Socio Bobo

Diciembre 2011

Es sabido desde hace siglos que los problemas causados por el intervencionismo condujeron siempre a una escalada sin fin de parches correctivos a cual más violentador y distorsivo, en la vana búsqueda de un equilibrio que en verdad siempre estuvo (y sigue estando) al alcance del más común de los sentidos.
Por ello ajustes y crisis financieras son, para dirigistas argentinos de todo pelaje, las enemas y laxantes que cada tanto deben ser aplicados al cuerpo social para que purgue, con dolor, algunas de sus muy numerosas estupideces.

El Estado es un verdadero socio bobo, muy activo en fabricarlas.
De manera muy especial es un socio de plomo para los trabajadores asalariados que (junto a los extorsionados de subsidio/plan mensual) constituyen su mayor sustento político.
El torniquete impositivo aplicado sobre este grupo representa entre el 46 y el 51 % de sus sueldos brutos teóricos, si sumamos IVA, tributos provinciales y municipales e impuestos al trabajo.
Por otra parte, los llamados “aportes y contribuciones” sobre el trabajo representan nada menos que el 31 % del total de la recaudación impositiva nacional.

En lugar de ir donde naturalmente debería (al bolsillo familiar de cada empleado), ese dinero es desviado a usos -en opinión de nuestros líderes- más apropiados para maximizar la riqueza social. Haciendo las veces de regalos navideños -de nuestros líderes, claro- hacia otras personas que, según parece, lo necesitan más.

Obsequios tales como un enorme déficit de aerolínea pagado por quienes nunca viajaron en avión, un presupuesto universitario cargado sobre quienes nunca pisaron una facultad, una (evitable) mega-cuenta por importación de energía soportada por quienes casi no se calefaccionaron ni refrigeraron, una inflación del 25 % endosada a quienes dependieron todo el año de un sueldo o un bonito lote de dinero efectivo en sobreprecios del gasto estatal (“Madres” incluidas), merced a “arreglos” y “yapas” conseguidos por nuestros sonrientes (cómo no) y prósperos funcionarios públicos.
Alquimia redistributiva mediante, gran parte de estos “regalos” acaban saliendo de los haberes de los asalariados. Todos ciudadanos votantes que deberían asumir que horrores como estos son sólo la punta del iceberg de lo que diaria e individualmente deben costear, en el sombrío silencio de su incertidumbre.

¿No sería mejor que este socio igualitario oculto tras los esbirros de la Afip, este vivillo invisible que ríe y respira en la nuca de cada trabajador se llamara un poco a sosiego… y que dejara de obsequiar dinero ajeno? Y que cada uno ahorrara o gastara los dividendos ganados con su esfuerzo como mejor le pareciera. ¿No sería acaso este un modelo menos retorcido para incluir a más gente, aumentar el consumo popular, la demanda y finalmente la producción generadora de más empleo y más exportaciones?

Adicionemos a esto otra idiotez mayúscula: la de frenar mediante palos fiscales en la rueda a una actividad como la producción agropecuaria, sin duda el rubro más eficiente y con mayores ventajas comparativas de nuestra economía. Y a pesar de lo prescripto en nuestra Constitución, también el más discriminado.
Una breve pincelada de historia aclarará lo antiargentino del concepto “nacional y popular” sobre qué quitar a quién: se calcula en 110.000.000.000 (ciento diez mil millones) de dólares la cantidad de dinero reinvertible extraído a este sector, solamente desde el retorno de la democracia en 1983 y sólo por vía cambiaria (retenciones y desdoblamientos). Vale decir sin contar todos los demás impuestos, comunes al resto de las actividades.
Es así como, inspirado en su ideología clientelar de fortísimo sello antiproductivo, el socio bobo decide aquí que, de cada 4 camiones de soja que salen de un potrero (por poner un ejemplo gráfico de presión tributaria global), 3 se los lleve el gobierno “permitiendo” al dueño del terreno, del capital, de la soja y del riesgo quedarse con el restante.

Es harto conocida la tendencia de los productores agropecuarios a reinvertir sus ganancias mejorando sus propios emprendimientos (zonales por fuerza). Fácil es imaginar entonces el tremendo efecto multiplicador que el derrame regional de esos 110 mil millones de dólares hubiese causado en la actividad comercial y productiva de las ciudades y pueblos del interior, sin excepción.

Súmesele a esto el efecto multiplicador de la hipotética “devolución” de al menos parte del dinero quitado a aquellos sueldos y retribuciones que mencionábamos al principio, propiedad de quienes no poseen empresa alguna.
Imagínese entonces la explosión de consumo y prosperidad en la que hubiera resultado esta doble sinergia positiva: vislumbraremos así al otro país posible. A la contracara de la moneda socialista con su “amedrento, quito, me reparto y regalo”.

Un país que, quitándose la venda de los ojos, vería al Estado y sus jerarcas como lo que realmente son: una exitosa Corporación de Negocios Políticos. Manejando un sistema filo-mafioso a medida (la democracia populista no republicana) que los enriquece pisando, eso si, sobre la sangre de millones de infelices, dopados en el relato de ser “ciudadanos libres de un país que progresa con equidad”. No hay tal dentro del corrupto Mundo-Indec peronista, donde el 90 % de lo que se ve… es tan mendaz como falso.

Caminamos a los empellones en un sistema de clientelismo extorsivo bien aceitado. Muy bien psicopateado con publicidad-basura, leyes-basura y educación-basura. Que consigue (hay que reconocerlo) que los mismos desangrados voten pidiendo más y más látigo sobre… ¡sus propios desollados lomos!
Las carcajadas del “socio” con sus amigotes intelectuales del gulag, pseudo-empresarios cortesanos, oportunistas y vagos conexos deben de oírse hasta el otro lado del Río de la Plata.

Es de lamentar que nuestra sociedad siga pensando en forma tradicional; conservadora en el peor de los sentidos, ya que no existe revolución ni cambio progre alguno dentro de la tríada Estado, Violencia y Dependencia que hoy nos identifica a fuego.




Políticamente Muy Incorrecto

Diciembre 2011

Cuando de 100 personas 1 regentea sobre 99, es injusto: se trata del despotismo. Cuando 10 regentean a 90, se considera igualmente injusto: es la oligarquía. Pero cuando 51 regentean sobre 49 (y esto es sólo teórico ya que en realidad, siempre son 10 o 12 de esos 51), se dice que es enteramente justo: ¡es la libertad! ¿Puede haber algo más gracioso por lo absurdo del razonamiento?
El conocido pensamiento del intelectual ruso León Tolstoi (1828 - 1910) invita por cierto a parar la pelota, dedicar unos minutos a jugar con nuestro sentido común, y a meditar sobre qué cosa estamos realmente apañando.

Resulta evidente que cualquier salvaguarda institucional que pudiera pensarse en protección de los derechos de las minorías (y la más pequeña, igual de importante, es la de una sola persona), queda derribada ni bien los representantes de mayoría caen en cuenta de que el hacer su exacta conveniencia es sólo cuestión de levantar la mano en el recinto legislativo, levantar la billetera en las gobernaciones, levantar papeles de juicio político en las cortes o levantar coimas y favores en los despachos ministeriales.

Y como nada en este mundo es un paradigma cerrado y definitivo, nos da la helada impresión de que, cuando en el año 2150 (¿o antes?) nuestros bisnietos estudien los sistemas políticos de este período, tendrán la misma sensación que acusa hoy un ingeniero en astrofísica al recorrer un tratado de astrología.

¿Por qué razón la aprobación de una multitud o el concurso de una mayoría compacta habrían de marcar lo cierto, conveniente y correcto para todos? No lo hacen. Como que no sirve someter a votación la teoría cuántica o el tratamiento médico del abuelo.
Más cercano a la verdad sería, en todo caso, lo que dijo aquel contemporáneo de Tolstoi, Henrik Ibsen (dramaturgo y pensador noruego, 1828 - 1906) “La minoría siempre está en lo correcto”.

Además, los políticos reales (no las santas y santos imaginarios), no crean nada. No producen nada y nada pueden pagar, retener ni “regalar” sin antes quitar contra su voluntad a alguien su dinero de manera compulsiva, evitando de paso que lo multiplique invirtiéndolo en otra cosa. Sea a través de endeudamiento con cargo a la siguiente generación, de la falsificación de moneda y su cruel impuesto inflacionario, a través de confiscaciones directas o mediante la otra miríada de gravámenes, abiertos o solapados, que ya detraen más de un tercio de toda la producción al país.
Por otra parte, que la organización que se propone beneficiarnos deba financiarse violentando a los mismos beneficiarios, es algo indigno del estado evolutivo que nuestra sociedad pretende en privado, adhiriendo a los civilizados principios de la justicia (“dar a cada cual lo suyo”: lo ganado con tu trabajo, mental o físico, es tuyo) y, precisamente, la no violencia.

Tal vez de lo que se trata, en el fondo, es de determinar si los servicios que el Estado presta a la sociedad no serían mejor prestados (en mayor cantidad y calidad, con más premio al mérito de los que intervienen, con mayor eficiencia socio-ambiental y a menor costo para los usuarios) mediante acuerdos que excluyan toda compulsión en suscripción y pagos. Después de todo, sacando al gobierno y a los delincuentes, el resto de la sociedad obtiene honestamente su dinero, sin excepción, mediante acuerdos libres de cooperación voluntaria.
Tal vez sólo se trata de evitarnos penurias, socios cafishos, sobrecostos y frenos al ingreso artificialmente impuestos.

Así, se ha dicho que países como nuestra Argentina ofrecen hoy ley y orden a sus ciudadanos de la misma manera socialista en que la Unión Soviética ofrecía alimentos o calzado… y con la misma eficiencia de resultados. Un serio problema conceptual que no se arregla cambiando de monopolista cada cuatro años.

