Cerrando la Caja de Pandora

Diciembre 2021

 

Los estudios históricos son siempre edificantes.

Y la historia argentina reciente, la de las últimas tres generaciones, resulta particularmente instructiva por su fácil interpretación, atentos a las pocas efectividades conducentes que la definen.

Deviene clara y directa si dejamos de lado la sarasa que usualmente envuelve a este período y vamos, como recomendaba J. Ortega y Gasset, “a las cosas”.

Guitarreo que arranca con la excusa de que “el mundo”, durante y después de las grandes guerras, viró hacia un cierre comercial y geopolítico que tornó inviable nuestro “modelo agro-exportador”, obligándonos desde entonces a la sustitución de importaciones y al proteccionismo.

Una excusa peronista, de toda la izquierda y hasta hace poco del radicalismo que resulta bajada de un paletazo para volar en sobrepique hacia el averno cuando comprobamos que precisamente allí, al infierno internacional, nos llevó la política de esquilmar y pisar la cabeza al “campo” (frenando su evolución multiplicadora) para subsidiar a una industria “modelo taller protegido” capitaneada por pseudo empresarios cortesanos y contratistas coimeros amigos del poder, satisfechos de enriquecerse cazando en el zoológico.

Pretexto que también se incinera si estudiamos la evolución de nuestro “modelo agro-exportador” gemelo del hemisferio sur de aquel entonces, Australia, que continuó con su sistema no-pisador del agro, consolidándose a poco andar como potencia industrial-exportadora, tecnológico-exportadora y desde luego agro-exportadora de categoría planetaria. Un sitial en el ranking en el que la Argentina podría estar hoy.

Recordemos que ya en 1896 nuestro país llegó a estar en el primer lugar mundial en ingresos por habitante. Según datos duros, a 1945 y desde la primera década del siglo, la industrialización eficiente (en paralelo con Australia), sin subsidios y de mercado libre, la misma que fue prostituida y abortada a partir de aquel año, acumulaba un coeficiente de crecimiento anual notable.

La historia nos muestra que durante el período que siguió, el estatismo nacionalista con su cerrazón anti empresa competitiva y globalmente integrada ciertamente nos hundió. Y que el dirigismo caudillista, reinstaurado, nos humilló hasta lo indecible haciéndonos retroceder en el concierto de las naciones avanzadas primero y en el de nuestra atrasada región después.

¿Qué más nos muestra? Que las comunidades humanas se componen de personas naturalmente egoístas y conflictivas, sólo encauzadas en sociedades atractivas, justas, solidarias y productivas… por instituciones sabias.

Y que las más sabias son las que más se apoyan en el mercado; es decir, en la suma de los votos de todos y cada uno en las libre-elecciones personales del día a día.

Tales como las instituciones que nos ordenó nuestra Constitución liberal de 1853 que, cuando se respetaron, nos elevaron por vía directa al rango de potencia.

Las efectividades conducentes que marcaron nuestra historia desde aquel quiebre con la Argentina liberal (la de “los conservadores”) están más que claras; llamemos al pan, pan y al vino, vino: al romper lanzas con el mercado (con el mundo, en realidad), J. D. Perón, un vivillo poco ilustrado, autoritario y sobrador, abrió nuestra Caja de Pandora liberando los demonios naturales del egoísmo y la conflictividad.

Con el cínico concurso de su esposa M. E. Duarte hizo estallar todas las consecuencias de las más bajas pasiones sociales: envidia, resentimiento, odio de clase y sed de venganza del inútil sobre el laborioso, del mafioso sobre el honesto, del botarate sobre el ahorrativo y del ignorante fiestero sobre el emprendedor estudioso.

Lo peor de la argentinidad salió entonces a flote y envenenó el alma nacional a lo largo de la historia de 3 generaciones al punto de que aún hoy, con el país arruinado, los peronistas alineados detrás de un pobrismo cerril obtuvieron más del 33 % de los votos.

Gran llamado de atención: más de 7 millones de personas ensobrando un apoyo claramente delincuente, habida cuenta del amplio conocimiento general sobre el grueso calibre de las complicidades, latrocinios, ineptitudes, mentiras e inmoralidades en que incurrió el pleno de su dirigencia.

