazo, es claro que las organizaciones privadas de caridad, sus ramas eclesiales solidarias y ONG’s ayudan a los pobres de manera mucho más inteligente que los gobiernos. Bien haría el Estado en cerrar el Ministerio de Acción Social y traspasar el 50 % (¡!) del presupuesto nacional que hoy se aplica a este tipo de ayudas, a estas instituciones.

Bien haría también en desguazar la maquinaria de la educación pública ideologizada (anticapitalista, anti- inversora y por ende anti buen empleo) que viene lavando el cerebro de la sociedad tras el objetivo de inculcarnos a fuego la fantástica idea de que políticos y políticas saben mejor que el resto de nosotros en qué consiste el bienestar general sustentable y, sobre todo, cómo llegar a él.
Toda una casta de docentes, intelectuales y divulgadores de mitos, rentados para convencer a la ciudadanía de que quienes comandan el Estado saben mejor que cada ciudadano productor cómo usar su dinero; cómo multiplicarlo generando empleo, cómo ayudar a otros (¿empezando por la propia familia, tal vez?), en qué cosas gastarlo mejor y cómo ahorrarlo en previsión de las eventualidades de la vida.
Para convencernos de que jamás deberemos calcular ni cuestionar el costo-beneficio final de su accionar ni rebelarnos contra el verdadero saqueo impositivo con el que se sostienen cómodamente al mando sin producir nada.

Todo parte de una parafernalia digna del peor oscurantismo medieval; de siervos de la gleba esclava en la que el estatismo sumió a toda la población argentina.
Atornillando los antivalores socialistas responsables del actual conformismo ignorante de la mayor parte del padrón electoral, que asegura a las oligarquías (o “corpos”) simbióticas de empresaurios depredadores, sindicalistas mafiosos y políticos fabricantes de pobreza poder mudar de caretas cada dos años, cambiando algo para que nada verdaderamente importante cambie.








De Antisistemas y Pactos Sociales


Junio 2019

Si bien la antinomia ideológica izquierda/derecha es imperfecta y poco precisa, la tomaremos en aras de una lectura más intuitiva de lo que sigue.
La democracia republicana, representativa y federal que en teoría nos rige (y que encarna de facto, en la Constitución Nacional, nuestro nunca individualmente firmado Contrato Social) es un sistema de ordenamiento comunitario concebido para discurrir por el “centro” político.
Posee, sin embargo, la resistencia estructural suficiente como para funcionar aún bajo la presión centrífuga que desde el propio gobierno ejerzan partidos de centroizquierda o de centroderecha, en general asimilados a “partidos de izquierda” (como el Socialista) y “partidos de derecha” (por caso, el Pro).  
No así bajo la presión disgregante de los partidos de extrema izquierda o extrema derecha que eventualmente logren alcanzar el comando del Estado.

Se trata, aun así, de denominaciones que cambian al compás de los tiempos: extrema izquierda podía entenderse hace unas décadas como comunismo estalinista y extrema derecha como conservadurismo liberal, con todo el mix de híbridos imaginables (pasando por socialdemocracia y corporativismo fascista).
Hoy y aquí, la extrema izquierda electoralmente posible está asimilada a chavismo, con Cristina F. de Kirchner (o su candidato títere) como cabeza visible y su partido Unidad Ciudadana.
Mientras que la extrema derecha posible, al menos como opción de voto a Octubre de este año, está asimilada a libertarismo, con José Luis Espert como referente del novel Partido Libertario en alianza con el recién formado frente Despertar.  

