Acerca del Derecho Natural

Septiembre 2023

 

Por razones bien conocidas se ha hecho imprescindible en la Argentina actual el que cada espacio político fundamente la ética sobre la que basa sus propuestas.

En tal sentido, los libertarios vienen haciendo un gran trabajo de docencia en su batalla cultural al poner a consideración de los jóvenes con inquietudes intelectuales, ideas que estimulen su pensamiento crítico. Títulos, autores, argumentaciones éticas y prácticas. Incluso bellas utopías posibles que abren los ojos al norte de un futuro mejor; lejano o no tanto, pero más justo y no-violento que lo actual.

De entre este tesoro de experiencias, conocimientos, estudios e ideas humanistas destaca la relevancia dada al Derecho Natural por sobre el Derecho Positivo.

Se entiende por Natural al que define que todos los seres humanos tenemos derecho, por el sólo hecho de aparecer en este mundo, a la vida, a la libertad y al intento de lograr nuestra particular felicidad con todo lo que de estos tres ítems se deriva. Advierte asimismo que su ejercicio por parte de cada uno no debe herir los derechos naturales de otras personas; vale decir, no puede invadir lo que les es propio (su propiedad, como la palabra lo indica, que incluye su cuerpo y lo que la labor de este produzca) ni bloquear la libertad de perseguir su propia felicidad.

Mujeres y hombres nacemos desnudos y absolutamente igualados en estos derechos naturales que en verdad son la justicia. Lo son porque nos indican cómo comportarnos con el prójimo para vivir en armonía, absteniéndonos de hacerle lo que ellos prohíben: engañar, forzar, robar, lastimar, esclavizar, matar o cualquier otro crimen sobre su persona o bienes honestamente adquiridos. Y si así lo hiciéramos, nos obliga a devolver y reparar por el daño causado.

El derecho natural no es algo construido por el ser humano sino que nace con él. Y si bien puede ser infringido o ignorado por las normas que se legislen, esto no implica su modificación ni abolición. Sencillamente porque se trata de algo innato; del sentido común codificado; de la ley suprema, inmutable a través de las eras y aplicable a todos por igual sin discriminación de lugar, pertenencia, ocupación, edad, ideología, sexo, raza, religión, nivel cultural ni coeficiente intelectual.

El derecho positivo, en cambio, es el derecho construido por los seres humanos. Lo constituye el cúmulo de normas que se legislan (o se modifican o derogan) con fuerza de ley. No es aplicable a todos en todo tiempo y lugar, sino por cada sociedad a través de determinados legisladores y jueces, para determinados sujetos bajo determinadas circunstancias y en determinados momentos históricos.

Tampoco obliga al agresor a compensar o reparar personal y efectivamente a la víctima conforme el daño causado sino que considera al crimen como una “ofensa a la sociedad” castigable eventualmente con prisión… costeada no por el “ofensor” sino por todos, incluida la víctima (con más los gastos incurridos durante su aprehensión y juzgamiento).

Vale decir, conforme la visión de los autores filo libertarios, ningún Estado debería pretender crear el derecho (ni el orden consecuente) sino limitarse a descubrirlo legislando lo reglamentario, en todo caso, sobre la base del derecho natural, superior y anterior patrimonio inalienable de todos los seres humanos.

Legislar, juzgar y ordenar sin violar ni degradar ninguna de las tres “cláusulas” de este derecho universal es el verdadero (y nunca bien alcanzado) arte del buen gobierno constitucional.

Arte que troca en destrucción de derecho y orden en la exacta proporción en que se aleja de esta Ley de Oro, beneficiando a una parcialidad a costa de los derechos de otra. Aparecen entonces, al instante, las semillas que al cabo harán prevalecer la falacia por sobre la verdad y lo deshonesto por sobre lo honesto; en definitiva, lo injusto por sobre lo justo llevando a la sociedad hacia el desorden. Hacia la inequidad y la pobreza, con miserias morales como las de nuestro actual gobierno y las de sus votantes.

En ese desastre estamos. El crimen cometido por la tribu peronista contra la República Argentina hace 78 años, aún vigente en sus alaridos, robos y chuzazos,… no pagó.

En breve elegiremos una camada de nuevos legisladores. No es necesario portar título de abogado/a para ser un/a buen/a diputado/a o senador/a de la democracia. Ni siquiera es preciso un alto nivel de instrucción formal. Tan sólo el sentido común suficiente como para discernir en cada caso qué tan conforme a la ley natural está el proyecto de ley o de derogación sometido a su criterio (voto positivo) o qué tan violatorio es de sus 3 simples mandatos y de lo que de ellos se deriva (voto negativo).

Contribuirán así en todos los casos, sin temor a equivocarse, a la mejor virtud del derecho positivo que encarnan y en algún grado, a la prosperidad de nuestra abusada sociedad.

