Impacto Profundo

Mayo 2024

 

Hace poco leímos en la sección “cartas de lectores” de un importante diario nacional, la opinión de una persona que decía estar de acuerdo con Alberto Benegas Lynch (h) en el sentido del respeto a los proyectos de vida del prójimo y al principio libertario de la no agresión; del respeto a los derechos a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la libre cooperación social en competencia.

Sin embargo y a renglón seguido se confesaba abatida frente a la imposibilidad de lograr todo esto en nuestra Argentina en tanto no hubiese un “baño de espiritualidad” y general desprendimiento de lo material, en aras del bien común y el altruismo solidario.

Como tantas otras almas bellas, esta buena persona intoxicada desde infante con la doctrina estato-nacionalista de norma, mantiene cerrada su capacidad de percepción crítica; de percibir que el problema de fondo no es nuestra falta de espiritualidad ni de solidaridad sino el sistema bajo el que vivimos, que condiciona nuestros comportamientos.

Hablamos del corset estatalista; de su red de privilegios, reglamentaciones y succión de fondos bajo amenaza. De nuestro comisariato político-legal, ineludible a la hora de hacer funcionar al régimen, bien gravando a los “buenudos” multi-subsidiadores (emisión inflacionaria y demás tributos encubiertos incluidos), bien vampirizando con deuda los ingresos futuros de hijos y nietos.

Hoy existe el Estado, esa maquinaria omnipresente y de talante maternal aunque en extremo cara, coactiva y bien artillada; en verdad, una asociación de personas puntuales (de ningún modo “somos todos”) con entendibles intereses particulares.

Existe esa parcialidad que con sus interferencias constantes ha procurado en todo tiempo y lugar a lo largo de los últimos 250 años manejar con base en sus propios fines el altruismo social, mimetizándose a sí misma con el concepto “Nación” (el hoy tan normalizado Estado-Nación).

El libertarismo o libertarianismo (o liberalismo siglo XXI, como bien lo denomina en su último libro el economista Diego Giacomini), que tan en boca de todos está por el hecho de que 14 millones y medio de argentinos eligieran un presidente que se define como “libertario”, nos propone un Norte superador de esta encerrona.

Y lo hace planteando lograr ese -hoy utópico- ambiente social solidario vía un encadenamiento colaborativo de libertades con cerval respeto de proyectos de vida y bienes ajenos en lugar de proponerlo a través de la violencia, como ha sido habitual en nuestra especie; vale decir, a través de la exacción centralmente planificada bajo amenaza de fuerza bruta.

Nos propone pasar gradualmente del primitivo “somos más” de la actual democracia delegativa de masas, al evolucionado “somos únicos e irrepetibles” del libre albedrío responsable bajo implacable igualdad ante la ley, respetando hasta a la minoría más pequeña.

En otros términos, pasando del comisariato coercitivo del “Estado benefactor” socialista (malo conocido) a un totalmente voluntario capitalismo cooperativo de riesgo y oportunidad (bueno por conocer).

Aunque a la gente no le gusta el riesgo y suele resignarse al mal “menor” acepta, por sentido común, que el incentivo siempre funcionará mejor que la amenaza cuando de avanzar en bienestar y búsqueda de felicidad se trata. Y percibe que el mayor obstáculo para esta transición hacia el estímulo está en el entramado de intereses espurios creado en torno de ese comisariato, garante de los empleos, privilegios y ocasiones de transa de las personas dependientes del Estado, ente cuya ineficacia matriz deriva de su característica más perniciosa: la de ser un monopolio.

Siendo algo universalmente aceptado que los monopolios tienden casi sin excepción a subir el precio y a bajar la cantidad y/o calidad de aquello que producen, podemos entender el Norte de mediano, largo y muy largo plazo de los libertarios respecto de la apertura del monopolio estatal a la competencia de iniciativa privada. Competencia que, desarrollada a igualdad de reglas de juego, conduciría (por directa elección de cada ciudadano usuario en base a su propio cálculo costo-beneficio) a un modelo social de gestión enteramente privada.

Tomemos por caso a una de las vacas sagradas de nuestro costoso culto intervencionista, la seguridad interior, y esbocemos (por síntesis consensual de entre la extensa bibliografía que, a ese y a otros respectos, intelectuales filo libertarios vienen desarrollando y debatiendo desde hace años) cómo podría la iniciativa de empresarios del llano reemplazar los servicios que dicha deidad presta.

Si el objetivo fuese un sistema de protección más fiel a su mandante, más barato y sobre todo más eficiente que el provisto por el monopolio estatal, el servicio, por lógica, terminaría siendo prestado en competencia por agencias profesionales de inteligencia, seguridad y restitución dependientes de grandes compañías de seguros (en probable asociación con entidades financieras) de intereses, capacidades y coordinaciones nacionales e internacionales ampliadas. Sus “agentes en el terreno” serían en gran medida los mismos que hoy mal-cobran y responden a las órdenes del gobierno, aunque radicalmente reorganizados y reequipados.

Nadie más interesado que una aseguradora en prevenir los delitos que más tarde deberá resarcir si falla, en el supuesto de una sociedad libertaria de riqueza generalizada cuyos integrantes aseguren vidas, libertades y haciendas bajo primas razonables; sin duda menos costosas que los impuestos/inflación/deuda que hoy se extraen “ad libitum” del colectivo social con -supuesto- destino a esta tarea.

En este camino de décadas y generaciones, la palabra “competencia” inherente al libre mercado anarco (sin Estado) capitalista (o ancap), es la clave áurea. Y se inscribe con fuerza en su sistema de respetos mutuos y primacía de sinergias cooperativo-voluntarias.

Un sistema que se integraría, entre muchos otros modos e innovaciones imposibles de enumerar en esta breve nota, con cárceles-factorías restitutivas (a la víctima, no a esa entelequia llamada “la sociedad”) de gestión comercial privada. Y con un sistema judicial policéntrico basado en las reputaciones en honesta competencia, con mediación privada extendida orientada en primera instancia hacia los arreglos personalizados. Más alivianado y expeditivo, por cierto, tras la abolición de los famosos delitos sin víctimas: los “perpetrados” contra el Estado en sus 3 niveles y poderes; contra su interminable maraña de regulaciones, discriminaciones, asimetrías pseudo legales y violencias económicas; contra sus cotos y sus mafias.

Los viejos libertarios formados desde los años ’90, vertiente en la que nuestro presidente abreva, nos referimos a este modelo de organización social tan disruptivo de lo actual en sintonía con aquello que hoy lo torna más posible que nunca, a saber: la tecnología informática que cada año abre nuevas posibilidades al libre inter-relacionamiento de individuos, grupos y/o empresas y la inteligencia artificial que a diario expande y potencia sus operatividades.