El tipo de democracia republicana que nos rige, con el contrato social antes mencionado tal como se lo entiende, se desmoronaría de acceder al poder cualquiera de estos extremos ideológicos.
No obstante, la variante chavista (la única de las dos con posibilidades ciertas de ganar, por ahora) sería mucho más contundente en su tarea de desguace que su contraparte libertaria destruyendo o anulando rápidamente tanto nuestra precaria independencia de poderes como los organismos de contralor del Estado y garantías de libre prensa.
Su acción disolvente y saboteadora, haciendo uso de ingentes fondos malhabidos en abierta promoción del caos, el malhumor social, la impunidad judicial, la violencia callejera y sindical desde fines de 2015 está a la vista de todos los argentinos y preanuncia con claridad el cariz de un eventual gobierno de este signo.
Su desprecio por la Constitución (con su espíritu liberal y protector de la propiedad) es bien conocido y en sus planes está cambiar radicalmente esta suerte de pacto social que todavía nos une para conducirnos, precisamente, hacia la extrema izquierda. Como todo hace prever, hacia la ruina y el éxodo masivo de los más capaces que nos anticipa el espejo venezolano. Pero también hacia la eternización de su corrupta nomenklatura en el gobierno, hacia el consabido latrocinio y al omnipresente Estado-mamá intentando, a como dé lugar, sostener su modelo clientelar de pobrismo asistencialista.

Desde el extremo opuesto del arco ideológico, la variante libertaria apunta al achique y eventual licuación final del Estado (de sus impuestos coercitivos y de su inmenso poder de opresión) por caro, innecesario y peligroso, tanto como al cambio del actual e inestable pacto social. Sólo que como un norte inspirador de largo plazo ya que en lo inmediato, sólo proponen subir un escalón hacia la “normalidad” económica y jurídica de países como Chile o Perú.
Verdad es que los libertarios adscriben al mandato moral de la no-violencia en todo el campo de la acción humana, que incluye el principio de no agresión sobre derechos y bienes individuales. Y verdad es también que el Estado representa la sistematización del proceso de robo “legal”, usando para ello el monopolio de la fuerza. Entendiendo por robo a toda sustracción no consentida de bienes honestamente adquiridos, sin que la escala del atropello modifique en lo más mínimo el concepto moral en cuestión (sea un solitario ladrón armado, una banda de delincuentes amenazantes o toda una organización recaudadora apoyada en fuerza policial, aún elegida y comisionada para dicho saqueo por millones de personas).
Por tanto, el objetivo final de esta novedosa extrema derecha es oponerse por principio a toda agresión que afecte la integridad física de cualquier persona o la integridad de sus derechos, incluyendo el derecho de propiedad sobre sus bienes.
Explícitamente orientado el gobierno hacia dicho objetivo ideal de no-violencia social y conforme al conocido postulado de la tendencia, los actuales desaguisados creados por el estatismo populista tenderán gradualmente a revertirse al incorporar seguridad jurídica y física y por tanto inversión, creatividad y empleo privado en áreas donde hoy la coacción -financiada desde lo impositivo- impera. Dinamizando de a poco actividades en las que el Estado ha sido (por diversas limitaciones mentales ancladas en siglos idos) tradicional e indiscutido monopolista y que son gravísimamente deficitarias en su calidad y costo final a más de actuar como poderosos frenos a la riqueza comunitaria, tales como justicia, educación, salud e infraestructura públicas, asistencialismo, previsión, seguridad, defensa o relaciones con otras sociedades.

Como se ve, ambos extremos políticos resultan ser antisistema. Incompatibles (uno a corto y el otro a largo plazo) con nuestro vapuleado pacto social.
Si bien recientes encuestas dan cuenta de que el 63 % de la población descree de la democracia en tanto herramienta útil para la promoción de verdadero bienestar popular,  resultaría un verdadero drama (a escala continental, incluso), romper con el sistema por izquierda en este mismo año 2019. Desbarrancando a la parte aún sana, profesional y productiva de nuestra sociedad por la pendiente de un autoritarismo dictatorial de cuño madurista. O castrista.