Problema que está, sin dudas y como siempre, en el drama del mercado cautivo: si al supermercado X se le otorga el monopolio de la venta de alimentos, se habrá renunciado al más efectivo control de calidad y precios, por más que se establezcan estatutos, reglamentos, división interna de áreas, incentivos y controles cruzados dentro de esa empresa. Más temprano que tarde, la falta de competencia afectará tanto la calidad y variedad del servicio como los precios al público.
Exactamente lo mismo ocurre con la provisión de ley, orden, salud, educación, defensa, solidaridad, infraestructura vial o lo que sea que la gente necesite tanto como los alimentos. ¿Por qué no habría de ser así? Por cierto existió vida en estas necesidades más allá del monopolio estatal, y con notable satisfacción pública, en distintos momentos de la historia.
¿Cómo es que no resulta posible que la gente organice libremente su infraestructura de seguridad pero, al mismo tiempo, resulta posible que organice el complejísimo ingenio estatal que la incluye? Algo no funciona bien en este razonamiento.

Lo que sí está probado a diario es el pésimo funcionamiento del sistema de la agresión, verdadero atavismo cavernario enquistado en la base de la lógica política contemporánea.
Pensando primero en su interés y en el de su grupo de presión (la tribu, arcaica y siempre desconfiada del “diferente”), los políticos acumulan votos tal como se juntan piedras o balas. Se habla de llevar adelante campañas o batallas movilizando aliados y de luchar para imponer nuestra visión a los enemigos del pueblo.
Modos de expresión que no se utilizan en las transacciones voluntarias de mercado porque allí los factores (oferta y demanda) son compatibles y complementarios. Ambos participantes ganan, mientras que en la “competencia” política uno gana lo que el otro pierde en lo inmediato y que ambos acaban perdiendo en el largo plazo, tal como lo demuestran las últimas 7 décadas de nuestra historia.

Resulta entonces muy sugestivo, para terminar aquí, que traten de convencernos de que el monopolio estatal forzado de tantas cosas y sus impuestos son algo natural y consentido, siendo que el más simple sentido común los desmiente. No es algo natural (muy por el contrario, nadie nació para ser esclavo proveedor de otro) ni mucho menos consentido, desde el momento en que no se permite que exista manera “legal y representada” de expresar el no consentimiento.

Iguales Oportunidades

Diciembre 2011

Persiguiendo el mito de Sísifo, parecemos condenados a mirar como, una y otra vez, las posibilidades del país se esterilizan en la triste ceguera del mismo círculo vicioso. Es algo especialmente frustrante, teniendo en cuenta las claves que la ciencia económica de punta pone hoy a nuestro alcance y la enorme potencialidad argentina para saltar hacia adelante, utilizándolas.

La economía es la llave que condiciona el pleno acceso popular a todas las ventajas y comodidades que hoy nos ofrece la civilización. Pero un paso antes, la educación mayoritaria condiciona -a través del voto universal, obligatorio y secreto- a la propia economía. Y si de algo podemos estar seguros es que la sociedad no hallará la salida de este círculo luchando contra los molinos de viento de sus efectos (eterno mantra de nuestra democracia populista), sino asumiendo con valentía las insensateces que los causan.

Empezando por asumir que el paso del modelo ilustrado y liberal al modelo corporativo y dirigista comenzado en 1916 y afianzado a partir de 1946, implicó en igual medida el paso gradual de la educación pública de aquellas mayorías que no podían pagar una educación privada, a una educación… oficial.
Y que este cambio de rumbo (el esfuerzo a favor o en contra de la calidad educativa tarda al menos 15 años en dar frutos… o relatos) significó que varias generaciones de argentinos vulnerables, dependientes de tal formación, viraran gradualmente en sus paradigmas.
Así, nuestra nave fue dejando en las brumas del pasado aquel puerto donde se premiaban (en metálico) los valores del esfuerzo y la responsabilidad personales, para acercarse a este puerto donde lo que se premia (en subsidios y amiguismo) son los antivalores de la “viveza” parasitaria sobre el esfuerzo ajeno y de la dilución de responsabilidades en la masa o en la impunidad política. En dos palabras: un viaje de la ética capitalista a la socialista con la consecuente caída en todos los rankings mundiales de poder financiero, prestigio y por supuesto, de resultados.

Resulta obvio que el modelo educativo estatal argentino fracasó; que dio por tierra, boleado en sus propias contradicciones.
Desde hace mucho, todos los indicadores nacionales e internacionales coinciden. Atruenan las alarmas sonoras en la sociedad y avisos de alerta amarilla, naranja y roja advierten a millones de padres con sus luces: ¡vamos mal!
Se perdieron las cadenas de respeto, mérito y excelencia, producto de “estatutos docentes”, normas paralizantes y contenidos oficiales minados de un fascismo mafioso, protector del statu quo y asesino de cualquier verdadera innovación.
Maestros y profesores sobreviven con retribuciones indignas y la prometida igualdad de oportunidades, está a la vista, no se cumple a pesar de inmensas partidas presupuestarias “aplicadas” al caso, a través de largas décadas.
Finalmente, es un hecho que todo el que puede huye raudo hacia el formato educativo privado, en un voto “con los pies” que contradice las más de las veces el voto “universal, obligatorio y secreto” del propio fugitivo. De cualquier forma, el desastre educativo oficial afecta también a la oferta privada, al restar competitividad a todo el sistema.

La fracción pensante del país debe asumir este déficit creado en capital humano, como la causa más profunda de nuestra decadencia y del actual 35 % de pobreza. Desgracias imposibles de eliminar sin un salto muy importante en la calidad de nuestra educación, valores conducentes incluidos.
Y debe además explicitarlo de alguna manera masiva, persistente y clara a las actuales víctimas de esta mala praxis oficial, despejando así la vía para arrancar otra vez en viaje hacia el futuro, retomando la hoja de ruta sarmientina. Aunque ahora con caja automática secuencial, GPS y luces LED.
Sarmiento era un hombre políticamente incorrecto, avanzado, de vanguardia para su época y podemos imaginar sin esfuerzo que, trasladado a esta Argentina no dudaría en apoyar soluciones superadoras, provocativas y con potencial suficiente como para revertir el daño, recolocándonos en una posición de liderazgo.

Honrando su memoria, el destino final de este viaje no puede ser otro que aquel al que cada madre y cada padre aspiran y al que hoy sólo llegan los que pueden: educación privada de excelencia, primaria, secundaria y terciaria para todos.
¿Queremos lo mejor de ambos mundos? ¡Tomémoslo, llevando la igualdad de oportunidades desde la resentida (e inconducente) retórica socialista, a la brutal realidad del consumo capitalista!

¿Cómo? Avancemos, por ejemplo, sobre las ideas originales del estadounidense Milton Friedman (premio Nobel de economía, 1912 - 2006) acerca del sistema de vouchers o vales, en combinación con los aportes del humanista José Piñera, hermano mayor del actual presidente de Chile, experto mundial y consultor senior en seguridad social y educación pública.

Deroguemos los estatutos docentes haciendo que los profesores se rijan por las mismas leyes laborales del resto del país.

Creemos un vale educacional con los fondos presupuestarios destinados a instituciones primarias y secundarias estatales. Y pasemos, en una primera etapa, del actual subsidio a la oferta a un tipo de subsidio a la demanda entregando vales a las familias pobres que los demanden, por los hijos que los necesiten.

Licitemos de manera gradual y transparente las escuelas públicas empezando por las urbanas, incentivando a los propios docentes a organizarse en microempresas que se presenten (con estatus preferencial) en estas licitaciones, pasando así al mostrador del propietario como empresarios educacionales.

Establezcamos una gran libertad en cuanto a programas y formas de estudio, exigiendo sólo un contenido básico de mínima, promoviendo la innovación, creatividad y diversificación curricular para adecuar las ofertas, incluso económicas, en colaboración sinérgica con instituciones culturales y financieras.

Implementemos entonces un sistema donde los padres puedan decidir en qué escuela pública -o más adelante, privada- usarán esos vales mensuales, pagando por la educación de sus hijos y poniendo de esta manera a todos (eficiencia y retribución docente incluidas) en la más edificante competencia de premios al mérito.

Reservemos al Ministerio un papel en controles de calidad y certificación, subcontratando dichos servicios e incentivando una fuerte superación en búsqueda de excelencias dentro del propio sector proveedor privado.

Estaríamos pasando del Estado Docente y adoctrinador del siglo XX a la Sociedad Docente y multicultural del siglo XXI: menos Estado y más sociedad; menos forzamiento y más libre-elección.
Desde luego, un gobierno coherente que no permita que los contribuyentes perdamos 400 millones de dólares por año en una aerolínea antes privada o 3.500 millones de dólares en importar energía, tras haber espantado las inversiones que antes nos aseguraban exportación y autoabastecimiento (por dar 2 ejemplos entre mil), podría multiplicar el valor de estos vales educativos, potenciando el poder de elección de los padres sin aumentar (o aún empezando a disminuir) la violencia impositiva general.

Estrategias como la de “regalar” netbooks pueden parecer un avance pero como dijo Steve Jobs (fundador de Apple, 1955 - 2011) “Yo soy la persona que ha regalado más computadoras en Estados Unidos. Sin embargo, creo que no es la solución, me he equivocado. El problema está en la gestión de las escuelas, en los sindicatos de profesores, en la pésima administración de los currículums y en la manera como se enseña”.
Por eso, mucho mejor sería un sistema que igualase la oportunidad de obtener el ingreso necesario para comprar a sus hijos la tecnología informática que elijan y que les provea la mayor ventaja. Distinta estrategia, esta, de derrota de la pobreza basada en un crecimiento económico tal como sólo puede generar la más amplia e imaginativa “libertad de industria” concebible, apoyada en una educación no discriminatoria y de alta calidad.



