Noviembre
2012
Hemos
leído, visto y oído en estas semanas de qué manera el Sr. H. Chávez retuvo el
poder absoluto en Venezuela.
Observadores
argentinos in situ, dieron cuenta del funcionamiento práctico del socialismo
del siglo XXI a saber: un amenazante despliegue electoral con movilización extorsiva
a costa del erario más bombardeo oficial con propaganda de saturación en todas
sus variantes de odio intenso, intolerancia e incontinencia verbal.
Largas
cadenas obligatorias, prensa casi totalmente adicta post incautación, castigo
financiero o cierre más férrea censura previa de los escasos medios críticos
que quedan.
Amedrentamiento
a través del voto electrónico dentro de un régimen policial totalitario de
justicia sometida, cuyos antecedentes con la Lista Tascón (*) todos conocen.
Control
político militarizado manzana por manzana en los barrios pobres (la mayoría,
después de 14 años de mando), con toque de diana, chequeo de presentismo -el
voto no es obligatorio- y posterior control pormenorizado de resultados.
Y
muchos otros fraudes, atropellos económicos y civiles anteriores, conexos y
adicionales, largos de enumerar pero conocidos y claros coadyuvantes a la actual
decadencia venezolana.
También
hemos visto a nuestra presidente, al grupo La Cámpora, a las Madres y Abuelas
de Plaza de Mayo y al Sr. H. Binner entre otros (con seguridad también los
Sres. D. Maradona y F. Páez o las Sras. T. Parodi y A. Del Boca), sonreír y congratularse
públicamente por la victoria chavista. ¡El socialismo local está de parabienes!
Por
cierto y a propósito de todo lo anterior, sería de gran interés para los más de
30 millones de argentinos que estarían en condiciones de votar el año próximo, contar
con estudios serios de economistas calificados que mensuren en 3 o 4 cifras
clave, el costo de las políticas socializantes aplicadas en nuestro país
desde, por caso, 1945 (momento histórico bisagra, de todos conocido).
Saber
cuánto hemos pagado colectivamente, como sociedad, por las soberanas decisiones
de nuestras mayorías.
No
es tan complicado: estudios de esta clase fueron hechos en India hace poco.
Informes cuyas conclusiones deberían resultarnos de interés ya que no sólo
hablamos de la mayor democracia del mundo y una de las pocas superpotencias
emergentes de este siglo (un listado en el que deberíamos estar), sino de un
país de superficie casi igual a la de Argentina.
En
el caso hindú, un modelo socialista (estatista, corporativo, redistributivo, fiscalista,
proteccionista, forzador o como se lo quiera describir) gobernó al país entre
los años 1947 y 1981.
Luego,
al principio con timidez y a partir de los ’90 con mayor decisión, pasaron a un
modelo más capitalista (más libertad de empresa, inversiones, creatividad, competitividad,
exportaciones y creación de empleo privado con menos impuestos, dirigismo,
“capitalismo” de amigos, corrupción, empleo público y subsidios).
Los
estudios concluyen que el no haber encarado
las reformas en su tiempo, provocó la muerte de 14 millones y medio de niños,
mantuvo a 261 millones de individuos en el analfabetismo y a un total a 370
millones de personas, inútilmente, sufriendo y desperdiciando sus vidas por
debajo de la línea de la pobreza.
Un
informe semejante para el caso argentino sería verdaderamente aleccionador. Y
bien utilizado, un definitorio misil contra la superstición socialista en su
conjunto. Sin olvidar que el Sr. H. Binner y sus asociados pinosolanistas y
radicales ayudaron codo a codo con D. Scioli a los Kirchner en casos como el del Consejo de la
Magistratura, la confiscación de YPF y Aerolíneas, el robo a las AFJP, el
saqueo al Banco Central, la mordaza de la Ley de Medios, la bestial presión
impositiva sobre el agro y muchas otras sinvergüenzadas afines a su mortífera
ideología. Porque como puede verse en el
caso de India, el socialismo literalmente frena… y mata.
No
eludamos las responsabilidades, señoras y señores de izquierdas; convengamos en
denominar al pan, pan y al vino, vino porque la verdad no ofende a los
intelectualmente honestos. ¿Lo serán?
Desde
luego, “redistribuir la riqueza” o el ingreso son formas semánticas
alternativas que los votantes socialistas de todos los partidos usan para
eludir el término “confiscación”. Para esconder el costo social (el real, sobre cada niño wichi desnutrido) de su
fría, responsable, adulta decisión soberana de confiscar bienes ajenos toda vez
que ingresan al cuarto oscuro. Procurando “oscurecer” el hecho de que todo su
humanismo se basa en sustracción no
consentida validada por pura coacción, con el puño izquierdo (del monopolio
armado estatal) en alto; crispado; amenazante.
¡E
intentando después esquivar las consecuencias de su acción!
Como
indica el sentido común tanto en la India como aquí, es la producción y no la redistribución (ni tan siquiera el consumo) la
que genera ingresos (riqueza) y por tanto, vida
(poder de compra para los más), siendo que el ingreso no se redistribuye: se gana produciendo.
Son
hechos palmarios. Conceptos básicos de costo-beneficio que ni el Sr. Binner ni
ningún argentino opositor con simpatías de izquierda (en la práctica, sólo
“kirchneristas mejor educados”) han comprendido a fondo… ni desean comprender.
Porque
implicaría admitir que siempre estuvieron equivocados y que siguen siendo actores
de primer orden en el drama (realmente mortal,
eso sí) de nuestra decadencia.
(*) Listado de los 2.400.000 venezolanos incautos que, tras apoyar con firmas un referéndum revocatorio contra Chávez, pasaron a ser parias civiles a todo efecto institucional y blanco individualizado de la venganza del Estado, hasta el día de hoy.
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