Enero 2024
Dada
la batalla cultural en proceso, seguirá siendo necesario durante mucho tiempo
desmitificar una y otra vez al peronismo, exponiendo las mentiras que cimentan
su aún importante “prestigio” transversal.
Breve
prueba de ello es la falsedad de “hitos” sociales atribuidos a ese vivillo poco
ilustrado, violento, misógino, pedófilo
y sobrador que fue Juan Domingo Perón; algunos mencionados recientemente al
aire por el periodista y abogado Eduardo Feinmann.
Entre
otras mendacidades que la historia rebate,
el descanso dominical no se debió a J. Perón sino al presidente
conservador Julio Roca, en 1905; las vacaciones pagas no las estableció Perón
sino Uriburu, en 1933; la jornada de 8 horas tampoco se debió a Perón sino al
radical Yrigoyen en 1928; la primera ley de jubilaciones no es obra de Perón
sino de Alvear, en 1924; la ley de
protección al trabajo infantil y femenino no se debe a Perón sino al presidente
Figueroa Alcorta, en el año 1905 mientras que la de accidentes del trabajo es
de otro conservador liberal, Sáenz Peña, en 1915. La reglamentación del trabajo
a domicilio no es mérito, de Perón sino del presidente Victorino de la Plaza,
en 1914; tampoco se deben a Juan Perón las leyes de despido sin causa ni de
protección a la maternidad sino al presidente Uriburu, corriendo el año de
1933.
Dejando mitos de lado y vistas las cosas en perspectiva, el fraude quirúrgico de la llamada “década infame” fue superado por el fraude generalizado del brutal clientelismo peronista, que terminó por arruinar a la democracia y a la mismísima república en tanto “sistema deseable”, tal como lo indican al día de hoy calificadas encuestas de opinión.
Todo
ese pasado que aún atora con falacias el razonamiento y las emociones de tantos
argentinos (nada menos que 11.500.000 según las últimas presidenciales)
frena el despegue de nuestra Argentina. De persistir, nos llevará hacia una
profundización del resentimiento y el parasitismo mágico que nos dividen,
pudiendo terminar en lo que ya hemos advertido desde estas columnas: la
asunción final del fallido nacional a través de la secesión, como alternativa a
la guerra civil. O bien a la rendición, resignación y entrega que implica el
éxodo en sus distintas variantes.
Una forma de acelerar la sanación anti envidia, anti odio y anti grieta provista por la batalla ética en proceso, es aquella siembra deliberada de esperanza que supone la difusión de un norte deseable, más allá de los tiempos y gradualidades que su consecución demande.
En
tal sentido, valga de inspiración el punto de vista libertario que coincide en
ver un eventual futuro al estilo Mad Max, Matrix u otras distopías similares
propuestas por Hollywood, como el resultado natural del dominio mundial de
los Estados territoriales; de la monstruosa, inhumana escala de sus
operaciones, guerras e iniquidades donde libertades, propiedades, familias y
personas son literalmente aplastadas.
Distopía que las civilizaciones extraterrestres (ET) que nos estudian desde una posición de miles o millones de años de avance, han obviamente superado. Ya que para no habernos destruido o sometido (acciones que no deben representarles problema técnico alguno) deben de tener en claro la maravillosa rareza de la vida inteligente en comunidad y de su concomitante respeto, amor y ética, en la inmensidad del universo. Así como la importancia de la preservación y potenciación de las creatividades, libertades, respetos y goces personales de los individuos que son su célula.
Todo
lo cual hace suponer que el futuro de la humanidad no solo es auspiciosamente
rico, brillante y no-violento sino plenamente libertario, en tanto que hablamos
de aquella filosofía ética de círculo virtuoso auto-acelerante que pretende dar
a cada diverso y único ser humano, las posibilidades para que desarrolle su
máximo potencial en sociedad, sea cual fuere, con la menor cantidad posible de forzamientos, interferencias y
condicionamientos externos.
Un
verdadero contractualismo de mercado gerenciado en cada necesidad, en cada
campo, por profesionales bien remunerados (o exonerados) y coordinados, al
verdadero servicio de “su majestad el honorable ciudadano-cliente”.
Retrocediendo de la utopía hasta la Argentina 2024, a años luz de aquel norte aunque sin perderlo de vista, el actual objetivo tácito de “dejar las cosas en manos del mercado” significará para el gobierno nominalmente libertario que comienza, procurar no interferir en lo que la gente hace con sus propios recursos.
¿Cuatro ejemplos entre mil, buscados a corto y mediano plazo por el libertarismo en medio del caos que nos lega el corporativismo peronista? Libertad de afiliación sindical, libertad de elección de obra social, libertad de disposición previsional y libertad de negociación laboral/salarial.
Pavor a la pérdida de privilegios y negociados es el que provoca entre los cómplices locales de la Carta del Lavoro fascista de 1927, la bella palabra “libertad”.
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