Anarcocapitalismo

Noviembre 2011

Durante una reunión cumbre del G-20 en Europa hace pocos días, nuestra presidente cedió una vez más a su vocación maestril amonestando a sus pares por lo que ella consideró como anarcocapitalismo, supuestamente aplicado al mundo en la actualidad por los países más desarrollados.
La respuesta no tardó en llegar desde la pluma de un perspicaz y conocido periodista argentino, quien sugirió que lo que la Sra. de Kirchner tal vez había querido recomendarles era nuestro propio modelo, sintética y crudamente desnudado en dicha nota y que con toda propiedad podría patentarse como… anarcodirigismo.

Como de costumbre, el origen de los desastres sociales no se encuentra aquí tanto en la maldad cuanto en la ignorancia. No sólo la obvia -por conocida- de nuestra presidente y la de casi todos nuestros políticos, cuanto la del resto del funcionariado dirigista de la burocracia mundial.
Ignorancia que difunden amplificada, aportando a la ya enorme confusión ideológica y utilitaria de sus sufridas poblaciones. Mayorías numéricas cuyo único pecado es errar -inducidas por esa misma y difundida confusión ignorante- en la designación de los líderes que deberían enriquecerlas, lanzándolas a un futuro de abundancia sin más pérdida de tiempo.

Aportando un grano de arena contrario populus sensu podemos empezar recordando, en desagravio a la verdad, que el anarcocapitalismo, también llamado capitalismo liberal libertario o libertarianismo de sociedad abierta y libre mercado es en realidad el único sistema no discriminatorio de cooperación social plenamente compatible con la naturaleza del ser humano.
Constituye la vanguardia evolutiva de la ciencia económica en este siglo y también un extraordinario retorno al contenido moral de la “cosa pública” así como el más poderoso sistema descubierto bloqueador del parasitismo oportunista, de los monopolios y de la corrupción desmoralizante con sus imparables secuelas de enriquecimientos ilícitos. Se trata, claro, de un camino que termina en la abolición del Estado tal como lo conocemos por caro, innecesario y peligroso.

Plantea un sistema de fuertes respetos dentro de la ley, que protejan la vida, las decisiones personalísimas y la propiedad.
Un camino de cooperación voluntaria, sentido común, optimismo y -sobre todo- confianza en la mil veces demostrada capacidad humana para superarse sorteando las más desafiantes situaciones.
¿Por qué no habríamos de confiar en nuestra propia gente? ¿En los acuerdos personales libremente pactados y aún en las redes inter comunitarias de acuerdos de segundo y tercer grado para resolver nuestras necesidades? ¿En la solidaridad natural inteligente y en el deseo mayoritario de vivir en una sociedad verdaderamente libre, tolerante, integrada, no violenta, rica, justa, amigable con el ambiente y segura para todos?

Con sentido común, porque si en verdad creyéramos que lo que prevalece es la maldad humana ¿Cómo es que por propia voluntad votamos para elevar a esos mismos y ruines seres al comando de una maquinaria artillada de opresión, tan grande y discrecional como es el Estado? ¡Una institución “amiguista” que rompe o interfiere, por definición, con el poderoso freno auto equilibrante de la libre competencia!
La infraestructura, la seguridad, la defensa, la salud, la educación, el bienestar general y la justicia evolucionadas, opinan los libertarios, pasan (mucho más y mejor) por otro lado.

Cuando el Estado declara público (o “de todos”, lo que equivale a decir “de nadie” y en la práctica “de los funcionarios”) un recurso o una rama de negocios, como podrían ser el gas del subsuelo o una aerolínea pero también una nueva calle asfaltada o la mismísima provisión de justicia eficiente…, los excluye del sistema competitivo de la propiedad privada, condenándolos a ser gestionados sólo por la burocracia del monopolio estatal.

Pero la realidad es que cuando surge una situación de necesidad pública y siempre que la misma no se vea estatizada por decreto ideológico, aparecen también los incentivos para que cualquier déficit que pudiera plantearse sea solventado mediante las innovaciones jurídicas, tecnológicas, de inversión de riesgo o por descubrimientos empresariales a surgir en lo específico.
Sin que pueda muchas veces determinarse de antemano cuál será exactamente esa solución dinámica de lógica cooperativa y voluntaria que no comprometa fondos de terceros extorsionados (es decir, de imposición estatal coactiva).

Siguiendo los últimos desarrollos de la Escuela Austríaca de Economía y teniendo en cuenta que a los eventuales usuarios les interesa el resultado según sus propias -e individuales- ecuaciones costo-beneficio, sucederá que al “permitirse” la captación plena por parte del empresario del resultado efectivo de su propia creatividad surgirá aquel flujo natural de innovaciones (ya no bloqueadas), inversiones y empujes (locomotoras de riqueza y capitalismo popular en cada área liberada) de gran energía, al que denominan concepción dinámica del orden espontáneo impulsado por la función empresarial.

Las concepciones “de Estado”, por su parte, pretenden resultados basándose en anticuados criterios de eficiencia estática.
Son costosas, forzadoras de la naturaleza humana, monopólicas y carentes de incentivos reales. Lentas e intrínsecamente corruptas, resultan incompatibles (o al menos muy obstaculizadoras) para con la velocidad de avance potencial en una economía de conocimiento como la que se plantea hoy, de alta eficiencia y seguridad jurídica, altos ingresos per cápita, demanda laboral y bienestar, con muy alta inversión de fondos y coordinación privados para todas las necesidades imaginables y por imaginar.
Aunque estén en el poder, “fueron”. Son un pasado científica y moralmente inviable y son la causa del hambre, la muerte, las guerras, el atraso, la contaminación, la desesperanza y las crisis financieras que azotan sin pausa a la humanidad desde que el primer déspota se encaramó en una estructura de dominación dirigista para dictar qué es lo que todos los demás debían hacer.

¿Quién es el zorro en el gallinero, entonces?

Seguí Participando

Noviembre 2011

Existe otra visión con respecto al resultado de las elecciones de Octubre, distinta de la patrocinada por nuestra Corporación de Negocios Políticos (o “clase política”).
Una visión obtenida desde la altura del siguiente escalón virtual de observación. Basada en considerar -en números redondos- que sobre un padrón electoral de 28.867.000 personas habilitadas, sólo se presentaron a votar 22.392.000. Y que de esta última cantidad, 908.000 optaron -de una u otra manera- por ejercer su voto en negativo anulando, impugnando o ensobrándolo en blanco.

Los denominados votos positivos, tan caros a la Corporación que diseñó el sistema, sumaron entonces 21.484.000 (algo más del 74 % del padrón) siendo sobre este sólo universo que se computaron los porcentajes anunciados.
Así es como la Sra. de Kirchner llegó con escasos 11.601.000 votos al 54 %, aunque sobre la totalidad de los ciudadanos con derecho a sufragio dicho número descienda hasta el 40 %.
En efecto, 17.266.000 personas habilitadas, el 60 % del padrón, sea por acción u omisión no la votaron.
El segundo más votado, Sr. Binner, obtuvo el apoyo de un falso 17 que fue en realidad cercano al 13 % así como el tercero, Sr. Alfonsín, obtuvo reales 8 en lugar del 11 % proclamado.

Aclarada esta visión de conjunto que pone la elección en su justa perspectiva, debemos mirar atrás y considerar a los 6.475.000 ciudadanos que ni siquiera se presentaron a votar.
De la mayoría de ellos podría inferirse -con escaso margen de error- un desinterés importante por la “cosa pública” y por lógica oposición… un interés mayor por la “cosa particular”, sea esta cual fuere.
Porque dejando de lado a viajeros, impedidos o personas muy ancianas que, aún deseándolo, no pudieron ejercer su derecho al voto, muchos millones de adultos (¿más de 5 millones?) sacudieron una vez más al país con su mensaje de fastidio antisistema.
Sumados a los más de 900 mil que se tomaron la molestia de votar en negativo, podría calcularse en 6 millones (21 % del padrón) a los argentinos que siguen negándose a prestar su acuerdo a esta dirigencia, a confiar en su “justicia”, a avalar sus “leyes” o relatos y en general a aceptar a la democracia política y su injustificable sistema de exacciones.

Una cifra demasiado grande como para ignorarla, tal como lo hace la Corporación. Un “problemita” de 6 millones de ciudadanos díscolos que “no encajan” en su plan de negocios y que conforman una solapada Resistencia que, al igual que ocurría antaño con otros atropelladores nazi-fascistas, amenaza su red de privilegios.
Desde luego, no es esta una visión que agrade a los millones de clientes/cómplices del oportunismo de corto plazo que nos hunde.
Sí se trata, en cambio, de la visión de otros millones de jóvenes de pie e indignados en plazas y ciudades a lo ancho del planeta, que consideran no funcionales a la democracia y sus modelos económicos tal y como están planteados y que reclaman de sus sistemas, cambios profundos.

Como quiera que sea, las elecciones en este tipo de democracia delegativa, tan primitiva, hipócrita y llena de bloqueos no son más que la foto congelada y extendida de 1 día sobre otros 1.460 días (4 largos años).

Lo cierto es que a la gente sin privilegios le interesan muy poco todos estos enredos y disquisiciones políticas. Lo que les interesa es vivir mejor, y rápido, disponiendo de mucho más dinero “sólido y limpio” para ser libres de elegir (porque de esto se trata la libertad) cómo gratificarse, cultivarse, invertir, progresar o ayudar en serio a quienes crean conveniente hacerlo. Llámese como se llame el sistema que les asegure tal resultado.