Como bien señaló ese gigante de la argentinidad ilustrada que fue Jorge Luis Borges, citado en el encabezamiento del reciente libro Libertad, Libertad, Libertad, de los economistas Javier Milei y Diego Giacomini, “el más urgente problema de nuestra época es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo. Para mí el Estado es el enemigo ahora; yo querría un mínimo de Estado y un máximo de individuo. Para eso quizá sea necesario esperar algunos decenios o siglos, lo cual, históricamente, no es nada. Creo que con el tiempo, llegaremos a merecer que no haya gobiernos”

El Regreso de los Muertos Vivos o El Chavismo Contraataca


Mayo 2019

Resulta importante para nuestro país tanto como tonificante para la mente explorar sin miedo lo disruptivo, lo lateral, lo diferente en materia de teorías económicas y ordenamientos sociales, sin confundir (cediendo a nuestra pequeña zona de confort mental /emocional) lo prohibido por genuinamente riesgoso con aquello que, simplemente, no conocemos o conocemos mal.
¿Estaremos pensando con claridad, libres de preconceptos inculcados y de emotividades de estudiantina?
Por lo pronto, debería ser más obvio para todos que la ética enriquece (no sólo cultural sino económicamente) y que la racionalidad con inclusión de lo moral como valor fundante fortalece y asienta en su bienestar a todos y cada uno de los integrantes de las sociedades que, voluntariamente, deciden enseñar y aplicar estas guías directrices.

Todo esto puede ser muy cierto pero ¿dónde se esconden hoy estas virtudes edificantes? ¿cómo encontrarlas entre el fárrago de temores, amenazas, crisis y eslóganes de este año electoral? ¿cuál de los trenes es el que no deberíamos perder esta vez? ¿cuál es el distante pero crucial norte hacia donde deberíamos enfilar la proa nacional, aprovechando los vientos favorables que siempre existen?
En definitiva ¿dónde se cruzan, ideológicamente, las más sólidas y puras, las más inspiradoras y constructivamente poderosas expresiones de la ética racional?

Antes de proponer una respuesta a estos interrogantes, demos un vistazo políticamente incorrecto a nuestra realidad nacional, a Mayo de 2019.
A caballo de los graves desequilibrios cambiarios, inflacionarios y de riesgo país derivados en línea recta de la estructura productiva argentina votada y afianzada una y otra vez durante más de 70 años por el pleno de la centroizquierda, situación que la gestión del presidente Macri no logró hasta el momento revertir, una fracción demasiado numerosa de nuestra sociedad está considerando, según encuestas fiables, retroceder hacia el redil populista que empezamos a abandonar en 2016 y donde en gran medida aún nos hallamos.
Esto ocurre, más que por los desequilibrios en sí mismos, en virtud de la enorme presión mediática y financiera de una virtual coalición de oposiciones liderada por las 3 oligarquías simbióticas que comandaron durante las últimas 7 décadas el montado de nuestra inviable estructura productiva y del consiguiente crecimiento de la miseria estructural, en inverso paralelo con su propio enriquecimiento.  
Nos referimos por supuesto a las bien conocidas oligarquías de los pseudo empresarios (y financistas) prebendarios, de los pseudo sindicalistas millonarios y de los políticos profesionales ladrones. Algunos de ellos ya convictos o con causas penales en proceso. Muchos otros inexplicablemente libres a la fecha de escribir esta nota.

La embestida de esta poderosa (por los ingentes fondos malhabidos de que dispone) corporación criminal que gobernó de facto los hilos de la política argentina desde mediados del siglo pasado, encuentra apoyo en esta ocasión en multitud de organizaciones sociales pro parasitarias, en punteros, barrabravas, matones, vagos y otros desocupados, narcotraficantes, mafias de ex agentes de seguridad y jueces corruptos.
Y al decir de las encuestas, cuenta con los votos de los idiotas útiles de la centroizquierda socialista, del gran colectivo de los cínicos que se definen como peronistas “racionales” y de los totalitarios tirapiedras que vomitan su resentimiento contra la propiedad privada, el régimen republicano y la mismísima Constitución Nacional.
Todos y cada uno de ellos responsables de las gravísimas taras que a lo largo de 3 generaciones afianzaron el hundimiento nacional. Colaboradores activos todos, sin excepción, del sufrimiento, esclavitud económica y muerte prematura de sus queridos “humildes” y de ellos mismos, así como de la terrible decadencia cultural, ética y moral del país.
Con sus viejos trapos rojos al viento avanzan como un ejército de muertos vivos, dispuestos a retomar a partir de Diciembre la marcha (por ahora apenas puesta en pausa) hacia una suerte de chavismo a la criolla.

