Agosto 2023
El
credo libertario tiene claras unas pocas cosas, todas espectacularmente
contrapuestas a lo que en esta campaña electoral vemos proponer al justicialismo,
verdadero lobo lanzado a la caza de idiotas útiles bajo una nueva piel de
cordero, esta vez massista.
Porque,
ya se sabe, no hay esclavo más dócil que aquel que no sabe que lo es, tal como
los que integran la actual masa mendrugo-clientelar del panperonismo pobrista.
En lo impositivo, tras haber establecido que la carga tributaria impacta en forma proporcional sobre la tasa de capitalización (inversiones), el ancap (anarcocapitalismo) reivindica como norte de largo plazo el monto cero.
Siendo
que dicha tasa (por teoría y experiencia empírica) es la que define el nivel de
bienestar económico de una sociedad y que el libertarismo tiene como objeto
dicho bienestar en cabeza de cada individuo que la compone, el objetivo de
corto/mediano plazo es entonces que los empleadores se vean obligados a ofrecer
salarios más altos y mejores condiciones laborales, tal como ocurre en las
economías que menos se endeudan y más avanzan, caracterizadas todas por aceptables
tasas de capitalización.
Un
punto al que se llega (y que se sobrepasa) con políticas de imposición decrecientes,
dejando entre paréntesis el más que interesante debate respecto a si debe
finalmente existir un monopolio territorial de coacción tributaria (Estado) a
cambio de “servicios” varios prestados a la sociedad-rehén o si hay modos más
inteligentes (efectivos) y civilizados de organización social voluntaria.
En modo racional y según la visión libertaria, a menos impuestos más inversiones: en una escala imaginaria de 0 a 100, cuando la presión tributaria tienda al cero, la tasa de capitalización tenderá al cien, arrastrando oferta de empleos, salarios y bienestar general (tanto como ganancias empresarias puntuales) a la suba.
En duro contrapunto, la jerarquía izquierdista se aferra en modo emocional (por una cuestión de manejo electoralista de envidias, complejos de inferioridad y resentimientos disfrazados de ideología), a gravámenes más altos y progresivos. Que sin excepción han frenado la movilidad social ascendente promoviendo, en cambio, la descendente con tasas de capitalización, salarios, ingresos empresarios y bienestar… a la baja. Tal como se ve en nuestra Argentina 2023, devastada por el ladri-fascismo mafioso.
Durante la transición de largo plazo hacia una sociedad puramente voluntaria (contractual en serio) sin impuestos ni extorsiones, dos más dos siempre será cuatro: si alguien gana $ 100, con un impuesto del 35 % pagará $ 35. Pero si ese mismo alguien logra ganar el doble ($ 200) con una alícuota del 25 %, pagará $ 50. El 10 % no retenido por el Estado habrá pasado a incrementar la tasa de capitalización y de ese modo el fisco recaudará más ($ 50 contra $ 35 para el mismo sujeto imponible), habiendo impulsado al empresario a reinvertir para producir mejor y cambiar así de categoría; es decir, progresividad inversa con instituciones inclusivas… en lugar de extractivas.
Se
trata, claro, de superar el resentimiento envidioso para hacer crecer al
conjunto sin castigar mérito y esfuerzo.
De asumir un nuevo paradigma cambiando penalización por motivación,
desestimando eventuales desigualdades.
Un planteo que llevado en decurso natural a través del carril provisto por un destino final correcto (libertario) aunque sea de largo o muy largo plazo nos guía, conforme al postulado de la tendencia, hacia una sociedad sin siervos. Una de propietarios; de opciones, oportunidades y optimismos; poderosa en lo económico, competitiva, exenta de pobreza y por tanto de clientelismo estato-esclavista.
Nos
guía hacia una comunidad voluntaria, de personas contractualmente relacionadas
para todas sus necesidades. Una con escasas chances de corrupción y privilegios
malhabidos, con el plus de una solidaridad inteligente (vale decir, no
estatal) cuantiosa; garantizada por su propia prosperidad.
El libertarismo no es otra cosa que esa ética llevada a su conclusión práctica: si el ser humano no nació para ser forzado y la libertad es la herramienta natural de sus elecciones individualmente responsables en la búsqueda de felicidad (en acuerdo con lo que Dios quiere, por otra parte), es obviamente la estrella polar a seguir.
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