Es ese interés mayor por la “cosa particular” del que hablábamos. Por la felicidad y prosperidad familiar sin tanta traba estúpida improvisada (¡una y otra vez!) por funcionarios de poco seso, situados muy por debajo del desafío que enfrentan.
Y no es necesario desechar la palabra democracia a pesar de todas las connotaciones opresivas, violentas y cavernarias que el populismo atornilló en la mente de las personas evolucionadas y sensibles (sin versos demagógicos) con el prójimo.
Antes bien deberíamos hablar de una profundización del modelo democrático, extendiendo los derechos de decisión personales a más y más facetas de nuestra vida en sociedad, quitándoselos al Estado. Decisiones que sólo pueden hacerse reales con dinero efectivo ya que en una sociedad estatista y proletaria (todos pobres, como en Cuba, modelo camporista al que nos dirigimos), tal libertad de opciones carece por completo de sentido.
Seguridad privada, educación privada, medicina prepaga privada, seguro de retiro privado, abundante crédito privado y mil opciones deseables más de consumo avanzado para el mayor número sólo son posibles aplicando a pleno la potencia creadora del capitalismo libertario, para volcar aquel dinero “sólido y limpio” en los bolsillos de la gente.

En verdad, la utopía peronista, socialista o radical de un Estado benefactor que arrulle, cultive y contenga a decenas de millones de vagos e inútiles, exprimiendo y enervando más y más a los sectores eficientes en el camino, es una vía sin salida.
Como lo demuestra nuestra decadencia económica y moral, desplomándonos unos 70 puestos en el ranking durante los últimos 70 años, con su correlato de brutal freno al progreso para los más indefensos.

Coincidimos en cambio con el pensamiento hiper-realista y pro-riqueza popular de David Friedman, economista norteamericano: “Todo lo que el gobierno hace puede ser clasificado en dos categorías: aquello que podemos suprimir hoy y aquello que esperamos poder suprimir mañana. La mayor parte de las funciones gubernamentales pertenecen al primer tipo”.

Y vaya nuestro mensaje comprensivo para el votante que apoyó la continuidad del monopolio: seguí participando, hermano.

De Relatos y Verdades

Noviembre 2011

Recordábamos hace poco lo que sucedía con el relato oficial de los hechos y la percepción de la mayor parte de los argentinos allá por el ‘82, en tiempos de la guerra de Malvinas.
Si bien en esa época, al igual que ahora, teníamos acceso a las opiniones especializadas que sobre el suceso publicaban los medios extranjeros, la opinión pública prefería ignorarlas para “creer” aquel relato oficial tranquilizador que aseguraba que éramos los más vivos y que estábamos ganando la batalla.
El despertar fue duro; ciertamente traumático para muchos, pero sirvió al menos para corroborar que una prensa libre (sin autocensura ni presión estatal, directa o indirecta) siempre es mejor para anticipar las salidas más convenientes. En lo que sea.

Hoy día también podemos acceder a información objetiva, como la que publica el diario ABC de Madrid en referencia a nuestras elecciones presidenciales, donde registra que la mayor parte de la población argentina identifica al gobierno, con causa, con crecimiento sostenido, mejoras sociales, abultadas reservas y autoestima en alza.
Anotando a continuación que debido a esta percepción, asuntos tan dañinos como la corrupción, la inflación, la pobreza, la economía de subsidios, el control de precios, el cerrojo a las importaciones, la ausencia de acceso al crédito, la fuga de capitales, la mentira estadística y el autoritarismo mafioso no hacen mella en el electorado.

O como la del matutino Finantial Times de Londres, registrando que el crecimiento argentino está basado en el boom comprador inspirado por China. Que casi dos terceras partes de nuestras exportaciones se basan en materias primas y que para que esto continúe, sus precios deberán seguir subiendo. Que el excedente fiscal hace rato que es una ficción y que los faltantes han sido cubiertos saqueando los fondos de pensión y las reservas del Banco Central, mientras la inflación se dispara a más del 20 %, cae la inversión real comparativa y el gasto público se incrementa a razón de 34 % al año.
Anotando también a continuación que nuestros ciudadanos no votan basándose en estos datos macroeconómicos sino en sus sentimientos. Y que se sienten bien con el fútbol para todos, los beneficios para la niñez, los aumentos de salarios y jubilaciones, las laptops y el índice de desempleo.
Concluye aclarando para sus lectores, por si hiciese falta: “son los subsidios, estúpido” y que la Boudou-economía es, apenas, una voodoo-economía o sea… otra máscara más destinada como todas, a caer.

El libre mercado es tan impopular frente al intervencionismo porque no nos ofrece favores, subvenciones, privilegios, monopolios ni exenciones. Su lógica y su premio son infinitamente mayores, desde luego, pero… ni la gente vota aquí por el mediano-largo plazo (pensando en sus hijos y nietos) ni es consciente de la verdad.
La información y su comprensión son, en tal sentido, imperfectas porque el relato -tanto el del gobierno como el de la oposición- se arma sobre distintos tipos de “verdades”.

Al decir del filósofo norteamericano Leo Strauss (1899 – 1973) “la verdad es solamente para la élite. Para los demás corresponde una retórica basada en la utilización de nobles mentiras, necesarias para tener quieto y feliz al vulgo”.
Así, hay verdades apropiadas para adultos muy cultivados, verdades para personas con estudios, verdades para estudiantes y otras adecuadas para infantes o para gente de escasa instrucción.

La mera idea de un modelo dirigista que encarne una verdad para todos como camino hacia un Estado de Bienestar para el mayor número, es una falacia. Se trata sólo de la herramienta de manipulación usada con las 3 últimas categorías de personas de nuestro ejemplo y diseñada para mejorar el nivel de vida de los políticos, de sus familiares, amigos, asociados y vagos conexos más allá de que, mal o bien, algunos problemas cotidianos se resuelvan. Aún silenciadas por la hipocresía de lo “políticamente correcto”, la mayoría de las personas saben que esto es así.

Informaciones como las del Finantial Times o el ABC podrían ser, por su parte, verdades apropiadas para mujeres y hombres con estudios y una visión conformista de mediano plazo. Representan el tipo de análisis que -si bien ciertos- no llegan al fondo de la cuestión y que también resultan funcionales en última instancia a la corporación política en general, organismos supra-nacionales y otros, dando por sobreentendido que su costosísima burocracia intervencionista es inevitable.

El duro fondo de la cuestión, advertido y desenmascarado por pocos, es que los electores no tienen influencia alguna en lo que los políticos y su maquinaria estatal de negocios hacen entre elecciones.
Y es también asumir con toda crudeza que vivimos en una sociedad enferma, llena de gente que no iría directamente a robarle a su vecino, pero que está muy dispuesta a votar para que el gobierno lo haga por ella, aún mediante la aplicación de violencia (o su amenaza) sobre gente pacífica y laboriosa.

Quienes usan su sentido común, comprenden y asumen la conveniencia de aceptar no sólo que el fin nunca justifica los medios sino que acciones inmorales y reñidas con la ética, como el robo y la violencia, encuentran su propio castigo tarde o temprano, por la más dura de las vías.
Como nos sucede hoy con el cierre gradual del propio féretro ciudadano, cuya tapa remachan la total dependencia fáctica del federalismo o de los poderes Judicial y Legislativo… del poder Ejecutivo y su Caja, y la brutal desactivación fáctica de toda institución de control republicano.

Para esa (por ahora pequeña) élite resultan muy claras, entonces, las palabras de Ronald Reagan (presidente estadounidense 1911 – 2004) “El gobierno no puede resolver el problema. El problema es el gobierno, tanto como las de Friederich Hayek (premio Nobel de economía 1899 – 1992) “Debemos una vez más hacer del construir una sociedad libre una aventura intelectual, un acto de valor.




Un Pelotazo en Contra

Octubre 2011

¿Por qué no logramos campeonatos mundiales en fútbol o rugby? Tenemos las estrellas, los técnicos y la motivación como para conquistar copas -poco menos que consecutivas- a ese nivel. ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué nos falta? ¿De quién es la culpa?

No es difícil discernirlo: nuestros mejores jugadores están contratados, en su mayoría, por clubes de distintos lugares del mundo lejos de la Argentina.
El hecho de que, por las distancias, no puedan entrenar juntos con la frecuencia con la que lo hacen otras selecciones, marca la diferencia. Una diferencia que, a tal nivel de competencia, suele ser definitoria.
Lo que nos falta, entonces, son clubes poderosos que puedan pagar el cachet de estos astros haciendo que se queden en el país, permaneciendo cerca de sus compañeros y del equipo técnico.
Situación de carencia que en el caso del rugby impide también y hasta hoy, el inevitable profesionalismo.

Por desgracia, nuestras instituciones deportivas no pueden competir con el poderío económico de las de Primer Mundo. Y esto es a consecuencia de estar insertas en una sociedad que no se permite a sí misma, a sus habitantes, un ingreso per cápita igual (o mayor ¿por qué no?) al de los países más desarrollados.
La decisión (consciente, electoral-por-mayoría, “legal”, libre) de no ser una sociedad rica y poderosa, condena a nuestros clubes a sobrevivir en la pobreza. Y a nuestros deportistas de élite a emigrar.
Dejando de lado el hecho de que tal elección nos encadena a muchas otras desgracias, condena en particular a la afición argentina a no tener la satisfacción de ver -mucho más- a los nuestros en el podio.

Los culpables de las frustraciones deportivas son, naturalmente y una vez más, nuestros dirigentes. Una élite nefasta que con el ejemplo, la dádiva o el discurso induce a la gente influenciable a apoyar las violencias sociales de corto plazo “que funcionan” y luego, los torcidos caminos electorales que las facilitan.

Hablamos de referentes empresariales, intelectuales, sindicales y sobre todo políticos (sin olvidar a artistas, celebrities y deportistas) que a caballo de resentimientos, falta de formación o conveniencias estrictamente personales, promueven la pobreza en el país.

