Más de lo Mismo

Diciembre 2005

Resulta patético observar la regularidad con que una y otra vez se cumple en nuestro país la vieja máxima que dice “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Las mujeres y los hombres argentinos sentados en la gran platea ciudadana, asistimos atontados a la repetición del mantra autista que los gobernantes vienen representando en el escenario de nuestra historia desde hace muchas décadas. Setenta y cinco años para ser más precisos. Nada cambia. Todo permanece. Es una letanía que aburre hasta la exasperación.
Las mismas medidas intervencionistas, la misma manipulación torpe de los mercados. La misma tendencia suicida de castigar más y más al que produce y trata de ganar dinero honesto o de invertir (creando empleos mejor pagos en el camino). El mismo desprecio por los contralores y contrapesos republicanos que limitarían el poder estatal. La misma pretensión de creerse semidioses que saben mejor que nadie a quién, cuánto y para qué hay que dar y a quién y cuánto hay que sacar ( o más bien robar ya que quitar sin consentimiento y mediante la amenaza de fuerza se llama sencillamente robar, sin perjuicio de la escala ) para que nuestro país progrese y supere a los que nos aventajaron. Y en algunos aspectos mejorando el sistema, como el bien aceitado uso del voto cautivo, del voto cliente y del voto por miedo logrando falsear aún más nuestro ya falso sistema representativo, republicano y federal.

Asistimos atontados a lo que una primera minoría de individuos eligió libremente en las urnas para que sea aplicado coercitivamente a todos los habitantes de la nación. Si. Hay responsables de lo que nos pasó, de lo que nos pasa y de lo que nos va a pasar. No debemos poner a todos en la misma bolsa. Algunos tenemos más culpa que otros.
Sin embargo mientras tengamos la cláusula del voto secreto, la mayoría de los responsables podrá seguir escudándose en el anonimato y podrá seguir eludiendo su responsabilidad personal en la debacle argentina, aunque no la voz interior de su conciencia.
Se afianza así una clara tendencia para esta “masa crítica” de electores cabresteados por el populismo : la de insistir con este “más de lo mismo” (peronista, radical, nacionalista –militar- o socialista, no hay diferencias de fondo) como modo de solucionar nuestra dramática decadencia.
El sistema dirigista que nos trajo al corrupto pantano de los países desacreditados es, entonces, el sistema que nos sacará de el. ¿O será al revés? ¿O será que la inefable corporación política que nos rige considera que es mejor para sus intereses (perdón ; se dice “bien común”) seguir así ?

El sistema se retroalimenta y parece ciertamente difícil que un “alguien” de otra tendencia le quiebre el saque a tan poderosa corporación.
Más bien debería tratarse de un “alien” vistas las dificultades que debería superar para torcer el timón de esta Argentina perdedora, de esta Argentina en alegre trío con Venezuela y Cuba.

También es cierto lo que advierten muchos : el remedio para la enfermedad social que nos postra se llama Educación. Empezar a educar con pasión a las nuevas generaciones desde el jardín de infantes en los valores supremos de la civilización : respeto sagrado a toda vida y propiedad, honestidad a ultranza, no violencia como norma, solidaridad con los más indefensos, libertad de criterio, modo de vida y pensamiento, responsabilidad por los propios actos, tolerancia ante lo diferente y otros conceptos que marcan y distinguen a los individuos y a las sociedades evolucionadas.
Claro que la decisión sobre contenidos y énfasis de los programas educativos está en manos…del gobierno. Y a los políticos encaramados en el Estado este tipo de educación para la civilidad les conviene muy poco.
Lo probable es que ideas como esta corran igual suerte que la luminosa idea de “reforma política”, prolijamente cajoneada. No comen vidrio !

Aún con este lastre que supimos conseguir, no todo está perdido.
Solo debemos superar como sociedad al pigmeo mental que llevamos dentro y que vive junto al conocido enano fascista en el imaginario de nuestra identidad.
Un aporte en esta dirección lo constituye un esclarecido libro de reciente aparición escrito por Marcos Aguinis y titulado “Qué Hacer”. Un verdadero manual para la conciencia nacional.
En la medida que más argentinos vayamos logrando la evolución interior necesaria, el proceso cobrará impulso propio. Intercambio de ideas, conversaciones casuales, demostraciones de madurez cívica, interés por una educación bien orientada, participación ciudadana con menos pudor, docencia en nuestra propia casa y finalmente el uso del voto (o no voto) como arma de fina precisión y sin secretos vergonzantes.
No todo está perdido si logramos extender el convencimiento de que con más de lo mismo, solo cerraremos otro círculo vicioso en la espiral de nuestra caída.

¿Tiene Alguien Algo que Cuestionar?

Diciembre 2005

La evolución intelectual que permite el avance de la civilización solo se da en la medida en que seamos capaces de cuestionar aquello que funciona mal.
Hacernos preguntas difíciles y esforzarnos en responderlas es lo que nos hace crecer, madurar y mejorar a nivel individual. Y por tanto, como consecuencia, a nivel social.
El hombre y la mujer de la Argentina de hoy, empero, tienen miedo de hacerse preguntas.
Somos una sociedad que vive atemorizada. Como un grupo de niños que rompieron la ventana y el jarrón y ahora se sientan cabizbajos mirando el suelo sabiendo que de algún modo tendrán que afrontar las consecuencias.