Puede que el vivillo no haya sido, en su intimidad, anti empresario; que no haya querido maniatar el uso de la propiedad privada ni derogarla fiscalmente; incluso puede que haya soñado con una Argentina donde el mérito, el respeto y el trabajo productivo fuesen base de bienestar para todos pero ciertamente sus acciones irresponsables, bravatas, gruesos errores de apreciación y arrestos oportunistas nos situaron con firmeza en el sendero contrario.

Llegamos así a un 2021 en que la mayoría de los connacionales anhela un “trabajo” en el gobierno o bien desea emigrar.

Peronistas o no pero eso sí, arracimados como ovinos contra el menguante calor del poder, una masa crítica de argentinos se hunde lentamente junto a su Titanic mental en las heladas aguas de nuestra miseria estatizante.

Los analistas anticipan, no obstante, un momento bisagra en nuestra historia. Las próximas presidenciales (si se producen) podrían ser una nueva y rara oportunidad para cerrar esa Caja, exorcizando a sus demonios.

7 millones de voto-delincuentes definidos, hoy se oponen. Los banca una poderosa corporación de pseudo empresarios protegidos y coimeros, sindicalistas mafiosos, burócratas parásitos de la máquina de impedir, partidos de izquierda y líderes de organizaciones sociales filo-comunistas; beneficiarios todos del sistema fisco-esclavista que encadena a la nación, impidiéndole ponerse de pie.

¿Estará la oposición, esta vez, a la altura del desafío? ¿Tendrán sus dirigentes la valentía necesaria para aplicar el shock de  medidas coordinadas que corrija con convicción nuestros gravísimos problemas culturales y estructurales? ¿Contarán con la sabiduría política que logre los consensos y alianzas que para tal tarea se precisan? ¿Serán capaces de generar una fuerte corriente de esperanza social (único modo de soportar lo insoportable) a través de la épica de la libertad? ¿Lograrán cerrar de una vez y para siempre nuestra hedionda Caja de Pandora?

Los próximos 24 meses y la acción -siempre referente- de ciudadanos patriotas, como en 1853, lo dirán.





Proyecto de Vida

Noviembre 2021

Juan Bautista Alberdi, insigne patriota y padre de la Constitución (único pacto social que -a duras penas- todavía nos une) aclaró: “el pueblo no es soberano de mi libertad, de mis bienes o de mi persona, pues ello lo tengo de la mano de Dios; no tiene soberanía sino para impedir que se me prive de esos bienes y si alguna vez lo hacen se convierten en perjuros y traidores”.

Por su parte, el mayor pensador liberal argentino vivo, Alberto Benegas Lynch, define al liberalismo como el respeto irrestricto por los proyectos de vida del otro (no la adhesión a sus proyectos) mientras no haya lesión de derechos. Agregando que imponer al vecino nuestro proyecto de vida hace la existencia invivible, tal y como se ve en nuestro depredado país.

Quienes se oponen al ideario liberal (y en consecuencia a nuestra Constitución alberdiana), están en contra de que se respete el proyecto de vida de sus conciudadanos, prefiriendo imponer el propio a viva fuerza.

Sin excepción, todos ellos se definen como “progresistas”; a saber: de pensamiento socialista (o de izquierda) en alguna de sus múltiples variantes y gradaciones.

Otra definición clásica, empero, ilumina la cuestión: todo izquierdista es, en el fondo, un incompetente fracasado que cree que las personas que tienen éxito le deben algo.

Para ese argentino o argentina de hoy, el resentimiento halla arrope en la ideología populista, donde no se envidia ni se desea el mal a los corruptos dueños de fortunas mal habidas sino sólo a quienes poseen dineros bien ganados.

La dura realidad es que los votantes “progresistas” no bregan por el progreso sino por el retroceso en cuanto a movilidad social al apoyar un pobrismo que, si bien satisface sus pulsiones de envidia vengativa, los ancla a una inmovilidad (en ignorancia y pobreza) de tipo feudal; todo un regreso al medioevo que conlleva, cual boomerang, un justo castigo a su soberbia socialista. La de pretender decidir entre algunos el proyecto de vida de todos, usando en el proceso a la discordia (grieta) como método/negocio.