En el caso de los dirigentes y cómplices de las 3 oligarquías dominantes, se trata de desesperación ante la perspectiva de que “se avive -finalmente- la gilada”, de que su negocio (curro) de 70 años acabe y de que termine alcanzándolos la larga mano de la Justicia.
En el caso de la enorme masa o gilada empobrecida que hoy los mira con simpatía, se trata en cambio de desesperación ante la perspectiva de seguir cayendo de la clase media a la baja, de la baja a la pobreza dura y de allí a la indigencia.
Se trata de histeria en grado de negación ante la evidencia de que sus abuelos, abuelas, padres, madres y ellos mismos se equivocaron propalando y votando una y otra vez ideas basura y funcionarios imbéciles (cuando no redomados delincuentes), en contra de sus propios y directos intereses.
Desesperación de horror y vergüenza por tener que admitir ante propios y extraños que sembraron los vientos de las tempestades que hoy cosechan. Que son los culpables directos de su desgracia; de haber obturado sus propias esperanzas, las de sus hijos y nietos.
Tras lo cual, perdidos por perdidos o con poco que perder, se inclinan a apoyar un modelo francamente ladrón; inmoral, carente de ética y de límites. Vacío también de esperanzas de progreso; pero uno que al menos les asegure el sustento mínimo dentro del sistema “todos pobres”, bajo la férula violenta de un gran Estado mamá.

En la salida al final del túnel en el que tantos argentinos ciegos embretaron a la nación, la ética más limpia y desinteresada tanto como la moral racional más inteligente, eficaz y solidaria se cruzan en el campo de las ideas libertarias. De la iniciativa económica popular, liberada de dogales y mochilas. De las más amplias libertades cívicas y de vida. De la estricta no-violencia y de lo contractual voluntario, aplicados paso a paso a todo el campo de la acción comunitaria. De economía participativa y eficiencia dinámica empresarial con función social.
Se trata del cuerpo de ideas más evolucionado que existe, dejando en el pasado a todo lo anterior. De lineamientos prácticos desarrollados por décadas por teóricos de clase mundial que comprenden que la libertad, sin posibilidades económicas reales, no reviste “atractivo político” o emocional para las mayorías. Para quienes la “libertad de elección”, de consumo, de búsqueda de la felicidad y del bienestar familiar… terminan siendo una entelequia.

Ese es el norte. Por ahora de mediano o largo plazo, aunque se trate de conceptos de alta civilización, de aplicación inevitable a futuro.
Bueno sería que la intelligentsia argentina se empapara más en esta ideología avanzada, promoviendo como vanguardia intelectual los usos y guías que vuelvan a hacer de nuestro país, en una generación, faro del mundo, ejemplo, meca y esperanza.

El contraataque chavista, el enfrentamiento inminente entre civilización y barbarie implica, lamentablemente, la cuota de responsabilidad necesaria para dar este año al actual presidente otra posibilidad de hacer lo que no pudo, no quiso o no supo hacer hasta ahora en las áreas impositiva, laboral, previsional, de orientación económica y seguridad jurídica.
Pero también implica el coraje patriótico de apoyar a nuestro aún pequeño Partido Libertario, a honestos candidatos libertarios a las legislaturas y a todos quienes con sacrificio de lo personal luchan por llevar adelante estas nobles ideas, condicionando con su presencia el accionar de las mafias que hoy parecen dominar la escena.