Cuestionarse las cosas es ejercitar la libertad. Es enfrentar creencias arraigadas mas no por eso libres de falsedades y confusiones producto de la ignorancia.
La historia humana es el relato de quienes se atrevieron a cuestionar sus realidades diarias. De quienes se animaron a pensar distinto y a decirse ¿y por qué no? De quienes enfrentaron a la autoridad de turno (política, militar, religiosa, social o científica) y a la resignación general . De personas con honestidad intelectual y con valentía que no se callaron la boca.
El precio del progreso, en suma, es la no limitación de la libertad. En primer lugar la de pensamiento ya que las demás vienen por decantación natural.
Atacar la propiedad como se la ataca en la Argentina mediante impuestos confiscatorios y repartos discrecionales sin tomar en cuenta la lógica del capital de reinversión o acentuar la inseguridad jurídica existente constituyen ataques directos a la libertad.
Y las sociedades más libres en todo sentido son ¡oh casualidad! las más ricas y aquellas en las que casi no existe la pobreza.

Cuestionemos pues, a nuestro sistema de gobierno :
El apoyo al concepto de Estado como monopolio político y legal se funda en la creencia errónea de que los seres humanos tienen el “derecho” a que sus necesidades y deseos sean satisfechos a expensas de los otros. Lo cual quiere decir que los seres humanos tienen el “derecho” a no respetar a los otros. Tal idea además de inmoral es absurda.
La democracia llegó a ser popular porque prometió menos impuestos y más libertad que la que existía bajo la monarquía. Pero no pudo cumplir su promesa. Aunque hemos acabado con el derecho divino de los reyes, parece que simplemente lo hemos sustituido por la idea del gobierno absoluto de “la mayoría”.
En los ocho mil años de historia, la cuestión por la que los hombres han librado las batallas más cruentas, por la que han matado más brutalmente, por la que han muerto más horriblemente ha sido “¿quién tiene el derecho de imponer su voluntad sobre sus semejantes y obligarlos a actuar como él quiere?”
La respuesta evolucionada, civilizada a estas cuestiones es “nadie”. Ninguna persona o grupo bajo ninguna circunstancia, tiene el derecho de obligar a los demás a hacer (o dejar de hacer) nada. Solo el Estado y los delincuentes usan la fuerza para lograr sus objetivos. El resto de la población depende de la cooperación voluntaria.
El Estado no tiene mayor honestidad o juicio, sino fuerza bruta. Y en verdad no nacimos para ser forzados.
El uso de la fuerza es legítimo sólo en contra de los que han iniciado una agresión. Iniciar el uso de la fuerza contra alguien siempre es un acto inmoral y errado, aún cuando lo realice el gobierno.
A fin de cuentas, el Estado ni siquiera existe de verdad : es una ficción legal que se sostiene porque la gente está dispuesta a cobrar y pagar impuestos, a cumplir y hacer cumplir leyes estatales etc.
Por lo general, la gente no cree que existe el derecho de matar, robar, mentir, codiciar o esclavizar. Sin embargo bajo el manto de cifras mayoritarias, la política se ha convertido en una forma de ritual de purificación. Con la aprobación de los votos mayoritarios, se tiene derecho a robar, mentir, codiciar, esclavizar e incluso matar con impunidad.
Si bien sabemos que las personas pueden ser traicioneras, ambiciosas o crueles también sabemos que sin importar qué cosas malas hagan los individuos, son mejores que las que se hacen a diario y desde hace milenios a los individuos por la voluntad colectiva.

Obvio es decir que no es posible ni justo permitir que todas las concepciones del bien común se desarrollen ya que algunas implican la violación de derechos y libertades básicas.
Bien común es lograr la cooperación social en las sociedades democráticas de hoy sin perder la libertad individual. Debemos comprender que el hombre es un fin en si mismo y no un medio para fines ajenos.
La justicia, que es una sola, es dar a cada uno lo suyo.
La mal denominada “justicia social” se puede lograr solo despojando a unos para repartirlo a otros. Esto desvirtúa el concepto de justicia convirtiéndolo en injusticia y en la práctica de manera indefectible resulta en sacar a los pobres para dar a los ricos. ¡ Nuestra Argentina es prueba visible de ello !
Deberíamos desconfiar de los que sostienen que el Estado es “la cabeza de la sociedad” porque de seguro buscan situaciones que los beneficien bajo la cobertura moral del “bien común” y la “justicia social”.
Debemos asimismo resistir la idea de que la supuesta necesidad de alguien es la cuchilla de la guillotina que cuelga sobre otras personas. De que tenemos que vivir con nuestro trabajo, nuestras esperanzas, nuestros planes y nuestros esfuerzos a merced del momento cuando esa cuchilla descienda sobre nosotros, y que el nivel de nuestra capacidad es el nivel de nuestro peligro, de tal manera que el éxito causará que pongan nuestro cuello sobre el madero, mientras que el fracaso nos dará derecho a jalar la cuerda de la guillotina.
Saquemos una moraleja de estos sencillos pensamientos, en relación a nuestra situación actual : quien necesite ser persuadido de ser libre, no merece serlo. O como dijo Antoine de Saint Exupery “pelea por tus limitaciones y seguramente te quedarás con ellas ”.

Elecciones

Octubre 2005

Nuestros dirigentes políticos se aprestan una vez más a revalidar su derecho a representarnos, mediante el procedimiento del voto ciudadano.
Dentro del sistema de reglamentos, prohibiciones, obligaciones, autorizaciones y descalificaciones convenientemente diseñado por ellos mismos, los encargados de interpretar para nosotros qué significa en la práctica la democracia, cumplirán así otro alegre giro en la rueda de los sufragios argentinos.

