No Queremos



Enero 2008

No queremos que el dinero que el gobierno nos quita se reparta entre vagos y punteros. No lo queremos porque sabemos que en la próxima elección, los punteros volverán a chantajear a los vagos y sus allegados para que voten por los políticos que decidieron que nuestro dinero sirviera de este modo a sus “carreras” en el Estado. Y porque todos sabemos cuán lucrativa es para todos ellos esa vocación de servicio público tan insistente y altruista.
Tampoco olvidamos que la situación de miseria que sirve como excusa para que esta transa funcione, fue causada por años de mal-gobierno, co-gobierno o de tácita anuencia de los mismos políticos de izquierdas populistas que hoy siguen comandando rio abajo al paquebote estatal.
No queremos seguir con la letanía retrógrada, indigna y profundamente injusta de obligar, garrote en alto, a los sectores eficientes y productivos a ser una y otra vez, y otra vez más el pato de la boda que pague para tapar los resultados de un desastre causado por los mismos que enarbolan el garrote.
Cada vez más gente comprende que el fruto del trabajo ajeno así extraído, es dinero que no se reinvierte en producción achatando con fuerza la ola de riqueza subsiguiente, la competitividad nacional, nuestras ventajas naturales comparativas y una mayor cantidad de empleos futuros mejor pagos.

No queremos una sociedad pobre, porque en ese caldo populista los conflictos sociales se acentúan. Nuestros dirigentes progresistas siguen aplicando recetas que vienen fracasando desde el siglo pasado, deshechadas por los pueblos inteligentes que hoy progresan velozmente al compás de la globalización capitalista.
No queremos que sigan poniendo proa hacia la pobreza con controles de precios, impuestos confiscatorios, inseguridad jurídica ahuyentadora de inversores o manejo discrecional de fondos y vendettas (zanahorias y palos) contra dirigentes opositores, instituciones y medios que permanecen de pie oponiéndose al corrupto servilismo dominante.

No queremos gente fomentando odios, recreando divisiones, alimentando resentimientos, amenazando y humillando desde el Estado a quienes se empeñan en guardar serena memoria de nuestra historia real.
Sabemos que las pulsiones negativas, vengativas, obtusas de ignorancia solo avivan el fuego de las revanchas y martillan las conciencias galvanizando más deseos de violencia en la fragua del futuro, como lo demuestra la Historia.
No queremos que nuestro dinero financie acercamientos con dictaduras socialistas que decapitan la libertad económica y la de expresión. Ni que financie a blasfemas madres empañueladas, subsidie a terroristas totalitarios o alimente inmensos fondos reservados sin control ciudadano. Ni costosos viajes de autopromoción ni de funcionarios con valijas llenas de dinero sucio. Ni cientos de miles de sueldos y viáticos a ñoquis y “asesores” avivados. Ni cientos de miles de jubilaciones y pensiones de privilegio que se suman como capas geológicas. Ni a policías ni a jueces ni a legisladores comprados.

No queremos que se machaque sobre la inmoralidad de defenderse contra el saqueo impositivo mientras todo el sucio sistema de prebendas mantiene a la corporación político-sindical cómodamente sentada en un mando vitalicio (o ganancial, por caso). Eso no es democracia republicana, por cierto. Más bien es un híbrido mafioso que detenta el monopolio de la violencia y del dictado de leyes que provean el blindaje adecuado.

No queremos al empresariado obsecuente y oportunista, de autos de lujo y mansiones de verano que prospera al cobijo de injustos subsidios digitados por políticos iluminados, a costillas del empresariado honesto y eficiente. Y de toda la población argentina que los banca con sus tributos y con el enorme costo de dejar a nuestra patria cada dia más lejos de las oportunidades de crecer al ritmo de la moderna economía del conocimiento.
Sabemos dónde termina este sistema de “empresarios” piolas y funcionarios repartidores de lo ajeno. Es una película que vimos muchas veces.

Lo grave de esta situación estriba en que es cada vez mayor el número de ciudadanos que creen depender para su subsistencia de que estas iniquidades se mantengan. Y eso asegura los votos atemorizados que les hacen falta.
Algunos no queremos que esto siga. Y para eso necesitamos nuevos patriotas, nuevos valientes con visión, como en 1810 dispuestos a alzar la voz entre los ciudadanos, entre el periodismo, entre los funcionarios del gobierno, en la plaza y en el comercio, en la fábrica y en el campo.
La Historia nos juzgará por nuestra pusilanimidad de ovejas o por nuestra decisión de construir una sociedad mejor repudiando con firmeza la profunda incorrección que nos rodea.