Más allá del panorama nacional, con oficialismo y oposición mayoritaria batallando por detalles de forma pero coincidiendo de fondo en planteos estatistas (frenadores de la libre empresa, fiscalistas, intervencionistas), podemos levantar la mirada hacia el horizonte y observar qué sucede en otras partes. Qué experiencias viven ciertos grupos humanos inteligentes, adelantándose al futuro y disfrutándolo ya.
Podríamos capitalizar el ejemplo de Ciudades-Estado o mini países de existencia real y que funcionan aceptablemente bien.
Luxemburgo, Singapur, Mónaco, Andorra, San Marino, Liechtenstein o las originales ciudades capitalistas de China como Hong Kong o Macao entre otros enclaves independientes donde se aplican ideas económicas de gran libertad, son sitios que figuran al tope de los rankings de ingreso per cápita y nivel de vida general, a pesar de tener algunas de las más altas densidades demográficas del planeta y carecer, casi, de recursos naturales.
El glamoroso Mónaco, por ejemplo, es el 2° país más pequeño del mundo… y el que soporta el récord de habitantes por kilómetro cuadrado. Luxemburgo, con sólo 2.586 Km2 y con una población de 480.000, es el país con la mayor renta per cápita del mundo con unos 84.000 dólares promedio por habitante y por año.
Topes tributarios del 18 % como el de Liechtenstein (con similar nivel de ingresos por persona) son, por cierto, factores clave en orden al logro del elevado bienestar del que disfruta su gente.
Recordemos que nuestra inmensa, rica y potencialmente muy poderosa Argentina, a gatas nos asegura hoy un ingreso medio de algo más de 14.500 dólares, con el 50 % de la ciudadanía en la pobreza o al borde de ella… y una agresión impositiva que, sobrepasando el 34 %, se ubica entre las peores del orbe.
Los más perspicaces futurólogos y analistas coinciden: la tendencia mundial hacia el aumento de población, poder e influencia económica de mega-urbes, como las que hoy pueden verse en países como Brasil, India, Estados Unidos, Japón o México está conduciendo a igualmente crecientes pretensiones de autogestión política, a todo nivel.
Sus “ricas” poblaciones presionarán de manera gradual en el mismo sentido a quienes las dirigen, por no subsidiar obligadamente con sus impuestos a regiones distantes, menos pobladas y/o más pobres con las que no se identifican.
Y a mediano o largo plazo (dentro de este mismo siglo), la autonomía económica con percepción de mejora conducirá a muchas de ellas a la lisa y llana independencia.
Tras el ejemplo de casos reales y exitosos como los mencionados más arriba y avanzando por voluntad localista hacia gestiones graduales de secesión, nacerán nuevas Ciudades-Estado.
Forzando un poco la imaginación, podríamos visualizar también a Buenos Aires como candidata a eyectarse al real power de la libertad y a M. Macri (o quien sea) rompiendo las cadenas del obsoleto populismo, que hoy la ahorca desde adentro (el gobierno central) y desde afuera (la provincia).
El mundo rebosa de capitales en busca de refugio donde invertirse con seguridad jurídica, poca imposición y libertad económica. ¿Qué impediría a una Buenos Aires independiente brindárselo? ¿Qué le impediría ser un poderoso centro financiero internacional, orgulloso paraíso fiscal y sede de cientos (o miles) de mega y micro empresas? ¿Por qué no tener bajo su protección, por caso, a competitivas multinacionales farmacéuticas, educativas, de vanguardia cultural, de ultramoderna seguridad y defensa privadas, de investigación biotecnológica, de robótica, de multimedios globales o de nuevos servicios computarizados?
A más libertades, más dinero fluyendo y más emprendedores aterrizando para crear en poco tiempo un impresionante círculo de enriquecimiento virtuoso. Un paradigma que los liberal-libertarios pretendemos extrapolar exponencialmente hacia adelante, sin temor al crecimiento ni a la innovación.
Nos atreveríamos incluso a pronosticar que, con un entorno así, la migración interna desde la “zona socialista” del subsidio, la complicación comercial y el impuestazo resultaría demoledora, como ejemplo vivo del “voto con los pies”.
El gobernador D. Scioli (o el censor G. Mariotto, o quien sea)… ¡terminaría levantando un nuevo muro de Berlín con guardias armados sobre el perímetro de la ciudad!
Desde luego, el triunfo de la persuasión sobre la fuerza será siempre el signo de una sociedad civilizada y nadie debería a esta altura dudar de que lo que no logra el garrote totalitario, lo consigue el incentivo voluntario.
Una sola zona franca liberada donde ondee la bandera libertaria de la no violencia y el “permiso” para progresar (y ayudar) sin estúpidas sobrecargas, donde imperen las normas del contraterrorismo de Estado fiscal, obraría de ejemplo a imitar en otras jurisdicciones opresoras. Entendiendo que la verdadera patria y la verdadera democracia son aquellas que sirven a la prosperidad y a la libertad de elección de su gente. Y que lo demás es solo cháchara interesada. Porque hay quienes sienten al patriotismo con profundidad suficiente como para encarar la tarea de hacer que la Argentina, aún por partes, sea más poderosa que Gran Bretaña, Japón o Canadá y, porqué no, que la renta per cápita de nuestro pueblo sea mayor que la de Luxemburgo.
Las mentes agarrotadas de la mayoría de nuestros compatriotas mayores no dejan mucho lugar, hoy día, al optimismo pero cabe la esperanza de que jóvenes inteligentes y de visión vanguardista introduzcan entre sus pares los vibrantes ideales de la libertad.
Los estudiantes rebeldes que toman colegios, los universitarios que promueven asambleas anti autoridad, los jóvenes piqueteros desempleados que cortan avenidas y puentes pidiendo ser oídos, los rockeros de letras contestatarias o los adolescentes “zombies” sin curiosidad por el porvenir presentan, todos ellos, oídos ávidos a un mensaje como el planteado, verdaderamente revolucionario. ¡Subversivo! Necesitado de idealismo y de corazones valientes pero esta vez, para hacer el bien con no-violencia y bienestar.
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