Cumplido el trámite, serán otra vez y por varios años, libres para seguir realizando lo que (ellos piensan) necesitamos financiándolo con lo que sigan decidiendo quitarnos en concepto de impuestos. Y para realizar sus demás aspiraciones personales financiándolas con lo obtenido por el hecho de estar en una situación de poder. ¿O no?. Una película en blanco y negro que todos vimos varias veces, por cierto.
Los votantes volverán a sus hogares con la sensación del deber cumplido y no molestarán a sus señores hasta que vuelvan a ser convocados al próximo comicio.

Como bien sabemos, todo el delicado sistema de controles y contrapesos, de independencias y reaseguros, de instituciones y constituciones que conforma “el resto” de lo que significa la democracia en el sistema representativo, republicano y federal, no funciona en la Argentina. O funciona muy mal, lo que es igual.
Por lo tanto, en poco tiempo volveremos a sentirnos burlados, nos descargaremos en sesudas cartas de lectores, despotricaremos en rueda de amigos y rezaremos para que nuestros señores cobren repentina conciencia y se autolimiten en la cantidad de daño que pueden legalmente perpetrar.

La historia argentina desde hace muchas décadas transcurre por este derrotero. Y a no dudarlo, las elecciones de Octubre confirmarán otra vez el rumbo.
Es lógico que así sea porque una vez en el cuarto oscuro, donde nadie nos puede ver, daremos rienda suelta como de costumbre a nuestros peores vicios : irresponsabilidad, hipocresía, cobardía.

Irresponsables porque nos amparamos en el secreto del voto para tirar la piedra y esconder la mano, eludiendo la responsabilidad que cada votante ha tenido en el encumbramiento de ladrones, necios o incompetentes para que decidieran por todos.
Porque los palurdos verdaderos que “no sabían” a quien elegían, no nos engañemos, son muy pocos.
Hipócritas porque los hechos demuestran que pretendemos dar una imagen de corrección en los valores morales que nos rigen mientras nuestro voto responde en cambio a pulsiones rabiosamente negativas como la envidia, el odio, el complejo de inferioridad o el orgullo que nos impide la rectificación.
Cobardes porque tememos ser libres y tener que decidir, ya que esto implica hacernos responsables de nuestros actos, o sea “madurar”. Porque preferimos a Papá-Estado-Proveedor con su vara autoritaria a la opción de dejar de ser niños y crecer como personas, pensar, dialogar, negociar, y elegir.
Todos los votantes de los partidos que nos gobernaron tienen responsabilidad directa en el desastre nacional de la indigencia, la corrupción, el descrédito internacional y la caída del país en todo orden.
Sin embargo hay personas más responsables que otras y estas son las que desde su posición como referentes en deportes, artes o espectáculos han opinado por años con liviandad y audacia sobre temas que no conocían. Los conocemos.
Son personajes que han influenciado a muchas personas sencillas con sus sentencias confusas, por lo general apoyando demagógicas recetas de un socialismo superado por la historia.
Y debe ser dicho : le han hecho un gran daño a la Argentina retrasando su recuperación y demorando una toma de conciencia colectiva sobre lo que sería más conveniente para el pueblo apoyar en lugar de marchar a contramano de la sensatez.

Muchas son las rémoras que deberemos desechar para retomar la senda del progreso. Utilicemos sin embargo estas elecciones rutinarias como arma, cada cual sabrá cómo, para empezar a hacer algo que cambie nuestro destino de nación decadente.

Despertemos

Octubre 2005

Decía San Agustín que la belleza es el resplandor de la verdad.
Parafraseando al maestro podría decirse que en política, la verdad es el resplandor de la sensatez.
La sensación generalizada de descreimiento en el sistema democrático como palanca más sensata e inteligente para hacer estallar la prosperidad en la Argentina, no es novedad.
Los propios inventores del sistema tuvieron la agudeza de notar desde el vamos sus serias limitaciones. Hace 2400 años Sócrates dijo que la democracia nunca funcionaría pues la mayoría menos creativa siempre elegiría vivir en forma parasitaria de la más creativa minoría mediante la confiscación de su riqueza y la distribución entre ellos.
Es, evidentemente, la primera clara comprensión del socialismo.

De cualquier modo nuestra democracia de cartón y azúcar marcada por el patoterismo, la corrupción, el amiguismo, la falsedad y tantas otras lacras bien conocidas por los votantes solo sirve como ejemplo de todo cuanto hay que apoyar para hacer pedazos un gran país : socialismo, autoritarismo y resentimiento por propia incapacidad.
Aunque no estábamos destinados a serlo, somos hoy una nación mayoritariamente autista en cuanto a comprensión de los mecanismos que hicieron de algunos países sociedades prósperas (envidiables) y de otros países sociedades estancadas (envidiosas).
Así, hay países que nadan en petróleo mientras sus votantes sostienen bajo pretexto religioso a dirigentes fundamentalistas y se encuentran, en pleno siglo XXI, atascados en el medioevo.
Y hay países casi sin recursos naturales cuyos votantes procuran alejarse de la definición socrática, sosteniendo ideales como libertad, propiedad y seguridad jurídica. Son aquellos cuyas sociedades gozan del beneficio de la prosperidad mediante el simple expediente de utilizar su sentido común e inteligencia.