Muchos de estos formadores de opinión, verdaderos idiotas útiles funcionales a corruptas democracias populistas con instituciones de cartón pintado y a socialismos que se dicen honestos mientras nos roban, atropellando propiedad privada y libertades personales.
Se trata de dirigentes funcionales a fascismos sindicales de talante mafioso o defensores de troglodíticas dictaduras extranjeras (como las de Chávez, Castro, Ahmadinejad, Correa, Gaddafi, Ortega etc.) y de muchas otras aberraciones políticas y legislativas que insultan a la inteligencia.
Gente que insufla ritmo de bombo al trágico minué de dictaduras de primera minoría que nos aturde desde hace décadas no sólo en lo económico sino -y es su causa- en lo ético; en el sentido de lo que sería evolucionado.

El voto al capitalismo de amigos, el voto que dice si, yo apoyo que fuercen y quiten su dinero a otro para una “solidaridad” clientelizada, el voto que hace la vista gorda a corrupción, prepotencia o ataques a la propiedad, el voto plasma y en general todos los votos detenidos en el tiempo y asumidos como de izquierda, son un durísimo pelotazo en contra. Son botellazos, zancadillas, sabotaje y traición a nuestros seleccionados nacionales de fútbol y rugby.
Porque son votos que cortan las piernas (como diría Maradona) a esa rica Argentina posible de alta innovación, de alto respeto y libertad, de alta inversión empresaria y de altos ingresos. Deportivamente ganadora y poderosa, que llevaría nuestros colores a la cima reteniendo a los mejores hombres en casa.

Cientos de miles de jóvenes Indignados protestan en las calles del mundo. Reclaman “cambios profundos” y coinciden en que la democracia y sus modelos económicos tal como están planteados “no funcionan”.

Coincidimos.

Ellos intuyen, aún confusos y desordenados, que van camino de la decadencia y que están siendo empujados a aceptar, desempleo mediante, que su nivel de vida será peor que el de sus padres.
Quebrado hace tiempo el punto de inflexión, el costosísimo Estado de cada una de sus naciones creció hasta deglutir gran parte de su Producto Bruto (del trabajo de su pueblo), ahogando la competitividad, la innovación, la eficiencia productiva, el nacimiento vigoroso de más empresas y de más empleos. Aprieta la tráquea de lo que resta de capitalismo liberal en sus sistemas vitales, y los adormece -parasitados por millones de burócratas y subsidio-dependientes- en el dulce sopor del declive de sus Estados paternalistas.

Los hinchas argentinos tienen ventaja: ya se anticiparon en el 2001 con sus cacerolazos y con el que se vayan todos, cuando fugazmente comprendieron la tremenda incompetencia y el mal a futuro que representaban sus administradores.
Y aunque no se fue nadie y los mismos oportunistas siguen montados con su fusta sobre los hombros de los que trabajan, quedó en la población una “memoria social” que, cuando reviva de su sopor, hará temblar a nuestro país y a varios otros.

Y aunque es improbable que la usen, los y las millones que gustan del buen fútbol y del rugby de excelencia tienen hoy la sartén por el mango: las elecciones generales de este mes son una de esas raras oportunidades para forzar “cambios profundos”.
Cada uno será dueño de decidir cómo, pero valga el pequeño ejemplo de lo sucedido ayer mismo en la vecina Bolivia, donde los ciudadanos castigaron al retrógrado indigenista Evo Morales en plebiscito, con un 61,5 % de votos blancos y nulos. 




Sueño Americano

Octubre 2011

Hay más de 46 millones de pobres en los Estados Unidos, sobre una población de 310 millones de personas. Para el país del norte, el límite que define la pobreza es de 1.860 dólares mensuales para una familia tipo de 4 integrantes o de 930 dólares para una sola persona.
Agreguemos que según cifras oficiales, el ingreso promedio cada 30 días para una familia de clase media se ubica en la -para nosotros considerable- suma de 4.125 dólares.

Pero lo importante no son estos números sino la tendencia porque esta pobreza, del 15 %, viene de subir casi un 1 % desde la última medición interanual constituyendo el incremento más grande desde que comenzaron a mensurarla, hace 52 años.
Son constataciones que no sorprenden a las personas informadas; datos que marcan un nuevo y claro mojón en el lento declive de la superpotencia.

Como claras son las causas, magistralmente expuestas ya en el año 2008, en el libro del estudioso argentino Alberto Benegas Lynch “Estados Unidos contra Estados Unidos” editado por el Fondo de Cultura Económica.

Un declive de más de 8 décadas que la dinámica de los hechos va acelerando, pero que fue “lento” durante mucho tiempo debido a que estuvo determinado por un encuadre comparativo con “modelos” aún peores, en otras sociedades tan poco perspicaces como mal lideradas. O deberíamos decir con más propiedad, criminalmente lideradas ya que de la obcecada limitación mental o conveniencias personales de sus dirigentes, resultó la muerte prematura o el sufrimiento innecesario por pobreza de muchos millones de hombres, mujeres y niños.

El opacamiento del poder moral y económico de los Estados Unidos coincide día por día con el aumento del peso de su Estado sobre los ciudadanos. Del reglamentarismo obsesivo, de la inflación legislativa y burocrática, del intervencionismo coactivo (de quienes no crean ni producen nada) en cada rincón de su economía de crecientes subsidios y gasto público… y de su obvia consecuencia: el aumento asfixiante de las tasas de imposición y endeudamiento sobre toda su sociedad.
En síntesis, del desconfiar del ser humano como libre emprendedor por miedo a su capacidad de daño egoísta, para pasar a confiar en él como semi-dios regulador, “olvidando” que se trata del mismo ser humano; sólo que con su capacidad de daño egoísta, ahora si, multiplicada e impune.

Sin duda vienen (al igual que nosotros) errándole al blanco. Fallando en proseguir el mandato de su Padre Fundador, Thomas Jefferson (1743 – 1826), quien dijo “los dos enemigos de la gente son el gobierno y los criminales. Atemos al primero con las cadenas de la Constitución para que no se transforme en la versión legalizada del segundo”.
Proféticas palabras pronunciadas al inicio del espectacular crecimiento norteamericano del siglo y medio siguiente, dando pie al alud de personas que buscó y halló el maravilloso Sueño Americano de justicia, libertad individual, riqueza y progreso.

Nuestra Argentina tuvo, asimismo, su glorioso tiempo de “sueño americano”. Fue cuando el liberalismo (el serio, no el posterior “martínez-de-hoz-menem-trucho”) gobernaba y los inmigrantes europeos llegaban por millones a una tierra donde -al igual que ahora- estaba todo por hacerse.
Aquí también vinieron atraídos por la política del “dejar ser, dejar hacer”, de brazos abiertos, pocos impuestos y pocos cafishos regimentadores parásitos. Atraídos por la decisión dirigencial de mantener frenada la máquina de impedir.
Nadie les regaló nada pero los dejaron hacer y lo hicieron. Construyeron sólidas familias, casas, ahorros y negocios. Mandaron a sus hijos a las universidades y dinero a sus familiares oprimidos por los Estados del viejo mundo. Y levantaron lo que era un desierto atrasado y semi salvaje llevándolo a los primeros puestos de respeto, cultura y poder en el ranking de las naciones.

No vinieron, como ahora nuestros vecinos y desahuciados internos, atraídos por subsidios al no-trabajo, por “leyes” protectoras de atorrantes o por sistemas de salud pública, jubilaciones o vivienda (colectivizados y seriados a bajo nivel) que clientelizan y “regalan” irresponsablemente, con cargo al quiebre productivo nacional.
Con alicientes como los de la Sra. de Kirchner o su socio el Sr. Binner, desde luego, no hubiera venido nadie (como que nadie fue a otros lados) y la Argentina… hoy sería Bolivia.

Sin embargo y según todo indica, en pocos días volveremos a entronizar al gobierno que en los últimos 8 años aumentó en un 47 % la masa de empleados públicos o que premió y protegió a terroristas destructores del “dejar ser, dejar hacer” (nativos y extranjeros, como en el caso del asesino chileno Apablaza Guerra). Un gobierno que viola la Constitución de nuestros Padres Fundadores, asegurando a diario que los argentinos ya no estén amparados por las leyes que protegían la libertad (de invertir, comprar o vender lo que sea y a quien sea), la vida (coto a la delincuencia, piquetes mafiosos incluidos) y la propiedad privada (confiscación impositiva del producto de nuestro riesgo y labor). Imponiéndonos continuas inconstitucionalidades por vía de saturación. Un gobierno que colocó al país en el puesto 105 sobre 178 en el ranking de corrupción de Transparency International y en el puesto 115 sobre 183 del ranking de facilidad de negocios del Banco Mundial. O en los pésimos resultados del test internacional Pisa sobre educación, haciéndonos retroceder a lo largo de los últimos 10 años en comprensión de textos, matemática y ciencias. Un gobierno que considera enemigos cooptables a casi todos los pilares de nuestra nacionalidad: Fuerzas Armadas, Iglesia, Periodismo, Oposición, Complejo Agroindustrial, Poder Judicial y Congreso. Y que dividió intencionalmente, haciéndonos perder el sentido de pertenencia que nos unía como sociedad; sin objetivos compartidos a futuro ni acuerdo alguno con respecto a lo pasado.

El sueño americano, aquí y allá, muere lentamente de inanición mientras descendemos hacia el infierno de grupos humanos tan colectivistas y esclavos como una colonia de hormigas.

Sin embargo sabemos que cuando la sociedad pierda el miedo a dejar la droga tribal del subsidio (con sus efectos dañinos de hundimiento a través del robo y la mentira), los opresores habrán perdido la manera de controlarla. Porque toda tiranía, incluida la de primera minoría, se apoya en consensos generales basados en el temor.


Democracia en Pensamiento Lateral

Octubre 2011

La lógica democrática prescribe que para cambiar las cosas, primero hay que llegar al poder; para lo cual es necesario unir a una gran cantidad de gente. Y como es muy difícil nuclear una tal masa de personas que piensen exactamente igual en relación a todos los temas importantes, en la práctica la unión se articula sobre la base de pensamientos diferentes.

