Un Monstruo Grande que Pisa Fuerte

Noviembre 2024

 

En una nota reciente (libertadynoviolencia. blogspot.com/2024/10/verdades-estatales-reveladas.html) invitaba a dejar por un momento la crispación del día a día, enfocando la mente en plazos más largos a fin de especular sobre nuestro futuro… en perspectiva ampliada.

Y esa opción por una perspectiva realmente amplia, que arranque “ubicándonos en la palmera” cósmica universal, podría empezar con la muy actual teoría de cuerdas en la que ciertos astrofísicos se apoyan para estimar que existen alrededor de 11 dimensiones distintas, cada una de las cuales contendría entre 10 y 500 universos.

Reduciendo la escala, estudios de 2016 estimaron que en el universo observable existen alrededor de 200 mil millones de galaxias; esto es, unas diez veces más de lo que se tenía por consenso antes de esa fecha.

En esta misma línea, los científicos creen que en una galaxia típica, como nuestra Vía Láctea, conviven unas cien mil millones (100.000.000.000) de estrellas aunque podrían ser bastantes más; hasta 400 mil millones, según algunos.

Reduciendo otra vez la escala y conforme análisis del año 2020 sobre datos aportados por el telescopio espacial Kepler, se afirma hoy que los planetas “habitables” tan sólo en nuestra galaxia, podrían ser… ¡300 millones!

¿Sigue creyendo alguien en verdad que estamos solos y que no somos observados por seres tecnológica y/o éticamente superiores, cual entomólogos?

Difícil no percibir nuestra insignificancia cósmica, más allá de las bizantinas (y peligrosas) dudas acerca de la existencia de Dios. Difícil no dudar a la luz de lo anterior, en fin, de nuestro sistema de organización social con sus tan serias falencias operativas. Difícil no percibir su violento primitivismo o su transitoriedad, propios de un sistema en equilibrio inestable minado de modalidades coercitivas que, sólo una pizca menos que siglos ha, siguen frenando nuestro desarrollo como especie y poniéndonos en riesgo.

Pero sigamos mirándonos en perspectiva: se estima que la Tierra, nuestra “mota de polvo azul en el espacio”, tiene una antigüedad de 4.600 millones de años, coincidente con la formación del Sistema Solar.

Siguiendo el hilo, la hipótesis más aceptada sobre nuestro origen es que la especie humana moderna (Homo Sapiens) surgió en África hace unos 200.000 años. Por otra parte, se toma como fecha de inicio de la Historia la de la aparición de la escritura, cuando el hombre pudo poner por vez primera sus ideas e impresiones por escrito, evento ocurrido en Sumer (región de la baja Mesopotamia cercana al Golfo Pérsico) hace algo más de 5.000 años.

Lo ocurrido desde entonces (una fracción de segundo en términos universales) coincide más que nada con el registro de una sucesión de violencias: de atropellos, guerras y latrocinios de diverso calibre; de tiranías y de pobreza generalizada a nivel supervivencia para una inmensa mayoría de personas. Gentes cuya existencia fue ciertamente corta, sucia, dura y cruel.

Sin embargo tras siglos y más siglos en esta situación, saliendo de la noche de la Edad Media (siglo XV), hubo un período en Europa en el que la vanguardia de la civilidad pareció encaminarse hacia una mejora real para el común.

Aunque lento en términos de una urgencia social de milenios, el comercio capitalista creció hasta mediados del siglo XVII al amparo de la independencia de unidades políticas pequeñas creando riqueza y oportunidades hasta entonces desconocidas, en ambientes de orden y derecho protectores de la propiedad privada. Realidades que tuvieron singular importancia en lo que hoy es Italia. O en Alemania, por ejemplo, donde en ese entonces coexistían en anárquico equilibrio unos 40 países, ciudades libres y grandes casas nobles independientes en competencia.

Hablamos de un orden anárquico similar al que en la actualidad conforman los escasos 195 países (Estados-naciones) del mundo, que coexisten sin una común autoridad política, militar ni legal. Obviedad factual que demuestra que la anarquía no es el cuco que pinta sesgadamente la currícula educativa obligatoria (“caos y abuso con miseria generalizada”) ni el problema a evitar, como sí lo es el muy real Estado depredador, fabricante de miseria generalizada y caos por abuso, como tan a la vista ha quedado en nuestro caso.

Lo que sucedió con aquel prometedor “experimento independista” de unidades políticas de escala más local y humana fue que desde los siglos XIV y XV venían construyéndose en Occidente grandes Estados (al principio monárquicos, más tarde republicanos) que acabaron con la recurrente “disputa” -en realidad, libre transacción entre diversidades- entre las ciudades, feudos y regiones libres anteriores. Y lo hicieron generando estructuras políticas, militares y sobre todo judiciales monopólicas, a las que cientos de centros pequeños fueron sometidos, quedando contenidos dentro de las dimensiones territoriales del leviatán que fuese. Con algunas exitosas excepciones como Mónaco o Luxemburgo, por caso, que lograron eludir hasta nuestros días al letal “monstruo grande que pisa fuerte”.

La especulación sobre nuestro futuro de largo plazo en perspectiva ampliada, como sugeríamos al comienzo de esta nota, apunta asimismo a la descentralización. A volver sobre los pasos de la historia en busca de una escala más humana y más diversa a todo orden. En busca, ahora, de modelos socioeconómicos crecientemente voluntarios que respeten la ética básica de los 3 derechos naturales que todos (incluso los extraterrestres de las civilizaciones que seguramente nos observan) portamos al nacer: los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la propia felicidad, que derivan su aplicación práctica en el avanzado sistema de las ideas de la libertad y su corolario, la no-violencia intra-social (¡o inter-social!), el mejor paraguas existente para el desarrollo de cualquier especie.

Algo que calza como guante al corpus de ideas libertarias en boga. Algo, empero, que choca de frente con el modelo contra-estimulante que aún nos rige: primitivo; tosco. De hecho, mafioso y coactivo tanto en lo tributario como en lo reglamentario. En lo medular, un sistema no-voluntario; por lo tanto violento y a consecuencia de ello ineficiente, a más de inmoral.

Lo importante, entonces, es tomar las cosas en perspectiva y empezar a notar que vivimos encadenados a reliquias bárbaras de otra era, desagradables a cualquier espíritu evolucionado además de retrasantes y empobrecedoras, derivadas de negar que la libertad en tanto matriz humana esencial es más importante que el instrumento (adrede sacralizado y mal usado) al que denominamos democracia.

Superior incluso a instrumentos organizativos algo más elevados, como república o constitución.





Verdades Estatales Reveladas

Octubre 2024

 

Cada tanto resulta útil (y sanador) elevar la mirada tomando distancia de la crispación mensual, anual o cuatrienal para ver las cosas en perspectiva. Con cierta prescindencia temporal en procura de entrever a futuro un modelo social como el libertario, sea para nosotros, sea para nuestros nietos o bisnietos, partiendo del sistema que sufrimos hoy.

Sistema, el actual, que se sostiene en juicios inducidos desde la infancia por un adoctrinamiento sistemático desde la currícula educativa estatal; en ideas adheridas al punto de conformar un asumido dogmático difícil de superar aún por personas cultas e inteligentes. Aun por gente que se percibe posicionada por sobre toda posibilidad de influencia ideológica sesgada, sea esta subliminal o explícita.