La sensatez que los votantes argentinos necesitamos es aquella que nos haga caer en cuenta de unas pocas verdades que resplandecen en su sencillez. Verdades que en las sociedades prósperas ya no se discuten.

La primera es aceptar que el socialismo en todas sus formas (populismo, paternalismo, estatismo, autoritarismo, dirigismo y cuanta variante de “Papá-Estado-Proveedor” se quiera) son sistemas perimidos, anacrónicos, superados, probados y fracasados hasta el cansancio.
El mismísimo modelo sueco, tan caro a nuestros progresistas, se encuentra en crisis terminal. Ni siquiera los archicivilizados nórdicos pudieron hacerlo funcionar y en la actualidad tratan desesperadamente de desandar un camino que amenaza sacarlos del primer mundo.

La segunda verdad a descubrir es que toda la sociedad debe apoyar a esa minoría creativa en lugar de expoliarla y colgarse de ella, como Sócrates vaticinó que haríamos. Haciendo esto, solo logramos que no surjan de entre nosotros, que nos engañen o que se cansen de poner su creatividad empresaria aquí y emigren o bien que no vengan. Vinieron, si, cuando la Argentina del Centenario les proponía condiciones atractivas y serias, con gran libertad económica y escasa coerción impositiva.

Apoyar a los que pueden crear riqueza significa atraerlos con lo único con lo que pueden ser atraídos : con un contexto social de amplias libertades (en especial económicas), respeto irrestricto a la propiedad (impuestos mínimos) y un sistema de justicia implacable (sin hijos y entenados) que defienda estas dos cosas a rajatabla.
El capitalista creativo asumirá así el riesgo empresario que le corresponde y traerá capitales, proyectos, tecnología, imaginación, esfuerzo personal, en suma, trabajos bien remunerados. Empleo genuino. Progreso sustentable y su corolario: optimismo de verdad.

La tercer verdad es la de comprender finalmente que en lugar de mirar con tozudez bovina hacia el letrero “igualdad” debemos girar la cabeza hacia el otro letrero, el que dice “crecimiento”.
Algunas citas de grandes pensadores tal vez nos aclaren el concepto
“En una sociedad abierta, la única igualdad compatible con la libertad es la igualdad de derechos” C. Cáceres.
“Una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad acabará sin igualdad ni libertad” M. Friedman.
“No me importa la desigualdad, porque no soy envidioso. Me importa la pobreza” P. Schwartz.
“Una economía exitosa depende de la proliferación de los ricos, de crear una amplia clase de personas dispuestas a tomar riesgos para formar nuevas empresas, ganar altas cantidades y reinvertirlas” G. Gilder.

Resulta evidente que los partidos y los militares que supimos conseguir (nosotros, nuestros padres y madres, nuestros abuelos y abuelas) a lo largo de las últimas siete décadas no han comprendido ni comprenden estos conceptos en toda su dimensión y es por ello que nuestra nación cayó del primer mundo al pozo donde se encuentra.
No es casual tampoco que el último índice mundial de libertad económica elaborado por el prestigioso Cato Institute ubique a la Argentina en el puesto 98, cuando en el pasado nos ubicábamos en el puesto 24.
Que cada quien saque sus propias conclusiones.

Primero los Cimientos

Septiembre 2005

Si bien los argentinos queremos con apremio y desesperación tener en nuestro país los niveles de vida, confort, seguridad, tecnología, libertades personales, buenas jubilaciones, bajo desempleo, prestigio internacional y otros beneficios de los que gozan unas cuantas naciones, existen confusiones de base en la mayoría de nuestro electorado que han conspirado década tras década para que la nuestra no se encuentre entre ellas.

Premios Nobeles en economía y los más perceptivos estudiosos de esta ciencia en todo el mundo coinciden en concluir que el éxito económico de una sociedad responde a parámetros que ya no se discuten y que se relacionan con el grado de creatividad (ciencia y tecnología) y el grado de libertad de acción de los empresarios dentro de un sistema jurídico adecuado y respetado, para transformar esa creatividad en progreso general (trabajos bien remunerados).

Por más que lo anterior parezca una verdad de perogrullo, al persistir en la mayoría de los votantes la confusión acerca de los principios básicos que sustentan estas condiciones, nuestro país insistió, elección tras elección en consagrar gobernantes que, lejos de distinguirse como estadistas primero nos desalojaron de nuestra posición de privilegio en el concierto mundial y después nos redujeron al estado de nación mendiga y desprestigiada en que hoy nos encontramos.
Las mismas dictaduras militares sufridas son directa consecuencia de aquellas opciones que las mayorías tomaron para ellas y para las minorías que llevaron a la rastra. Así sucedió, aunque sea difícil de aceptar.
Negar todo lo anterior sería un soberbio acto de hipocresía y falso deslinde de responsabilidades al mejor estilo de la Argentina actual.
Resulta pues imperativo concientizar a la mayor cantidad de ciudadanos con derecho a voto acerca de los cimientos, las bases ineludibles de pensamiento que deben guiar su elección de las personas adecuadas si es que pretendemos salir del fango y la pobreza en que nos debatimos.

