Malentendidos

Diciembre 2006

El gobierno y el sector agropecuario no se entienden muy bien.
El campo en general y en particular cada uno de los integrantes del complejo agroindustrial argentino piensan que el sistema democrático no autoriza por simple peso numérico la adopción de medidas por parte del Estado que sean violatorias de la libertad de comercio y de la igualdad ante la ley.
Estas violaciones al pacto constitucional pueden verse, por ejemplo, en las prohibiciones de exportar, los impuestos discriminatorios contra la actividad o la intervención sobre mercados transparentes, legales y libres entre otros muchos tópicos.
Creen con el apoyo de toda la evidencia mundialmente disponible, que su sector puede ser la locomotora económica que arrastre a otros sectores nacionales con ventajas comparativas al círculo virtuoso de la explosión de inversiones y del crecimiento multiplicador de empleos y salarios.
El actual gobierno peronista reitera en cambio los vicios del pasado basando el actual crecimiento en un sistema de clave socialista.
Sistemas como este, totalitarios, coercitivos, dirigistas y de fuerte tendencia represora ya fueron probados sobre nuestra sociedad consiguiendo siempre algunos años de ficticia bonanza que inevitablemente terminaron en crisis, culpas cruzadas y airadas decepciones, con la Argentina algunos escalones por debajo de donde se encontraba.
Es nuestra historia desde –al menos- 1916 hasta el presente y de nuestra caída desde el Primer Mundo hasta una pobreza y un descrédito indigno y vergonzante.
El malentendido consiste entonces en lo siguiente : el campo pide pista para un despegue que por propia naturaleza involucraría a los pueblos del interior, las economías regionales y las regiones de mayor importancia geoestratégica. La aparición de grandes mercados emergentes y el impresionante aumento de la demanda mundial de alimentos y biocombustibles abren oportunidades únicas para lo que producimos con mayor eficiencia.

Para no seguir perdiendo el tren de la Historia, solicitan empezar a frenar la descomunal sangría de decenas de miles de millones de dólares que durante las últimas siete décadas el Estado quitó por la fuerza al sector (mediante retenciones, cambios diferenciales, impuestos especiales y otros artilugios intervencionistas) para transferirlos al propio Estado y para “ayudar” con subsidios y precios falsos a otros sectores de la economía nacional.
El resultado de tal sacrificio fue haber frenado el crecimiento del complejo agroindustrial y haber perdido competitividad global como país, empujándonos a la indigencia, la marginalidad y falta de oportunidades para la mayoría. La “ayuda” resultó en un verdadero salvavidas de plomo que contribuyó con fuerza a ahogar el derecho popular a vivir en un país desarrollado.

Los políticos, en cambio, piensan que el agro debe seguir siendo básicamente “caja”.
La producción, el crecimiento de la agroindustria, las oportunidades de precios y el lanzamiento de esta locomotora detenida pueden esperar.
Es más importante seguir transfiriendo fondos al Estado para que este pueda seguir sosteniendo al sistema.
Sistema que consiste en un intrincado festival de subsidios cruzados, clientelismo oficialista, precios máximos y prohibiciones con el único objetivo de mantener bajo control un número llamado Indice de Precios al Consumidor (IPC), que vigila los valores de venta de algunos (pocos) artículos y servicios básicos elegidos. Esto, piensan no sin razón, les asegura otro período en el poder.
Mientras tanto miles de otros bienes escapan a esta codificación burocrática confirmando la sensación más perspicaz de que el IPC no refleja la realidad.

Mantener controlado este número por el camino fiscal elegido implica que el gobierno recorta ganancias a buena parte de la sociedad, distorsiona el cálculo económico racional y genera grandes oportunidades de negocios en sectores de menor eficiencia relativa. Ejemplos de esto último pueden verse en el boom de los sectores inmobiliario y automotor, que benefician a las clases media y alta.
Se disminuyen así la competitividad exportadora del país en plena globalización y el desembarco de capitales a gran escala en las áreas en las que Argentina descollaría a nivel mundial (granos, carnes, aceites, maderas, textiles, alimentos procesados, biotecnología, hortalizas, frutas, marroquinería, acuicultura y muchas otras).
Porque, no nos engañemos. El mundo se especializa, se individualiza y crece en eficiencia y productividad a paso veloz.
La creatividad y sus coequiper, la libertad económica y la seguridad jurídica son las llaves de un futuro que ya está encima nuestro, que nos atropella sin contemplaciones amenazando mandarnos a la cuneta en forma definitiva.
Malentendidos como el que vemos entre el agro y el poder, desnudan nuestra verdadera pequeñez mental. Nuestra visión provinciana del planeta. Nuestra falta de coraje cívico.
Seguir apoyando ideologías perimidas y arcaicas en las urnas solamente nos traerá aquello que procuramos evitar.

Recaudaciones

Octubre 2006

Desde hace algún tiempo venimos leyendo en los diarios, escuchando en las radios o informándonos en los noticieros de tevé que la recaudación impositiva (en especial la nacional) crece mes a mes batiendo récords .
Cada nueva medición trae cifras que superan a las de igual período del año anterior configurando una tendencia ascendente que pone exultantes a quienes manejan el Estado y por empatía, es tomada con una sensación de satisfacción y optimismo por buena parte de la población.
A primera vista parece una buena noticia para sectores como los jubilados, empleados públicos, universidades estatales, hospitales, fuerzas de seguridad y para toda la inmensa legión de quienes dependen de las finanzas públicas en nuestro país incluyendo, claro está, a los millones de personas que cobran planes sociales y subsidios por desempleo.
Un Estado boyante de dinero y con una tendencia recaudatoria en alza, supone garantías de que todos ellos seguirán recibiendo sus billetes puntualmente e incluso genera la esperanza de que los estipendios percibidos podrían aumentar.

Ahora cambiemos por un momento el ángulo de mira y atrevámonos a pensar con más profundidad. Con más responsabilidad.
Ello implica comprender que cada peso que se quite a las empresas privadas por impuestos (a la producción, a los servicios o al comercio), es un peso que no se reinvierte en crecimiento, competitividad dentro de un mundo que se globaliza sin retorno y creación de más empleo genuino mejor remunerado.
Es comprender que el gasto que haga el Estado con el dinero extraído a la actividad privada será siempre mucho menos eficiente.
Si los argentinos usáramos la creatividad y la inteligencia que nos distinguen para ver más allá de lo obvio entenderíamos finalmente que para sacar al país del puesto número 101 (desde luego, seguimos cayendo ; y eso que el año pasado ya éramos… ¡93!) impulsándolo hacia arriba no podemos seguir insistiendo con la misma y prehistórica receta fiscalista.
Con eso contribuimos a frenar el avance del país en su conjunto, retrasando gravemente los tiempos de erradicación de la pobreza.
Y el dinero extraído por la fuerza al sector dinamizador (privado) para transferirlo al sector esterilizador (estatal) no es poco.