Dado que tanto la honestidad como la valentía intelectuales no deben subestimarse, confiamos en que al menos algunos podrán liberarse de preconceptos para situarse, por un momento, por sobre verdades estatales reveladas acerca de nuestro modelo estadodependiente.

Incluyendo la serie de dogmas que son para el común, todavía, cuestiones de fe. Y decimos “todavía” con un ojo puesto en ciertos signos del cambio de los tiempos. Como el constante declive del poder real de los Estados-nación en favor de conglomerados privados o los avances informáticos que empoderan cada día más a los individuos y sus decisiones de conveniencia personal-familiar por sobre fronteras y reglas de cuño prohibicionista.

Indicios que muestran a quien sepa verlos, hacia dónde se dirige la humanidad. Signos que confluyen con otros (irrepresentatividad y desprestigio de la política, tendencias secesionistas, criptomonedas, inoperancia -y costo- de los organismos internacionales, etc.) en presagiar cambios conceptuales de fondo para el mediano y largo plazo.

Uno de esos conceptos en revisión crítica es el del monopolio -innecesario, caro y peligroso según la escuela anarcocapitalista- de la justicia por parte del Estado, asunto polémico y denso si los hay pero en el que tenemos por certeza que en nuestra Argentina funciona muy mal. O casi no funciona (y ello es causa eficiente de casi todos los problemas que hoy nos asfixian) si consideramos sus inadmisibles tiempos, costos, rémoras, discriminaciones, contradicciones, absurdo papeleo, gravísimas corruptelas y demás extendidas falencias, bien retratadas por el experto abogado A. Fargosi en un demoledor artículo transcripto en Agosto de este año por el diario La Nación.

Se sabe: la matrix del fallido, en nuestro sistema legal, se halla en el “olvido” de la preeminencia del derecho natural por sobre el derecho positivo.

En tal inteligencia, debemos recordar que el derecho natural es literalmente el cimiento fundacional de la Ciencia de la Justicia estableciendo que cada ser humano, por el sólo hecho de nacer, tiene derecho inalienable a 3 cosas: a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Y que establece como contraparte la obligación absoluta de respetar otras 3: los derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la propia felicidad de todos los demás.

Agreguemos que el derecho natural y su sistema social derivado, las ideas de la libertad, constituyen el mejor paraguas debajo del cual la civilización puede desarrollarse.

Por su parte, las leyes del derecho positivo, redactadas por los burócratas del Estado en sus legislaturas, son en general la metralla (consciente o no) que hiere de muerte al derecho natural y al sistema de la libertad con un claro objetivo: lograr que un grupo de hombres y mujeres someta y explote por la fuerza a otro grupo de mujeres y hombres en determinadas circunstancias, tiempos y lugares.

Fiel a su fundamento ético, el libertarismo ancap propugna que toda norma de derecho positivo se alinee, antes de su dictado, con las tres leyes del derecho natural ya que se trata de derechos previos e inmutables, válidos para todos sin excepción en todo tiempo, circunstancia y lugar.

Derechos cuya violación trajo aparejado el tren de desgracias (autoritarismos preñados de violencia fiscal, pobreza innecesaria, desesperanza, falta de oportunidades e infraestructura, inseguridad, alienación, estrés, muertes prematuras…) al que el Estado-nación y su monopolio territorial de la fuerza y la justicia nos tiene acostumbrados.

Tanto los cambios de largo, como los de muy largo plazo serán profundos e incluirán necesariamente la apertura de los gravosos monopolios estatales, que tan mal servicio nos han prestado, a la competencia de iniciativa privada.

Algo a lo que nadie debe temer puesto que el mercado en competencia real somos toda la gente de a pie, cooperando libre y voluntariamente en el curso de nuestros negocios e interacciones privadas, como lo hemos hecho siempre.

De hecho, todo progreso cierto y sustentable de la humanidad ocurrió a pesar del Estado; nunca gracias a el.





Interponiéndose

Septiembre 2024

 

Hace menos de dos meses, al día siguiente del atentado que le costó parte de una oreja y casi mata a Donald Trump, parte del electorado norteamericano terminó de hacer suya la reflexión del candidato cuando, refiriéndose al peligro que corría su vida, dijo a la gente: “No vendrán por mí. Ellos vienen por ti. Yo solo me interpongo en su camino.”

La frase es una bomba política de profundidad y bien podría aplicarse a nuestra situación.

Nuestro presidente concita adhesiones porque la gente, justamente, lo ve como alguien que se interpone entre ellos y “los privilegiados” de la Argentina. Alguien que en tal sentido los representa, al menos por default.

Demás está decir que “los privilegiados” no son otros que nuestras tres oligarquías simbióticas de empresarios protegidos (los empresaurios), políticos corruptos (la casta) y sindicalistas millonarios (los mafiosos).

Y que los “no privilegiados” agrupados hoy en la vereda de enfrente son no sólo la legión de pobres e indigentes que nos dejaran A. Fernández, C. Kirchner y S. Massa sino también millones de jóvenes de futuro tronchado y lo que queda de esa clase media que respeta, cumple, paga y se hunde bajo receta peronista década tras década.

J. Milei bien podría decirnos “vienen por vos, por tus hijos y tus nietos pero me interpongo, aunque quieran matarme”.

Nuestra república termina así, fallida, dado el esquema mental de suma cero que caracteriza al relato pobrista: si la propiedad es finalmente producto del robo, la lógica básica de la vida no puede ser sino caníbal; conquistar o ser conquistado, devorar o ser devorado. El bien privado, entonces, deviene en algo circunstancial; supeditado a cualquier subjetividad. Una coincidencia del 100 % con lo que se nos aplicó durante casi 80 años, avalado ley por ley y ejecución de medida tras ejecución de medida, por cada una de nuestras muy constitucionales Cortes Supremas.

El relato machaca, resiente y adoctrina sin pausa con la cien veces refutada cantinela socialista de explotadores versus explotados, de colonizadores versus colonizados o bien de la polvorienta plusvalía versus una supuesta justicia social.

Un modelo en el que los “vivillos” de nuestras oligarquías privilegiadas siempre ganan y en la que prospera, qué duda cabe, su capitalismo de amigos.

Lo que no está tan a la vista es que esta lógica depredadora atraviesa también, peligrosamente, a partidos como la Coalición Cívica o la Unión Cívica Radical para no hablar de coaliciones peronistas “racionales” como las que tienen por referentes a M. Pichetto o M. Llaryora entre otros.

Pueden diferir en el grado pero el relato de la necesidad de un Estado ordenador, cobrador, árbitro, juez y parte de aquí a la eternidad, cala hondo en todo este arco dialoguista.

Todos adhieren a un modelo que no acata la realidad de fondo, cual es que el Estado y sus monopolios son y serán siempre el problema y que hay un grave error intelectual (de atraso, en realidad) en plantear la dicotomía entre bienes públicos y bienes privados cuando la ciencia ya demostró de modo irrefutable que los bienes son de un solo tipo: económicos. Algo que constituye hoy y constituirá cada vez más, la “madre del borrego” institucional.

