Cerrando la Caja de Pandora

Diciembre 2021

 

Los estudios históricos son siempre edificantes.

Y la historia argentina reciente, la de las últimas tres generaciones, resulta particularmente instructiva por su fácil interpretación, atentos a las pocas efectividades conducentes que la definen.

Deviene clara y directa si dejamos de lado la sarasa que usualmente envuelve a este período y vamos, como recomendaba J. Ortega y Gasset, “a las cosas”.

Guitarreo que arranca con la excusa de que “el mundo”, durante y después de las grandes guerras, viró hacia un cierre comercial y geopolítico que tornó inviable nuestro “modelo agro-exportador”, obligándonos desde entonces a la sustitución de importaciones y al proteccionismo.

Una excusa peronista, de toda la izquierda y hasta hace poco del radicalismo que resulta bajada de un paletazo para volar en sobrepique hacia el averno cuando comprobamos que precisamente allí, al infierno internacional, nos llevó la política de esquilmar y pisar la cabeza al “campo” (frenando su evolución multiplicadora) para subsidiar a una industria “modelo taller protegido” capitaneada por pseudo empresarios cortesanos y contratistas coimeros amigos del poder, satisfechos de enriquecerse cazando en el zoológico.

Pretexto que también se incinera si estudiamos la evolución de nuestro “modelo agro-exportador” gemelo del hemisferio sur de aquel entonces, Australia, que continuó con su sistema no-pisador del agro, consolidándose a poco andar como potencia industrial-exportadora, tecnológico-exportadora y desde luego agro-exportadora de categoría planetaria. Un sitial en el ranking en el que la Argentina podría estar hoy.

Recordemos que ya en 1896 nuestro país llegó a estar en el primer lugar mundial en ingresos por habitante. Según datos duros, a 1945 y desde la primera década del siglo, la industrialización eficiente (en paralelo con Australia), sin subsidios y de mercado libre, la misma que fue prostituida y abortada a partir de aquel año, acumulaba un coeficiente de crecimiento anual notable.

La historia nos muestra que durante el período que siguió, el estatismo nacionalista con su cerrazón anti empresa competitiva y globalmente integrada ciertamente nos hundió. Y que el dirigismo caudillista, reinstaurado, nos humilló hasta lo indecible haciéndonos retroceder en el concierto de las naciones avanzadas primero y en el de nuestra atrasada región después.

¿Qué más nos muestra? Que las comunidades humanas se componen de personas naturalmente egoístas y conflictivas, sólo encauzadas en sociedades atractivas, justas, solidarias y productivas… por instituciones sabias.

Y que las más sabias son las que más se apoyan en el mercado; es decir, en la suma de los votos de todos y cada uno en las libre-elecciones personales del día a día.

Tales como las instituciones que nos ordenó nuestra Constitución liberal de 1853 que, cuando se respetaron, nos elevaron por vía directa al rango de potencia.

Las efectividades conducentes que marcaron nuestra historia desde aquel quiebre con la Argentina liberal (la de “los conservadores”) están más que claras; llamemos al pan, pan y al vino, vino: al romper lanzas con el mercado (con el mundo, en realidad), J. D. Perón, un vivillo poco ilustrado, autoritario y sobrador, abrió nuestra Caja de Pandora liberando los demonios naturales del egoísmo y la conflictividad.

Con el cínico concurso de su esposa M. E. Duarte hizo estallar todas las consecuencias de las más bajas pasiones sociales: envidia, resentimiento, odio de clase y sed de venganza del inútil sobre el laborioso, del mafioso sobre el honesto, del botarate sobre el ahorrativo y del ignorante fiestero sobre el emprendedor estudioso.

Lo peor de la argentinidad salió entonces a flote y envenenó el alma nacional a lo largo de la historia de 3 generaciones al punto de que aún hoy, con el país arruinado, los peronistas alineados detrás de un pobrismo cerril obtuvieron más del 33 % de los votos.

Gran llamado de atención: más de 7 millones de personas ensobrando un apoyo claramente delincuente, habida cuenta del amplio conocimiento general sobre el grueso calibre de las complicidades, latrocinios, ineptitudes, mentiras e inmoralidades en que incurrió el pleno de su dirigencia.

Puede que el vivillo no haya sido, en su intimidad, anti empresario; que no haya querido maniatar el uso de la propiedad privada ni derogarla fiscalmente; incluso puede que haya soñado con una Argentina donde el mérito, el respeto y el trabajo productivo fuesen base de bienestar para todos pero ciertamente sus acciones irresponsables, bravatas, gruesos errores de apreciación y arrestos oportunistas nos situaron con firmeza en el sendero contrario.

Llegamos así a un 2021 en que la mayoría de los connacionales anhela un “trabajo” en el gobierno o bien desea emigrar.

Peronistas o no pero eso sí, arracimados como ovinos contra el menguante calor del poder, una masa crítica de argentinos se hunde lentamente junto a su Titanic mental en las heladas aguas de nuestra miseria estatizante.

Los analistas anticipan, no obstante, un momento bisagra en nuestra historia. Las próximas presidenciales (si se producen) podrían ser una nueva y rara oportunidad para cerrar esa Caja, exorcizando a sus demonios.

7 millones de voto-delincuentes definidos, hoy se oponen. Los banca una poderosa corporación de pseudo empresarios protegidos y coimeros, sindicalistas mafiosos, burócratas parásitos de la máquina de impedir, partidos de izquierda y líderes de organizaciones sociales filo-comunistas; beneficiarios todos del sistema fisco-esclavista que encadena a la nación, impidiéndole ponerse de pie.

¿Estará la oposición, esta vez, a la altura del desafío? ¿Tendrán sus dirigentes la valentía necesaria para aplicar el shock de  medidas coordinadas que corrija con convicción nuestros gravísimos problemas culturales y estructurales? ¿Contarán con la sabiduría política que logre los consensos y alianzas que para tal tarea se precisan? ¿Serán capaces de generar una fuerte corriente de esperanza social (único modo de soportar lo insoportable) a través de la épica de la libertad? ¿Lograrán cerrar de una vez y para siempre nuestra hedionda Caja de Pandora?

Los próximos 24 meses y la acción -siempre referente- de ciudadanos patriotas, como en 1853, lo dirán.