Uno de los conceptos básicos incomprendidos y más soterradamente atacados es el concepto de propiedad privada.
Es el A B C del desarrollo y la evolución pero es también una idea que concita la reacción de lo peor del ser humano. El enano fascista que los argentinos llevamos dentro se adorna de resentimiento, envidia, odio e intolerancia a la hora de justificar recortes y penalizaciones a este derecho haciéndonos olvidar que es realmente el boleto de ida hacia el progreso. Y que cuanto más se lo respete, más cómodo y veloz será ese viaje.

Efectivamente. La propiedad de una persona es una extensión de su vida.
El primer derecho humano es el derecho a disponer del propio cuerpo y por ende del producto de su esfuerzo (el trabajo).
Es tan errado y poco ético confiscar la pierna o las ideas de una persona como el producto de su esfuerzo.
Simplemente la propiedad como derecho se manifiesta a través del trabajo y forma parte de los derechos del autor de ese trabajo. Y cuando el derecho de propiedad pasa de una persona a otra ya sea por venta o por herencia, sus condiciones no cambian porque ese traspaso es fruto de la libertad de acción de su legítimo dueño, quien puede legarlo o venderlo a quien quiera. Aclarado este concepto que no puede generar dudas, se comprenderá lo siguiente.

Cuanto más irrestricto y absoluto sea el derecho de propiedad, mayores serán la creatividad, las inversiones empresarias y la demanda de trabajo.
Puede que esto genere que algunos ganen mucho, pero no debemos perder de vista el objetivo : combatir la pobreza y la exclusión social lo más rápida y definitivamente que sea posible. La envidia es mala consejera en la tarea de hacer que la mayoría mejore su nivel de ingresos.

Los gobiernos usualmente han frenado la velocidad con la que hubiéramos podido y podemos mejorar, estableciendo todo tipo de bloqueos y cortapisas a este derecho.
Impuestos de todo tipo (que son en realidad confiscaciones de una parte del fruto del trabajo de las personas), trabas y aranceles a la exportación e importación, excesivas y costosas reglamentaciones laborales, onerosa burocracia para cumplimentar infinidad de requisitos y controles, fuertes limitaciones al movimiento de los capitales, intervencionismo para influir en los mercados de precios relativos y muchas otras acciones atentan contra el derecho de propiedad y detienen con devastador impacto la rueda del progreso.
El Poder Judicial que debería protegerlo a rajatabla, falla constantemente en hacerlo y el Poder Legislativo que debería facilitar este proceso, sucumbe a la vieja tentación totalitaria de más y más reglamentos y trabas. Obviamente, los hombres están mal elegidos.

Si nos detenemos a pensar en las consecuencias de esta cadena, tal vez veamos con mayor claridad la importancia de abrir la mente de nuestros prójimos cercanos acerca de conceptos tan básicos como este.
Estaremos contribuyendo a un voto más ilustrado y a consolidar la tendencia inteligente de exigir más libertad para los ciudadanos y menos Estado bloqueador de creatividades y nuevas empresas. Estaremos trabajando en la creación de un mejor lugar para vivir para nuestros hijos y para nuestros nietos. El futuro sigue estando en nuestras manos

Hay una Luz al Final del Túnel

Agosto 2005

Hace algunos dias un importante periódico de circulación nacional publicó en su sección Cartas de Lectores la propuesta de un ciudadano quien con lucidez, originalidad y valentía tuvo la virtud de propiciar un debate en ese y en otros foros de pensamiento, debate que continúa en estos momentos y que está lejos de terminar.
Antes bien marca el comienzo de un largo y estimulante camino que podría conducirnos en dirección de la luz al final del lúgubre túnel en el que la Argentina se ahoga y manotea con palos de ciego desde hace décadas.

La propuesta en cuestión es sencilla : se pide la reforma del código electoral para que los votos en blanco dejen de equipararse a los votos nulos y pasen a considerarse votos positivos.
Actualmente y gracias a mañosos manejos de conveniencia política los votos en blanco no son tenidos en cuenta a la hora de determinar cómo se compone el 100 % que distribuirá los cargos en disputa. O sea, no son votos positivos y los votantes en blanco, por grande que sea su número, no forman parte de nada.
Aceptar que el voto en blanco significa que no se está de acuerdo en convalidar nombramiento alguno en representación de los votantes, implicaría entonces que el porcentaje correspondiente de los cargos electivos quedase vacante.
Los escaños vacíos representarían así con total justicia la intención de los que voten en blanco. Nadie debe arrogarse la representación democrática de quienes no quieren ser representados.
Porque quien vota en blanco prefiere que nadie lo represente, ahorrando de paso al erario los gastos que tal representación supone. Esa persona quiere ver su espacio en blanco para ser fiel a su intención real de “que se vayan todos”. Ese es su mandato soberano y quienes se creen con derecho a desconocerlo están violentando una opinión democráticamente expresada.
Si la intención del votante fuera en cambio dubitativa frente a todas las cuestiones en juego y frente a todos los candidatos ofrecidos, bien puede impugnar su voto mediante cualquiera de las múltiples opciones que nuestro sistema electoral prevé. Por no decir que podría directamente no votar.

Las consecuencias de esta posibilidad son más que interesantes.
En principio, algunas bancas vacías dentro de grandes cuerpos colegiados no harían gran diferencia con respecto al funcionamiento de la institución. Si quedaría patente, visible, la disconformidad de parte del electorado y serviría de advertencia a la clase política en general acerca de los muchos tópicos irritantes que su acostumbrado accionar nos propina.
Claro que si la tendencia crece y la insatisfacción ciudadana así expresada alcanza porcentajes elevados, las instituciones tal como las conocemos empezarían a desaparecer.
La elección de presidente, gobernadores o intendentes con apoyo explícitamente escaso daría lugar a gobiernos débiles, anémicos de representatividad. Legislaturas semivacías hablarían por si solas de la decadencia final de un sistema que violentó la voluntad y la paciencia de sus mandantes.

