El Poder de la Esperanza


Marzo 2019

Sucede de tanto en tanto a lo largo de la historia, que “los de abajo” toman finalmente sus cuerdas y proceden a ahorcar a “los de arriba”. Quiebres que se verifican cuando las diferencias de fortuna y bienestar son demasiado grandes pero sobre todo cuando los desfavorecidos sienten que se quedan atrás, sin oportunidad de avanzar.
La insurrección prospera entonces y se ven cosas como el sangriento terrorismo de Estado acaecido durante el famoso “período del terror” de 1793/94 a poco de triunfar por las armas la Revolución Francesa, o el actual terrorismo de Estado de Venezuela a través del voto inicial en favor de la revolución chavista, con el apoyo de masas sin esperanza de las barriadas más pobres de sus ciudades.

Para las élites pensantes, el modo de desactivar bombas tales, que casi sin excepción conducen a calamidades peores de las que las motivaron (revoluciones rusa, cubana y sandinista, por caso), está en entender a tiempo el alcance de las palabras “sin oportunidad de avanzar”.

En Argentina, perdida la cultura del trabajo (como ya se perdió para un tercio del electorado, y en aumento), el votante empobrecido sólo atina a ver la enorme cantidad de dinero tirada por el gobierno en “política” y subsidios y la gastada por los ricos en sus lujos, concluyendo en el erróneo “la plata está; sólo es cuestión de recaudarla con firmeza, repartirla bien y que me llegue mi parte”.
De ahí a desencadenar a través del voto un efecto dominó que nos lleve a Argenzuela -al modelo madurista de ruina y éxodo- a través de una escalada de acciones directas autocebantes, hay sólo un paso.
Uno que bien podría dar nuestro electorado en Octubre y cuya probabilidad de ocurrencia podría atenuarse -aún con nuestra cultura del esfuerzo tan lastimada- si una mayoría de las familias que desde hace décadas vienen cayendo, percibiera con nitidez y realismo una luz al final del túnel.
Paso que incluso podría revertirse haciendo de nuestra Argentina una verdadera tierra de oportunidades si percibiesen no solo una luz sino todo un abanico de luces libertarias para emprender, trabajar y crear sin palos impositivos, legislativos ni laborales en la rueda.
Es obvio por comprobable que la planificación central de la economía no funciona. Que su fiscalismo, burocracia y reglamentarismo cerril no funcionan. Que la dádiva, las prácticas corruptas, la tergiversación docente de los valores y el clientelismo no funcionan. Que la progresiva clausura de libertades individuales y de derechos de propiedad y disposición que venimos votando desde hace décadas, no funcionan; que han arrastrado a todos hacia abajo y que han elevado solo a los políticamente conectados.

Nuestro gran país no funciona. Todos podemos percibirlo.
Y también percibimos que a caballo de la ignorancia y de su hija, la desesperanza, avanza una marea conceptual socialista que clama por “más impuestos a la riqueza”.
Sin enterarse de que en el otrora paraíso socialista europeo, hoy ultra endeudado, cada vez más países retroceden asustados desde las antiguas prácticas del Estado Providencia. Ni de que 9 de ellos ya eliminaron los tan “políticamente correctos” (en realidad sumamente estúpidos) impuestos a la riqueza, tras comprobar el daño que causó a sus economías la fuga de emprendedores y de capitales: una marea de verdaderos exiliados fiscales; fortunas y cerebros que huyeron (y aún huyen) en busca de mejores garantías a la propiedad honradamente adquirida y de un clima de negocios más abierto.