El relato estatista que los atraviesa podrá partir del grado más leve de intervencionismo dirigista (liberalismo clásico, representado hoy por economistas senior tan respetables como R. López Murphy o R. Cachanosky entre otros) mas por la razón antedicha, por incentivos y por simple historia esa praxis estará siempre condenada, cual Sísifo, a sufrir la deriva del crecimiento de los “medios políticos” por sobre los “medios económicos”; de lo fiscal por sobre lo privado y de lo corrupto por sobre lo correcto. Condenada a la primacía de lo coercitivo por sobre lo voluntario y en definitiva, de la violencia por sobre la no-violencia.

El “vienen por vos…” del comienzo, entonces, remite a mediano y largo plazo a la interposición de nuestro presidente frente al Estado, por más que sea él hoy quien lo encabece. Remite a la apelación a esa certeza innata y de sentido común (tan libertaria) que todos llevamos dentro, a saber: el forzamiento siempre es malo ya que no nacimos para ser forzados y sí, en cambio, para responsabilizarnos individualmente por nuestros actos. La moral es una sola (no hay tal cosa como una moral estatal y otra privada) y el fin nunca justificará los medios por lo que todo lo que se inicie bajo una matriz de violencia (de forzamiento impositivo, por caso), no sólo resultará abominable desde lo ético sino, al fin del día, contraproducente.  

Un “vienen por vos…” de Milei que puede traducirse en criollo a: las oligarquías beneficiarias del sistema y los tontos útiles que avalan desde algún punto su justificación legal quieren seguir aplicándote violencia para que te sometas y pagues -por siempre- aún aquello que nunca elegirías comprar ni avalar si pudieses optar dentro de un mercado libre. Yo me interpongo frente a esa pretensión.





Una Apuesta de Largo Aliento

Agosto 2024

 

Si el gobierno de La Libertad Avanza logra llegar a las legislativas de Octubre ’25 habiendo encaminado al país en el inicio de cumplimiento de los 10 puntos del Pacto de Mayo, nuestra Argentina se encontrará ante un panorama inédito. La previsible alianza táctica de libertarios y opositores dialoguistas podría hacerse entonces de las bancas suficientes como para llevar adelante el programa de gobierno del presidente Milei.

Algo que los peronistas lograron en incontables ocasiones a lo largo de los últimos 79 años, particularmente en el Senado, aplicando a destajo su programa “Pobrismo Gradual para Todos con Shock de Riqueza para las Nomenklaturas Política, Sindical y Empresauria”.

La apuesta libertaria, como se sabe, es de largo aliento (como la de la Generación del ’80) con un norte de cambios disruptivos tanto de forma como de fondo.

En lo inmediato y mediato (30/40 años vista, si el electorado acompaña) seremos testigos del tránsito hacia un modelo minarquista referenciado en países exitosos como Irlanda o Singapur, de alta renta per cápita, equiparable al de la época de oro de nuestro Estado-nación (aprox. 1880 a 1930).

Sin Embargo, el objetivo de convertir a la Argentina en una república modelo, haciéndola potencia en el sub continente y luego a nivel mundial, pretende ser sólo una posta en el camino. Uno que hacia el último tercio del siglo nos ubique en posiciones de preeminencia global en cuanto a institucionalidad. Llevándonos a niveles de libertad personal y prosperidad comunitaria hasta ahora desconocidos; superadores del referido modelo de Estado-nación, vigente en el mundo desde hace unos 250 años. Modelo que, dicho sea de paso, dista de ser el “Fin de la Historia” en lo que a organización social humana se refiere.

Problemas de factibilidad práctica que hoy parecen desalentadoramente complejos o difíciles hasta el grado de utopía habrán quedado superados para entonces, con la ayuda de nuevas tecnologías de aplicación masiva.

Con cambios sobre lo acostumbrado (o resignadamente aceptado) que en la actualidad cuesta imaginar o que pertenecen todavía al reino de la ciencia ficción.

Avances que facilitarán grandemente el anhelo de acercarnos a una sociedad no-violenta; más contractual y voluntaria que destierre, para empezar, todo tipo de financiamiento coactivo. Algo difícil de visualizar en la instancia del proceso de evolución cultural en la que nos hallamos y dentro del mar de falta de oportunidades, indigencia y adoctrinamiento vil en el que nos sumergió el referido Estado en uso y abuso de su violencia fiscal y reglamentaria.

Un Estado mínimo con bajos impuestos y gran libertad económica centrado en seguridad, educación, salud y justicia a similitud de los países nombrados es, pues, el objetivo “cercano” de La Libertad Avanza.

El objetivo “lejano” remite a las declaraciones sin medias tintas de nuestro presidente cuando afirma que es “un topo infiltrado que vino a terminar con el Estado”, cuando se declara filosóficamente anarcocapitalista, cuando asegura que el Estado es “una organización criminal” o, brutal analogía mediante, “un pedófilo en el jardín de infantes”.

En línea con este objetivo de largo plazo, sería de gran utilidad social que la élite periodística, docente y cultural procurara superar su ignorancia acerca del libertarianismo, sus insoslayables fundamentos éticos y filosóficos, sus principales referentes históricos y sus más actuales exponentes; tanto en la solidez de su doctrina como en sus múltiples propuestas para una gobernanza sin Estado.

Se trata de un vasto corpus intelectual al cual deberían acercarse, si es que pretenden seguir opinando sobre el tema con algo más que un amateurismo minado de tabúes.

La gobernanza sin Estado, potenciada su factibilidad en la IAG y otros avances informáticos, basa su praxis en la apertura de los monopolios estatales a la competencia de iniciativa privada. Por caso, abriendo el juego a grandes compañías de seguros de capacidades y coordinaciones ampliadas.  Un entorno inusual pero viable donde la palabra clave es, por supuesto, “competencia” en función del cliente, revirtiendo soberanía… en la gente de a pie.

Enérgica libre-competencia para disfrutar finalmente de verdadera prevención, inteligencia criminal y seguridad ciudadana cuasi personalizada con cárceles-empresas, no de mera punición sino restitutivas a la víctima (por trabajo y para la reeducación), en sinergia con mediación extendida dentro de un sistema judicial privado y policéntrico -nunca monopólico- que cubra por demanda, prestigios en competencia y coordinación estandarizada (por propia dinámica de eficacia empresarial) todas las instancias delincuenciales posibles.

Este modus libertario de futuros factibles a largo plazo en cada área pensado para nuestros nietos y bisnietos, incluye en la transición ítems tales como libertad de currícula y vouchers nominales en educación para lo público (subsidio a cada estudiante) con competencia inter escuelas. En lo sindical, total desregulación y libertad de afiliación. En lo económico, competencia abierta de monedas (incluso privadas, más adelante) con gran libertad de banca, de crédito y de negocios. En salud, absoluta apertura comercial y de servicios, a máxima gama de ofertas diferenciadas para todo el sistema. En defensa, apertura a una integración paramilitar privada sumada a libertad de portación responsable y en previsión, un nuevo modelo de fondos de pensión y capitalización privado nacional e internacional, libre por ley de trabas y parasitajes políticos.

Como se ve, la desregulación del Estado que encara a partir de este octavo mes de mandato el nuevo ministerio de F. Sturzenegger es sólo el botón de inicio de un proceso mucho más ambicioso que, de perseverar políticamente, puede llevarnos a la consolidación de una sociedad casi exenta de pobreza en la que, con exacciones gradualmente acotadas a través de una transición de décadas, todos vean elevada su capacidad económica (bienestar real) al punto de poder gozar efectivamente de las opciones de consumo que provee el sistema de la libertad. Opciones que el Estado hoy nos veda a través de sus innecesarios, caros y peligrosos monopolios y de su red de protecciones discriminatorias.