La presión impositiva, que hoy equivale a 30 puntos del PBI está siendo aplicada sobre el 70 % del sector privado, que es la proporción operada en blanco. La recaudación real representa entonces para los que pagan, una presión impositiva de 45 puntos del PBI, lo cual supera ampliamente el promedio de lo que se paga en los 7 países más avanzados del globo.
Recientes estudios demuestran que no ya para las empresas sino para cualquier familia tipo de clase media o media baja en la Argentina, la carga del Estado sobre el total de sus gastos oscila
¡ entre el 35 y el 40 % !

Esta tendencia no es nueva. Si bien en los últimos 45 años (desde que hay estadísticas confiables) nunca se llegó a la presión actual, lo constante a través de gobiernos radicales, militares o peronistas fue y es la preferencia por un sistema clientelista, fiscalista y estatista.
Usar la excusa de que somos un país con serios problemas de pobreza y marginalidad para justificar una presión impositiva que pone al sector más eficiente como piso del sector menos eficiente es reincidir en el error.
La receta que se aplica hoy con ciega tozudez es la que nos condujo a la pobreza. La Argentina es un país pobre porque desde hace más de 76 años viene fustigándose con esa receta. La de los países pobres.
Pruebas al canto : sigue obligándose al agro, que es el sector más competitivo y eficiente, a ser proveedor de alimentos baratos para otros sectores con el objeto de tapar la inflación y de impulsar una industria sustitutiva de importaciones, receta abandonada hace muchas décadas por el mundo civilizado. Lo que hacen los que nos están aventajando es dar rienda al sector eficiente para que sea una locomotora que arrastre a otros sectores en su crecimiento.
Pero no. Lo “políticamente correcto” es ¡ considerarlo una oligarquía a la que hay que expropiarle la renta !
Hace 50 años, por caso, esto se hizo a través del IAPI y hoy se lo lleva a cabo a través de prohibición de exportaciones o de retenciones, entre otros tratamientos fiscales discriminatorios.
El caso del agro es solo un ejemplo del recetario de la indigencia, alrededor del cual los argentinos y las argentinas seguimos dando vueltas como mulas encadenadas a una noria.

El voto mayoritario convalida hoy a los que hunden a los sectores eficientes, apoyando la vigencia de un socialismo a la criolla que socava la seguridad jurídica, ataca el vital principio de propiedad privada (entre otras cosas con altísimos impuestos) y restringe tanto las libertades básicas como la seguridad personal. La receta totalitaria a pleno.
El resultado de este apoyo es ir quedando cada vez más atrás en competitividad y mejoras en el nivel de vida de los sectores de bajos ingresos, dejando que otras sociedades ocupen mercados que deberían ser nuestros por historia, capacidad y recursos.
Consecuentemente, la alegría gubernamental y el optimismo de quienes dependen del Estado para vivir son , como tantas veces nos pasó, pan para hoy y hambre para mañana. Pan para la próxima elección y hambre para la Argentina posible.

Modelando la Arcilla del Futuro

Octubre 2006

Reiteradamente definida como “el peor sistema de gobierno exceptuando todos los demás”, la democracia representativa, republicana y federal es en verdad un pésimo sistema de gobierno.
Y lo es aún en aquellas sociedades cuyo sistema democrático es mirado con admiración, como Suiza o los Estados Unidos, donde la división de poderes es un hecho tangible y aceitados mecanismos de contralor ciudadano hacen que todo funcione como un mecanismo de relojería.
Es lo mejor que se ha probado si lo comparamos con caudillos sanguinarios, impíos dictadores comunistas, monarquías absolutistas y hereditarias, oscuros regímenes tribales, peligrosos líderes iluminados o incluso con el siempre presente fantasma de un anarquismo caótico y salvaje.
Comparada con las lacras, genocidios y abusos de toda índole sufridos por los individuos a lo largo de milenios, la moderna democracia parece ciertamente un sistema aceptable.
¿Por qué decimos que así y todo es pésimo? Porque aunque nos moleste recordarlo, el fin no justifica los medios. Y los medios necesarios para que el aparato democrático se mueva, se basan en conceptos altamente inmorales : violencia, coerción, robo, amenazas, impedimentos al libre albedrío, imposiciones contra nuestra voluntad y multitud de atropellos contra hombres y mujeres que a nadie han dañado.
¿Cómo es esto? la organización que se necesita para coordinar los enormes y complejos engranajes institucionales que la democracia precisa, se mueve con dinero. Nadie podría poner reparos a esto si el dinero en cuestión fuese aportado voluntariamente.
¿Se imagina alguien la implementación de impuestos voluntarios? El Estado que pusiese esto en práctica caería por tierra en pocos meses muriendo fatalmente de inanición.
Los impuestos, pues, son coercitivos. Estemos o no de acuerdo, hayamos o no votado por ese gobierno, deberemos pagar bajo pena de que el Estado (que ejerce el monopolio legal de la violencia) caiga sobre nosotros para obligarnos por la fuerza.


Los que enarbolan el garrote quitan el producto de su esfuerzo al más débil quien lo entrega bajo amenaza de castigo, siendo que de otro modo no lo entregaría a esas personas. Esto se llama robo, independientemente de quien o quienes lo perpetren.
Si cien millones de personas se ponen de acuerdo para quitarle a una sola persona algo que esta tiene y aquellas codician, sigue llamándose robo por más que los cien millones hayan votado ordenadamente prestando su consentimiento al despojo y que hayan acordado la sanción de una ley que lo permita.
El número no modifica el principio y el caso de los impuestos democráticos es solo un ejemplo.
El fin de sostener a un Estado que imponga redistribuciones a su arbitrio por encargo de una mayoría de personas no justifica los medios de coerción violenta aplicados sobre una minoría desarmada para obtener el dinero necesario.
Es en verdad un muy mal sistema aquel que parte de la base de aplicar procedimientos incorrectos, como violencia y robo, para lograr que la cosa funcione.
Desde luego, la democracia no es el fin del camino en el prosaico asunto de cómo debemos organizarnos, sino tan solo un estadío, y bastante primitivo, en el largo devenir de la historia de las ideas y las interacciones humanas.
A esta altura del siglo XXI deberíamos empezar a comprender las enseñanzas de Gandhi sobre el culto del respeto absoluto por el prójimo y la filosofía de la no violencia.
Los acuerdos voluntarios, los aportes de dinero o trabajo libremente decididos, los contratos entre personas, grupos, cooperativas o sociedades que estén de acuerdo en una determinada forma de solucionar un determinado problema (desde la seguridad personal contra las agresiones hasta el trazado y uso de autopistas pasando por decisiones sobre justicia o educación) son la manera de avanzar en los beneficios de la civilización sin caer en el viejo vicio totalitario de la violencia.
En el futuro, redes de 1º, 2º, 3º y 4º grado de acuerdos voluntarios conformarán una heterarquía (estructura horizontal en forma de red) que paulatinamente reemplazará al actual sistema coercitivo de jerarquía (estructura vertical en forma de árbol).