La mismísima y supuesta “Tierra de la Libertad”, Estados Unidos, sufre hoy (tras décadas de dirigismo, burocracia y fiscalismo crecientes) una epidemia de candidatos socialistas del partido Demócrata que, a caballo de encuestas favorables, se proponen a cargos públicos para los comicios del 2020 prontos a dar el golpe de gracia a la otrora meca del capitalismo.
¡Bien! Ya que los argentinos al parecer resentimos, odiamos (¿envidiamos?) tanto a los norteamericanos, qué mejor oportunidad de “revancha” que extender una alfombra roja a todos sus emprendedores, innovadores, creativos, científicos, filántropos, hacedores y capitalistas inversores, invitándolos a mudarse al sur con sus millones y sus tecnologías. Instándolos a construir su sueño americano… libre, poderosa, audazmente desde aquí.
¿Qué mejor “venganza” y giro de la historia que absorber en nuestro directo beneficio sus mejores energías, sus mejores mentes e ideas, dejando que la nación del norte se seque y consuma en su propio horno estatista mientras nosotros, ya más sabios (o escaldados), nos alejamos de él?

El master plan que despeje con decisión las barreras impositivas, laborales, previsionales y regulatorias que están impidiendo tal curso de acción debería ser explícito. Y de absoluta prioridad para quienes nos gobiernan.
La antes mencionada “oportunidad de avanzar” para los desmoralizados compatriotas que hoy sólo atinan a prever un voto en favor del modelo chavista está en la posibilidad claramente entrevista de un gran boom económico, de una gran inyección de inversiones productivas y de emprendedorismos de base operando sin trabas a todo nivel.
Para ello, deben internalizar un hecho histórico: que la riqueza legítima que fecunda al resto siempre ha sido acumulada antes por pequeñas minorías movidas por el talento, la ambición, el esfuerzo y, por qué no, la suerte.
Y que es posible que esas personas se enriquezcan más cada vez, desde el momento en que acceden a la capacidad de reinvertir con eficacia (cuando el Estado-croupier no se lo lleva) casi todo su patrimonio “sobrante”.
Beneficiando de paso la actividad económica de su entorno en un efecto no sólo de “derrame” sino multiplicador… a escala impredecible. Mayor cuanto más riqueza creen para sí esta clase de empresarios proactivos.

Si una persona de clase asalariada quisiese invertir, comenzar un nuevo negocio, adquirir nuevas habilidades y progresar podría hacerlo interactuando en un entorno así; inverso al actual y de ingresos incrementados,  ya que sería uno donde empleados y salarios serían los ítems demandados en tanto empresas y empleadores pasarían a ser… ¡los ofertados!

El desastre no es lo que podría sobrevenir de sacarle el dogal del cuello, el bozal del morro y la mochila del lomo a la gente de a pie (al capitalismo popular) en nuestro país.
El desastre y su pendiente infernal, señoras, señores, es lo que tenemos hoy mismo frente a nuestros ojos en el cercano espejo venezolano.
En el reflejo posible de la “conurbanización” final de toda la Argentina a una sola e inmensa villa miseria.




Ventajas de la Cristiana Humildad


Marzo 2019

Bien harían el Papa Francisco I y los religiosos que adhieren a sus extrañas ideas económicas en tener presente, en verdadero ejercicio de cristiana humildad (por qué no decirlo), la incompatibilidad intrínseca entre las doctrinas católica y socialista.

Es sabido desde tiempos del mítico Adán que el pecado original causante de la caída de la humanidad y de su consecuente expulsión del paraíso terrenal fue el de orgullo o arrogancia, tras creer el hombre y la mujer poder ser omniscientes como Dios.
Y también que, según hizo notar el gran pensador austríaco Friedrich A. von Hayek (1899 -1992, filósofo, jurista, economista y premio Nobel) el socialismo resulta ser, contrario sensu general, la más cabal expresión política, social y económica de aquel pecado original de arrogancia.
Una ideología, la socialista, poseedora de un entendible atractivo para muchísimas personas si consideramos, desde el punto de vista católico, a la “humanidad caída” como propensa a rebelarse contra el mandato natural (divino) de tener que lidiar con dolor en contextos sociales… de futuros ciertamente inciertos. Rebelión contra la propia naturaleza humana que, en busca de la certidumbre perdida, cae en la arrogancia de creer que es posible crear -a fuerza de instituciones coactivas- un “hombre nuevo”. Domesticado. Aplacado en su afán de lucro y socialmente ordenado por la perfecta maquinaria de un gran Estado omnipresente y omnisciente.