Cero Veneno

Julio 2024

 

“Soy un liberal en un país de zurdos”, graficó nuestro locuaz presidente hace poco. Se remitía, claro está, a los resultados de tantísimas encuestas de opinión que sindican a una mayoría de argentinos como “estatistas”.

Algo cuya veracidad puede constatarse a cada paso con sólo interactuar en la realidad social de nuestra mafiocracia. Es decir en el sistema en el que actualmente nos movemos: el modelo derivado de la democracia republicana al que tuvo a bien conducirnos el partido justicialista que, por acción u extorsión, guió nuestro derrotero durante los últimos 79 años persiguiendo un modelo fascista similar al que hoy consolidó V. Putin en Rusia, con su corte de oligarcas protegidos y su capitalismo de amigos.

Un largo tránsito argento dentro del fiscalismo dirigista con aporte cómplice de radicales y otros centroizquierdistas, consolidado en la impresionante red de mafias corruptas adheridas a todo lo estatal (tan alejado hoy del ideal de la “vocación desinteresada de servicio al prójimo”) en lo que respecta a nepotismo, exceso de gente, coimas y ventajismo desvergonzados. Depredación cruzada en simbiosis con las mafias de sindicalistas millonarios y de empresarios cortesanos (empresaurios, al decir de A. Benegas Lynch h.).

Casi 8 décadas puliendo este modelo en línea con el adoctrinamiento educativo oficial en las bondades e inevitabilidades del Estado (operativo “dependencia” en lugar de independencia) y con sucesivas Cortes Supremas bendiciendo constitucionalmente cada deriva en esta dirección, lograron hacer de nuestra gente lo que las encuestas marcan: infantes cívicos arracimados bajo las polleras de Mamá-Estado.

Con un duro 30 % de “niñas y niños” de 16 a 86 años necesitados de contención tribal, rituales de omertá y directrices paternales sobre sus vidas. Pero también con personas más maduras o “ilustradas”, habituadas a que legisladores venales bajen una y otra vez los umbrales del derecho a la propiedad privada permitiéndoles hacer negocios de cabotaje low risk dentro de un corralito de mercados regulados con cotos de caza comerciales, estatutos profesionales amañados, lobistas con billetera, brutales discriminaciones impositivas, vistas gordas y otras lindezas progresistas.

Así las cosas, nuestro país interpreta una afinada sinfonía fascista que al fin del día (como muestra el reporte de daños criollo) perjudica gravemente al conjunto para beneficiar, y mucho, a la nomenklatura mafiosa.

A poco de rascar la superficie de nuestra realidad puede verse que, a pesar de haber votado a J. Milei, muchos argentinos por miedo o necesidad siguen siendo pro-Estado.

Y, claro, las ideas que prevalecen en los pueblos marcan su destino: un panorama cuya negritud nos empujaría a las penas de la emigración o al “abismo” de la secesión.

Panorama que podría ser exorcizado por esa luz de esperanza y de unión al final del túnel nacional que muchos ven. ¿Sigue siendo así?

Al parecer hay un sentimiento social nuevo, difuso, “bajado a tierra” por el analista, encuestador y consultor Pablo Knopoff cuando explica que el presidente conserva apoyo porque representa al sujeto “argentino no privilegiado”, enfrentando al colectivo de “los privilegiados”.

Donde los “no privilegiados” no sólo son los más pobres sino también los jóvenes de futuro coartado y toda esa gran clase media (aspiracional o no) harta de ser la idiota que respeta, cumple, paga y se hunde soportando el peso de los millones de “colgados” del Estado y del indignante enriquecimiento de oligarquías corruptas.

Bajo este análisis, el cambio transversal es mucho más grande que Milei (quien solo sería su catalizador) y tiene su clave en el quiebre de la sensación de necesidad del Estado.

Políticamente, este muy novedoso cambio de paradigma cultural implica que una masa crítica de ciudadanos se encuentra girando en U mientras iza la bandera “el Estado es el problema, no la solución”. Y que es consciente del peligro que entraña un doble giro en U: el retorno al punto de partida; al infierno estatal minado de privilegiados y de trabas del que se procura huir.

Este “país de zurdos” podría quedar en el pasado tan pronto como en Octubre del año próximo, cuando volvamos a las urnas para el recambio legislativo. Todo un terremoto, por cierto, como el que hace dos siglos y medio desbancó a las monarquías para entronizar a la entonces caótica, “alocada” democracia. Y que descoloca a la élite intelectual que en su mayoría no cree -todavía- que los monopolios estatales y su fiscalismo coactivo sean el problema sino que se trata solo de una cuestión de grado. Y que retrocediendo hacia lo que alguna vez fue “Estado mínimo” (hacia el ideal liberal clásico, no libertario) nuestra deriva de abusos, desastres y decadencia… simplemente no volverá a ocurrir.

Así, el karma de “los que no la ven” no estaría en el dilema acerca de cuánto veneno conviene ingerir sino en el veneno en sí. Impulsando a los “no privilegiados” a convalidar la solución extrema del “loco”: nada de veneno.





El Dios que Falló

Junio 2024

 

Para la gran mayoría de las personas instruidas incluido el periodismo de opinión de élite, la república constitucional y su aplicación práctica a través de la democracia representativa (y del Estado nacional que la tutela) son sin duda el modo de organización social a elegir día tras día así como el modelo a defender con convicción a futuro.

Un sistema que, aún con sus muchas y humanas fallas, conserva la cucarda de ser el mejor de todos los posibles, probados y por probar.

Podría decirse que la percepción casi unánime de nuestra flor y nata intelectual es que en materia institucional, crudo realismo mediante, hemos llegado al Fin de la Historia.

Es esperable que así se perciba y en verdad sería raro que tal no fuese el caso tras tantas generaciones (desde la primera presidencia de J. A. Roca, al menos) de adoctrinamiento educativo a todo grado y nivel, tanto en las bondades del Estado como en su inevitabilidad.

Con el pretexto que fuere (en nuestro caso, la integración sociocultural) se llevó adelante la sacralización laica de conceptos como Estado-Nación, constitución, bandera, himno o patria -heroica historia oficial incluida- con uso psicológico de la emocionalidad en apelación a ese mix natural de temores y anhelos que todos llevamos dentro.

El combo estatista quedó así inculcado en mentes y conciencias siendo pocos los pensadores de espíritu crítico que, venciendo pre-juicios, se han atrevido a indagar profundizando en los porqué, cómo, a quién benefician en la práctica y a largo plazo estos dogmas organizacionales, en apariencia inamovibles.

Hoy, esto está cambiando. Sacudidos por los remezones de la batalla cultural iniciada por los libertarios a caballo de la crisis terminal de nuestro pobrismo redistribucionista, la proyección futura de estos supuestos apoya sus plantas en un tembladeral de interrogantes.

El raciocinio y la curiosidad intelectual principian en la élite el lento horadamiento de preconceptos que hasta ahora eran casi cuestiones de fe.

En un nuevo escalón evolutivo “de la izquierda de la juventud a la derecha de la madurez” mentes argentas se abren hoy a pensar lo impensable. A considerar como Norte lo que hasta ayer era anatema oficial: la anarquía, cuidadosamente aprehendida como caos y abuso con miseria generalizada.