En un mundo cuya complejidad económico-social va en aumento y donde la conectividad informática de individuos y negocios se ramifica sin pausa en redes multidireccionales, los “temas importantes” con potencial para influir en nuestras vidas a través de resultados directos, consecuencias de rebote o efectos mariposa y dominó, son cada vez más.
El todo tiene que ver con todo es más actual hoy que nunca y decisiones “normales” de gobierno en lo educativo, judicial, policial, comercial, cultural, mediático, asistencial y de muchas otras índoles se sinergizan o bloquean a niveles (y tiempos) por lo común no previstos, en una cadena de interacciones dinámicas de muy difícil -por no decir imposible- control.

Precisamente, la política es el “arte” de consensuar entre unos pocos, los distintos puntos de vista y acciones de millones sobre una enorme variedad de cosas. Arte ciertamente arcaico a más de presuntuoso, en plena era de la información.

Si esto ya es reprobable por el forzamiento a la aceptación que implica sobre una gran cantidad de intereses y convicciones minoritarias o personales, más lo es sabiendo que en la política real, los consensos que validan estos embretamientos resultan en verdad en “soluciones híbridas” de efecto no sólo incierto sino diluido, siendo que los pensamientos diferentes tienden a anularse mutuamente.
Y es aún reprobable a escala aumentada porque esas pocas personas que llegan a las cimas políticas y al poder de decisión, surgen de una despiadada “selección natural”, donde los valores que definen el ascenso son la hipocresía, la deshonestidad, la ambición de riqueza y honores, la inescrupulosidad y la lealtad mafiosa.
Todos sabemos estas cosas; que nos importen o no, es ya una cuestión moral: estamos gobernados por individuos sumamente peligrosos, muy proclives a golpear para obtener el oro y porque, como se sabe, la “regla de oro” dice que quien tiene el oro pone las reglas.

La solución evolucionada a este dilema de ineficacias y disconformidades no es, desde luego, el camino totalitario que conduce al pensamiento único sino su exacto opuesto: la tendencia al absoluto respeto sobre el derecho humano de libre albedrío individual. Hacia las formas de pensar y las decisiones diversificadas, incomparablemente más enriquecedoras.
Es la ética de la sacralidad cívica del ser humano como sujeto único, valioso e inviolentable en íntima correspondencia con la responsabilidad personal sobre las decisiones que adopte. Tenga la fortuna o educación que tenga y sea de la clase laboral o etnia que sea, entendiendo que la minoría más pequeña es la de una sola persona. Y que una sociedad de irresponsables, como la que nuestro “modelo” promueve con fuerza, tiene su evolución bloqueada a la altura de la era del simio golpeador.

Sólo cuando la parte no corrupta de nuestra sociedad asuma como correctos estos altos ideales, podrá visualizar con claridad hacia dónde quiere ir. Y a partir de allí, educar a sus hijos en consecuencia, opinar públicamente en consecuencia, apoyar u oponerse a causas sociales en consecuencia o votar (o no votar) en consecuencia. Aún sabiendo que lo correcto y lo políticamente factible sean cosas diferentes.

No es la democracia populista no-republicana la que pondrá en vigencia esta clase de ética avanzada. Ni siquiera la democracia más prolija y respetuosa de los países relativamente desarrollados. Será la democracia directa de las elecciones diarias. Será el voto cotidiano de la gente decidiendo individualmente y varias veces cada 24 horas sobre los asuntos importantes.
Tanto como lo sería que cada mayor de edad tuviese una pequeña botonera celular con visor, para votar electrónicamente aceptando o rechazando cada mínima acción y ley de gobierno que pudiera llegar a afectarlo. Utopía imposible para la atrasada democracia “delegativa” que todavía sufrimos. Pero cosa de todos los días para ese ordenamiento social voluntario denominado el mercado. Porque la decisión de comprar algo de determinada marca o abstenerse de hacerlo es votar a favor o en contra de toda la cadena de valor productiva y comercial de esa marca. Porque la decisión de ver un programa de televisión, escuchar una radio o comprar un diario es votar a favor o en contra de que sus respectivas cadenas de valor se enriquezcan, vegeten o se fundan.

Porque un grupo humano con menos -o ningún- desangre estatal, que se permita fuertes aumentos de ingresos para quienes deseen trabajar, abre también la posibilidad de votar a favor o en contra de un cierto colegio privado para sus hijos, de una cierta agencia de seguridad privada que los proteja en coordinación con una aseguradora que los cubra en situaciones hoy no cubiertas , de una cierta prepaga médica o de un cierto sistema jubilatorio privado o cooperativo que les brinde tranquilidad y satisfacción.
Si esa gente de ingreso aumentado pudiese optar para pagar un servicio o una obra (pública versus privada, desde justicia competitiva por mediación a autopistas y trenes bala pasando por ONGs solidarias), se decidiría por la de mejor relación precio-beneficio. El Estado como usurpador de decisiones tendría entonces sus días contados.

Es la forma inteligente de hacer que pensamientos diferentes no se anulen mutuamente sino que se potencien, armonizando millones de decisiones individuales a través de la propia interacción comercial, laboral y social en grandes redes de contratos y acuerdos libres de mutua conveniencia.
Porque tender a una sociedad libre podrá ser muy cruel con los empresarios, sometidos a durísima competencia, pero es el mejor creador de riqueza para las clases menos favorecidas por la enormidad de oportunidades que crea.

No debería ser necesario llegar al comando de un poder central para cambiar las cosas. Ni reunir una gran masa de personas, coaccionando sus preferencias en efecto-embudo para sostener la ficción de que piensan igual.

Sólo los delincuentes y el Estado usan la fuerza para conseguir su dinero. El resto de la sociedad se conduce -desde siempre- con acuerdos voluntarios y cooperativos o de mercado.
Por eso la inteligentzia que mejor representa a los pobres y oprimidos es la que ilumina estas mentiras de doble moral, haciendo ver que lo que es reprobable y perjudicial a nivel personal (amenazar a gente pacífica, obligar a obedecer reglas arbitrarias o quitar algo por la fuerza a su legítimo dueño) es también reprobable y perjudicial a nivel gubernamental. Y que la democracia total (elecciones diarias y libres en todos los campos de la acción humana) es mucho más ética y constructiva que la actual democracia limitada, cavernaria y vil dictadura de la mayoría.

La Evolución del Ingreso

Septiembre 2011

En el imaginario del común de la gente, la idea de una evolución social deseable podría ser sinónimo de seguridad económica, entendida como gran diversidad (y permanente demanda) de empleos bien remunerados, que incluyan opciones de mejora.
Así como de verdadera facilidad para iniciar emprendimientos, independizarse y poder crecer aún más en ingresos. Vale decir: sin inútiles obstáculos impositivos, pseudo legales ni crediticios.
Y con algún sistema previsional sustentable que nos devuelva la más segura y alta retribución durante nuestros últimos años, pase lo que pase.

Profundizando un poco más, también sería sinónimo implícito de un gran respeto por las ideas del prójimo, por la personal elección de sus modos de vida y por sus bienes honestamente adquiridos. Aumentando los umbrales de tolerancia, disminuyendo los de resentimiento envidioso y propiciando a todo orden la no-violencia como principio rector. Como norte inmutable de nuestra convivencia.

En síntesis, evolución social deseable sería el logro de un entorno social donde la mayor cantidad de gente, sino toda, pueda acceder a un poder adquisitivo tal que le permita las más amplias posibilidades de elección en educación, salud, justicia, esparcimiento, previsión de retiro y sobre todo protección (si es preventiva, mejor) frente a cualquier clase de agresión.

Lo que nos impide caminar hacia este paradigma no es la dificultad para hallar las soluciones más efectivas a los problemas que nos frenan. El problema es que no se entiende cuál es el problema. Porque seguimos pegados al error de creer que la base del desarrollo y el bienestar se encuentra en la distribución del ingreso, cuando el problema de comprensión con el ingreso (el de todos y el de cada uno) es que no se distribuye sino que se gana.
Distribuyendo lo cooptado a palos a nivel general lo disminuimos, mientras que quitando lastre a lo ganado voluntariamente en el nivel individual, lo aumentamos.
Y no sólo no caminamos hacia aquella evolución social deseable sino que estamos entrampados en una democracia populista de bajísima calidad republicana. Altamente ineficaz además de injusta y sólo capaz de generar un muy bajo rango de ingresos por habitante. Un sistema tramposo que niega a 40 millones de argentinos la posibilidad de ganar en serio, para después poder distribuir ese dinero sin “comisiones” estatal-mafiosas, a través de poderosos gastos en comunidad, inversiones reactivantes y ayudas voluntarias de toda clase. Porque para ser solidarios en serio hay que tener con qué.

En verdad, las soluciones que demanda la Argentina hoy requieren de un ingreso anual de al menos 45.000 dólares per cápita; más de 3 veces superior al que logra nuestra inepta dirigencia, aún con la muleta de un dólar manipulado.

Nos encontramos, qué duda cabe, en una ciénaga política tratando de caminar con el barro a la cintura y por increíble que parezca nadie parece notar que el norte idealizado de esta democracia populista, representado por las social democracias de Europa y los Estados Unidos, es -para colmo- un modelo que se hunde.
Así como J. D. Perón nos embarcara en procedimientos fascistas que naufragaban a ojos vista al cabo de la Segunda Guerra, la actual clase política nacional, sin renunciar a ese fascismo que la marcara a fuego, pretende que sigamos embarcados en sus utopías, peligrosamente infantiles, del “Estado de Bienestar”. Ni siquiera el archi eficiente e híper productivo Primer Mundo consigue avanzar, con niveles de gasto público que, como en nuestro caso, se devoran casi la mitad del Producto Bruto.