Está claro que hoy es posible, en buena medida, controlar el futuro y aventar la incertidumbre.
Algo factible a través del uso de nuestras tecnologías e inteligencias. Pero no para insistir en el imposible de controlarlo todo a través de la consabida planificación central restrictiva y extractiva, violentadora de libre albedríos, sino a través de una cada vez más perfecta comprensión de la naturaleza inmutable del ser humano, de sus afanes de ganancia y superación, para ordenarlos sutil y contractualmente en dirección al bienestar del mayor número. En dirección a una cada vez mayor certidumbre y tranquilidad socioeconómica, entendidas como plataforma ideal para la movilidad de clases y la elevación cultural.

La vanguardia intelectual humanista representada hoy por las corrientes libertarias de pensamiento crítico, sabe desde hace mucho que el modelo estatista redistribuidor (como el que siempre aplicaron el peronismo, los radicales y los militares, como el pasteurizado que también aplica, más allá de lo que digan, el gobierno de Cambiemos, como el brutal que aplicará el peronismo kirchnerista si logra retomar el poder este año) nunca funcionó para bien en grado ni parte alguna, simplemente porque está imposibilitado -por ley natural (divina, si se quiere)- de hacerlo.

De entre el sinfín de razones fácticas y teóricas para que esto sea así, veamos tres.
1) No es posible para el planificador central obtener (menos aún manejar) toda la data que necesitaría en simultáneo para coordinar con eficiencia sus múltiples órdenes. Por razones de volumen y, sobre todo, de casi infinita complejidad ya que nuestro proceso socioeconómico real es impulsado y modificado por las decisiones constantes de 44 millones de individuos interactuando dinámicamente en función empresarial (en el más amplio sentido de esta acepción).
2) Ningún planificador ni grupo de planificadores centrales puede decidir bien, con justicia individual objetiva, en gestiones de implicancia económica general (incluidas sus derivaciones colaterales con efectos cascada y mariposa), por sobre la suma de los millones de decisiones diarias subjetivas (porque eso es lo que son), de toda la población sometida a sus criterios.
3) El tirano “benévolo” de turno se esforzará, en el mejor de los casos, en conducirnos a su paraíso de certidumbres “de la cuna a la tumba” a través de un sólido corset coactivo de leyes e instituciones. Garrote en alto, intentará que nadie se aparte de la fila de sus dictados, so pena de terminar desbaratando el todo. Una rigidez inevitable que colisiona con nuestra naturaleza, que es creativa de nueva información; que es descubridora de nuevos fines y medios para hacer cosas mejores o distintas y que conlleva una función empresarial individual innata atada al afán de bienestar y diferenciación.  

Hablamos de información diaria no creada o peor aún, abortada, que en tanto tal no puede ser recolectada ni transmitida a la cúpula planificadora, siempre urgida a coordinar lo que deberemos hacer hoy y lo que debería suceder mañana. Un mañana que se les seguirá escapando a diario; que permanecerá ignoto (estéril) y que por tanto resultará depresor para el conjunto a mediano y largo plazo.
No sólo por la permanente falta de datos en el vértice sino en razón de la falta de estímulos de ganancia del sistema.
Un sistema, el socialista, inhibidor de la innovación, del riesgo empresario, de la llegada de capitales de exiliados fiscales de otros malos sitios y de la audacia emprendedora y creativa de la gente.

Hablando de hechos, no de teorías, es este pecado de arrogancia de izquierdas de creer saberlo todo, de creer poder manipular al todo y a todos, tan popular por desgracia, el que nos sigue llevando al desbarranque; resbalando y golpeándonos una y cien veces en el empedrado descendente de nuestra decadencia.
Se trata del pecado político de soberbia que conduce fatalmente (cual divino castigo, si se quiere) al bloqueo de las posibilidades de superación de los que menos tienen.
Y a las más injustas e inmensas diferencias de fortuna, facilitando el mayor y más veloz enriquecimiento de ruines y mafiosos, como es hoy tan evidente entre exfuncionarios, sindicalistas y pseudo-empresarios argentinos.

Un poco de cristiana humildad, por favor.