Cada quien podrá en este maravilloso juego de no violencias, elegir voluntariamente cuánto o qué aportar, a qué grupo de personas organizadas y para recibir qué cosas a cambio.
Las fronteras dibujadas en el suelo perderán relevancia (un planeta globalizado ya puede entreverse) a medida que las personas progresen en el armado de redes de convenios libremente pactados, y como tales respondan a sus convicciones y conveniencias tanto individuales como grupales, cediendo, otorgando y exigiendo dentro de un maduro y justo juego de responsabilidad individual donde, a diferencia de lo actual, cada uno deberá responder por sus actos.
Los que tengan convicciones socialistas o comunistas compartirán todo lo que crean necesario entre los que voluntariamente adhieran a sus redes de convenios y los que quieran vivir según sus propias reglas bohemias, podrán hacerlo sin impedimentos mientras no dañen a otras personas con sus actos.
El Estado tal como lo conocemos no será entonces necesario y los “impuestos” serán en verdad contribuciones voluntarias.
Al ir desapareciendo el peso muerto de la estructura estatal, gigantescas sumas de dinero pasarán a reinvertirse en emprendimientos productivos, inyectando dinamismo, empleos y prosperidad en una escala aún desconocida.
Por eso el valor más importante para quienes ya están trabajando en este sentido es el de la libertad, protegiendo la sociedad civil que es voluntaria en contraposición a la sociedad política, que es obligatoria. Y por eso se promueven las soluciones de mercado, que son libres, en oposición al intervencionismo que es coactivo.
El futuro parece lejano pero solo si sabemos hacia dónde queremos dirigirnos, podremos dar sentido a nuestro próximo voto democrático.

Los Costos del Atraso

Octubre 2006

El reciente accidente del ómnibus con jóvenes estudiantes chocado frontalmente por un camión en una ruta santafesina, no es sino uno más de los incontables costos que los argentinos venimos pagando por el hecho de vivir en un país con demasiados rasgos del Tercer Mundo. Del mundo envidioso de los “no alineados”.
Este nuevo y luctuoso desastre podría haberse evitado si la ruta por la que transitaban hubiese sido una autovía de dos manos de ida y dos de vuelta. Esa y no otra es la respuesta civilizada que debemos esperar ya que todo el mundo sabe que en esa clase de rutas se producen mucho menos accidentes.

A semejanza de los países avanzados, Argentina debería contar a esta altura del siglo XXI con una vasta red de autopistas de cuatro carriles, decuplicando las que hoy tenemos.
Los chicos murieron porque nuestro país no está donde debería estar. Porque nuestros gobiernos no hicieron lo que debían hacer con honestidad e inteligencia. Porque el voto argentino eligió a demagogos en lugar de a estadistas, que obviamente nos condujeron a pantanos económicos e institucionales sin salida, causando a su vez intervenciones de militares ineptos que no atinaron a otra cosa que continuar en lo esencial con el inviable sistema que heredaban. Una y otra vez. Y otra vez más otros políticos cínicos y desactualizados con la misma polvorienta cantinela dirigista, causando miserias y atrasos sin cuento.

Esta historia que cada argentino conoce en su fuero íntimo, lo reconozca o no, es la historia de nuestro camino hacia el infierno.
Un infierno agravado por la tortura de ver lo que otras sociedades que estaban detrás nuestro han logrado y logran, usando el sentido común que desde hace décadas venimos desechando.
Porque, no nos equivoquemos : este “nuevo” gobierno peronista que recicla recetas ya probadas allá por el 45 no tiene nada de nuevo.
En los 3 años que lleva el actual mandato, no pudimos superar siquiera los índices básicos del odiado período de la convertibilidad cuando nos dirigía la dupla Menem-Cavallo.
Tanto los datos de crecimiento del PBI como los datos del índice de reducción de la pobreza fueron superiores durante los 3 primeros años de aquel (también) “nuevo” peronismo. Desde luego, todo terminó donde tenía que terminar.
Y eso a pesar de que la actual administración partió de un estado de depresión económica y postración social fenomenal, causada a su vez por los “nuevos” radicales y sus aliados socialistas.

Según parecen anticipar las encuestas, volveremos a insistir con más de lo mismo en las próximas elecciones.
Mientras tanto, la Argentina sigue cayendo (también durante los 3 últimos años) en el ranking mundial de competitividad. Eso significa que seguimos perdiendo el tren de la Historia. Significa que año a año más países nos dejan en la polvareda del atraso mientras sus sociedades gozan de mayores inversiones en beneficio de la gente. Más autopistas, pero también más y mejor justicia que proteja los derechos de propiedad de los inversores, más y mejor educación modelo siglo XXI para todos, más y mejor seguridad a toda hora y en todos lados y tantas otras cosas que conforman la calidad de vida de los pueblos que progresan.

Los costos del atraso son fabulosamente altos. El lujo de elegir gobernantes ignorantes y obcecados que no se interesan por asimilar las más modernas corrientes del pensamiento económico y social, es fabulosamente caro. La pretensión de superar nuestras gravísimas limitaciones aplicando las mismas recetas que nos desbarrancaron a esta democracia no republicana, no representativa ni federal con su correlato de pérdida de posiciones en el concierto mundial es fabulosamente necia.
Son costos que implican la muerte o la desesperanza y el resentimiento de millones de compatriotas que siguen trabajando y produciendo , tratando de avanzar con el barro impositivo a la cintura. A ellos nos debemos. Ilustremos pues al soberano. No hay salidas de emergencia en este juego.

