Octubre 2006
El reciente accidente del ómnibus con jóvenes estudiantes chocado frontalmente por un camión en una ruta santafesina, no es sino uno más de los incontables costos que los argentinos venimos pagando por el hecho de vivir en un país con demasiados rasgos del Tercer Mundo. Del mundo envidioso de los “no alineados”.
Este nuevo y luctuoso desastre podría haberse evitado si la ruta por la que transitaban hubiese sido una autovía de dos manos de ida y dos de vuelta. Esa y no otra es la respuesta civilizada que debemos esperar ya que todo el mundo sabe que en esa clase de rutas se producen mucho menos accidentes.
A semejanza de los países avanzados, Argentina debería contar a esta altura del siglo XXI con una vasta red de autopistas de cuatro carriles, decuplicando las que hoy tenemos.
Los chicos murieron porque nuestro país no está donde debería estar. Porque nuestros gobiernos no hicieron lo que debían hacer con honestidad e inteligencia. Porque el voto argentino eligió a demagogos en lugar de a estadistas, que obviamente nos condujeron a pantanos económicos e institucionales sin salida, causando a su vez intervenciones de militares ineptos que no atinaron a otra cosa que continuar en lo esencial con el inviable sistema que heredaban. Una y otra vez. Y otra vez más otros políticos cínicos y desactualizados con la misma polvorienta cantinela dirigista, causando miserias y atrasos sin cuento.
Esta historia que cada argentino conoce en su fuero íntimo, lo reconozca o no, es la historia de nuestro camino hacia el infierno.
Un infierno agravado por la tortura de ver lo que otras sociedades que estaban detrás nuestro han logrado y logran, usando el sentido común que desde hace décadas venimos desechando.
Porque, no nos equivoquemos : este “nuevo” gobierno peronista que recicla recetas ya probadas allá por el 45 no tiene nada de nuevo.
En los 3 años que lleva el actual mandato, no pudimos superar siquiera los índices básicos del odiado período de la convertibilidad cuando nos dirigía la dupla Menem-Cavallo.
Tanto los datos de crecimiento del PBI como los datos del índice de reducción de la pobreza fueron superiores durante los 3 primeros años de aquel (también) “nuevo” peronismo. Desde luego, todo terminó donde tenía que terminar.
Y eso a pesar de que la actual administración partió de un estado de depresión económica y postración social fenomenal, causada a su vez por los “nuevos” radicales y sus aliados socialistas.
Según parecen anticipar las encuestas, volveremos a insistir con más de lo mismo en las próximas elecciones.
Mientras tanto, la Argentina sigue cayendo (también durante los 3 últimos años) en el ranking mundial de competitividad. Eso significa que seguimos perdiendo el tren de la Historia. Significa que año a año más países nos dejan en la polvareda del atraso mientras sus sociedades gozan de mayores inversiones en beneficio de la gente. Más autopistas, pero también más y mejor justicia que proteja los derechos de propiedad de los inversores, más y mejor educación modelo siglo XXI para todos, más y mejor seguridad a toda hora y en todos lados y tantas otras cosas que conforman la calidad de vida de los pueblos que progresan.
Los costos del atraso son fabulosamente altos. El lujo de elegir gobernantes ignorantes y obcecados que no se interesan por asimilar las más modernas corrientes del pensamiento económico y social, es fabulosamente caro. La pretensión de superar nuestras gravísimas limitaciones aplicando las mismas recetas que nos desbarrancaron a esta democracia no republicana, no representativa ni federal con su correlato de pérdida de posiciones en el concierto mundial es fabulosamente necia.
Son costos que implican la muerte o la desesperanza y el resentimiento de millones de compatriotas que siguen trabajando y produciendo , tratando de avanzar con el barro impositivo a la cintura. A ellos nos debemos. Ilustremos pues al soberano. No hay salidas de emergencia en este juego.
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