 

 

El Intelecto y La Ética

Septiembre 2023

 

Más allá de que Javier Milei ostente serias fallas de carácter, tino y ponderación y aunque no llegase (en parte por esas deficiencias) a presidirnos, nunca terminaremos de agradecer su aporte a la difusión masiva de nuevas ideas y valiosos conceptos pro mercado (o sea pro todos, no pro algunos), a salvo de cualquier consideración personal.

Y más allá también de que los libertarios aporten a corto y mediano plazo al funcionamiento normal del actual sistema (representativo, republicano y federal con voto directo universal) el diferencial es que ellos hunden el bisturí a mayor profundidad que el resto.

A largo plazo, asumen que estamos embarcados en un modelo inviable. Que estamos remando, finalmente, sobre un fallido totalitario cuya evidencia más burda es la grieta moral que hace estallar cíclicamente al país. Pero que aún mal enterrando esta prueba (tras el supuesto de años de batalla cultural y productiva en pos de acabar con el multitudinario parasitismo esclavo-clientelar de empleo público + planes y su dependencia mafiosa de una legión de corruptos), tampoco se encauzará el sistema ya que son sus cimientos conceptuales los que fallan; los mismos que propiciaron a lo largo de muchas décadas el armado de nuestra particular inviabilidad

Se trata de una certeza por decantación a la que las personas instruidas no pueden escapar, a riesgo de asumirse intelectualmente deshonestas. Una que cuestiona creencias sostenidas durante toda una vida, como las que aquí se entienden por “mejor sistema” o “justicia social”.

Porque lo que en definitiva hace ese ingenio coactivo llamado Estado (todo, aunque en especial lo que refiere al “de bienestar”, “proveedor” o “presente”), es subsidiar la irresponsabilidad general haciendo crecer año tras año la proporción de ciudadanos de intelecto y ética inferior.

Si algún supuesto sostiene al sistema vigente es el de que un número mayoritario de personas ostente el suficiente nivel de inteligencia y ética como para reconocer que la vida en sociedad es, ni más ni menos, cooperación humana inteligente (valores racionales) y ética (valores cívicos).

Eso no se ha verificado y por ello padecemos a un gran Frankenstein; un leviatán invasivo y ultra costoso que no protege la propiedad ni promueve la libre asociatividad en pos de la producción de riqueza sino que nos empobrece a todos. Esto es, para el lucro de 3 oligarquías enriquecidas (sindical, política y empresauria) que nos agrietan para reinar mientras tejen las redes de un ejército de esclavos cuyo nivel cultural y moral descienda con cada generación.

¿A qué la dureza de las palabras “fallido totalitario”? Fallido porque la experiencia empírica, tras un par de siglos lidiando con el sistema “Estado-nación”, nos muestra que casi no hubo constitución republicana por bella e ingeniosa que fuese, que lograra encadenar al gobierno con controles, divisiones y contrapesos impidiendo al funcionariado (ejecutivo, legislativo, judicial o “autárquico”, da igual por depender sus remuneraciones del mismo ente corporativo) crecer, en uso y abuso del “soberano” pagador de a pie.

Como era de prever, la parte vil de la naturaleza humana predominó: fue ingenuo pretender de alguien austera, patriótica vocación de servicio público y autocontrol, comandando una poderosa máquina coercitiva minada de potenciales cómplices en la dispensa de discrecionalidades pseudo legales… con dinero ajeno. Empoderar hombres o mujeres normales (no ángeles sabios) al mando de un ingenio así esperando lo anterior fue y será irracional. En el 85 % de los casos el poder y las tentaciones solo acentuarán sus bajezas; sus contribuciones al fallido.

Y totalitario porque para hacer funcionar un Estado-nación con todos sus monopolios, privilegios y redundancias es necesario implementar un sistema de extracción forzada (jamás voluntaria), decretando la abolición del libre albedrío. Tanto en lo que toca al fruto del trabajo personal como a la decisión individual de no pertenecer (en su tierra, sin tener que emigrar) a un mal sistema decidido por otros (la minoría más pequeña es la de un solo individuo, con igual derecho que una mayoría de millones), ni apoyar por acto, aporte u omisión acciones derivadas de esa pertenencia que repugnen a sus valores morales y/o éticos. Y eso, por más que choque a los demócratas mejor intencionados, es totalitarismo.

La triste verdad es que el Estado no crea el derecho (en todo caso debería limitarse a descubrirlo) ni el orden virtuoso sino que los destruye. Subsidiar pobres con impuestos detraídos de la tasa de capitalización trae más pobreza, así como subsidiar madres solteras vulnerables aumenta su número. Razonamientos que pueden ampliarse a toda la seguridad social estatal, que constituye en sí misma y en última instancia un ataque a la institución de la familia y a la responsabilidad personal; ataque que no ocurriría en un contexto de libertades; de propiedad y libre albedrío respetados, con su consecuente riqueza generalizada.