Porque, claro ¿qué fue entonces el largo periplo que terminó en Diciembre (con bendición constitucional por parte de todas nuestras Cortes Supremas) sino un penoso tránsito hacia el caos y el abuso con miseria generalizada?

Recordemos que, despojada de sesgos estatistas, la palabra anarquía sólo significa “sin Estado” (del griego, an = sin + arké = mandato) y no “sin ley ni orden”. Vale decir, en anarquía puede haber gobierno… sin Estado. Algo a lo que el anarcocapitalismo claramente apunta como fin último.

Inobjetables estudios de opinión dan cuenta desde hace tiempo, por otra parte, de un alto porcentaje de la ciudadanía argentina que descree de las bondades del actual sistema; de la utilidad práctica, honesta, pedestre de la democracia representativa tal como hoy se la entiende y del eficaz funcionamiento del federalismo; duda seriamente de controles, contrapesos y divisiones de poderes.

Descree, en definitiva, de la conveniencia de la relación costo-beneficio (y chances de corrupción) que todos estos complejos organigramas y obligatoriedades entrañan.

Y comprende, confusamente, que no siendo un mayor autoritarismo en modo alguno la alternativa, lo libertario se erige por doctrina en sus antípodas.

Finalmente, toda explicación de por qué el republicanismo de una constitución escrita, por bella e ideal que sea, no funciona bien (o directamente funciona mal) en la mayor parte de los casos, no debería excluir las menciones que siguen. Ya que al quedar el Estado “controlante” integrado, obviamente, por seres humanos, no es sensato esperar que estos humanos “controladores” del resto se comporten contra-natura, cual ángeles, olvidando sus intereses particulares -innatos- para pasar a actuar movidos por una difusa “vocación de servicio público”.

Un sistema que se basa en la suposición de que debe controlarse a las personas para que no devengan algunas de ellas en “lobos del hombre”, es cuanto menos ingenuo en poner al comando de su ingenio coercitivo (el Estado) a una selección de esa misma gente, esperando que no hagan uso del poder concedido en su beneficio, el de sus familias, amigos y relaciones de conveniencia.

Una selección, además, cuyos cuadros de liderazgo se dirimen mayormente entre las personas que, durante años, con escrúpulos menguantes y tenacidad a toda prueba, mayores deseos de poder y estatus (o dinero) demostraron. Algo poco compatible con la tan meneada como poco frecuente “vocación desinteresada de servicio al prójimo” o con el remanido “amor incondicional a la patria”.

Por otra parte el Estado, ya sea considerado en sus estamentos municipal, provincial y nacional, en sus tres poderes de legislación, juicio y ejecución o en sus órganos de contralor, es al fin del día un solo ente cuyos ingresos (y los sueldos y ventajas de todos y cada uno de sus integrantes) dependen de una única fuente: los tributos que, bajo amenaza, el resto de la sociedad debe efectivizar.

¿Cuánto es esto? tanto como los individuos que integran ese Estado vayan decidiendo que es justo y apropiado, ya que son los que hacen sus leyes, las aplican y controlan por la fuerza su ejecución presupuestaria, sin que “la firma” quiebre por mal que haga las cosas.

Algo que no puede sino derivar en un continuo crecimiento de sus atribuciones; de su tamaño y prebendas corporativas (costos) en desmedro del sector que crea, produce, sirve y comercia bajo estrés regulatorio… mientras los sostiene.

La historia muestra casi sin excepciones cómo los niveles de imposición, regulación y control sobre casi todo han ido en aumento década tras década desde la creación de los Estados-Nación, democráticos o no, y su muy alienante monopolio territorial de la violencia.

Aunque tal vez no sea tanto como la entera “asociación criminal” del furibundo planteo presidencial, lo cierto es que tampoco “el Estado somos todos” sino que constituye claramente un subgrupo social cuyos integrantes, con nombre, apellido y número de documento, comparten el interés de que su parcialidad se afiance y crezca. En primer lugar (y es lógico y natural que así sea) en beneficio propio.

Si por ventura, revolución o voto se volviese al muy republicano Estado mínimo inicial de hace 250 años (objetivo final de los liberales clásicos de hoy), el proceso recomenzaría ya que el fallo no está en lo implemental sino en el propio sistema, analizado en forma holística. Uno que más allá de cualquier buena intención, auto control intra-estatal o bella constitución escrita previa, procura torcer nuestro inmodificable ADN y termina en toma de ventaja para las lobo-oligarquías de turno. En nuestro caso, las tres millonarias y ultra depredadoras oligarquías política, sindical y “empresauria”. Las mismas que hoy vemos bloqueando al primer presidente libertario en el Congreso.

La posición de nuestros intelectuales es análoga a la de las élites ilustradas de hace dos siglos y medio: la república era entonces una propuesta de “caos”, subversiva del orden establecido. ¿Acaso alguien conocía alguna democracia que funcionara, más allá del inaplicable (por antiguo) antecedente de la Atenas griega del siglo VI a.C.?

Todas las sociedades civilizadas se regían, desde luego, por monarquías; en gran medida absolutistas.

El “fin de la historia” en lo institucional que los demócratas defienden hoy con tanta vehemencia bien podría no serlo tanto… a la luz de la Historia.

El día en que una masa crítica indubitable de la ciudadanía comprenda cabalmente que lo libertario (lo contractual voluntario) es el camino más directo a una justa y expeditiva distribución social del ingreso y al más efectivo control de los siempre posibles abusos individuales de la humana naturaleza, el vuelco será completo y el sistema actual, fallido y abusador desde hace tanto, habrá finalmente colapsado.





Impacto Profundo

Mayo 2024

 

Hace poco leímos en la sección “cartas de lectores” de un importante diario nacional, la opinión de una persona que decía estar de acuerdo con Alberto Benegas Lynch (h) en el sentido del respeto a los proyectos de vida del prójimo y al principio libertario de la no agresión; del respeto a los derechos a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la libre cooperación social en competencia.

Sin embargo y a renglón seguido se confesaba abatida frente a la imposibilidad de lograr todo esto en nuestra Argentina en tanto no hubiese un “baño de espiritualidad” y general desprendimiento de lo material, en aras del bien común y el altruismo solidario.

Como tantas otras almas bellas, esta buena persona intoxicada desde infante con la doctrina estato-nacionalista de norma, mantiene cerrada su capacidad de percepción crítica; de percibir que el problema de fondo no es nuestra falta de espiritualidad ni de solidaridad sino el sistema bajo el que vivimos, que condiciona nuestros comportamientos.

Hablamos del corset estatalista; de su red de privilegios, reglamentaciones y succión de fondos bajo amenaza. De nuestro comisariato político-legal, ineludible a la hora de hacer funcionar al régimen, bien gravando a los “buenudos” multi-subsidiadores (emisión inflacionaria y demás tributos encubiertos incluidos), bien vampirizando con deuda los ingresos futuros de hijos y nietos.

Hoy existe el Estado, esa maquinaria omnipresente y de talante maternal aunque en extremo cara, coactiva y bien artillada; en verdad, una asociación de personas puntuales (de ningún modo “somos todos”) con entendibles intereses particulares.