Los verdaderos progresistas son aquí los liberales. Y de entre ellos, los más vanguardistas y efectivos en cuanto a movilidad social ascendente, los libertarios (reales revolucionarios de nuestra era de millennials y centennials en aumento), audazmente capitalistas y pro mercado.

Luchadores en favor de la libertad de la gente común en pos del avance sin trabas de acuerdos contractuales voluntarios y simultáneos de mutua conveniencia en todos los órdenes; de avanzar literalmente en millones de proyectos de vida (hoy bloqueados), que no afecten justos derechos de otros.

Un colectivo de ánimo cooperativo cada vez más numeroso que empieza a torcer en favor de la concordia interpersonal la batalla cultural argentina y que obviamente no considera derechos constitucionales válidos a los adquiridos a costa de derechos anteriores de terceros.

Llegando a la mitad de su mandato y más allá de la compra fraudulenta de votos y trampas caza bobos de “diálogo y acuerdos”, está claro que el régimen que nos rige, conforme los postulados del Foro de San Pablo que integra, insistirá con su plan (excluyente) de conquista del poder con fines pecuniarios para la nomenklatura y sus socios.

Plan que consiste en desalentar inversiones, asfixiar y cerrar empresas, aumentar la pobreza, fomentar con constancia la mentira y emitir sin pausa mientras subvierte a las instituciones para blindar su impunidad. El crecimiento de la miseria a nivel general y la destrucción de las clases medias seguirán así alineados con el mandato explícito de dicho Foro: control social por miedo, a través de carencias programadas que lleven al abandono de todo sueño.

Sabido es que cuando la economía cae, los deseos primitivos de igualitarismo, subsidio y alimentación básicas (aunque sean en un contexto de supervivencia en semi esclavitud) predominan por sobre las esperanzas familiares de educación, trabajo genuino y progreso en libertad. Se trata, claro, del círculo vicioso del estatismo clientelar que el kirchnerismo pretende asegurar.

La contracara de este sistema ruinoso es aquello que a mediano o largo plazo será inevitable porque se alinea con la natural evolución humana hacia la no agresión y las libertades. Los jóvenes (y los mayores que superaron sus irreflexiones adolescentes) adhieren hoy a los principios libertarios porque su mismo y natural apuro por liberarse y realizarse los impele a la ideología que con mayor velocidad puede acercarlos a su idea de una sociedad estimulante: abierta e integrada; rica e innovadora. Y porque se atreven a pisar a fondo el acelerador de la historia.

Lo que nos lleva a una reflexión final acerca de lo que hoy y aquí se ve como… utopía libertaria: como explicó Arthur Schopenhauer (erudito filósofo alemán, 1788-1860) “Toda verdad pasa por tres etapas. Primera, es ridiculizada. Segunda, es violentamente objetada. Tercera, es aceptada como obvia.”





Dos Por Ciento

Octubre 2021

El autor francés Jean D ‘Ormesson (1925-2017) acuñó el término ineptocracia para definir “el sistema de gobierno en el que los menos preparados para gobernar son elegidos por los menos preparados para producir, y los menos preparados para procurarse su sustento son regalados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscatorios sobre el trabajo y la riqueza de unos productores en número descendente, y todo ello promovido por una izquierda populista y demagoga que predica teorías que sabe que han fracasado allí donde se han aplicado, a unas personas que sabe que son idiotas”.

Precisa descripción de nuestro presente y de cómo las mayorías argentinas torpedearon y lastimaron a la nación y al pleno de nuestra sociedad durante los últimos 76 años (con muy breves excepciones), eligiendo en modo cómplice a delincuentes y/o ineptos. Terrible aserto que confirman 7 décadas consecutivas de gráficas en declive.

En consonancia con lo anterior, las gráficas de presión impositiva, asistencialismo, pobreza e inmovilidad social se han revelado extraordinariamente paralelas y coincidentes en su macabra trayectoria ascendente.

Vale decir, hemos demostrado de manera empírica que a más impuesto y subsidio se corresponde más indigencia y desesperanza. Dos mulas y dos asnos enyugados a la par, cinchando juntos para el mismo lado.