Así, es posible visualizar lo que sigue suponiendo un contexto comunitario no-violento (ancap) donde un 95 % de las personas sea de clase media, con afinada, poderosa solidaridad privada inteligente gestionada por ONG´s o iglesias orientada a infraestructura integracional y becas para el resto.

Tanto la seguridad como la justicia y punición privadas (entre muchas otras desmonopolizaciones factibles) en competencia constituirían a poco andar y por mutua ventaja, sistemas coordinados, de procedimientos estandarizados al tiempo que personalizados, al servicio de un amplísimo universo de usuarios; aun viviendo estos en forma integrada; aun con distintas capacidades económicas y aun optando por diferentes prestadores.

Un Norte en el que la riqueza empodere sin un mar de estúpidas trabas filocorruptas (sindicales, políticas, envidiosas, etc.) a quien así lo desee y en el que quien pague… elija y decida su proyecto de vida por sí y por su familia. Un modelo diametralmente opuesto al del viejo régimen que todavía nos adoctrina, tima, oprime y veja.

 

 

 

 

Salir de la Niñez

Abril 2024

 

El peronismo pudo haber convertido a la Argentina en una superpotencia; tuvo todo para lograrlo. Sin embargo, desde un principio y fiel al ADN de su líder (un vivillo poco ilustrado de talante violento, misógino y sobrador) decidió no hacerlo.

Los bárbaros (a lenguaje argento de hoy, “los corruptos” y sus aliados “los cabeza de termo”), en verdad, siempre han buscado derribar las reglas para hacer prevalecer su prepotencia (su interés incivil) y este fue el caso del justicialismo, arremetiendo sin solución de continuidad contra la república. Contra la propiedad privada y contra el capitalismo (excepto el “de amigos”), en alas de un ánimo menos competitivo; más primitivo, ventajero… e igualitario bajo garrote para el resto.

El propio C. Menem, intentando en su momento un giro económico desesperado hacia el liberalismo sucumbió ante la marea de corrupción, privilegios (cajas) intocables y entramados mafiosos, propia del partido que lo había llevado al poder.

Tal es la emocionalidad básica que pervive en los once millones y medio de connacionales que votaron a S. Massa en el pasado mes de Diciembre. Los mismos que hoy se oponen en toda la línea al gobierno elegido y que bogan por su fracaso dado que no quieren que nuestra Argentina cambie. Que madure. Que se avive. Que deje de aferrarse a las faldas de mamá Estado y crezca.

Herederos del acervo emocional de las generaciones peronistas creadoras de las Villas Miseria y el Parasitismo Mágico, esos 11,5 millones son parte de los mismos que en Octubre del ‘19 votaron a conciencia para terminar de fundir al Estado y para dañar de forma irreversible la fe de nuestra sociedad en las instituciones de la democracia republicana; en definitiva, para destruir lo que quedaba de fe en la eficacia fáctica de la Constitución de 1853/60.

Se trata de un número demasiado alto de personas que, si no se “arrepienten y convierten” (algo bastante difícil), harán que la totalidad de los argentinos vivamos en un estado de insatisfacción permanente, siendo su correlato en el mejor de los casos la ingobernabilidad permanente.

Hoy, no hay acuerdo en cuanto a modelo de país. Y sin coincidencias de diagnóstico, no existen buenas soluciones generales para los problemas comunes. De donde se sigue que para acercarse en forma consistente al “bien común” va a haber que renunciar a la unanimidad, dividiendo aguas.

Aun así, lo inteligente para la hora no es el antagonismo sino la interdependencia virtuosa que fomentan las políticas de libre mercado. Que por otra parte son la única cura (en paralelo a una reeducación en valores) para la grieta ética que nos parte. Abismo que bien podría acentuar el fallido nacional llevándonos a las lógicas de la secesión o de la emigración como alternativas a la guerra civil.

Dividir las aguas que depuren y “eficienticen” al pobrismo por un lado y al capitalismo por otro, es hoy tan utópico como lo era en 2019 afirmar que en 4 años el electorado argentino (con 4 generaciones de estatismo endovenoso en sangre) iba a elegir por amplia mayoría a un furibundo anarcocapitalista. Uno a cuya derecha está la pared.

Así, las cosas ya no parecen tan imposibles como hace tan solo 12 meses. Prueba de ello es el giro/avance cultural de permitirnos el pensar/hablar temas antes tabú cuestionando, incluso, a “vacas sagradas” del culto intervencionista. Valga como ejemplo el caso de los vouchers educativos a la demanda, percibido como un primer paso en la marcha hacia la privatización de la mayor parte de nuestra lamentable (¡frenante!) educación pública.

Todo parece formar parte de ese salir de la niñez que nuestra Argentina empieza a experimentar, asombrada de su propia audacia; del madurar como comunidad, sobrepasando incluso a sociedades “avanzadas”. Del iniciar la superación de adoctrinamientos y mandatos sociales paterno-colectivistas hasta ayer incuestionables, ejerciendo el derecho al disenso y a la apertura mental. Y sobre todo al intenso, honesto placer intelectual del pensamiento crítico, marca de agua de la adultez cívica y del ancho mundo derecho-humanista de la responsabilidad individual.

Todo lo cual podría condensarse en una pastilla de sabiduría empírica. En el concepto madre de derecho de propiedad privada, base condicionante y savia nutricia esencial de los demás derechos humanos. Un derecho primo en clave áurea que, asumido y respetado en profundidad, desanclaría a nuestra sociedad de las envidias, odios, resentimientos y taras auto boicoteantes (socialistas) que la frenan, quitándole su miedo a volar.

No por nada nuestro presidente inscribió este ítem el primero, entre los 10 enunciados iniciales de nuestro nuevo Pacto de Mayo. Verdadero contrato social que pondrá en evidencia de qué lado de las aguas está cada uno de los referentes que hoy creen conducirnos.





Identificando el Problema

Marzo 2024

 

El gran desafío del presente gobierno “libertario” (por ahora sólo aspirante a minarquista) está en su habilidad para generar las sinergias de una épica de esperanza.

Así, para allanar ese camino de fe, orgullo argentino y nuevo entusiasmo creador, lo conducente es seguir con el proceso de quiebre de espinazo al pobrismo de izquierdas (en particular al peronista), el gran cáncer emocional que carcomió el ideal de la democracia republicana en nuestro país, arruinándolo para siempre.

Hay que decirlo una y otra vez: el justicialismo votado por once millones y medio de argentinos el pasado mes de Diciembre constituye una ideología violenta. Sus líderes siempre apuntaron con cinismo a lo más bajo del común denominador social, ampliándolo y estallando sus mentes para galvanizar una onda expansiva de mafias entramadas tan lucrativa (para la nomenklatura) como difícil de revertir.