Existe esa parcialidad que con sus interferencias constantes ha procurado en todo tiempo y lugar a lo largo de los últimos 250 años manejar con base en sus propios fines el altruismo social, mimetizándose a sí misma con el concepto “Nación” (el hoy tan normalizado Estado-Nación).

El libertarismo o libertarianismo (o liberalismo siglo XXI, como bien lo denomina en su último libro el economista Diego Giacomini), que tan en boca de todos está por el hecho de que 14 millones y medio de argentinos eligieran un presidente que se define como “libertario”, nos propone un Norte superador de esta encerrona.

Y lo hace planteando lograr ese -hoy utópico- ambiente social solidario vía un encadenamiento colaborativo de libertades con cerval respeto de proyectos de vida y bienes ajenos en lugar de proponerlo a través de la violencia, como ha sido habitual en nuestra especie; vale decir, a través de la exacción centralmente planificada bajo amenaza de fuerza bruta.

Nos propone pasar gradualmente del primitivo “somos más” de la actual democracia delegativa de masas, al evolucionado “somos únicos e irrepetibles” del libre albedrío responsable bajo implacable igualdad ante la ley, respetando hasta a la minoría más pequeña.

En otros términos, pasando del comisariato coercitivo del “Estado benefactor” socialista (malo conocido) a un totalmente voluntario capitalismo cooperativo de riesgo y oportunidad (bueno por conocer).

Aunque a la gente no le gusta el riesgo y suele resignarse al mal “menor” acepta, por sentido común, que el incentivo siempre funcionará mejor que la amenaza cuando de avanzar en bienestar y búsqueda de felicidad se trata. Y percibe que el mayor obstáculo para esta transición hacia el estímulo está en el entramado de intereses espurios creado en torno de ese comisariato, garante de los empleos, privilegios y ocasiones de transa de las personas dependientes del Estado, ente cuya ineficacia matriz deriva de su característica más perniciosa: la de ser un monopolio.

Siendo algo universalmente aceptado que los monopolios tienden casi sin excepción a subir el precio y a bajar la cantidad y/o calidad de aquello que producen, podemos entender el Norte de mediano, largo y muy largo plazo de los libertarios respecto de la apertura del monopolio estatal a la competencia de iniciativa privada. Competencia que, desarrollada a igualdad de reglas de juego, conduciría (por directa elección de cada ciudadano usuario en base a su propio cálculo costo-beneficio) a un modelo social de gestión enteramente privada.

Tomemos por caso a una de las vacas sagradas de nuestro costoso culto intervencionista, la seguridad interior, y esbocemos (por síntesis consensual de entre la extensa bibliografía que, a ese y a otros respectos, intelectuales filo libertarios vienen desarrollando y debatiendo desde hace años) cómo podría la iniciativa de empresarios del llano reemplazar los servicios que dicha deidad presta.

Si el objetivo fuese un sistema de protección más fiel a su mandante, más barato y sobre todo más eficiente que el provisto por el monopolio estatal, el servicio, por lógica, terminaría siendo prestado en competencia por agencias profesionales de inteligencia, seguridad y restitución dependientes de grandes compañías de seguros (en probable asociación con entidades financieras) de intereses, capacidades y coordinaciones nacionales e internacionales ampliadas. Sus “agentes en el terreno” serían en gran medida los mismos que hoy mal-cobran y responden a las órdenes del gobierno, aunque radicalmente reorganizados y reequipados.

Nadie más interesado que una aseguradora en prevenir los delitos que más tarde deberá resarcir si falla, en el supuesto de una sociedad libertaria de riqueza generalizada cuyos integrantes aseguren vidas, libertades y haciendas bajo primas razonables; sin duda menos costosas que los impuestos/inflación/deuda que hoy se extraen “ad libitum” del colectivo social con -supuesto- destino a esta tarea.

En este camino de décadas y generaciones, la palabra “competencia” inherente al libre mercado anarco (sin Estado) capitalista (o ancap), es la clave áurea. Y se inscribe con fuerza en su sistema de respetos mutuos y primacía de sinergias cooperativo-voluntarias.

Un sistema que se integraría, entre muchos otros modos e innovaciones imposibles de enumerar en esta breve nota, con cárceles-factorías restitutivas (a la víctima, no a esa entelequia llamada “la sociedad”) de gestión comercial privada. Y con un sistema judicial policéntrico basado en las reputaciones en honesta competencia, con mediación privada extendida orientada en primera instancia hacia los arreglos personalizados. Más alivianado y expeditivo, por cierto, tras la abolición de los famosos delitos sin víctimas: los “perpetrados” contra el Estado en sus 3 niveles y poderes; contra su interminable maraña de regulaciones, discriminaciones, asimetrías pseudo legales y violencias económicas; contra sus cotos y sus mafias.

Los viejos libertarios formados desde los años ’90, vertiente en la que nuestro presidente abreva, nos referimos a este modelo de organización social tan disruptivo de lo actual en sintonía con aquello que hoy lo torna más posible que nunca, a saber: la tecnología informática que cada año abre nuevas posibilidades al libre inter-relacionamiento de individuos, grupos y/o empresas y la inteligencia artificial que a diario expande y potencia sus operatividades.

Así, es posible visualizar lo que sigue suponiendo un contexto comunitario no-violento (ancap) donde un 95 % de las personas sea de clase media, con afinada, poderosa solidaridad privada inteligente gestionada por ONG´s o iglesias orientada a infraestructura integracional y becas para el resto.

Tanto la seguridad como la justicia y punición privadas (entre muchas otras desmonopolizaciones factibles) en competencia constituirían a poco andar y por mutua ventaja, sistemas coordinados, de procedimientos estandarizados al tiempo que personalizados, al servicio de un amplísimo universo de usuarios; aun viviendo estos en forma integrada; aun con distintas capacidades económicas y aun optando por diferentes prestadores.

Un Norte en el que la riqueza empodere sin un mar de estúpidas trabas filocorruptas (sindicales, políticas, envidiosas, etc.) a quien así lo desee y en el que quien pague… elija y decida su proyecto de vida por sí y por su familia. Un modelo diametralmente opuesto al del viejo régimen que todavía nos adoctrina, tima, oprime y veja.

 

 

 

 

Salir de la Niñez

Abril 2024

 

El peronismo pudo haber convertido a la Argentina en una superpotencia; tuvo todo para lograrlo. Sin embargo, desde un principio y fiel al ADN de su líder (un vivillo poco ilustrado de talante violento, misógino y sobrador) decidió no hacerlo.

Los bárbaros (a lenguaje argento de hoy, “los corruptos” y sus aliados “los cabeza de termo”), en verdad, siempre han buscado derribar las reglas para hacer prevalecer su prepotencia (su interés incivil) y este fue el caso del justicialismo, arremetiendo sin solución de continuidad contra la república. Contra la propiedad privada y contra el capitalismo (excepto el “de amigos”), en alas de un ánimo menos competitivo; más primitivo, ventajero… e igualitario bajo garrote para el resto.

El propio C. Menem, intentando en su momento un giro económico desesperado hacia el liberalismo sucumbió ante la marea de corrupción, privilegios (cajas) intocables y entramados mafiosos, propia del partido que lo había llevado al poder.

Tal es la emocionalidad básica que pervive en los once millones y medio de connacionales que votaron a S. Massa en el pasado mes de Diciembre. Los mismos que hoy se oponen en toda la línea al gobierno elegido y que bogan por su fracaso dado que no quieren que nuestra Argentina cambie. Que madure. Que se avive. Que deje de aferrarse a las faldas de mamá Estado y crezca.