El capitalismo chino los está pasando por arriba. Con su horroroso autoritarismo estatal, pero al menos parcialmente y en lo económico, aplica con decisión las ideas-base liberales que en su momento promovieran el espectacular liderazgo científico y la riqueza de occidente. El capitalismo hindú, también con graves limitantes pero con la libertad de empresa tatuada en la frente, lo sigue de cerca. Son las locomotoras que hoy impulsan al mundo… y al “viento de cola” que seda y prolonga la agonía de nuestra ensoñación estatista.

¿No nos dice nada todo esto? Si nada de capitalismo aniquila la riqueza de una sociedad (ver Norcorea, Cuba o URSS). Si el tibio capitalismo filo-socialista del “Estado de Bienestar” se hunde bajo su propio peso a mediano plazo, aún aplicado por los supercivilizados nórdicos. Si un poco de capitalismo real está elevando hacia la prosperidad a gigantes atrasados como India y China… ¿Qué no podría hacer por nosotros un capitalismo avanzado y tecnológico sin tapujos, de siglo XXI, de sociedad abierta, bajos impuestos, pocas reglas inteligentes e inversiones por doquier?
¿Qué no podrían hacer por nosotros las novísimas aplicaciones de la eficiencia dinámica, surgiendo como consecuencia natural de los procesos de mercados así liberados, impulsadas por la capacidad creativa y coordinadora de la más moderna función empresarial, reemplazando gradualmente nuestra monstruosa fábrica de pobres estatal?

Más es más, evidentemente. Pero la cultura de la vagancia y la ignorancia, frenan. Porque podríamos dejar atrás a Brasil y México. Porque podríamos ser mucho más que Alemania o Francia. Porque podríamos humillar a los ingleses con nuestro poder económico y hacer que los kelpers pidan de rodillas su incorporación a la Argentina. Porque impondríamos respeto y cordura a los norteamericanos. Porque tenemos el potencial para ser meca mundial de cerebros innovadores y de emprendedores con ingentes ganas de trabajar, producir y ganar sin tanto peso muerto encima.

Nos preguntamos hoy si quedará fuerza entre las desperdigadas filas derrotadas del patriotismo como para promover una mega campaña publicitaria inteligente, de largo aliento, sobre todo en radio y televisión que despierte la conciencia popular sobre las oportunidades que estamos perdiendo, para cada uno y para todos.

Migajas

Septiembre 2011

La sonriente hipocresía que caracteriza a la mayor parte de nuestra sociedad, sigue sirviéndonos para disimular y postergar de manera crónica la superación de los barbarismos que nos frenan.
Porque mediante la conjunción recurrente del cortoplacismo de la legión de los oportunistas, con el aval al robo fiscal y reglamentario de la legión de los progresistas, vuelve a desecharse por abrumadora mayoría en este año electoral, la idea de una Argentina inclusiva y poderosa. De una Argentina distribuidora y creadora al mismo tiempo.

Una suerte de prudencia económica mal entendida que nos abrocha con dureza al “más vale malo conocido…” mientras refrendamos comunitariamente el mito del avestruz, enterrando la cabeza para no ver ni aprovechar las extraordinarias oportunidades que nos ofrecen el fuerte “viento de cola” para nuestras exportaciones, la desesperada búsqueda de destino de los capitales del primer mundo o las fantásticas herramientas tecnológicas que hoy están a nuestra disposición para multiplicar el beneficio de lo anterior.
Porque, no nos confundamos: las promesas de Tecnópolis y las inalcanzables 160 millones de toneladas de granos (que podrían ser 260 o 360) son sólo expresión de deseos si seguimos con el combo socialista de altos impuestos, cierre económico, inseguridad jurídica y ahuyentamiento de inversiones.

Nuestros dirigentes siguen convenciendo a un electorado golpeado y amenazado, con promesas de mero mantenimiento de nuestro modelo de limosnas crónicas, pobrezas y decadencias dentro de márgenes tolerables, en equilibrio con el mantenimiento de sus propios negociados con el Estado dentro de márgenes redituables.
Lo único seguro es que la clase política argentina ofrece al pueblo migajas mientras, perdido todo pudor ético y vocación de servicio, se enriquece por izquierda de manera escandalosa.

Señoras; Señores: despertemos: viviendo en un territorio y con una población de tan enormes potencialidades, los argentinos podríamos ser sino la primera, la segunda o tercera potencia del mundo, con todo lo que ello significa en calidad de vida general, en polo de atracción de talentos y fortunas inversoras, en responsabilidades de liderazgo y orgullo nacional.

Elegir estatistas es aceptar las migajas y rechazar los manjares, dando prioridad a las mismas pulsiones negativas que vienen marcando el paso de nuestras acciones en el cuarto oscuro, desde que empezamos a decaer: resentimiento, odio, envidia del vecino y deseo de daño ajeno. Prefiriendo en forma mayoritaria (y no sólo a través de los Kirchner) ver cómo sobre-paga, sufre, tropieza, e incluso cae por tierra aquel que está un escalón por encima mío a tener que ver cómo prospera diferenciándose, aunque ello implique, paralelamente, un progreso para mí.
Un tipo de igualitarismo en verdad estúpido y suicida además de despreciable, situado en las antípodas del estricto igualitarismo ante la ley que sabiamente prescribía nuestra Constitución. Y que nos llevó al 7° lugar del mundo hace 100 años.

Pobreza no es, desde luego, sinónimo de desigualdad social. Porque debemos saber, en acuerdo con los estudiosos del tema, que estos deseos sucios no suelen dirigirse contra los verdaderamente poderosos. Ni siquiera contra quienes lucran a diario con el robo de nuestra labor, desde el gobierno. Apuntan más bien contra quienes están cerca, son conocidos y comparables, con lo que su utilización política por parte del populismo es aún más corrosiva (y destituyente) de lo que podría suponerse.

Concedamos que los (demasiado numerosos) estratos bajos de nuestra población se encuentran más motivados en su voto por el entendible temor a caer aún más bajo que por estas pulsiones negativas, condicionados como están por décadas de educación pública basura y freno (por vía dirigista) a sus posibilidades de auto elevación. Frenos sufridos a manos de dirigencias (tanto cívicas como militares) cerradamente defensoras del autoritarismo de Estado. Nunca defensoras del -menos controlable- poder enriquecedor de la libertad, también prescripto por nuestra Carta Magna.

Nuestros pacientes lectores, alertados en la saludable costumbre de intuir aquella mayor parte del iceberg que se encuentra bajo el agua, no tendrán dificultad en seguir aquella definición clásica que enseña que aún profundizando, no se encontrará ninguna diferencia de naturaleza (tal vez sólo de grado) entre el poder de un jefe de horda y el de un gobierno moderno compuesto de un jefe de Estado, ministerios, juzgados y cámaras.
La finalidad de maximizar la riqueza de la población y su consecuente libertad real de elección coincide absolutamente, claro está, con el objetivo final de máxima de los libertarios cual es la abolición del Estado por costoso, corruptor, innecesario, peligroso e indeseable. Del despedir al jefe de horda y a todos sus esbirros, ensanchando el espacio y el oxígeno destinados al crecimiento económico y maduración responsable de la sociedad. Porque el problema no son los argentinos sino el sistema, que compele de manera irrefrenable a un comportamiento delincuencial. 
Un objetivo final de máxima que probablemente siga siendo utópico por unas cuantas décadas (no ya siglos), habida cuenta del potencial liberador de la tecnología informática que hoy despunta y que los Estados repartidores de migajas sencillamente no podrán detener.




La Evolución de la Solidaridad

Septiembre 2011

Un pueblo evolucionado debe ser, obviamente, un pueblo de gente generosa. Inclusiva, sensible y solidaria con los desafortunados, en especial aquellos que están más cerca.

En la campaña electoral de los días que corren escuchamos al gobernador, candidato presidencial, médico y socialista H. Binner poner el acento de su propuesta en este último punto.
Haciendo de la solidaridad la llave para promover el bienestar general y resolver los conflictos sociales. En el medio para retomar nuestro prestigio y poder económico -con el plus de la autoridad moral- en el top ten mundial.
Este colocar el trineo por delante de los perros es un planteo teórico que agrada a muchísima gente. Personas que se dicen dispuestas a compartir todo lo necesario -a través de los impuestos- para que nuestra sociedad crezca en forma pareja, aún sacrificando velocidad si esta implicase desigualdad. Mujeres y hombres a los que les gusta verse como solidarios, éticos y que en virtud de ello votan izquierdas como la de Binner sin dejarse arrastrar por el egoísmo.

Resulta innegable el “éxito de ventas” emocional de esta presentación, y razonamientos de similar calibre fundamentan el atractivo del progresismo en general. En verdad, el arco partidario entero se encuentra transversalmente penetrado de esta amable, condescendiente visión del progreso.

Pero la solidaridad, la ética, el problema del egoísmo, los impuestos y la igualdad son otra cosa.

En primer lugar porque la misma noción de una solidaridad coactiva (por medio de impuestos) contradice la naturaleza intrínseca del acto solidario, voluntario por definición.
Llamando a las cosas por su nombre, esa “política solidaria” es en la práctica algo así como “quito por la fuerza, me quedo y reparto a discreción para seguir tapando parte del actual desastre de pobreza y decadencia ética, causado por la incompetencia de mi modelo populista. Si no puedo atraer capitales para crecer en serio, al menos distribuyo todo lo que pueda aspirarse hoy, aunque signifique hambre por falta de inversión para mañana”.