Concedamos, por otra parte, que el constitucionalismo liberal fue un ideal bienintencionado aunque ingenuo con respecto a la verdadera naturaleza humana y por eso mismo, constructo de improbable concreción.

Así las cosas, la utopía más inspiradora que puede ofrecerse hoy es “prosperidad y cultura para todos” cambiando el modelo social “proletarios regimentados, empobrecidos y embrutecidos” por el modelo “propietarios liberados”.

Y a esa atractiva sociedad de riquezas extendidas, paz y cooperación se llega soportando las reformas legales que el gobierno intenta en estos días en su afán de estabilizar el desastre heredado e impulsar algunas inversiones. Y apoyando más adelante (elecciones parlamentarias del ’25) las nuevas leyes e instituciones sociales inclusivas que orientarán al pleno comunitario en un giro, ese sí, copernicano. Virando la nave nacional para que ingrese de lleno en la más poderosa de las corrientes del progreso: aquella cuyas instituciones inteligentes, en sintonía con la Ley Natural, mejor se adapten a los seres humanos reales (no a la estúpida entelequia del “Hombre Nuevo” socialista), permitiendo aprovechar todas sus potencialidadesAbriendo licitudes. Liberando al Hombre y a sus innatas “ganas de hacer”; de ganar dinero sin cortapisas, ayudar y progresar en toda actividad lícita imaginable.

Instituciones inversas, por cierto, a las del actual modelo extractivo en las que debemos adaptarnos por la fuerza a las visiones y reglas de gobiernos depredadores.

Arruinado el ideal del constitucionalismo liberal emerge, generacionalmente, su reemplazo. Recambio ideológico nacido de una batalla cultural que empieza a identificar correctamente el origen del problema, que no es otro que el del monopolio estatal.

Cada vez son más quienes lo perciben: bajo sus auspicios, los precios reales de la administración estatal, la justicia estatal, la educación estatal, la salud estatal y la protección estatal en relación a nuestros ingresos reales aumentaron, al tiempo que su calidad y cantidad bajaban.

¿Cómo pudo abusar de los argentinos este ente monopólico de la coerción territorial, esta gran asociación de personas puntuales con intereses particulares llamada Estado (que de ningún modo “somos todos”)? Por la vía clientelar del fiscalismo, la deuda, la emisión… y el déficit.

La ausencia de competencia conduce casi siempre al abuso y a la ineficiencia sin que esta sea la excepción. Las propias normas, frenos y contrapesos constitucionales, por más bienintencionadas que hayan sido, sucumbieron aquí, allá y en casi todas partes a la naturaleza humana que, fiel al interés personal de los individuos empleados por el Estado, no hizo otra cosa que cumplir su destino genético haciendo crecer sin pausa la estructura y competencias del Leviatán hasta ahogar y desincentivar (por vía impositiva y reglamentaria) al decreciente número de quienes, produciendo, lo sostienen.

La ronda de privatizaciones, desregulaciones y demás incentivos capitalistas que el actual gobierno propone al hartazgo argentino de cara al “Estado mínimo”, no es más que una antesala. Una posta alberdiana o concesión transitoria a la susodicha democracia republicana en una hoja de ruta de décadas, balizada de rebajas impositivas. De guiños al principio libertario de la no-agresión frente a la peor de las violencias cívicas innecesarias, cual es la tributaria. Violencia consecuente con un orden artificial (socialista) hijo de la envidia y el resentimiento; orden inhumano en el que vivimos sin darnos acabada cuenta y que supone que sólo los burócratas tienen sapiencia y corazón mientras todos los demás estamos imbuidos de maldad y desinterés por el prójimo. Un orden artificial redistributivo cuyo derecho liminar es a la igualdad en el parasitismo y la miseria, aniquilador por estrés de lo que resta de fe en el sistema.

En esa línea, comienza a estar a la vista del común la contradicción de que el Estado “proteja” (con su monopolio de seguridad y justicia) la propiedad que al mismo tiempo expropia (con impuestos ruinosos), cosa que no puede sino conducir a cada vez menos protección y a más impuestos, dada la definición universalmente aceptada de que un monopolio siempre tenderá a subir los precios y/o a bajar la calidad y cantidad de lo que sea que produzca; en este caso, justicia y seguridad.  El concepto-antídoto es, claro está, “libre competencia”.

En la actualidad cunde la idea de que los legisladores son básicamente vivillos de alto sueldo, que el diálogo es allí una negociación entre tahúres y que su consenso es casi siempre cuestión de precio. De que la mayoría de los jueces no son independientes ni creíbles y de que la cacareada igualdad ante la ley es sólo una falsedad más.

Por su parte, las tan ponderadas mesas de diálogo políticas corporativas o sectoriales no serían más que guitarreo para la tribuna, orientado en realidad a articular acuerdos espurios destinados a perpetuar los privilegios de los dirigentes y sus amigos. La legión de gobernadores, intendentes y protegidos tan visiblemente corruptos de estos últimos años, sumado a la debacle nacional en economía, salud, educación, justicia y seguridad abonan (y certifican) la concepción de que vivimos en un país surcado de mafias; fallido… y con instituciones fallidas. En esta visión, el pueblo es sólo un conjunto de idiotas útiles a ser usado en las elecciones y los electores, borregos irredentamente crédulos.

En los años ’30, los conservadores abrieron la puerta al peronismo al establecer banca central, controles cambiarios, impuestos progresivos y juntas reguladoras.

Es hora de volver a cerrar ese cancel, reiniciando y repotenciando entre todos el apogeo perdido.





Pensar en Grande

 

Marzo 2024

 

Hace pocos días visitó las Malvinas el ex primer ministro y actual canciller británico, David Cameron.

El evento suscitó el repudio del más rancio nacionalismo criollo y un relativo silencio por parte de nuestro gobierno.

Sucede que a diferencia del pobrismo autarquista que con brevísimas excepciones dominó nuestras administraciones durante casi 8 décadas, el libertarismo capitalista que hoy encabeza el presidente J. Milei sabe que el camino inteligente para recuperar esa soberanía y plantar cuanto antes nuestra bandera en Puerto Argentino es el de convertir a nuestra nación en una potencia económica superior a Gran Bretaña. Una con mayor apertura e intensidad comercial global y mejores perspectivas a la baja de regulaciones e impuestos. Una con consistentes aumentos de seguridad jurídica, derechos económicos y cívicos, con consecuente alza de prestigio internacional, inversiones e inmigración calificada. En definitiva, un país de grandes libertades personales para la acción privada, compatibles con calidad de vida, nivel cultural y empoderamiento social superiores.

En tal eventualidad, serían los propios kelpers y/o sus hijos quienes terminarían pidiendo la anexión a la superpotencia en ciernes, basados en las muchas ventajas prácticas que su cercanía les depararía.