Paleo Economía

Septiembre 2006

Asistimos en estos dias al instructivo espectáculo que nos brinda la hermana república de Bolivia, de cuya implosión política, institucional y económica deberíamos extraer algunas lecciones e ideas que nos ayuden a madurar como personas, y por ende a mejorar como sociedad.
Lo que allí sucede es que una parte de su población (la parte menos ilustrada) sumó la mayor cantidad de votos en las últimas elecciones imponiendo al país la jefatura del líder indigenista y sindical Evo Morales.
Las ideas del Sr. Morales son bien conocidas : en su calidad de dirigente de izquierda étnica de insuficiente educación, odia y excluye todo aquello que no conoce, no comprende, teme o difiere de su propia tradición secular de pobreza y aislamiento social.
En lugar de adaptar con originalidad a su propio contexto cultural las ideas clave que están haciendo prosperar a los pueblos más disímiles a lo ancho del planeta, el prefiere las viejas recetas de la paleo-economía socialista que congenian bastante bien con su sueño de retrotraer ciertos factores organizativos al incanato precolombino.
¿Volveremos a presenciar sacrificios humanos? El socialismo práctico aplicado sobre Cuba o sobre Venezuela constituye un claro ejemplo de que aquella idea no sería tan descabellada, después de todo. A los opositores y a los propietarios, violencia.
En cualquier caso, queda claro que la idea de elevar a su gente en dirección al confort y las ventajas de la civilización, hacia mayores niveles de educación e integración con un mundo que se globaliza sin retorno, no pasa por su mente.

Consecuente con tales inclinaciones, el gobierno boliviano procura desembarazarse de molestas cortapisas republicanas aboliendo la actual Constitución para avasallar con más comodidad la propiedad privada, la ya precaria seguridad jurídica y la división de poderes, fronteras últimas que delimitan la civilización de la barbarie.
La respuesta de los bolivianos pensantes es, obviamente, “en esta no me anoto” y agotadas las instancias de consenso puede que intenten apartarse del camino elegido por la mayoría apelando a alguna forma de secesión.
No será sencillo sin embargo, puesto que quienes portan ideas socialistas se caracterizan por su violencia. Violencia contra quienes no quieren entrar al corral comunista para entregar sin resistencia sus propiedades, su dinero y su libertad, es decir sus derechos de personas evolucionadas, su futuro y el de sus hijos.

Los socialistas actualmente al mando (de Corea del Norte a Suecia pasando por Argentina) no gustan de la libre elección de los individuos ya que dan por supuesto que se debe obligar por la fuerza a los que tienen algo que otros codician a entregar una parte (o eventualmente casi todo) al Estado para que este lo distribuya conforme el sabio criterio de sus funcionarios, quienes desde luego saben mucho mejor que los consumidores y que el mercado dónde invertir para lograr el máximo crecimiento en el menor plazo y con más beneficiados.
Lo cierto es que la idea de compartir libre y voluntariamente los bienes, los esfuerzos y los conocimientos respetando la decisión de aquellos que prefieren hacerlo de otras maneras, no entra en su desactualizado bagaje cultural.

Para estos sistemas totalitarios, el ser humano no es un fin en si mismo sino un medio al servicio de los fines de otros en tanto el respeto por su libre albedrío es algo que los tuvo y los tiene sin cuidado.
Prefieren el dominio que surge del fusil y de la amenaza airada al que surgiría de la libertad de elección y los acuerdos voluntarios.
Claro que el crecimiento económico sustentable viene hoy de la mano de la inversión en gran escala, lo que a su vez depende de la creatividad y de su coequiper la educación tecnológica, que son bienes intangibles que no aterrizan masivamente en aquellos lugares sin una férrea seguridad jurídica que asegure un absoluto respeto por la propiedad privada y muy amplias libertades económicas, protegidas mediante probos y decididos sistemas de seguridad.
Estos supuestos no se dan en la Bolivia de Morales ni tampoco, como bien sabemos en nuestro propio país.
Una eventual secesión boliviana puede resultar un modelo sumamente interesante de observar. Un verdadero ejercicio de hombres libres, con el valor de ponerse de pie para enfrentar esta nueva agresión socialista sobre las minorías.

Sistemas

Junio 2006

Estudiosos de la ética coinciden con estudiosos de la economía en que a igualdad de oportunidades las personas sacarán a relucir lo mejor de si mismas bajo diferentes formas si el entorno es virtuoso, dejarán constancia de su apatía si el entono es indiferente y expresarán con franqueza lo peor de sus pulsiones negativas si el entorno es malicioso.

El sistema que nos encadena desde hace mucho tiempo se encuadra mayormente en esta última categoría, habiendo propiciado con toda lógica la tendencia autodestructiva que nos distingue.
Así, los pueblos civilizados asisten con asombro al terrible, tristísimo espectáculo de una sociedad que se desliza desde la opulencia de estar situada entre los ocho mejores países de la tierra con todos los índices de progreso y de esperanza que tal categoría conlleva, hasta la situación de postración económica, descrédito ético e insignificancia internacional que firme y progresivamente nos va caracterizando.
La Argentina respetada y poderosa, meca de inmigrantes europeos y símbolo mundial de futuro promisorio va quedando en el polvo del pasado, olvidada hasta por nuestra propia sociedad.
Hay responsables, desde luego y a no dudarlo, la Historia que nos sobreviva se encargará de catalogarlos uno a uno con nombre y apellido.
A su tiempo, todos ellos cargarán con sus culpas en este monumental fracaso, verdadero crimen de lesa patria que desde 1930 hasta el dia de hoy precipitó a millones de argentinos a la indigencia, la desesperanza, la exclusión y la vergüenza.
Fueron y son los creadores del perverso sistema que nos hunde, del entorno malicioso que propicia y fomenta lo peor de nuestra idiosincrasia.
A contramano de la inteligencia, como es costumbre, nuestra jefatura insiste en vanos ciclos de recuperaciones y caídas tratando de encontrar atajos inexistentes dentro de un engendro híbrido de socialismo a la criolla (muy altos impuestos, clientelismo mediante planes sociales, dirigismo, intervencionismo verdugo de reinversiones, patoterismo resentido con los de adentro y con los de afuera, aislamiento económico del resto del mundo civilizado, increíble discrecionalidad en el gasto de dineros ajenos extraídos por la fuerza etc. etc.).
Todo un sistema que autopreserva los privilegios de la corporación política con sus oportunidades de enriquecimiento por izquierda, y que logra poner a los argentinos y argentinas de rodillas frente al brete. Un brete cuya única salida está en no acatar las normas, desconfiar de policías y jueces, no respetar al prójimo, inventar maniobras para “zafar” de todo lo que quieren imponernos, no apostar invirtiendo más en nuestro país o simplemente descreer de toda autoridad tanto moral como ética.