Pero en definitiva la gente sabe bien todo esto y si lo que en Argentina entendemos por democracia (que no es más que una parodia que se encuentra a gran distancia del deseado sistema de valores y virtudes republicanos) no la conforma, en nombre de quién podría impedirse su recambio?
El “que se vayan todos” estaría haciéndose realidad.

Los que se oponen a esta libertad de expresión agitan el fantasma de la anarquía y claman por la defensa de la democracia como vaca sagrada irremplazable frente a la dictadura sin aclarar que la única democracia que funciona es la que acompaña a un sistema de espíritu republicano de respeto estricto a los derechos de los demás (seguridad jurídica y personal, propiedad y libertad). Y que es ¡oh casualidad! la que aplican las naciones del Primer Mundo donde el liberalismo de base hace tiempo dejó de ser discutido (véase Chile, sin ir más lejos).
La defensa de la democracia se transformó aquí en la defensa de los privilegios para la casta política y sus amigos. En la defensa de la corrupción, la mafia y el patoterismo como sistema. En la defensa de la prepotencia de una mayoría cabresteada por punteros y vivillos contra minorías indefensas, expoliadas, vejadas y convertidas en patos de la boda piquetera . Y sucede finalmente, señoras y señores que una creciente cantidad de personas empieza a darse cuenta de que la palabra democracia ha sido vaciada.

La luz al final del túnel está representada por la posibilidad que se abriría de que la ciudadanía, la sociedad por si misma y sin costosos intermediarios se haga cargo gradualmente de suplir todo lo que sea menester suplir y garantizar todo lo que sea necesario garantizar a medida que la burocracia retroceda.
No deberíamos subestimar la energía, la inteligencia, la creatividad, el poder movilizador de las iniciativas individuales y grupales de cooperación voluntaria cuando las necesidades se presentan. Cuando los palos en la rueda del progreso son removidos. Cuando el aire fresco y estimulante de libertades civiles y no violencia empieza a colarse entre el tufo de una comunidad dopada.
En lugar de anarquía seríamos testigos del surgimiento de fuerzas sociales de espontánea organización privada para brindar con eficiencia y economía de recursos los servicios que una comunidad civilizada requiere. Testigos del descubrimiento de nuevas maneras de hacer las cosas liberando toda la potencia creadora de un país que, cuando se le dio la posibilidad, marcó el camino al mundo transformándose en meca de inmigrantes y emprendedores.
No. No debemos tener miedo de nuestra gente. Más bien debemos temer a nuestros dirigentes !

Aunque no lleguemos a tanto, vale de todos modos la pena opinar a favor del cambio que se solicita en las reglas de juego de nuestras elecciones. El voto en blanco es un voto sin dudas valiente y positivo. Es un voto más civil y evolucionado sin perjuicio de que a primera vista parezca lo contrario, porque apunta a la responsabilidad y a la honestidad intelectual colectiva, nociones que, estoy convencido, forman parte de las reservas morales de nuestro pueblo.

Asustar a nuestra inefable corporación política con la idea de su desempleo sería por cierto un ejercicio constructivo.
Hasta podría ser causa de su reconversión hacia la vocación de servicio, otro concepto arrumbado en el baúl de la abuela, de la época en la que Argentina era Primer Mundo.

Crónicas de un Elector

Julio 2005

Bien entrados ya en este nuevo gobierno peronista la crónica crisis de representatividad que nos carcome no muestra, como era previsible, signos de cambio.
Los políticos del partido hegemónico mantienen tenazmente su orden de prioridades : primero sus intereses privados, segundo la corporación que representan (la clase política, sus privilegios y lealtades de silencio) y tercero, el bienestar de los menos afortunados.
La democracia, vacía de molestos contenidos republicanos, solo les es útil para convalidar cada tanto en la algarabía del comicio este extraño orden de cosas que nada tiene que ver con lo que la Argentina necesita para saltar de republiqueta bananera a nación del primer mundo, con las enormes ventajas que para los desocupados, los indigentes, los pobres y los débiles significaría tal cambio.
Si bien las elecciones son un modo presumiblemente objetivo y racional de seleccionar a los más indicados para el trabajo, en realidad no son hoy otra cosa que concursos de divulgación y marketing de opiniones de masas. El 90 % que falta para ser república quedó en el camino.
Asistimos en estos dias, como algún opositor precisó, a una puja de candidaturas que no es más que lucha de titanes para el reparto del botín. Y el botín es el Estado, señores.
En esta época de fechas patrias, solemos entonar el himno nacional con emotiva unción y convencimiento pero pocos reparan en el sentido profundo de las palabras que proclamamos a voz en cuello : “Oíd mortales el grito sagrado : libertad, libertad, libertad ! Oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad”