Quedaría así solucionado de la mejor manera, además, el hoy espinoso tema de la autodeterminación.

Dadas nuestras enormes potencialidades naturales y de creatividad sumadas ahora a la audacia política de intentar hacerlas efectivas, nada sería más lógico que nuestra Argentina fuese más rica, justa, feliz y prometedora; más “vivible” que Gran Bretaña en casi todo sentido.

Entendidas así las cosas, caería el velo que nos impide ver que el peronismo y sus cómplices políticos, gremiales y empresarios han sido los cipayos que impidieron sistemáticamente nuestra victoria frente a los ingleses en este y tantos otros campos, operando como quinta columna británica contra los intereses locales.

Que fueron, por décadas y décadas, taimados traidores a la patria imponiéndonos el freno autarco-proteccionista del capitalismo de amigos que nos fundió. Y que impidió adrede (como daño colateral por ellos desestimado) que las Malvinas volviesen a la Argentina.

Lo mismo sucede en el campo deportivo con especial énfasis en el fútbol, devenido aquí en bandera principal del sentimiento patriótico.

Desde hace mucho tiempo, nuestros mejores jugadores “fugan” tan pronto pueden hacia clubes del exterior que cuentan con poder económico como para ofrecerles contratos ventajosos; millonarios en dólares o euros.

Esto sucedió, incluso, con personajes como D. Maradona, de confesa simpatía por dictaduras comunistas.

Los quintacolumnistas argentos, férreamente alineados contra la posibilidad de que nuestra Argentina volviese al Primer Mundo, lograron hacer fortuna traicionando a las mayorías al tiempo de hundir en el subdesarrollo a nuestros clubes; imposibilitándoles competir por los mejores. Hicieron de ellos canteras empobrecidas y endeudadas (cuando no meras ventanillas de corrupción y patoterismo mafioso) en lugar de potencias, privando al pueblo de ver a sus cracks jugando en los campeonatos locales junto a otros grandes futbolistas del planeta, comprados y bien pagados por las nuestras. Así podría y así debería ser, desde luego, pues a diferencia de otras sociedades, tenemos con qué. Clubes poderosos; privados o cooperativos, de sociedades anónimas o de grupos de amigos pero libres para crecer, generar negocios honestos, servicios, espectáculos familiares, orgullos, tradiciones… en definitiva, riqueza comunitaria en serio.

Donde la clave de todo lo anterior es la palabra “libres”. Es decir, exentos de coacciones interesadas. Tal y como propone nuestro nuevo gobierno nominalmente libertario en contraposición al pobrismo sometedor que hasta aquí nos dominó, cuya palabra clave es, qué duda cabe, “esclavos”. Vale decir, sujetos a coacciones interesadas vía tributos ruinosos, redistribuciones con “comisión a la patria” incluida, comisariato político-educativo e ingente reglamentarismo de corte socialista.

Más allá del notable viraje cultural anti-estatista verificado entre las nuevas generaciones de votantes, no sabemos si estos “tres pasos hacia adelante” que dio nuestra sociedad en las presidenciales del ’23 pueden trocar en “un paso y medio hacia atrás” en la actual convicción nacional promedio y/o en las legislativas del año próximo.

Lo que sí sabemos, tanto para Malvinas y para el fútbol nacional como para otra miríada de temas, es que jamás variarán los resultados directamente proporcionales de los tándems “socialismo, esclavitud, pobreza” y “capitalismo, libertad, riqueza”.


 

Libertarismo

Febrero 2024

 

El libertarismo nuclea hoy a la élite intelectualmente más sólida y mejor preparada de todo el espectro liberal, caracterizado desde hace más de dos siglos por el dominio justificante de lo empírico-utilitario por sobre lo ético.

Puede decirse que lo libertario es la evolución del liberalismo y sin duda su vanguardia científica en las áreas sociológica y económica.

Parado sobre los hombros de dos gigantes del pensamiento de la talla de Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek, Murray N. Rothbard (1926 – 1995) dio a luz esta disciplina superadora con la publicación de su Manifiesto Libertario en 1973, obra que culminó en 1982 con su libro La Ética de la Libertad.

Es efectivamente la ética, esa rama de la filosofía que estudia la moral y la acción humana (o cómo debemos vivir y comportarnos en sociedad), la idea matriz que preside al libertarismo muy por encima de lo utilitario.

Más allá de la explosión (muy real) de riqueza y bienestar que provoca la libertad aplicada al ámbito socioeconómico, el corazón de la propuesta libertaria se asienta en el sentido común inherente a la corrección cívica.

Porque lo esencial de esta ideología estriba en el principio de no agresión, aplicado en forma estricta a todo el campo de la acción humana. Y el principio de la no-agresión del pensamiento libertario es la base de la moral y la ética de las personas comunes que viven de su trabajo con honestidad, sacrificio y respetando los derechos ajenos. De esa inmensa mayoría de personas que enseñan a sus hijos a no comenzar peleas ni agredir a otros; a no engañar, trampear ni robar. A internalizar, en definitiva, que todo lo pacífico es bueno y que la violencia es mala.

La existencia misma de esa asociación de personas puntuales con nombre y apellido llamada Estado (que de ningún modo “somos todos”), trastoca el sentido común por una gran cantidad de motivos pero básicamente por deber su existencia a esa forma de robo agresivo cometido contra quienes a nadie habían agredido, llamada impuesto o tributo. Verdadero engendro no voluntario, independiente de los deseos y proyectos de vida de sus víctimas.

Su mismo nombre lo indica: imponer es forzar y tributar es rendirle tributo a un amo. Algo incompatible con el modo de civilización libertaria o anarquista (v. gr. sin Estado) de mercado. Porque, cuidado, también tienen derecho a vivir su sistema todos quienes se unan voluntariamente en anarquismos redistribucionistas o comunistas; de ahí el muy benéfico e inalienable derecho civil de secesión.

Despojados de adoctrinamiento estatista y viéndolo bajo simple sentido común, la única diferencia entre un ladrón común y un recaudador de impuestos es que el segundo opera con una gran maquinaria coactiva (asociación de individuos con intereses particulares o “Estado”) detrás, apoyándolo.

Si hay constructos opuestos a la ética, esos son los Estados. Y responde a la más pura lógica moral que una humanidad dominada por estos poderosos entes territoriales de escala monstruosa (de Leviatán) sufra injusticias a esa misma escala tales como guerras, pobrezas evitables, muertes prematuras, inequidades de todo calibre y aplastamiento a mansalva de derechos personales y familiares.

En verdad la sociedad debería dejar en paz a las personas que, responsabilizándose de sus actos, no hayan dañado, engañado ni forzado a otros; entendiendo que el uso de la fuerza es legítimo sólo defensivamente y en contra de los que han iniciado una agresión.