En todo caso, los votantes de esta vasta coincidencia transversal deberían renunciar al robo oficial que apadrinan sobre aquellos contribuyentes que no están de acuerdo con seguir alimentando las arcas de un sistema de auxilios que consideran ineficaz, mediante dineros restados a la producción y al trabajo real.
Sistema social-fascista que mostró ya desde el vamos su ineptitud para construir una Argentina potencia, siendo historia infalseable que en 1945 nuestro país era la potencia de Latinoamérica, acreedor del Primer Mundo, que el Banco Central rebosaba de oro y que la opinión pública global nos ubicaba como destinados a sentarnos en la mesa de las grandes decisiones. Y que a la caída de su primer régimen, en 1955, nos habíamos transformado en la nación que aún hoy somos: quebrada, deudora, de dirigencia ignorante, mal educada y soberbia. Sin crédito, futuro ni prestigio y superada hasta por sus vecinos sudamericanos.

Renunciar al robo y a todo puño amenazante sobre gente pacífica, por ejemplo, apoyando que aquella parte de impuestos afectada a la solidaridad forzada sea reintegrada a quienes expresen su voluntad de usar ese dinero en reinversiones productivas o iniciativas particulares de ayuda, que generen solidaridad evolucionada a través de empleos y oportunidades diversas, priorizando la dignidad del esfuerzo por sobre la limosna. Como podría ser dedicarlo a sus emprendimientos, viviendas, indumentaria, vehículos, turismo, cultura y otras necesidades vitales que demanden mano de obra real, innovación, integración globalizada de proveedores y en definitiva, rápida creación aumentada de riqueza social.
La tecnología informática actual lo hace posible, desde luego, con la simple instrumentación de una tarjeta tributaria o el acceso electrónico al manejo de la propia cuenta impositiva, con algún retrocontrol interactivo de la autoridad de cobro, por caso.

Línea de razón que nos conduce, en segundo lugar, a la mentira de la bella afirmación de estar dispuestos a apoyar tributariamente la solidaridad forzada: la misma inmensa mayoría transversal que simpatizó con esta idea en la última votación, sería la primera en atropellarse en presentaciones de acogimiento a tales exenciones. Querrían menos voracidad fiscal sobre su gasoil, sus cigarrillos, sus alimentos, su electricidad, su agua y su gas. Menos impuestos bancarios, menos ABL, menos IVA encareciéndolo todo o menos retenciones a quienes compran y producen desde el interior, entre muchas otras cargas paralizantes. ¿O no son argentinos modelo 2011, acaso? Sería de estricta justicia y nadie objetaría, claro, que los aportes de quienes sí deseen seguir pagando estos niveles de imposición sean destinados a los planes sociales digitados por el gobierno clientelar de turno.

Como bien reza el lema del poco conocido (pero muy argentino) Partido Liberal Libertario “tienes derecho a escoger líderes para ti pero no tienes derecho a imponer dictadores a otros”.

Más allá de la gradualidad o de la obvia comprensión de muchas situaciones puntuales de real emergencia, se trata de distintas maneras de entender el vocablo “ayudar”, abriendo paso aquí también a la tan declamada como poco asumida no violencia.
Ya que ética también significa renuncia a la violencia como forma de lograr nuestros objetivos, además del apoyo a la cultura del trabajo y del respeto a lo honradamente obtenido por otros.

Y en tercer lugar, quienes así han sufragado no deben perder de vista que estar dispuestos a “sacrificar velocidad de crecimiento si implica desigualdad”, también significa condenar a los 10 chicos por día que en nuestro país mueren por desnutrición, a seguir muriendo durante cada día, mes y año siguientes. O significa condenar a otras 15 personas por día que mueren en accidentes por nuestra injustificable falta de autopistas, por dar sólo dos ejemplos entre muchos. Significa ser cómplices de estos crímenes y aceptar sobre sus espaldas la responsabilidad de haber reelegido a estatistas para que insistan, una y otra vez, con sus recetas mil veces fracasadas.

3.600 niños y 5.500 automovilistas por año, más todos los adultos obligados a soportar sin necesidad situaciones de indigencia que amargan y acortan sus vidas, marcan también el verdadero rostro del egoísmo sin límites de gente que gusta considerarse socialmente sensible y que puede darse el lujo de esperar disfrutando del actual festival de subsidios y corrupción intervencionista, mientras condena a muerte a indefensos (por edad o por ignorancia) que no pueden hacerlo.
Este tipo de barbarie debería ser considerada crimen de lesa patria y sus responsables, ser duramente castigados/as por la Justicia y por la Historia.

Entonces y de una buena vez ¡bienvenida la desigualdad, carajo! Porque es el ojo de la aguja por donde hay que pasar, ineludiblemente, para llevar un enérgico, decidido, sustentable bienestar a desamparados y desprotegidos.
Desde luego las sociedades más ricas (con menos pobres), donde proliferan las fundaciones y donaciones voluntarias, son las que tienen mayores y más constructivas solidaridades per cápita para los realmente necesitados.

Si fuésemos un poco menos envidiosos, vengativos y egoístas nos molestarían la pobreza fabricada por el populismo y la vagancia viciosa que le es inherente, no las diferencias.
Son las diferencias las que energizan el esfuerzo creativo que sumará a la riqueza del conjunto. Mientras que el igualitarismo de mérito que aplana y desanima por las vías del saqueo impositivo y reglamentario… es el cáncer que está devorando los huesos de nuestra Argentina.

Pequeño Análisis Nocturno

Agosto 2011

Con acuerdo al resultado de la “superencuesta” de este mes, la mitad del 75,5 % de los ciudadanos habilitados a votar apoyan la idea de otro período presidencial para C. F. de Kirchner.

A grandes trazos y refiriéndonos al apoyo a candidatos presidenciales, la realidad es como sigue: sobre un padrón nacional de 28.853.000 personas, emitieron su voto 21.757.000 (el 75,5 %) de las cuales 777.000 lo hicieron en blanco.
La mitad de los 20.980.000 que eligieron en forma positiva un candidato -10.490.000 ciudadanos- optaron por la Sra. de Kirchner. Eso representa algo más del 36 % de todos los adultos autorizados a votar, teniendo en cuenta que unas 7.000.000 de personas decidieron no presentarse.

Aún suponiendo un alto número de impedidos, viajeros (los residentes en el extranjero no integran el padrón) y fallecidos de última hora, son muchos ciudadanos. Que deben sumarse a los que concurrieron pero votaron en blanco y a quienes anularon intencionalmente su voto. Toda gente que viene demostrando a las claras su desinterés por la cosa pública, su descreimiento para con la dirigencia política, su negativa a avalar semejante representación y en última instancia, su opinión antisistema.
Si nuestra democracia fuese democrática, ese porcentaje de bancas y cargos debería quedar vacante (que “se vayan todos”, literalmente y aunque sea por partes), ahorrando al país los correspondientes gastos no avalados.

Así las cosas, la opinión explícita del 36 % de los adultos ha sido clara: avalaron el presente autoritarismo de fuerte tendencia anti republicana, la violación de la letra y el espíritu -protectores de la propiedad y la libertad- del único pacto social que todavía nos une (la Constitución de 1853) y el enriquecimiento ilícito de funcionarios, “empresarios” amigos, sindicalistas, operadores políticos, Madres, Abuelas, Hijos, Cuñados, Secretarios y otros corruptos exitosos a quienes salvaron por ahora de enfrentar a un Poder Judicial serio y a un Servicio Penitenciario adecuadamente motivado.
Avalaron el robo liso y llano a las AFJP, el manejo sucio de los 500 millones de Santa Cruz, el saqueo de las jubilaciones futuras a la Anses, el uso de las reservas del Banco Central para gastos políticos y la enorme emisión inflacionaria de billetes.
Avalaron el crecimiento del más antidemocrático clientelismo extorsivo, el duro sometimiento de las autonomías federales ahogo/premio financiero mediante y el brutal silenciamiento de pluralismo y denuncias cívicas con la Ley de Medios (Ley Mordaza) en conveniente “tenaza” con la anulación de los contralores institucionales.
Avalaron más Estado deficitario con Justicia genuflexa y una mayor “redistribución” a través de más impuestos, en especial de las retenciones a la renta del complejo agro industrial. Aún sabiendo que el fondo duro y profundo de la palabra redistribuir se encuentra en el tándem inversión – producción eficiente – exportación – buenos empleos y no en el tándem igualitarismo sin mérito – resentimiento – dádiva del capo – promoción de desgracia ajena.

Y cubriendo todo ello con un manto de impunidad, avalaron de manera totalmente irresponsable el presente atajo ficticio de la “fiesta” de subsidios y consumo. Aún sabiendo que cuando implosione víctima de sus evidentes errores, la cuenta indexada y el lucro cesante se harán extensivos hasta nuestros hijos y nietos (no solo los suyos) durante muchos años.

Es sólo un pequeño análisis nocturno a la estadística de este verdadero voto delincuente de casi 4 de cada 10 argentinos habilitados, que puede traducirse en: “la democracia republicana, representativa y federal que marca la Constitución nos importa un bledo. Sólo nos sirve de ella el acto eleccionario, reuniendo como sea la mayoría necesaria para ahorcarla de una buena vez y con su propia soga, porque nos recuerda nuestra propia incapacidad”.

Al cabo una “fiesta de consumo” muy escasa y relativa, por cierto, que remarca la imperiosa necesidad de arremangarse para generar una alternativa diferente, efectiva, inspiradora. Realista y terrenal.
Porque si todos estos avalistas de iniquidades hicieron lo suyo por simple conveniencia circunstancial, como quien elige un par de zapatillas de la góndola en base a precio-rendimiento, queda claro que el camino es aceptarlo y ofrecerle al votante lo que desea: una opción más rendidora.
Más utilitaria. De apariencia novedosa, brillante, más efectiva para el llenado de sus bolsillos y para el rápido disfrute de un nivel muy superior de consumo.

Los capitalistas liberal libertarios sabemos que detrás de nuestra máxima menos Estado, más Sociedad no sólo se alinean una mayor igualdad de oportunidades, cultura del trabajo, justicia, solidaridad y corrección ética. También se alinea el más grande y veloz poder creador de riqueza social que existe: el que generan la libertad y la no violencia.