Julio
2017
Cuando
vemos a hombres jóvenes de clase baja cubiertos con mantas y durmiendo bajo las
mansardas en respuesta a los pesos recibidos a ese efecto de su puntero
kirchnerista (hecho varias veces comprobado, no seamos ingenuos), a los
lavadores de parabrisas o vendedores de pañuelos de papel y a los tullidos o
saltimbanquis en los semáforos; cuando vemos a mujeres desgreñadas, con niños,
pidiendo limosna a toda hora en las veredas, puertas de iglesias y shoppings o a
ancianas mendigas hablando solas, arropadas entre sus bolsas y sentadas a la
intemperie; cuando vemos por televisión o desde el auto la precariedad de la
vida y de las viviendas de cientos y cientos de miles de argentinos en las
villas miseria, multiplicadas en los miserables conurbanos de nuestras ciudades;
al margen de sentir lástima (y/o rechazo) y de intentar vanamente, aquí y
allá, ayudarlos con algo, solemos pensar en definitiva “…se lo buscaron solos con su voto, con su
sumisión tenaz a delincuentes políticos, año tras año. Se lo buscaron del mismo
modo sistemático que sus padres antes que ellos. Y que sus abuelos antes que
sus padres durante décadas, apoyando de viva voz a peronismos y populismos que
se sabían inviables, incorrectos, ladrones, resentidos y mentirosos sin más; de
tiro corto y consecuencias largas…”
La
efímera satisfacción de pasar al cuarto oscuro para “clavar” una boleta
vengativa contra “el rico” les volvió a millones como un búmeran en el rostro,
lanzándolos a ellos mismos y a sus hijos al dolor, a la exclusión educativa y a
la pobreza, cuando no a la calle y a una muerte prematura.
Volvió
y fue millones, ciertamente.
El
presidente M. Macri no tiene nada que ver con esto, que no es otra cosa que el
resultado matemático de largos setenta años de violaciones al mandato liberal
de la Constitución, sobre todo en el campo de la economía y de la creación de
riqueza, base absolutamente ineludible de beneficios populares en educación,
salud y prosperidad familiar en libertad.
Tal
vez sí le quepa responsabilidad a su padre, F. Macri, en tanto cabal “capitán
de industria” de la “patria contratista y proteccionista” y de su correlativa
corrupción que, sin duda, empobreció y empobrece… mató y mata.
Tal
como tienen responsabilidad, con nombre y apellido, todos y cada uno de los
millones de emisores del voto delincuente y la militancia canalla que nos bajó
a puntapiés del primer mundo, sitio donde estábamos hace tan sólo tres
generaciones.
Mauricio
no es Franco. Y es más que probable que sienta en su interior la misión de
limpiar su apellido de anteriores errores y tropelías, aún a costa de perder su
salud y parte de su fortuna. O toda, como le sucedió al honorable radical
Marcelo T. de Alvear durante la época de oro en la que nuestro país crecía a
paso veloz en todos los rubros e iba camino de alcanzar -y superar- a las
potencias de la época.
¿Volverán
millones de argentinos responsables del colapso a virar, esta vez en el sentido
correcto, tras la esperanza del ejemplo… que quiere darnos nuestro presidente?
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