Cada persona debería poder vivir su vida como le parece tanto si sus elecciones incluyen ascetismo, trabajo duro o servicio al prójimo como si opta por sexo libre, ocio ininterrumpido o incluso drogas… siempre y cuando sus acciones no interfieran con igual derecho de sus semejantes, caso que constituiría el inicio de violencia.

Por cierto, la gradual ausencia de Estado y en particular del “de Providencia” con su exacción impositiva, posibilitaría la reinversión productiva privada de inmensas sumas haciendo a las sociedades más ricas y a las personas  mucho más generosas, humanas y caritativas con los desposeídos e infortunados. La historia prueba que en la misma medida de la intervención estatal y la coerción tributaria, crece la indiferencia hacia el prójimo en la comunidad.

Aunque parezca una verdad de perogrullo, los libertarios entienden que la moral es una sola y que la misma vara debería aplicarse para todos. ¿Por qué si una patota de 5 personas le quita su dinero a 2 transeúntes en la calle se llama robo mientras que 5 millones de personas que se reparten el dinero que quitaron por la fuerza a otras 200 mil votando (usando) como socio sicario al Estado se llama “redistribución de la riqueza a través de los impuestos”?

Robar está mal, no importa quién lo haga. Y un supuesto “bien común” (que no es tal) tampoco justifica los medios; en especial en la implacable ley natural o Ley de Dios. Lo contrario, como está a la vista, tuvo y tiene consecuencias.





De Perón a Milei pasando por los ET

Enero 2024

 

Dada la batalla cultural en proceso, seguirá siendo necesario durante mucho tiempo desmitificar una y otra vez al peronismo, exponiendo las mentiras que cimentan su aún importante “prestigio” transversal.

Breve prueba de ello es la falsedad de “hitos” sociales atribuidos a ese vivillo poco ilustrado, violento,  misógino, pedófilo y sobrador que fue Juan Domingo Perón; algunos mencionados recientemente al aire por el periodista y abogado Eduardo Feinmann.

Entre otras mendacidades que la historia rebate,  el descanso dominical no se debió a J. Perón sino al presidente conservador Julio Roca, en 1905; las vacaciones pagas no las estableció Perón sino Uriburu, en 1933; la jornada de 8 horas tampoco se debió a Perón sino al radical Yrigoyen en 1928; la primera ley de jubilaciones no es obra de Perón sino de Alvear, en 1924;  la ley de protección al trabajo infantil y femenino no se debe a Perón sino al presidente Figueroa Alcorta, en el año 1905 mientras que la de accidentes del trabajo es de otro conservador liberal, Sáenz Peña, en 1915. La reglamentación del trabajo a domicilio no es mérito, de Perón sino del presidente Victorino de la Plaza, en 1914; tampoco se deben a Juan Perón las leyes de despido sin causa ni de protección a la maternidad sino al presidente Uriburu, corriendo el año de 1933.

Dejando mitos de lado y vistas las cosas en perspectiva, el fraude quirúrgico de la llamada “década infame” fue superado por el fraude generalizado del brutal clientelismo peronista, que terminó por arruinar a la democracia y a la mismísima república en tanto “sistema deseable”, tal como lo indican al día de hoy calificadas encuestas de opinión.

Todo ese pasado que aún atora con falacias el razonamiento y las emociones de tantos argentinos (nada menos que 11.500.000 según las últimas presidenciales) frena el despegue de nuestra Argentina. De persistir, nos llevará hacia una profundización del resentimiento y el parasitismo mágico que nos dividen, pudiendo terminar en lo que ya hemos advertido desde estas columnas: la asunción final del fallido nacional a través de la secesión, como alternativa a la guerra civil. O bien a la rendición, resignación y entrega que implica el éxodo en sus distintas variantes.

Una forma de acelerar la sanación anti envidia, anti odio y anti grieta provista por la batalla ética en proceso, es aquella siembra deliberada de esperanza que supone la difusión de un norte deseable, más allá de los tiempos y gradualidades que su consecución demande.

En tal sentido, valga de inspiración el punto de vista libertario que coincide en ver un eventual futuro al estilo Mad Max, Matrix u otras distopías similares propuestas por Hollywood, como el resultado natural del dominio mundial de los Estados territoriales; de la monstruosa, inhumana escala de sus operaciones, guerras e iniquidades donde libertades, propiedades, familias y personas son literalmente aplastadas.

Distopía que las civilizaciones extraterrestres (ET) que nos estudian desde una posición de miles o millones de años de avance, han obviamente superado. Ya que para no habernos destruido o sometido (acciones que no deben representarles problema técnico alguno) deben de tener en claro la maravillosa rareza de la vida inteligente en comunidad y de su concomitante respeto, amor y ética, en la inmensidad del universo. Así como la importancia de la preservación y potenciación de las creatividades, libertades, respetos y goces personales  de los individuos que son su célula.

Todo lo cual hace suponer que el futuro de la humanidad no solo es auspiciosamente rico, brillante y no-violento sino plenamente libertario, en tanto que hablamos de aquella filosofía ética de círculo virtuoso auto-acelerante que pretende dar a cada diverso y único ser humano, las posibilidades para que desarrolle su máximo potencial en sociedad, sea cual fuere, con la menor cantidad posible de  forzamientos, interferencias y condicionamientos externos.

Un verdadero contractualismo de mercado gerenciado en cada necesidad, en cada campo, por profesionales bien remunerados (o exonerados) y coordinados, al verdadero servicio de “su majestad el honorable ciudadano-cliente”.

Retrocediendo de la utopía hasta la Argentina 2024, a años luz de aquel norte aunque sin perderlo de vista, el actual objetivo tácito de “dejar las cosas en manos del mercado” significará para el gobierno nominalmente libertario que comienza, procurar no interferir en lo que la gente hace con sus propios recursos.

¿Cuatro ejemplos entre mil, buscados a corto y mediano plazo por el libertarismo en medio del caos que nos lega el corporativismo peronista? Libertad de afiliación sindical, libertad de elección de obra social, libertad de disposición previsional y libertad de negociación laboral/salarial.

Pavor a la pérdida de privilegios y negociados es el que provoca entre los cómplices locales de la Carta del Lavoro fascista de 1927, la bella palabra “libertad”.

 

 

 

 

 

 

 

Faro del Planeta

Diciembre 2023

 

El Lic. Javier G. Milei acaba de colocar a la República Argentina en la vanguardia política del mundo: tenemos el primer presidente libertario de la historia.