Herederos del acervo emocional de las generaciones peronistas creadoras de las Villas Miseria y el Parasitismo Mágico, esos 11,5 millones son parte de los mismos que en Octubre del ‘19 votaron a conciencia para terminar de fundir al Estado y para dañar de forma irreversible la fe de nuestra sociedad en las instituciones de la democracia republicana; en definitiva, para destruir lo que quedaba de fe en la eficacia fáctica de la Constitución de 1853/60.

Se trata de un número demasiado alto de personas que, si no se “arrepienten y convierten” (algo bastante difícil), harán que la totalidad de los argentinos vivamos en un estado de insatisfacción permanente, siendo su correlato en el mejor de los casos la ingobernabilidad permanente.

Hoy, no hay acuerdo en cuanto a modelo de país. Y sin coincidencias de diagnóstico, no existen buenas soluciones generales para los problemas comunes. De donde se sigue que para acercarse en forma consistente al “bien común” va a haber que renunciar a la unanimidad, dividiendo aguas.

Aun así, lo inteligente para la hora no es el antagonismo sino la interdependencia virtuosa que fomentan las políticas de libre mercado. Que por otra parte son la única cura (en paralelo a una reeducación en valores) para la grieta ética que nos parte. Abismo que bien podría acentuar el fallido nacional llevándonos a las lógicas de la secesión o de la emigración como alternativas a la guerra civil.

Dividir las aguas que depuren y “eficienticen” al pobrismo por un lado y al capitalismo por otro, es hoy tan utópico como lo era en 2019 afirmar que en 4 años el electorado argentino (con 4 generaciones de estatismo endovenoso en sangre) iba a elegir por amplia mayoría a un furibundo anarcocapitalista. Uno a cuya derecha está la pared.

Así, las cosas ya no parecen tan imposibles como hace tan solo 12 meses. Prueba de ello es el giro/avance cultural de permitirnos el pensar/hablar temas antes tabú cuestionando, incluso, a “vacas sagradas” del culto intervencionista. Valga como ejemplo el caso de los vouchers educativos a la demanda, percibido como un primer paso en la marcha hacia la privatización de la mayor parte de nuestra lamentable (¡frenante!) educación pública.

Todo parece formar parte de ese salir de la niñez que nuestra Argentina empieza a experimentar, asombrada de su propia audacia; del madurar como comunidad, sobrepasando incluso a sociedades “avanzadas”. Del iniciar la superación de adoctrinamientos y mandatos sociales paterno-colectivistas hasta ayer incuestionables, ejerciendo el derecho al disenso y a la apertura mental. Y sobre todo al intenso, honesto placer intelectual del pensamiento crítico, marca de agua de la adultez cívica y del ancho mundo derecho-humanista de la responsabilidad individual.

Todo lo cual podría condensarse en una pastilla de sabiduría empírica. En el concepto madre de derecho de propiedad privada, base condicionante y savia nutricia esencial de los demás derechos humanos. Un derecho primo en clave áurea que, asumido y respetado en profundidad, desanclaría a nuestra sociedad de las envidias, odios, resentimientos y taras auto boicoteantes (socialistas) que la frenan, quitándole su miedo a volar.

No por nada nuestro presidente inscribió este ítem el primero, entre los 10 enunciados iniciales de nuestro nuevo Pacto de Mayo. Verdadero contrato social que pondrá en evidencia de qué lado de las aguas está cada uno de los referentes que hoy creen conducirnos.





Identificando el Problema

Marzo 2024

 

El gran desafío del presente gobierno “libertario” (por ahora sólo aspirante a minarquista) está en su habilidad para generar las sinergias de una épica de esperanza.

Así, para allanar ese camino de fe, orgullo argentino y nuevo entusiasmo creador, lo conducente es seguir con el proceso de quiebre de espinazo al pobrismo de izquierdas (en particular al peronista), el gran cáncer emocional que carcomió el ideal de la democracia republicana en nuestro país, arruinándolo para siempre.

Hay que decirlo una y otra vez: el justicialismo votado por once millones y medio de argentinos el pasado mes de Diciembre constituye una ideología violenta. Sus líderes siempre apuntaron con cinismo a lo más bajo del común denominador social, ampliándolo y estallando sus mentes para galvanizar una onda expansiva de mafias entramadas tan lucrativa (para la nomenklatura) como difícil de revertir.

Concedamos, por otra parte, que el constitucionalismo liberal fue un ideal bienintencionado aunque ingenuo con respecto a la verdadera naturaleza humana y por eso mismo, constructo de improbable concreción.

Así las cosas, la utopía más inspiradora que puede ofrecerse hoy es “prosperidad y cultura para todos” cambiando el modelo social “proletarios regimentados, empobrecidos y embrutecidos” por el modelo “propietarios liberados”.

Y a esa atractiva sociedad de riquezas extendidas, paz y cooperación se llega soportando las reformas legales que el gobierno intenta en estos días en su afán de estabilizar el desastre heredado e impulsar algunas inversiones. Y apoyando más adelante (elecciones parlamentarias del ’25) las nuevas leyes e instituciones sociales inclusivas que orientarán al pleno comunitario en un giro, ese sí, copernicano. Virando la nave nacional para que ingrese de lleno en la más poderosa de las corrientes del progreso: aquella cuyas instituciones inteligentes, en sintonía con la Ley Natural, mejor se adapten a los seres humanos reales (no a la estúpida entelequia del “Hombre Nuevo” socialista), permitiendo aprovechar todas sus potencialidadesAbriendo licitudes. Liberando al Hombre y a sus innatas “ganas de hacer”; de ganar dinero sin cortapisas, ayudar y progresar en toda actividad lícita imaginable.

Instituciones inversas, por cierto, a las del actual modelo extractivo en las que debemos adaptarnos por la fuerza a las visiones y reglas de gobiernos depredadores.

Arruinado el ideal del constitucionalismo liberal emerge, generacionalmente, su reemplazo. Recambio ideológico nacido de una batalla cultural que empieza a identificar correctamente el origen del problema, que no es otro que el del monopolio estatal.

Cada vez son más quienes lo perciben: bajo sus auspicios, los precios reales de la administración estatal, la justicia estatal, la educación estatal, la salud estatal y la protección estatal en relación a nuestros ingresos reales aumentaron, al tiempo que su calidad y cantidad bajaban.

¿Cómo pudo abusar de los argentinos este ente monopólico de la coerción territorial, esta gran asociación de personas puntuales con intereses particulares llamada Estado (que de ningún modo “somos todos”)? Por la vía clientelar del fiscalismo, la deuda, la emisión… y el déficit.

La ausencia de competencia conduce casi siempre al abuso y a la ineficiencia sin que esta sea la excepción. Las propias normas, frenos y contrapesos constitucionales, por más bienintencionadas que hayan sido, sucumbieron aquí, allá y en casi todas partes a la naturaleza humana que, fiel al interés personal de los individuos empleados por el Estado, no hizo otra cosa que cumplir su destino genético haciendo crecer sin pausa la estructura y competencias del Leviatán hasta ahogar y desincentivar (por vía impositiva y reglamentaria) al decreciente número de quienes, produciendo, lo sostienen.

