Violencias

Julio 2021

 

La Argentina que conocimos, la tierra entrañable de nuestros padres y abuelos, la del acuerdo casi unánime por el trabajo y la honradez, la del mérito, la clase media y la Constitución republicana, está desapareciendo. Como en la fábula de la rana en agua hirviente, la miseria y la inseguridad se van adueñando de nuestra sociedad, otrora ubicada entre las mejores del mundo en educación, producto, libertades e ingresos. Junto con nuestros hijos, estamos siendo expulsados de nuestro lugar y de nuestros valores. Esto es violencia.

La incompetencia que nos hunde campea en todas las áreas de la mano de la casta de jerarcas impunes que nos preside. Una ineptitud prepotente y coactiva que en pocas cosas se expresa mejor que en su política impositiva. Con ideas realmente estúpidas, polvorientas banderas tribales como la  progresividad, que a esta altura del saber económico (teórico y empírico) sólo pueden ser entendidas a la luz de un resentimiento ignorante con más la búsqueda deliberada de la carencia.

Hablamos de ese afán de ataque fiscal en jauría “a los que más tienen” que alcanza su paroxismo destructivo (no confundir con “destrucción creativa”) en la imposición discriminada por tamaños: a todo efecto, los Elon Musk de nuestra nación deben ser entorpecidos, desincentivados… expoliados no importa qué tanto contribuyan o puedan llegar a contribuir con el progreso y prestigio del país, con el empleo o con la solidaridad social; su ejemplo y su afán de ganancia superadora deben ser abortados.

A contramano de nuestra actual orientación pobrista deberíamos saber que en las sociedades que funcionan, la moderna eficiencia dinámica con responsabilidad empresarial capitalista se vincula cada vez más con lo social; que lo científico se ensambla con lo productivo y lo local con lo global. Mal que les pese a los igualitaristas, hoy lo individual repercute vinculándose con fuerza extraordinaria en lo integral.

Data como la que destaca el lúcido catedrático argentino Marcelo Elizondo, la de saber que hoy ostentamos la mayor presión impositiva del planeta en relación a nuestro nivel de desarrollo , donde en muchos casos los tributos superan el 100 % de las ganancias netas, nos advierten acerca del nivel de nuestro extravío y de las verdaderas intenciones del kirchnerismo: ahuyentar o fundir selectivamente para reinar con su clepto-nomenklatura sobre una masa atomizada, atemorizada y sin capacidad efectiva de reacción.

Datos de esta estrategia, como el de saber que nuestras inversiones productivas son la mitad que las del promedio mundial, aterran. ¿Cómo no van a achicar inversiones o a huir las grandes empresas, viéndose bajo ataque directo? Por la confiscatoria progresión impositiva, desde luego, aunque también por la sobrerregulación, el abuso gremial y la falta de seguridad jurídica en temas como estos y tantos otros que violan la letra y el espíritu de nuestra Constitución. Que pisotean el Acuerdo Social republicano establecido con sangre y trabajo por nuestros antepasados; ese que (increíblemente) todavía nos mantiene unidos.

La gangsteril excusa de que saqueando (y/o expulsando) a los jugadores mayores vamos a beneficiar a las pymes, a la “solidaridad” pública y a los consumidores de menos recursos se escurre como agua entre los dedos ni bien se cae en cuenta de que en la economía del conocimiento que transitamos, la investigación y el desarrollo (I&D) que impulsan el avance de las sociedades son llevados adelante sólo en un 10 % por los Estados y otro tanto por los sistemas educativos en tanto grandes compañías privadas lo hacen en el 80 % restante de los casos. Las nuevas tecnologías no sólo suman; multiplican. Y las multinacionales que invierten a riesgo propio en ello participan de cadenas globales, tienen alianzas disruptivas y crean ecosistemas con pymes locales, con las que interactúan generando círculos virtuosos que fungen como verdaderos motores sociales.

Los grandes emprendimientos (y las personas exitosas) que nuestros líderes pobristas pretenden seguir sobregravando, son los mismos que crean saber aplicado, capacitan a sus trabajadores y proveedores y se involucran (a pesar del feroz entorpecimiento estatal) en causas de solidaridad inteligente.

La competencia a la que el imbecilismo nativo se opone por principio ya no es la torpe puja de la Revolución  Industrial decimonónica; hoy supone conexión y colaboración. Un ágora donde las innovaciones contagian su beneficio a otras empresas, donde sus avances aumentan la economía de escala y la multiplican. Donde hacen permanentes sus ventajas comunales, ampliando además su base; donde potencian sinergias con sus socios; donde multiplican, diseminan y aceleran el crecimiento nacional. Beneficios sistémicos, todos, abiertos a experimentos tan dinámicos como adaptativos; conformes al siglo que nos toca. Una economía fiscalista, cerrada y centralmente planificada es una condenada al desacople de la evolución global en todos estos ítems, tan cruciales.

Entendiendo esto, podemos comprender cómo y porqué lo impositivo-progresivo es hoy una herramienta maestra de dominación; es la violencia en acto que nuestra autocracia usa para terminar con el poder de elección de vida (o el ya menguante lobby defensivo) de vastos sectores sociales, a la par de con la república. Porque, obviamente, sólo puede optar quien conserva posibilidades viables de supervivencia y progreso. Una mayoría de formoseños o santacruceños, por ejemplo, ya no pueden hacerlo; están de rodillas.

Los tributos, en verdad, siempre han sido violencia tribal aunque no sean progresivos. Su propio nombre lo indica. Fueron y son simple robo obtenido mediante amenaza ya que lo único que diferencia a un recaudador de impuestos de un ladrón común es que el primero tiene una gran maquinaria coactiva por detrás, apoyándolo. Contraproducentes y primitivos, son el acto inmoral por excelencia pretendiendo que el fin justifique los medios.

Los libertarios, para espanto y furia de todos quienes parasitan al prójimo a través del Estado, portamos la llave de una sociedad más justa; mucho más solidaria; civilizada; con oportunidades reales y verdadera movilidad social. Una donde la contractualidad voluntaria en crecimiento volvería a colocar al mérito y a la honestidad al tope del mástil poniendo gradualmente a la no-violencia en acto.

Ah!... no violencia argentina: virtud tan anhelada de la boca para afuera (sobre todo por las mujeres) como traicionada con bestial cinismo cada 2 años en el cuarto oscuro.