Ni D. Trump, ni J. Bolsonaro, con quienes suele comparárselo, lo fueron. Tampoco los derechistas N. Bukele, V. Orban ni G. Meloni (presidentes en ejercicio) se atribuyen esta pertenencia. Ni siquiera S. Shanmugaratnam, presidente de Singapur, supuestamente el país de más crudo capitalismo en el planeta, dice serlo.

Nuestro presidente se define como liberal libertario anarcocapitalista (ancap), algo muy valiente por lo frontal y notable por su anticipación conceptual para la época.

En verdad, es probable que semejante toma de posición ideológica lo condene en principio al ostracismo y la incomprensión, como sucedió con tantos “adelantados” a su tiempo en distintos lugares y circunstancias, que no fueron entendidos por sus contemporáneos, sufriendo lapidaciones intelectuales (e incluso físicas) por parte de masas que podrían haber dado un gran salto cuali y cuantitativo de haberlos escuchado.

Si bien Milei se define así en lo filosófico, adelanta que durante el largo -décadas- camino que nos acerque a este bello ideal, su objetivo intermedio será la minarquía o régimen de Estado mínimo. Bello ideal final, decíamos, por su riqueza generalizada y su no-violencia en las relaciones sociales, atadas a una justicia implacable en el marco de grandes libertades personales y sobre todo cívicas. 

La senda hacia la estratégica posta de la minarquía alberdiana se prevé asimismo como gradual y comprehensiva dado el perverso adoctrinamiento cultural preñado de violencias y el consecuente descalabro económico que nos lega el pobrismo kirchnerista.

Los últimos 78 años de firme sostén peronista a desfalcos, mentiras históricas y graves errores económicos han llenado este trayecto de espinas que, a no dudarlo, harán sangrar tanto a inocentes como a cómplices e idiotas útiles. Por cierto es menester seguir desmitificando y reparando la muy dañada psiquis nacional a través de la batalla ética iniciada, precisamente, por nuestro actual presidente.

Ahora bien; más allá del “cambio” votado en defensa propia frente a una situación insostenible, la mayoría se pregunta si esta actitud futurista del ancap en la que nuestro país se ha puesto orgullosamente a la vanguardia (como lo hizo a fines del siglo XIX), es en verdad viable.

¿Puede, en el extremo, una gran sociedad del siglo XXI con todas sus complejidades, funcionar sin impuestos y sin Estado? Para empezar ¿funciona eso en algún lado? A lo que puede responderse: no, ya que como se ha dicho, los argentinos hemos tenido la osadía de elegir al primer presidente libertario del mundo.

No obstante, sí está demostrado que cuanto más se aproxima una sociedad al goce de sus libertades personales y comerciales y más alto es su nivel de respeto a la propiedad privada, más rica es. Y viceversa.

Un ejemplo del primer tipo es el de los U$S 130.000 de ingreso anual promedio por persona en Luxemburgo (monarquía constitucional, por caso) mientras que para su inversa en materia de respetos y libertades, tenemos a Burundi (república democrática, por caso) con U$S 255.

Por otra parte, si bien el libertarismo no se encuentra en aplicación en ningún país hoy, sí lo estuvo en el pasado. Durante casi un milenio y hasta su invasión por las fuerzas inglesas al mando de Cromwell en 1649, la isla de Irlanda se manejó en paz y con gran éxito dentro de un esquema plenamente libertario, sin impuestos ni Estado.

Cientos de preguntas desvelan hoy a los partidarios del utópico equilibrio dirigista entre capitalismo y socialismo. Por ejemplo ¿cómo pueden imaginarse siquiera, en nuestra Argentina, todas las calles y plazas en propiedad privada?

Pues bien ¿qué otra cosa son las calles y zonas comunes que funcionan y se mantienen sin carga para el Estado dentro los miles de countries, clubes de campo, barrios cerrados, nodos residenciales o comerciales y hasta fábricas del país?

Se barajó una vez la idea de prohibir las alambradas y muros que separan a estos prolijos lugares de sus entornos de pobreza, para que toda la población pudiese pasar a través. El sentido común impidió entonces que esta iniciativa prosperase pero lo que Milei propone para la Argentina es, justamente, que en el futuro estos odiosos muros con alarmas, cámaras y hoscos guardias privados desaparezcan. ¿Cómo? Haciendo tan atractivos, prósperos y seguros estos entornos como los predios privados con los que limitan. Enriqueciendo a las mayorías mediante las mil probadas formas de la “libertad de industria”, que duerme desde hace casi un siglo en nuestra Constitución.

Encolumnándonos rumbo a la famosa “sociedad de propietarios”, para que estemos más enfocados en asegurar los beneficios de la libertad y del respeto protegiendo lo propio que interesados en vivir pobremente de subsidios, robando el trabajo del prójimo y frenando a la nación.

Dando oportunidades de progreso al pleno de la sociedad, aún a costa de muchos argentinos que hoy están en buena posición “empresarial” pero que deberán esmerarse como nunca y poner las barbas en remojo (mejorar salarios y condiciones) a riesgo de quebrar frente a la explosión de inversiones, seguridad (jurídica y física), bajos impuestos, libre competencia, nuevos negocios y riqueza general.

El sistema de plazas y calles privadas que funciona en los barrios cerrados podría entonces mejorarse con tecnología y extenderse sin cercas a sus adyacencias y más allá en un decurso gradual, natural y voluntario, hasta cubrirlo todo.

La opción a la que apuntaban los kirchneristas era la inversa: avanzar por decreto sobre estos barrios desmontando alambradas y anexando sus calles y parques al mantenimiento estatal, con ellos manejando la obra pública con la honestidad que los caracteriza.

Muchas otras cuestiones prácticas encuentran respuestas tan sorprendentes y originales como detalladas, por cierto, en numerosos trabajos que desde hace décadas publican, debaten y perfeccionan intelectuales libertarios en todo el mundo.

Lo que esta corriente de pensamiento avanzado propone hoy para nuestro fallido país es volver a ser un faro para el orbe. Es iniciar el proceso de un gran cambio. Es la adopción consciente de un paradigma diferente a mucho de lo conocido (y archiprobado) hasta aquí apelando, esta vez, a nuestras fuentes; al ideario, fuertemente liberal, de los próceres de 1810/16 y padres fundadores de 1853/60.





Fisurando la Fábula Estatista

Diciembre 2023

 

Más allá de viejas fidelidades mafiosas resistiendo desde sus privilegios o de años turbulentos por venir, la novedad libertaria entró como una cuña… y llegó para quedarse.

En tanto sociedad pero principalmente en tanto élite intelectual y cultural que precede al resto, queda el deber de desasnarnos en el cúmulo de ignorancias que alimentan nuestros prejuicios sobre lo que esta corriente de pensamiento en realidad es.