Inútil es llorar sobre la leche derramada, sobre el precioso tiempo perdido pensando que nuestro país podría estar hoy entre el “grupo de los ocho” marcando el paso al mundo, siendo acreedor, garante o benefactor en lugar de mendigo, monigote y mal ejemplo.
El paradigma, en cambio, debe ser el de una Argentina aprovechando a fondo las enormes oportunidades que hoy nos ofrece la globalización para lanzarnos a un crecimiento explosivo.
Un sistema que de una vez por todas saque el pie temeroso del pedal de freno y pise el acelerador a la tabla. Porque necesitamos ya, ayer, inversiones anuales de 150 mil millones de dólares y no de tristes 7 u 8 mil como las que acabamos de “lograr”.
Un complejo agroindustrial a rienda libre para poder reinvertir sus ganancias usando toda la biotecnología disponible, todos los insumos y paquetes tecnológicos que hoy aplicamos a cuentagotas. Inundando al mundo de carnes, granos, aceites, textiles, alimentos procesados, frutas, maderas, conservas, productos orgánicos y de acuicultura, lácteos o maquinaria agrícola y muebles, produciendo más y mejor de todo en enorme escala. Arrastrando cual locomotora la cuadruplicación del parque de transportes y almacenamientos, a la infraestructura portuaria, vial y de aeronavegación, al poblamiento y puesta en agresiva producción de los enormes valles patagónicos y andinos que hoy languidecen. Porque en eso consiste el “hacer patria”.
Una industria empujada por emprendedores modelo siglo XXI agolpándose con masivas inversiones de capital, con creatividad estimulada a fuerza de verdadera libertad económica y seguridad jurídica, con audacia exportadora y vocación de conquista comercial teniendo al planeta por límite.
Un sector cultural y educativo lanzado al futuro con botas de siete leguas, para descontar nuestro atraso y superar a otras sociedades que con menos recursos, imaginación y capacidades nos siguen aventajando.
Sin trabas ni censuras, absorbiendo todos los adelantos disponibles, abierto al orbe y a todos los cerebros brillantes que quieran hacer aquí “su América” en un entorno cuyo grado de libertad individual y de respeto a la propiedad causen asombro y envidia. Un sistema que libere nuestra originalidad y nuestro talento con furia creadora.
En un encuadre así, nuestros problemas actuales se extinguirían por inanición y la autoestima nacional volvería a tocar el cielo con las manos.

La situación es muy otra, sin embargo, y todos la conocemos.
El sistema anti empresa en vigencia nos asfixia. Nos hunde en un mar socialista de gabelas y atadura de manos sin coto vendiendo nuestro destino, verdaderamente imperial, por un plato de lentejas.
Paleo-política y paleo-economía en acción !
La oportunidad, empero, está a la vuelta de la esquina (o de un acto eleccionario). Solo debemos quitarnos la venda de los ojos.

Hacia un Sistema de No Violencia

Abril 2006

Dedicar unos momentos a la reflexión de por qué ciertas cosas que siempre nos han parecido obvias en realidad no lo son tanto, puede resultar un ejercicio muy esclarecedor y energizante.
Cuestionarse aunque sea en teoría cosas que aceptamos sin análisis como “incuestionables” de nuestra vida diaria en sociedad es por lo menos estimulante para nuestro pensamiento crítico.
Podría asemejarse a tomar un tónico cerebral que nos haga sentir vivos, pensantes, despiertos a nuevas posibilidades y hasta esperanzados mientras nos movemos dentro de un sistema que mayormente nos genera sensaciones de agobio, desesperanza, chatura y de última, conformismo. El inconformismo pacífico, fundamentado, ha sido y es por otra parte, un ingrediente esencial en la evolución de los pueblos. La libertad para pensar, discutir y proponer ideas superadoras sin ser censurado es igualmente signo de civilización y caracteriza a las sociedades más exitosas.

Un pensamiento interesante que rompe con lo “aceptado” consiste en preguntarse cómo es posible que después de miles de años de evolución, pruebas y errores en busca de la mejor forma de organizarnos como sociedad con la mira puesta en lograr el mayor bienestar para todos, a esta altura del siglo XXI la gente todavía apoye la existencia de sistemas que (¡aún en el caso del sistema democrático de gobierno!) requieran para su funcionamiento de la fuerza bruta.
La violencia (o la amenaza de su uso) aplicada sobre ciudadanos que no han agredido a nadie, para conseguir que hagan cosas que de otro modo no harían parece (y es) repugnante al sentido común de cualquier persona que se precie de civilizada y viva en el año 2006.
Basta para comprobarlo con imaginar qué sucedería, por ejemplo, si un individuo se negara a entregar al Estado una parte del fruto de su trabajo (a pagar impuestos). Seguramente sería conminado a pagar y si persistiera en su negativa sería declarado en rebeldía y acabaría sentenciado a prisión. Y si la persona en cuestión se resistiera a ser llevada tras las rejas enfrentando a los representantes del Estado, finalmente se la mataría.
La fuerza bruta (policía) sostenida por el propio aporte mantiene a los ciudadanos en el temor de correr una suerte parecida a esta y los persuade de entregar el dinero para evitar males mayores.

Para probar que esta entrega no es voluntaria, podemos seguir imaginando qué pasaría en el hipotético caso de que el gobierno despenalizara el no pago de impuestos.
Lejos de la inocente esperanza de que la sociedad, que por cierto comprende cabalmente la necesidad de hacerlo siga pagando, lo que sucedería sin dudas sería (tanto aquí como en Suecia) un rápido y generalizado abandono de esta práctica que a su vez conduciría a una fulminante desaparición del Estado y al colapso de todos los “servicios” que presta.
Educación, seguridad, justicia, asistencialismo y muchas otras actividades gubernamentales menos edificantes quedarían sin fondos para seguir operando. Aún sabiéndolo, al quitársele la amenaza de violencia la sociedad optaría por no pagar.

Es tema apasionante pero que excede las intenciones de este artículo la cuestión de cómo podrían organizarse las personas para funcionar sin Estado evitando caer en la anarquía y manteniendo en funciones las instituciones necesarias para vivir civilizadamente; pero lo que sí podemos repensar es la realidad diaria que significa vivir bajo la amenaza de agresión que sostiene de manera antinatural y con un altísimo costo el sistema actual de convivencia.
El más elemental sentido común debería abofetear nuestra percepción de lo obvio cuando comprobamos, a estas alturas, que la organización social que nos recomienda el establishment solo resulta viable con un arma apuntándonos por la espalda. Evidentemente algo no cierra como debiera.
El mismo sentido común nos dice que evolución es naturalmente afín al concepto de no-violencia.
Coerción, autoritarismo, amenazas, violencia contra los que a nadie agreden son conceptos que se contraponen a la idea de evolución, de bienestar, de civilidad respetuosa.
Los próximos pasos de la historia social de la humanidad van a darse sin lugar a dudas dentro de esta tendencia inevitable en la inteligencia colectiva. La libertad de elección absoluta de cada individuo sobre cómo vivir su vida en un marco de respeto por la misma libertad de los demás dentro de un sistema de no violencia.
El pensar con sensatez en estos temas tan obvios y el sacar conclusiones sobre política local, nacional y mundial acordes a estas tendencias, tal vez nos ayude a decidir con más lucidez nuestro próximo voto.
Tal vez nos ayude a ayudar a otros a pensar con mayor amplitud de miras en temas que a todos nos involucran.