La libertad y la igualdad que nuestros Padres Fundadores tenían en mente al establecer las bases de lo que después se plasmaría en la Constitución Nacional, se refería no solo a dejar de ser colonia española (libertades políticas) sino a ingresar al sistema de libertades económicas e igualdad ante la ley que por aquellos años estaba haciendo despegar hacia el desarrollo a los norteamericanos.
Esa libertad e igualdad que declamamos emocionados, nos son negadas sistemáticamente por aquellos que insistimos una y otra vez en convalidar con nuestros votos.
En efecto, todo argentino sabe que no hay igualdad ante la ley, siendo que el funcionario corrupto y sus secuaces empresarios y matones zafan 99 de cada 100 veces dedicándose luego a disfrutar de lo malhabido con total tranquilidad. Que el amigo de la autoridad adecuada zafa consiguiendo zonas liberadas para delitos de toda laya que funcionan a comisión. Que los terroristas amigos de Al Qaeda, Castro Chavez y blasfemas madres empañueladas zafan a caballo de cortes amañadas , jueces con pocas garantías como para ejercer su poder con independencia y un gobierno con visión revanchista , parcializada de nuestra historia.
Y que todo argentino sabe, asimismo, que la libertad económica sigue embretada en un corset letal de altísima presión impositiva (incluyendo exacciones únicas por su grado de regresividad y desaliento como las retenciones a las exportaciones y el impuesto al cheque), un clima hostil a la inversión de riesgo extranjera, increíble inseguridad jurídica y una arcaica legislación laboral entre muchas otras rémoras.

El sistema anti empresa funciona hoy a pleno, arrollando los sueños inexpresados de los sectores bajos, poseedores de un justo derecho a esperar que nuestro país se sitúe sin más pérdida de tiempo entre los que marcan el paso al mundo y dan a toda su población el mejor nivel de vida que este mundo tecnológico ofrece.
El bienestar de los menos afortunados (que son mayoría numérica) dependió, depende y dependerá de su capacidad para elegir a personas que se atrevan a romper este círculo perverso de miserias radico-militar-peronistas de los últimos 60 o 70 años.
Personas que los representen bien. Que trabajen para ellos y de rebote para el país en su conjunto, aniquilando a nuestro propio Eje del Mal : Corrupción – Inseguridad Jurídica – Anticapitalismo.
La responsabilidad, la opción por los pobres, recae hoy una vez más sobre los hombres y mujeres pensantes, ilustradas, referentes sociales en muchas formas. Porque son ellos los que deben contribuir a crear conciencia de que el credo de la libertad y de la honestidad, del respeto por la propiedad y por las leyes, de la moderación en la exacción fiscal es el único camino que lleva hacia la luz del progreso, de la inversión creativa, de la demanda de buenos empleos, en suma, hacia el mundo civilizado de donde nunca debimos salir.

Terrorismo

Junio 2005

El actual gobierno ha demostrado especial preocupación por difundir su visión acerca de los derechos humanos, referidos al terrorismo de Estado que tuvo lugar durante la década de los 70.
Es por todos conocida su visión sesgada de aquellos sucesos y no es mi intención utilizar este espacio para aclarar nuevamente los múltiples aspectos de esta historia, habida cuenta de que toda persona pensante en nuestro país sabe, a esta altura, dónde está la verdad .

Lo anterior viene al caso de dos datos de nuestra realidad actual que podrían ayudarnos a comprender el significado profundo y crudo del más infame terrorismo : el que golpea sin piedad sobre los que menos defensas tienen.
Esos datos como ejemplo entre otros, son por un lado el intento de los poderes legislativo y ejecutivo al unísono por imponer a todos los ciudadanos la nueva ley de espionaje de comunicaciones y por otro lado el intento del gobierno bonaerense a través de su oficina recaudatoria de violar cajas de seguridad bancarias particulares.

Esas dos acciones deben encuadrarse bajo el rótulo de terrorismo de Estado fiscal. Ciertamente, un tipo de terrorismo mucho más grave que el de las bombas y los secuestros.
El Estado, al actuar con intencionalidad o por mera incompetencia en la línea de acciones marcada por aquellos dos ejemplos está propiciando un sistema de reglas de juego que va directamente en contra de los más pobres, de los desocupados, de los subocupados, de los marginados y de todos los que aspiran a progresar.
En igual sentido y desde hace largo tiempo, inventos como el impuesto al cheque o las retenciones a las exportaciones entre muchos otros contribuyen cual palos en la rueda a frenar el progreso, en un todo de acuerdo con dichas reglas.

La corporación política que nos gobierna (que es la misma que dirigió el país al menos durante los últimos 50 años) es la responsable de la decadencia y el descrédito argentino que conforman nuestra actual realidad y las soluciones de “más de lo mismo” que nos imponen han conducido y conducen a más de lo mismo en resultados. Eso significa pobreza, pérdida de oportunidades de empleo, marginación y decadencia.
Lo que necesitamos es salir muy aceleradamente y sin más pérdida de tiempo de esta situación. A diferencia de otros países, nuestra Argentina puede hacerlo!
El terrorismo verdaderamente aterrador está en impedir que esto cambie y en que la crisis de miseria siga estallando por muchos años en los hogares más necesitados.
Nadie medianamente informado niega ya que la base para un progreso rápido y sustentable consiste en reglas de juego que aseguren la más amplia y decidida protección de los derechos a la libertad, la vida y la propiedad con el detalle explícito de asegurar al mismo tiempo la tranquilidad de gozar los frutos del esfuerzo realizado (detalle vital, si los hay).
La creatividad, la innovación tecnológica, las inversiones productivas y sus consecuencias : más y mejor pagos empleos genuinos, son flores delicadas que solo crecen en aquellos lugares (sociedades) que ofrecen las tierras (reglas de juego) más adecuadas.
Nada de esto ocurre en la Argentina de hoy. Mientras otras naciones compiten por los cerebros tratando con esfuerzo de brindar reglas de juego (o lo que es lo mismo, instituciones) atractivas, útiles a la producción, eficientes y simples, nosotros caminamos como de costumbre en el sentido inverso por más que algunos indicadores de corto o mediano plazo parezcan contradecirlo.