Antes, convendría un breve pantallazo de contexto que nos ubique en tiempo y espacio. Como que, tras 40 años ininterrumpidos de ensayos cívicos, un abrumador 72 % de los argentinos afirma no estar satisfecho con el sistema democrático. Y que a un 50 % no le molestaría migrar a “otro sistema” si este le garantizase prosperidad económica. Además, el  87 % de la población no considera de su interés los temas debatidos en el Congreso ni confía en la vocación desinteresada de servicio de los legisladores mientras que un 72 % no cree que el Poder Judicial sea un órgano independiente e imparcial.

Todo lo cual muestra un enorme grado de disconformidad de la ciudadanía para con “el Estado” en sus 3 ramas.

Ubicados en tal marco, sabemos que los jóvenes sub 40 que vienen marchando ya son mayoría poblacional. Y que libran hoy contra sus familiares de más edad una batalla cultural en rebeldía que puede resumirse en el deseo de vivir un nuevo emprendedorismo con aceptación de responsabilidad individual y orgullo de logro, en lugar de seguir aportando al rebaño irresponsable de planeros parásitos y funcionarios improductivos. Es decir, en querer apostar a la esperanza libertaria de capitalismo y progreso honesto antes que a la resignación estatista y sus viejos modos corruptos.

La propia inercia demográfica tenderá a la agudización de este cambio en la tectónica social, elección tras elección.

El resquebrajamiento de la fe democrática, de la creencia en la virtud del Estado y del propio patriotismo nacionalista (reducido a ser  representado, apenas, por el fútbol) abren una puerta a la consideración de propuestas libertarias más avanzadas, siempre basadas en un fuerte respeto a los proyectos de vida del prójimo en un contexto de no agresión impositiva ni reglamentaria, con irrestrictos derechos a la vida, a las libertades personales y a la propiedad privada. Derechos naturales sobre los que se asientan todos los demás derechos, más allá de cansadoras declaraciones voluntaristas en contrario.

Asumido lo anterior, todo se reduce a entender que “el sistema de la libertad”, la idea libertaria o anarcocapitalista, apunta en el largo plazo (varias generaciones de reformas) a la migración hacia una comunidad de base contractual (voluntaria), más meritocrática, sin privilegios y de absoluta igualdad, aunque únicamente ante la ley.

Apunta, en definitiva, al surgimiento de una sociedad de propietarios; vale decir, a un capitalismo sin complejos, de riqueza generalizada y solidario en serio teniendo con qué, donde el concepto “libertad” adquiera la encarnadura popular que le corresponde ya que las opciones materiales que implica sólo son reales llegando a un estadio de bonanza, de muy alta proporción de clases medias acomodadas y casi total ausencia de pobreza.

Es obvio que no hay ascenso social ni libertad real en el pobrismo que hoy nos acorrala; sólo supervivencia y resignación a la esclavitud clientelar.

Solucionado mediante iniciativa privada liberada el problema de la falta de medios, de ingresos insuficientes, de ahorros sólidos y “dinero en el bolsillo”, estarían dadas las condiciones para que caiga el mito en el que fuimos adoctrinados durante generaciones acerca de la necesaria, incuestionable sacrosantidad ética y tributaria de Papá Estado, regulador y proveedor.

Parte de esta fábula ya está cayendo, al compás del descreimiento en “el sistema” que revelan los sondeos de opinión arriba desgranados. Aquí y allá la gente empieza a ver que en verdad… el emperador está desnudo.

A todos nos queda claro que turbulencias de corto y mediano plazo, derivadas del ataque frontal a los privilegios simbióticos de nuestras 3 oligarquías mafiosas (política, sindical y empresauria), podrían demorar el programa filo libertario que hoy se esboza. En modo alguno -creemos- detenerlo ni revertirlo, aunque sólo fuese por las razones generacionales apuntadas.

El puerto final del modelo de gestión comunitaria para una difusión sin trabas del bienestar material, sin violencia impositiva ni Estado autoritario, es sólo un norte teórico que difícilmente llegue en este siglo. Pero que es necesario en tanto utopía deseable (como alguna vez lo fue la propia democracia) ya que para los argentinos que hoy dejamos el muelle para subirnos a la nave del cambio, como pocas veces en la historia, no habrá vientos favorables si no sabemos con claridad hacia dónde vamos.




Momento Bisagra

Noviembre 2023

 

Se sabe que las pruebas termonucleares de detonación subterránea pueden desencadenar movimientos en ciertas placas de la corteza terrestre, los que escapan al control y previsiones del experimento.

Pues bien, una placa tectónica social se mueve bajo nuestros pies con su correlato a plazo fijo de más temblores, tal vez terremotos y, con seguridad, largos remezones.

Esto obedece a que, en nuestro tiempo, las bisagras históricas se producen por desplazamientos ideológicos de la opinión pública. Y en el país debemos al kirchnerismo, etapa superior del peronismo y apogeo de su lógica, el haber sido el disparador de tales cambios con la explosión sottopueblo de la bomba nuclear económica concebida, armada y repotenciada hasta último momento por el triunvirato gobernante. La misma que procuraba mantener (como es costumbre justicialista) bajo la alfombra.

En efecto; en la versión definitiva de la Historia, el peronismo está terminando de decantar como el gran villano responsable de la ruina, arrodillamiento -gorra en mano- e implosión argentina frente al orbe. Como el culpable de hacernos caer, rojos de vergüenza, del rango de potencia respetada, meca de inmigrantes y capitales, al de país delincuente comandado por un aluvión de parásitos ultracorruptos, de donde intelligentzia y divisas huyen.

16 años de peronismo explícito (aún morigerados en control de daños y “trabajo sucio” por 4 de la alianza Cambiemos entremedio) bastaron para demoler la mayor parte de nuestro espíritu patriótico y para dinamitar los cimientos de nuestra antes firme fe democrática, así como para prostituir todas las instituciones de la república, con énfasis en las educativas. Una demolición a conciencia, ocurrida con particular intensidad entre las nuevas generaciones que ya son mayoría poblacional, cuyo voto y opiniones serán cada vez más gravitantes, gane o pierda Milei el balotaje.

Quien así no lo asuma, quedará expuesto a que sus estrategias políticas y económicas resulten equivocadas por simple “carga errónea de data”.

El desplazamiento ideológico de la opinión pública ha sorprendido (y superado) a la gran mayoría de la élite periodística e intelectual honesta, dejándolos en una suerte de off side conceptual.

Por su parte, nuestros referentes políticos y empresariales no-corruptos no se encuentran en mejor situación dado que quien hoy surfea la onda de este movimiento tectónico es un outsider que no encaja en sus categorías.

La eventual gradualidad de este cambio en inicio (de sus pruebas y errores, avances y contramarchas, colisión de egos, polémicas internas, traiciones, conversiones y decepciones) no debe llamar a nuevo error de apreciación, sin embargo, pretendiendo que lo libertario es solo una moda pasajera; algo utópico, acientífico y tan excéntrico como su actual numen. No lo es.