La ronda de privatizaciones, desregulaciones y demás incentivos capitalistas que el actual gobierno propone al hartazgo argentino de cara al “Estado mínimo”, no es más que una antesala. Una posta alberdiana o concesión transitoria a la susodicha democracia republicana en una hoja de ruta de décadas, balizada de rebajas impositivas. De guiños al principio libertario de la no-agresión frente a la peor de las violencias cívicas innecesarias, cual es la tributaria. Violencia consecuente con un orden artificial (socialista) hijo de la envidia y el resentimiento; orden inhumano en el que vivimos sin darnos acabada cuenta y que supone que sólo los burócratas tienen sapiencia y corazón mientras todos los demás estamos imbuidos de maldad y desinterés por el prójimo. Un orden artificial redistributivo cuyo derecho liminar es a la igualdad en el parasitismo y la miseria, aniquilador por estrés de lo que resta de fe en el sistema.

En esa línea, comienza a estar a la vista del común la contradicción de que el Estado “proteja” (con su monopolio de seguridad y justicia) la propiedad que al mismo tiempo expropia (con impuestos ruinosos), cosa que no puede sino conducir a cada vez menos protección y a más impuestos, dada la definición universalmente aceptada de que un monopolio siempre tenderá a subir los precios y/o a bajar la calidad y cantidad de lo que sea que produzca; en este caso, justicia y seguridad.  El concepto-antídoto es, claro está, “libre competencia”.

En la actualidad cunde la idea de que los legisladores son básicamente vivillos de alto sueldo, que el diálogo es allí una negociación entre tahúres y que su consenso es casi siempre cuestión de precio. De que la mayoría de los jueces no son independientes ni creíbles y de que la cacareada igualdad ante la ley es sólo una falsedad más.

Por su parte, las tan ponderadas mesas de diálogo políticas corporativas o sectoriales no serían más que guitarreo para la tribuna, orientado en realidad a articular acuerdos espurios destinados a perpetuar los privilegios de los dirigentes y sus amigos. La legión de gobernadores, intendentes y protegidos tan visiblemente corruptos de estos últimos años, sumado a la debacle nacional en economía, salud, educación, justicia y seguridad abonan (y certifican) la concepción de que vivimos en un país surcado de mafias; fallido… y con instituciones fallidas. En esta visión, el pueblo es sólo un conjunto de idiotas útiles a ser usado en las elecciones y los electores, borregos irredentamente crédulos.

En los años ’30, los conservadores abrieron la puerta al peronismo al establecer banca central, controles cambiarios, impuestos progresivos y juntas reguladoras.

Es hora de volver a cerrar ese cancel, reiniciando y repotenciando entre todos el apogeo perdido.





Pensar en Grande

 

Marzo 2024

 

Hace pocos días visitó las Malvinas el ex primer ministro y actual canciller británico, David Cameron.

El evento suscitó el repudio del más rancio nacionalismo criollo y un relativo silencio por parte de nuestro gobierno.

Sucede que a diferencia del pobrismo autarquista que con brevísimas excepciones dominó nuestras administraciones durante casi 8 décadas, el libertarismo capitalista que hoy encabeza el presidente J. Milei sabe que el camino inteligente para recuperar esa soberanía y plantar cuanto antes nuestra bandera en Puerto Argentino es el de convertir a nuestra nación en una potencia económica superior a Gran Bretaña. Una con mayor apertura e intensidad comercial global y mejores perspectivas a la baja de regulaciones e impuestos. Una con consistentes aumentos de seguridad jurídica, derechos económicos y cívicos, con consecuente alza de prestigio internacional, inversiones e inmigración calificada. En definitiva, un país de grandes libertades personales para la acción privada, compatibles con calidad de vida, nivel cultural y empoderamiento social superiores.

En tal eventualidad, serían los propios kelpers y/o sus hijos quienes terminarían pidiendo la anexión a la superpotencia en ciernes, basados en las muchas ventajas prácticas que su cercanía les depararía.

Quedaría así solucionado de la mejor manera, además, el hoy espinoso tema de la autodeterminación.

Dadas nuestras enormes potencialidades naturales y de creatividad sumadas ahora a la audacia política de intentar hacerlas efectivas, nada sería más lógico que nuestra Argentina fuese más rica, justa, feliz y prometedora; más “vivible” que Gran Bretaña en casi todo sentido.

Entendidas así las cosas, caería el velo que nos impide ver que el peronismo y sus cómplices políticos, gremiales y empresarios han sido los cipayos que impidieron sistemáticamente nuestra victoria frente a los ingleses en este y tantos otros campos, operando como quinta columna británica contra los intereses locales.

Que fueron, por décadas y décadas, taimados traidores a la patria imponiéndonos el freno autarco-proteccionista del capitalismo de amigos que nos fundió. Y que impidió adrede (como daño colateral por ellos desestimado) que las Malvinas volviesen a la Argentina.

Lo mismo sucede en el campo deportivo con especial énfasis en el fútbol, devenido aquí en bandera principal del sentimiento patriótico.

Desde hace mucho tiempo, nuestros mejores jugadores “fugan” tan pronto pueden hacia clubes del exterior que cuentan con poder económico como para ofrecerles contratos ventajosos; millonarios en dólares o euros.

Esto sucedió, incluso, con personajes como D. Maradona, de confesa simpatía por dictaduras comunistas.

Los quintacolumnistas argentos, férreamente alineados contra la posibilidad de que nuestra Argentina volviese al Primer Mundo, lograron hacer fortuna traicionando a las mayorías al tiempo de hundir en el subdesarrollo a nuestros clubes; imposibilitándoles competir por los mejores. Hicieron de ellos canteras empobrecidas y endeudadas (cuando no meras ventanillas de corrupción y patoterismo mafioso) en lugar de potencias, privando al pueblo de ver a sus cracks jugando en los campeonatos locales junto a otros grandes futbolistas del planeta, comprados y bien pagados por las nuestras. Así podría y así debería ser, desde luego, pues a diferencia de otras sociedades, tenemos con qué. Clubes poderosos; privados o cooperativos, de sociedades anónimas o de grupos de amigos pero libres para crecer, generar negocios honestos, servicios, espectáculos familiares, orgullos, tradiciones… en definitiva, riqueza comunitaria en serio.

Donde la clave de todo lo anterior es la palabra “libres”. Es decir, exentos de coacciones interesadas. Tal y como propone nuestro nuevo gobierno nominalmente libertario en contraposición al pobrismo sometedor que hasta aquí nos dominó, cuya palabra clave es, qué duda cabe, “esclavos”. Vale decir, sujetos a coacciones interesadas vía tributos ruinosos, redistribuciones con “comisión a la patria” incluida, comisariato político-educativo e ingente reglamentarismo de corte socialista.

Más allá del notable viraje cultural anti-estatista verificado entre las nuevas generaciones de votantes, no sabemos si estos “tres pasos hacia adelante” que dio nuestra sociedad en las presidenciales del ’23 pueden trocar en “un paso y medio hacia atrás” en la actual convicción nacional promedio y/o en las legislativas del año próximo.

Lo que sí sabemos, tanto para Malvinas y para el fútbol nacional como para otra miríada de temas, es que jamás variarán los resultados directamente proporcionales de los tándems “socialismo, esclavitud, pobreza” y “capitalismo, libertad, riqueza”.