Perfeccionando aunque sea de a poco el imperfecto sistema democrático que nos rige, cada uno desde su circunstancia y en la medida de sus posibilidades estaremos haciendo algo por nuestros hijos y por nuestros nietos.
Estaremos poniendo los cimientos de un mejor lugar donde vivir.

Creatividad

Abril 2006

Es sabido y recientes estudios comparativos lo confirman, que los argentinos somos emprendedores, imaginativos y para muchas cosas, brillantes por naturaleza.
Sea por la particular mezcla de razas que nos distingue, por la presión de un pasado ilustre o por la mera necesidad de sobrevivir a la tremenda sucesión de gobiernos anti-empresa que venimos soportando, lo cierto es que nuestro pueblo ha desarrollado una especial aptitud creativa.

No es novedad que los connacionales que trabajan en el exterior generalmente se distinguen, hacen carrera, son muy bien conceptuados y pagados.
Existe asimismo entre los observadores extranjeros la percepción de que somos un pueblo de individuos capaces y originales, que fracasa sin embargo en el emprendimiento colectivo de forjar un país avanzado.

Esta aptitud creativa se manifiesta entre nosotros, desde luego, en el surgimiento de emprendedores que inician empresas, diseñan buenos negocios o perfeccionan sistemas productivos, por ejemplo.
Aún frenado por incontables palos estatales en la rueda, el afán de generar ganancias sobrevive y azuza una inventiva apoyada en habilidades innatas que son algo así como la reserva potencial de nuestra sociedad.
Todo argentino intuye esto y de allí nuestra convicción de estar destinados a ser líderes o, como se dice por ahí, de ser un país con vocación imperial.
Es más. Ya estuvimos en ese pedestal hace 100 años y el recuerdo colectivo de ese orgullo nacional no tan lejano aporta verosimilitud a la pretensión.

Una primera reflexión debería llevarnos a imaginar lo que podría ser nuestra Argentina, si estableciéramos las bases para que toda esa potencia creadora se expresara sin trabas. En esta sociedad global del conocimiento la creatividad, la inventiva y la libertad para disponer con eficiencia de los recursos privados son llaves infalibles de éxito.

Sin embargo y por mucho, donde más y mejor se manifiesta esta creatividad es en el campo de lo ilegal.
Especialistas en violar normas de convivencia, en evasión tributaria y negreo laboral, en el arte de la truchada, el engaño y la corrupción, en la creación de leyes amañadas y en el aprovechamiento intensivo de baches legales, en la viveza de usar sólo la cáscara del sistema republicano, representativo y federal como cobertura de los más aberrantes atropellos constitucionales, los argentinos utilizamos nuestra ventaja comparativa en la generación de un gran caos que nos descoloca.

No podía ser de otra manera ya que nos hallamos en “el país de los piolas” donde el “sálvese quien pueda” es el pensamiento no expresado número uno.

La causa de esta calamidad no debe buscarse en mitos tales como “la maldad empresaria”, la “codicia suicida” del capitalismo, la ausencia de “sentido social” o la “conspiración internacional” en nuestra contra.
Tampoco se debe a que precisemos más leyes y reglamentos, más multas y controles, más piquetes intimidatorios ni más mano dura contra todos para obligarnos a obedecer por las buenas o por las malas. No.
Maduremos, por favor.

La solución no es más gobierno… porque el gobierno es el problema.
¿Cómo? Dentro de su complejidad, el colapso nacional tiene como toda gran verdad, explicaciones simples y de sentido común.
Desde aquel primer golpe militar de 1930, todos los gobiernos que hemos padecido (salvo brevísimos períodos) se mostraron conmovedoramente hermanados en una cosa : el dirigismo.
El afán reglamentarista heredado de la administración colonial española renació tras el interregno liberal que nos había catapultado al primer mundo, resultando en una acumulación sedimentaria de normas, prohibiciones, exepciones, imposiciones discriminatorias, cargas discrecionales, privilegios irritantes, decretos, edictos, reglamentos y leyes contrapuestas a derogaciones parciales, anulaciones, represalias, subsidios especiales, inmunidades corporativas y toda clase de obligaciones, derechos y garantías virtuales que se vienen superponiendo hasta la fecha sin contradicción aparente.
Cada gobierno aportó su cuota de confusión agregando regimentación detallada sobre cada aspecto de nuestra vida privada que se le ocurrió pertinente, en una alegre ronda de funcionarios públicos civiles y militares que unieron esfuerzos para aplastar nuestras ganas de crear y de crecer.

Así las cosas, cada habitante de este país sabe que el cumplimiento estricto de toda esta maraña en lo económico lleva a la quiebra, en los comportamientos viales lleva al accidente o en lo personal lleva al enloquecimiento por via burocrática y al desánimo por las dificultades para progresar, hacer fortuna por derecha o vivir seguro.

Los argentinos no somos suicidas por naturaleza sino que respondemos con toda lógica al sistema que nos encorseta.
Un sistema perverso, lleno de injusticias y de muy difícil cumplimiento que ahoga la enorme potencialidad creadora que poseemos propiciando el egoísmo, el caos social y la falta de respeto por el prójimo.

Desde luego la responsabilidad de estos hechos recae en primer lugar sobre el (aprox.) 80 % de votantes, mujeres y hombres argentinos que convalidaron una y otra vez a los gobiernos que crearon el sistema, a las oposiciones políticas que estuvieron de acuerdo con estas ideas dirigistas difiriendo solo en cuestiones de grado, y que en conjunto provocaron las crisis “cantadas” que nos llevaron durante años a autocracias militares que tampoco revirtieron la tendencia ya que no estaba en su naturaleza hacerlo.

Crezcamos de una vez. Nuestra creatividad es la salida. La libertad es el camino. El respeto estricto a la propiedad privada la condición. La seguridad jurídica sin hijos y entenados, el basamento. La no violencia, nuestra hoja de ruta.