La ignorancia que casi todos exhiben sobre el libertarismo, sobre su historia, fundamentos éticos, referentes y extensa bibliografía académica ya no eximirá a quienes aventuren más conclusiones apresuradas.

Si la mayor parte de nuestra élite no comprende a cabalidad de qué se trata esta ideología, qué la diferencia de lo malo conocido y hacia dónde llevaría a nuestra sociedad a corto, mediano y sobre todo largo plazo, menos aún la entienden los millones de votantes que acaban de otorgarle el certificado nacional de nacimiento.

Aún carente de data racional, esa importante parte del electorado que expresó un violento rechazo contra todo lo ya probado, siente en lo visceral (¿el pragma político no se basa acaso en emociones?) que no puede seguir esperando a que “gente buena” en el gobierno les resuelva los problemas vampirizándoles antes su dinero y -auspicioso cambio- sus esperanzas.

Quienes forzaron esta novedad son, en parte, jóvenes de clases bajas impedidos de huir del país como sí lo hacen de a miles sus pares más afortunados. Ellos  decidieron tomar el futuro en sus manos: su voto-rebelión bien puede traducirse en un sonoro ¡no! a las mafias (empresarias, judiciales, sindicales, planeras, narco-policiales y sobre todo políticas) que minan el país y que les reparten limosnas que deben agradecer, al tiempo que los condenan a una vida sin horizontes; tan gris y miserable como la de sus padres peronistas. O aún peor.

Quienes viven del estatismo argento y lo militan, empiezan a oír las trompetas de su apocalipsis. En buena hora: las nuevas generaciones vienen marchando y a cada turno electoral consolidarán su derecho a un futuro mejor. 

Es de esperar que nuestra dirigencia política y social honesta tome nota de ello; que madure y guíe al común en el nuevo modo… o el terremoto la arrasará antes de tiempo.





Vomitando la Inmundicia

Octubre 2023

 

Nuestra gente se queja una y otra vez a través del voto… porque le falta dinero; nunca porque le falte ética ni inteligencia. Ni siquiera perspicacia, para vislumbrar qué le conviene a mediano plazo.

Las deficiencias en nuestra educación y por ende en nuestra cultura política han llevado a priorizar la elección de formas gubernativas que se apoyan en la represión por sobre las que se apoyan en la libertad. A dar más crédito electoral a quienes proponen castigos al hacedor, con prohibiciones, controles y quitas que a quienes proponen incentivos.

Como bien dice el credo libertario, no nacimos para ser forzados. Y lo cierto es que el ser humano funciona mucho mejor por estimulación vía incentivos que por amenaza vía prohibiciones, con especial impacto en lo social.

¿En verdad, saben los idiotas que son idiotas? Resulta patético que nuestro déficit en inteligencia social incluya el desconocimiento de lo que la idiotez provoca.

No lo saben (aunque lo intuyen) debido a que la bajada de línea educativa y las políticas sociales “de Estado” aplicadas con tanta insistencia y que fingen ayudar a los rezagados, son sólo mecanismos eficaces… para mejor robar. No para cultivar en la ciudadanía los valores de la libertad individual y de la crítica honesta al sistema, focos evolutivos que podrían ser tabla de salvación para sus hijos.

Así, al no saber o no querer saber que son idiotas útiles a la propia sujeción esclava de sus familias, los electores senior siguen demandando estas prácticas a todos los partidos políticos, a través del voto.

Y decimos senior porque los junior están empezando a cambiar. A descubrir, con bronca, algo que pocos querían admitir: que el Estado estorba. Que con su inmenso costo y su afán regulatorio (para mejor coimear) opera contra las legítimas aspiraciones de la gente y que en definitiva el igualitarismo en todas sus gradaciones de “justicia social” es el virus que mata en todas partes tanto la natural solidaridad humana como el deseo de ser competitivos. El mar de impuestos, cepos, prohibiciones, discriminaciones y privilegios que nos hundió como nación al punto de convertir a la Argentina en un Estado fallido es prueba de ello. Tanto como el mar de pobres que generó.

Ha sido también el revulsivo que está ayudando a las nuevas generaciones a vomitar la inmundicia. Porque la libertad, el paradigma estrella, no es otra cosa que ausencia de coacción por parte de otros; principalmente del malón de caciquejos y vivillos encaramados en el Estado y su Afip.

Ellos ya no esperan que “gente buena” en el gobierno les resuelva los problemas: el tema no es ese (no quieren volver a ser timados, coaccionados y robados) sino el de los desincentivos que marcan instituciones que bien podrían ser más eficaces y humanistas que las actuales. Vale decir, más cooperativas y mucho más voluntarias.

Comienzan de a poco a percatarse de que es la institución Propiedad Privada el origen, el fundamento de la civilización y de la paz social, no el Estado. Que se trata del reconocimiento de la responsabilidad individual y de la defensa de los contratos libres. Y que al ascenso social y al bienestar general sólo los impulsan la creatividad, la competencia, la innovación, la producción y el intercambio, no la coerción fiscal, sea esta monárquica o republicana.

El camino libertario en el que hoy está ingresando nuestra sociedad será sin duda largo y tortuoso, como todo lo que concierne a la evolución humana. Las personas que lo interpreten van a variar a lo largo de lustros y décadas y los tiempos de sus logros irán conformándose, como siempre, sobre la vieja espiral del progreso: dos pasos adelante y al cabo, uno y medio hacia atrás.

Lo que ya no podrá frenarse es la ética de que todos, sin excepción, nacimos para ser libres, de que resentimos el forzamiento (el fin nunca justificó ni justificará los medios) y de que la búsqueda de la felicidad (o proyecto de vida) es algo distinto para cada uno, respetable mientras no invada ni afecte iguales derechos del prójimo.

Parafraseando al gran Murray Rothbard (1926-1995, catedrático norteamericano y hombre bisagra en la historia de las ideas) diríamos que la búsqueda de la uniformidad es, en definitiva, cosa tribal, de bárbaros y que el entusiasmo pobrista por la igualdad es fundamentalmente anti humano porque tiende a reprimir el florecimiento de la personalidad individual y de la diversidad; en suma, de la civilización misma

En uno más de los muchos pasos que dio el humanismo libertario a lo largo de la historia se atribuye al padre de la patria, José de San Martín, haber comentado: "El rey nos decía que si no podíamos comprar leña que nos emponchemos, si por pobres no podíamos alimentar a nuestro caballo, que no lo tengamos, que si alimentarnos era costoso que comamos menos...entonces decidimos ahorrar gastos y nos liberamos del rey".