La sociedad entera y en especial los desocupados deberían llenar las plazas con piquetes pro libertad, pro propiedad y pro seguridad ya que solo por esa via y con esas herramientas podrán asegurarse un futuro mejor. No hay otra via . Despertemos. El terrorismo de Estado fiscal nos está aniquilando desde hace años, robando nuestras esperanzas, condenándonos a la indigencia de país mendigo y a la vergüenza de ver como otras sociedades a las que antes mirábamos desde arriba, nos van dejando entre la polvareda.

Que Se Vayan Todos

Mayo 2005

En los albores del siglo y al impulso de la crisis terminal de nuestro sistema representativo, republicano y federal, se oía a lo largo del país el grito desgañitado de la ciudadanía : “que se vayan todos”.
Es el mismo clamor que escuchamos hoy en Ecuador ; las mismas palabras que por lo bajo o a voz en cuello vomitan desde lo más profundo de su decepción muchos millones de latinoamericanos.
La misma idea, el mismo sentimiento visceral inexpresado de cientos o miles de millones de personas en todo el mundo sometidas a la violencia de fanatismos religiosos o ideológicos, a la violencia de democracias representativas que no los representan, a la violencia de tener que observar pasivamente la corrupción, la soberbia, la comodidad y la ineptitud de las castas políticas erigidas en amos de nuevos y sofisticados sistemas de esclavitud.

Tal vez los argentinos hayamos sido pioneros en este grito libertario. Tal vez los primeros en expresar crudamente nuestra indignación bajo este lema que hoy está entrando a la historia como una lenta bola de nieve.
Puede que nos estemos dando cuenta, como el niño de la fábula, que el emperador está efectivamente desnudo. Porque sacándonos el velo de los ojos, los cachetazos de la realidad y de nuestra historia nos van haciendo ver de a poco que el gobierno no es la solución a nuestros problemas. Que el gobierno es el problema.
¡ Que se vayan todos ! fue la voz liberadora en Buenos Aires y el país. Pero no se fue ninguno. Se quedaron todos. Se rieron en las barbas del soberano. Y el sistema convalidó a los mismos que nos llevaron una y otra vez al desastre, la decadencia, la pobreza progresiva, el descrédito internacional en lo moral y en lo financiero. El mismo perro con distinto collar. El mismo emperador sin ropas ; porque la ropa de este hombre desnudo era tan imaginaria como la esperanza de nuestra gente en la capacidad de autorectificación de los gobernantes.

No nos sigamos engañando, por favor. La consigna surgió espontánea y clara porque estaba dentro nuestro desde siempre. Como está dentro de cada ser humano en el planeta. Como estuvo en cada hombre y mujer violentados a lo largo de los tiempos sin otro justificativo que perpetuar a las castas gobernantes en sus privilegios.
Puede que este sea el momento adecuado para que los argentinos levantemos otra vez la bandera iluminada que marque el sendero al mundo. Es verdad, como exigimos, que deben irse todos. Y no volver jamás, claro.
Puede que sea el momento de pensar en nuestra próxima opción electoral (pobre consuelo, ciertamente) con la vista puesta en un objetivo esclarecido y definitorio : el de lograr en un futuro y para nuestros descendientes una sociedad sin sátrapas estatales, sin parásitos que frenen el progreso con su peso muerto mientras nos violentan de mil maneras en el intento de justificar su parasitismo. Una sociedad mucho más justa y segura, con mucho mayor bienestar para todos, de abundancia más allá de ideologías perimidas por la fuerza de los hechos. Es una sociedad teóricamente posible.

En el camino hacia esa sociedad de Estado mínimo y Sociedad máxima, hacia la gradual y ordenada transición desde el estatismo rampante en dirección a la libertad y la no violencia absolutas debemos asumir la responsabilidad que nos toca.
La responsabilidad de señalar con nuestros votos (o nuestros no votos) el camino más corto para salir del pantano radico-militar-peronista de las últimas siete décadas.
Setenta y pico de años de pantano y marcha atrás que nos defenestraron del primer mundo para hundirnos finalmente en la indigencia.

La Historia y nuestros hijos nos juzgarán por lo que estamos haciendo ahora, en nuestro tiempo. Si logramos correr el velo de los ojos a suficientes ciudadanos con derecho a voto, tal vez Argentina tenga otra oportunidad de ser mirada con admiración por el resto del mundo.
La intuición colectiva es correcta : que se vayan todos. Que nos saquen las botas de encima y nos dejen reinvertir, crecer, vivir como cada quien desea sin agredir a nuestros vecinos ni imponerles nada. Que se vayan aunque sea en etapas, gradualmente, mientras la inteligencia ciudadana se organiza bajo el lema de la no violencia sin exepciones, hijos ni entenados.

La democracia que tenemos por sistema, aunque bastarda, nos deja algunas posibilidades de torcer el curso del desbarranque nacional. Si pretendemos ser Hombres y Mujeres con mayúscula, si todavía tenemos capacidad de autocrítica, usémoslas.