Octubre 2020
Es
fácil decir qué es lo que está mal o muy mal en Argentina; señalar qué es lo
que falla en nuestra sociedad.
Cualquier
persona de menos que mediana cultura puede pontificar largamente sobre el
pensamiento mágico, que promueve y potencia la emocionalidad de lo tribal en
detrimento de la razón; y que se expresa entre nosotros a través de una espiral
de fidelidades mafiosas.
Cualquiera
puede perorar sobre las pleitesías crónicas acordadas a líderes sindicales,
empresarios y políticos “proteccionistas” de vuelo corto, corrupto y pobrista. Sobre
los votos de confianza concedidos a referentes que a lo largo de los últimos 75
años nos guiaron de la gloria y la riqueza de una economía impulsada por el
mérito… a la favelización. Al desastre y al desbande propio de sistemas empujados
por la dádiva discrecional.
Las estrategias
posibles para relanzar a nuestra sociedad pueden diferir; lo que ya no está en
duda es que a) todas ellas pasan inexorablemente por el sistema capitalista y
el respeto a la propiedad y b) que no pueden dejar a nadie afuera, sin su
oportunidad de progreso.
Por
otra parte la conclusión de la experiencia económica y conductual acumulada por
la humanidad durante los últimos 8.000 años nos asegura, sin fisuras, que la
velocidad de avance general y el plazo que los más postergados deberán soportar
antes de acceder al bienestar dependen en altísima proporción de la decisión
política y personal de aplicar una dosis más (o menos) pura y explícita de
capitalismo avanzado y propiedad privada inviolable (seguridad jurídica y
libertad/facilidad de comercio).
Entonces ¿cómo se entiende “lo libertario” en la práctica, llevado al extremo ideal?
Podremos entrever así una sociedad poderosa que, habiendo pasado por la etapa de Ciudad Estado independiente (como Singapur o Liechtenstein hoy), se halla en deriva final hacia un sistema ciento por ciento libertario; exenta por fin de impuestos, de Estado, de políticos y de trabas al progreso.
Una ciudad revolucionaria; de “riqueza libre” y profesionalmente gerenciada, enmarcada en una sociedad de propietarios. Propietarios, literalmente, de su ciudad. Personas reales que firmaron un Contrato de adhesión a sus reglas y que se hicieron acreedores a acciones con derecho a voto electrónico, proporcional y regular. Voto que decide la elección de la gerencia administrativa de la urbe, conforme las (estrictas, libertarias) cláusulas contractuales voluntaria e individualmente aceptadas. Propietarios proporcionalmente dueños (y responsables) de todo. Incluidos los parques y calles, el mobiliario urbano y los edificios administrativos. Y propietarios, por supuesto, de sus propiedades y bienes particulares.
Veríamos
en la práctica el asombroso funcionamiento del factor confianza, traducido en
innovaciones, emprendimientos e inversiones locales y foráneas a gran escala. Veríamos
un lugar inspirador en su no-violencia donde ya no existe la pobreza ni la
falta de oportunidades y donde el mérito aplicado consiguió que todo el que se
lo propuso honestamente, haya logrado ingresos (sin poda impositiva) que le
permiten acceder a una enorme variedad de servicios privados de alta
prestación, cuyos costos se ven orientados a la baja en el marco de una
competencia liberada de la carga de tributos coactivos y demás reglas
distorsivas que antes operaban en favor de su ineficiencia.
Nos
referimos también a servicios de excelencia en educación privada, seguridad
privada de alta tecnología y prevención, justicia y avanzadas cárceles privadas, medicina privada, defensa
privada con convenios con agencias privadas (también extranjeras) de alto poder de acción e inteligencia y administración privada de espacios y bienes públicos de propiedad
coparticipada.
Todos
ítems que los miembros, empleados y visitantes residentes de esta sociedad de
propietarios pueden solventar holgadamente, habiéndose liberado del peso muerto
del Estado. Con el complemento de fundaciones y becas de muchos tipos surgidas
de la propia fuerza económica de la sociedad, potenciadora de la solidaridad;
también privada, como siempre debió ser.
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