Sistemas

Junio 2006

Estudiosos de la ética coinciden con estudiosos de la economía en que a igualdad de oportunidades las personas sacarán a relucir lo mejor de si mismas bajo diferentes formas si el entorno es virtuoso, dejarán constancia de su apatía si el entono es indiferente y expresarán con franqueza lo peor de sus pulsiones negativas si el entorno es malicioso.

El sistema que nos encadena desde hace mucho tiempo se encuadra mayormente en esta última categoría, habiendo propiciado con toda lógica la tendencia autodestructiva que nos distingue.
Así, los pueblos civilizados asisten con asombro al terrible, tristísimo espectáculo de una sociedad que se desliza desde la opulencia de estar situada entre los ocho mejores países de la tierra con todos los índices de progreso y de esperanza que tal categoría conlleva, hasta la situación de postración económica, descrédito ético e insignificancia internacional que firme y progresivamente nos va caracterizando.
La Argentina respetada y poderosa, meca de inmigrantes europeos y símbolo mundial de futuro promisorio va quedando en el polvo del pasado, olvidada hasta por nuestra propia sociedad.
Hay responsables, desde luego y a no dudarlo, la Historia que nos sobreviva se encargará de catalogarlos uno a uno con nombre y apellido.
A su tiempo, todos ellos cargarán con sus culpas en este monumental fracaso, verdadero crimen de lesa patria que desde 1930 hasta el dia de hoy precipitó a millones de argentinos a la indigencia, la desesperanza, la exclusión y la vergüenza.
Fueron y son los creadores del perverso sistema que nos hunde, del entorno malicioso que propicia y fomenta lo peor de nuestra idiosincrasia.
A contramano de la inteligencia, como es costumbre, nuestra jefatura insiste en vanos ciclos de recuperaciones y caídas tratando de encontrar atajos inexistentes dentro de un engendro híbrido de socialismo a la criolla (muy altos impuestos, clientelismo mediante planes sociales, dirigismo, intervencionismo verdugo de reinversiones, patoterismo resentido con los de adentro y con los de afuera, aislamiento económico del resto del mundo civilizado, increíble discrecionalidad en el gasto de dineros ajenos extraídos por la fuerza etc. etc.).
Todo un sistema que autopreserva los privilegios de la corporación política con sus oportunidades de enriquecimiento por izquierda, y que logra poner a los argentinos y argentinas de rodillas frente al brete. Un brete cuya única salida está en no acatar las normas, desconfiar de policías y jueces, no respetar al prójimo, inventar maniobras para “zafar” de todo lo que quieren imponernos, no apostar invirtiendo más en nuestro país o simplemente descreer de toda autoridad tanto moral como ética.

Inútil es llorar sobre la leche derramada, sobre el precioso tiempo perdido pensando que nuestro país podría estar hoy entre el “grupo de los ocho” marcando el paso al mundo, siendo acreedor, garante o benefactor en lugar de mendigo, monigote y mal ejemplo.
El paradigma, en cambio, debe ser el de una Argentina aprovechando a fondo las enormes oportunidades que hoy nos ofrece la globalización para lanzarnos a un crecimiento explosivo.
Un sistema que de una vez por todas saque el pie temeroso del pedal de freno y pise el acelerador a la tabla. Porque necesitamos ya, ayer, inversiones anuales de 150 mil millones de dólares y no de tristes 7 u 8 mil como las que acabamos de “lograr”.
Un complejo agroindustrial a rienda libre para poder reinvertir sus ganancias usando toda la biotecnología disponible, todos los insumos y paquetes tecnológicos que hoy aplicamos a cuentagotas. Inundando al mundo de carnes, granos, aceites, textiles, alimentos procesados, frutas, maderas, conservas, productos orgánicos y de acuicultura, lácteos o maquinaria agrícola y muebles, produciendo más y mejor de todo en enorme escala. Arrastrando cual locomotora la cuadruplicación del parque de transportes y almacenamientos, a la infraestructura portuaria, vial y de aeronavegación, al poblamiento y puesta en agresiva producción de los enormes valles patagónicos y andinos que hoy languidecen. Porque en eso consiste el “hacer patria”.
Una industria empujada por emprendedores modelo siglo XXI agolpándose con masivas inversiones de capital, con creatividad estimulada a fuerza de verdadera libertad económica y seguridad jurídica, con audacia exportadora y vocación de conquista comercial teniendo al planeta por límite.
Un sector cultural y educativo lanzado al futuro con botas de siete leguas, para descontar nuestro atraso y superar a otras sociedades que con menos recursos, imaginación y capacidades nos siguen aventajando.
Sin trabas ni censuras, absorbiendo todos los adelantos disponibles, abierto al orbe y a todos los cerebros brillantes que quieran hacer aquí “su América” en un entorno cuyo grado de libertad individual y de respeto a la propiedad causen asombro y envidia. Un sistema que libere nuestra originalidad y nuestro talento con furia creadora.
En un encuadre así, nuestros problemas actuales se extinguirían por inanición y la autoestima nacional volvería a tocar el cielo con las manos.

La situación es muy otra, sin embargo, y todos la conocemos.
El sistema anti empresa en vigencia nos asfixia. Nos hunde en un mar socialista de gabelas y atadura de manos sin coto vendiendo nuestro destino, verdaderamente imperial, por un plato de lentejas.
Paleo-política y paleo-economía en acción !
La oportunidad, empero, está a la vuelta de la esquina (o de un acto eleccionario). Solo debemos quitarnos la venda de los ojos.