Libertarianismo

Marzo 2006

A fines del año pasado la Sociedad Rural de Rafaela (Santa Fe) cerró exitosamente su ciclo de formación profesional 2005.
Organizado por el grupo Gama ( Grupo de Ayuda de Mujeres Agropecuarias) y el Ateneo de la entidad, el curso finalizó con una disertación de la Contadora Rosa Pelz Galperín.

El tema fue “Libertad y Crecimiento” y en su exposición puntualizó entre muchas otras cosas que la falta de ambición es lo peor que le puede pasar a una sociedad, ya que hace que las personas queden sumergidas y exigiendo que les den, sin pensar - como nos decían nuestros abuelos- que el pan ha de ganarse con el sudor de la frente.
Expresó su contrariedad al asistencialismo considerando que en la forma en que se lo practica en estos momentos contribuye a hundir a la gente, quitarle su autoestima, degradarla y someterla a los intereses de otros.

Si logramos en cambio generar una incomodidad creativa que le haga sentir a la persona que capacitándose, que haciendo un esfuerzo por si misma va a poder llegar a lo que anhela, estaremos recuperando con ello los mejores valores del ser humano.
Interesante y centrada ponencia, sin duda, proveniente de una mujer de familia (casada, con 46 años de matrimonio y dos hijos), de trabajo y con experiencia.

Lo novedoso de la conferencia fue que la disertante se declaró “libertaria”. ¿Qué es un libertario y en qué consiste el libertarianismo?
Poco conocido en la Argentina, es un sistema completo de principios de gran coherencia que viene creciendo en forma progresiva desde su creación entre los años 50 y 70 por el economista Murray Rothbard (1926 – 1995), un verdadero “hombre bisagra” en la historia de las ideas.
Considerado por algunos expertos y politólogos como la ideología del futuro, avanza sobre todo entre las elites más evolucionadas en muchos países aunque en algunos ya está asomando bajo la forma de fuerza política con vocación de aplicación práctica.
En los Estados Unidos, por ejemplo, el Libertarian Party está presente en 50 estados y con más de 200.000 afiliados constituye la tercera fuerza electoral del país.
Más cerca aún, en Costa Rica, el Movimiento Libertario estuvo presente en las últimas elecciones (Febrero de este año 2006) logrando el 8,4 % de los votos para presidente y el 9 % para su lista de diputados. Los resultados obtenidos constituirán un nuevo desafío para esta joven y muy audaz agrupación.

El sistema libertario pone el acento en la persona humana como individuo único e irrepetible. La minoría más pequeña es la de una sola persona y merece el mismo respeto que otra minoría de cientos de miles o que una mayoría de millones.
El Estado debe reconocer al individuo como ente superior del que deriva toda su autoridad y por tanto no tiene más derechos sobre personas y propiedades que los que cada individuo le conceda.

Puede definirse al libertarianismo (o libertarismo) como un sistema de ley policéntrica de jurisdicciones competitivas. Una organización social espontánea, autónoma, no coactiva; un orden voluntario cooperativo basado en la ética objetiva y universal de la libertad y la justicia rectamente entendida como el derecho individual de propiedad privada. No implica caos, desorden ni salvajismo sino simplemente ausencia de Estado monopólico.
Implica en última instancia la abolición de todas las formas de Estado por innecesarias, peligrosas e indeseables.
Existirían instituciones, leyes y agencias de seguridad, pero no impuestas mediante la violencia. Se trata de una heterarquía o estructura en red, y no de una jerarquía o estructura de árbol.
La esencia de la filosofía libertaria es el principio de no agresión y se aplica en forma estricta a todo el campo de la acción humana.

El principio de la no-agresión del pensamiento libertario es la base de la moral y la ética de la mayoría de las personas comunes que viven de su trabajo con sacrificio, honestidad y respetando los derechos del semejante. Estas personas enseñan a sus hijos a no comenzar peleas o agredir a otros. No engañar, trampear o robar.
Todo lo pacífico es bueno. La violencia es mala.
La sociedad debería dejar en paz a las personas que no han dañado, engañado o forzado a otros entendiendo que el uso de la fuerza es legítimo sólo en contra de los que han iniciado una agresión.
Cada persona puede vivir su vida como le parece tanto si sus elecciones incluyen drogas, sexo libre y ocio como si se opta por el ascetismo, el trabajo duro, el servicio al prójimo o los cultos religiosos más raros siempre y cuando sus acciones no interfieran con igual derecho de sus semejantes, caso que constituiría el inicio de una agresión.
En la política exterior, este principio se traduce en el de la no-intervención y la neutralidad. La guerra debería ser el último recurso de defensa de una nación ante un ataque real y por eso los libertarios se han opuesto tanto a las guerras de Vietnam, Irak o Serbia como al bloqueo a Cuba.

La ausencia del Estado de Bienestar posibilitaría la reinversión productiva de gigantescas sumas haciendo a los países más ricos y a las personas mucho más generosas, humanas y caritativas con los desposeídos e infortunados. La historia prueba que en la medida de la intervención estatal crece la indiferencia hacia el prójimo en la sociedad.

Se entiende asimismo que la moral es una sola y la misma vara debería aplicarse para todos.
¿Por qué si una patota de 10 personas le quita su dinero a 2 transeúntes en la calle se llama robo mientras que 4 millones de personas que se reparten el dinero que quitaron por la fuerza a otras 650 mil se llama “redistribución de la riqueza a través de los impuestos”?
La única diferencia entre un cobrador de impuestos y un ladrón es que el primero opera con una poderosa maquinaria detrás apoyándolo. Sin embargo la escala no cambia la calificación y un sistema basado en el despojo mediante la amenaza de violencia, no puede ser nunca un buen sistema.

En el pensamiento libertario, el valor más importante es la libertad, no la democracia. Por eso protege la sociedad civil, que es voluntaria, en oposición a la sociedad política que es coercitiva y promueve las soluciones de mercado, que son libres, en oposición al intervencionismo, que es obligatorio.
Se trata de la libertad bajo el imperio de la ley, de respetar el igual derecho de los demás de vivir en paz, con gobiernos limitados y mercados libres y abiertos. Es dejar de ser víctimas de tiranos, iluminados y parásitos.

El siglo XX ha sido del poder estatal, de los Hitler, Stalin, Castro; del dominio que surge del fusil. Con el libertarianismo y un poco de suerte, el siglo XXI puede ser el siglo del hombre libre.

Cuidado con las Frases Hechas

Febrero 2006

Desde hace algún tiempo y al fragor de la sorda lucha civil que viene polarizando a la opinión pública en populistas versus republicanos, los argentinos nos estamos habituando a algunas frases hechas.
En realidad son “conceptos hechos” usados por el gobierno y sus compañeros de ruta con el objeto de servir a sus propósitos, que permanecen invariables a través de administraciones peronistas, radicales o militares desde hace décadas.
Estos son, desde luego, los de asegurar sus intereses privados, los de la corporación a la que representan, sus privilegios y lealtades de silencio.
También, claro, facilitar la vida a sus electores y trabajar para la prosperidad general del país (en ese orden).

Frases-concepto de alto impacto como “ distribución de la riqueza” o “inclusión social, producción y trabajo” vaciadas de contenido, son profusamente usadas por la actual jefatura peronista con la finalidad de prolongar en las mentes simples la ilusión de que su sistema de socialismo populista conducirá, ahora si, al logro de esas metas.
Nuestra historia, la experiencia internacional y la ciencia económica seria demostraron de manera inequívoca que esto es falso. Aplicando con pavorosa exactitud las recetas que aplica hoy nuestra conducción política, Argentina se despeñó desde las alturas del Primer Mundo hasta el mugriento sótano de pobreza y descrédito en el que nos hallamos.

La interpretación mayoritaria así como las acciones y declamaciones de nuestros patrones políticos para estas frases hechas tratan de hacer creer otra vez que llegaremos a desarrollarnos con :

a) una muy alta presión impositiva

b) un Poder Ejecutivo pronto al puñetazo sobre la mesa

c) unos legisladores que obedezcan a quien puso sus nombres en la lista en lugar de actuar en defensa de los ciudadanos de a pie

d) un Poder Judicial alineado y dócil con el gobierno antes que garante de la Constitución Nacional.

e) un sistema que sostiene todo esto atosigando a la mayoría con educación basura que no fomente la libertad, la civilidad, la no violencia, la creatividad, la independencia de criterio, el ansia de progreso y la capacidad de cuestionar a la dirigencia.



Olvidamos, sin embargo, que los desocupados, los indigentes, los analfabetos tecnológicos, los clase media pauperizados, los ancianos temerosos por inseguridad y pobreza, los servidores públicos con salarios indignos y todos los que están en una situación vulnerable en nuestra sociedad, están en esa situación precisamente por efecto de años de mal gobierno a manos de la misma ideología que seguimos ratificando en las urnas y en las encuestas de opinión hasta el dia de hoy.
Los votantes que sostienen este populismo socialista a la criolla creen que :

a) alguna gente tiene demasiado dinero.

b) muchísima gente tiene muy poco dinero.

c) la solución es quitarle mediante impuestos lo máximo posible a los de a) y repartirlo sin tardanza entre los de b)

d) los de b) son más y por lo tanto tienen derecho a obligar por la fuerza a los de a) a entregar su dinero.

e) los de a) son culpables de la situación de indigencia de los de b) y por lo tanto es justo que se les quite el dinero.

f) además, qué diablos, nos causaría gran placer ver a los de a) de rodillas, castigados y sin tantas comodidades. Matarlos, no, pero si con un buen dogal al cuello.

En definitiva, esto es lo que significa aquí la frase “distribución de la riqueza”. Por estos razonamientos se la justifica y se la apoya en las urnas.
Peronistas, radicales, socialistas, nacionalistas, fascistas, comunistas, democristianos, humanistas y otros consideran con distintos matices, acentos o caretas más o menos vergonzantes que esta interpretación de distribución de la riqueza es correcta.

Lo cierto es que todo lo anterior es la perfecta demostración del enanismo mental causante de nuestra debacle nacional.
Desde Suecia a Uganda esta forma de pensar fracasó, fracasa y fracasará porque está demostrado que las sociedades exitosas y con el futuro más luminoso son las que superaron al enano del igualitarismo y se percataron que “distribución de riqueza” es :

a) alguna gente tiene demasiado dinero.

b) muchísima gente tiene muy poco dinero.

c) la solución es que los de b) se acerquen lo más posible y sin tardanza al nivel de los de a)

d) los de b) son más y por lo tanto pueden forzar políticas que hayan demostrado eficacia en la creación de riqueza y en la educación de la inteligencia colectiva.

e) nuestro propio voto es el responsable de que políticas educativas y económicas erradas hayan causado tanta pobreza y decadencia.

f) además, qué diablos, la envidia no solo es un pecado capital sino que trae implícito su propio castigo como generadora de indigencia.

Del mismo modo, la frase de batalla “inclusión social, producción y trabajo” en referencia a los objetivos manifiestos del modelo en vigencia llama a engaño a una gran cantidad de personas sencillas que creen que a través del sistema de “quito y reparto” se logrará :

a) que los desocupados, los sin educación suficiente, los ancianos e incluso los delincuentes (p.ej. piqueteros violadores de leyes y derechos) sean recuperados para la normalidad de un trabajo digno, una educación aceptable y un ambiente de respeto al prójimo.

b) que se instalen miles de pujantes fábricas y empresas que provean buenos empleos y aumenten la producción nacional en todos los rubros.

Y nuevamente lo cierto es precisamente lo contrario. Está a la vista de propios y extraños el dramático resultado de 75 años de trasnochados al mando.
Con brevísimas exepciones el populismo nacionalista de cultura igualitaria decidió sin impedimentos serios los destinos de la república. Y así nos va.
¿O no?
Si queremos lograr inclusión social, producción y trabajo simplemente debemos mirar a aquellas sociedades que por el duro camino de prueba y error a lo largo de cientos o miles de años, hoy lo están logrando en forma seria y consolidada.
Son las sociedades a las que todos quieren emigrar, como lo fue la Argentina del Centenario, la del Primer Mundo.
La fórmula ya está inventada señoras y señores. No sigamos probando terceras vias geniales ni atajos en el país de los vivos.
No hay otra : Libertad, sobre todo económica y de una audacia que asombre al mundo, pero también para vivir como a cada quien le parezca sin ser discriminado ni obstaculizado porque la gente más libre es la más creativa. Propiedad, respeto que empieza por disminuir al mínimo la exacción fiscal o regulaciones laborales paleolíticas, entre otras cosas, para atraer agresivamente capitales y emprendedores de riesgo de todo el orbe.
Y Seguridad Jurídica ya que los derechos no pueden ser violados y ningún violador de derechos puede quedar impune bajo ninguna circunstancia, para atraer la confianza de empresas e ideas innovadoras de todas las áreas del conocimiento y la industria mundial.
Desde luego, Argentina puede dar ese salto impresionante hacia una prosperidad sustentable que cumpla con creces y en poco tiempo los anhelos de los marginados. Puede haber inclusión social, producción y trabajo en abundancia. Puede haber distribución más justa para las riquezas producidas pero solo si cambiamos en el sentido correcto la interpretación de estas frases hechas.