Nunca debe subestimarse la estupidez humana, por cierto.

Hasta aquí, hemos arruinado la vida a tres generaciones completas de argentinos en el altar de ese idiotismo que adrede confundió la igualdad ante la ley prescripta por nuestra Constitución con una “igualdad económica” pergeñada por quienes se encargaron de violar a ambas por igual. Un rasero manejado por vivillos demagogos, que falseó la visión humanista de nuestros padres fundadores.

¡Mulas y asnos en acción!  Fiscalismo y pobrismo en acto.

Durante tres cuartos de siglo, gran parte de las elites intelectuales locales y de la Iglesia se cebaron, por distintas irreflexiones e intereses, avalando esta “confusión” ruinosa.

Perseveraron hasta lograr el cuasi fallido país actual (ya más un lugar que un país), entrampado en la red de mafias anti-productivas, de desastres educativo-laborales, de fuga de cerebros y de estatismo saqueador con impuestos progresivos… que son de público conocimiento.

La única igualdad que conduce a la felicidad (y prosperidad) del mayor número es la igualdad ante la ley que, bien aplicada, acaba con horrores como los privilegios de casta, el desquicio ético y moral, la discrecionalidad tributaria, la esclavitud social crónica o la delincuencia como ejemplo, hoy rampantes a todo nivel.

El igualitarismo económico y la redistribución forzosa que este implica no son más que sanatas contra natura; injustas, contraproducentes y vejatorias. Cero inteligentes.

Llegada ya la tercer década del siglo XXI, tanto la Iglesia como el socialismo nativo deben aceptar que la tierra no es plana, que nuestro planeta gira en torno al sol y que lo correcto es dejar de seguir bregando por una utópica (y distópica) nivelación coactiva de ingresos a través del fomento del pecado de la envidia social por desigualdades, para pasar a fomentar lo esencial: la reversión del sistema de la dádiva y del daño cultural; de la miseria que durante tantos lustros y con tanta irresponsabilidad propiciaron.

Las desigualdades no son lo importante. En realidad no importan nada, si logramos sofrenar las estúpidas vilezas de la envidia; lo importante es la pobreza.

Es más: lo que nuestra Argentina necesita hoy son enormes desigualdades; algunas decenas de Bill Gates enormemente ricos. Y si son algunos centenares o algunos miles de Bill Gates muchísimo más ricos que el resto de nosotros y que vivan increíblemente bien, tanto mejor.

Lo que clérigos e izquierdistas de pelajes varios ocultan es que la fortuna personal de Bill Gates, por tomar el caso, más de 130 mil millones de dólares, se estima en sólo un 2 (dos) % de la riqueza que creó para todos los demás. Y que es, con lo propio, el principal filántropo solidario del mundo.

Está claro que en general los emprendedores exitosos generan más riqueza a su alrededor (y en ondas sucesivas) de la que ellos logran en lo personal.

¿Es desigual una persona así? Sí. ¿Sacó a miles de la pobreza, mejoró el bienestar material de otros cientos, hizo ricos a varias decenas más? Sí. ¿Dónde está el problema, entonces, si todos “subimos”? ¿Que unos suban más que otros? ¿Y qué con eso? ¿Ganan la envidia y el resentimiento por-propia-incapacidad a pesar de todo? ¿Preferimos que mulas y asnos sigan rebuznando una y otra vez?

Bill Gates o Marcos Galperin surgieron a pesar del Estado, no por él. Son hijos de lo que, a pesar de todos los palos en la rueda, pudieron hallar de libre mercado en sus entornos.

¿Y si probamos con la libertad?





La Segunda República

Septiembre 2021

 

Dijo el Sr. Juan D. Perón:

“Con un fusil o con un cuchillo, a matar al que se encuentre”. (Junio ‘47).

“Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores”. (Septiembre ‘47).

“Vamos a salir a la calle de una sola vez para que no vuelvan nunca más ni los hijos de ellos”. (Junio ‘51).

“Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos”. (Agosto ‘51).

“¡Ah… si yo hubiese previsto lo que iba a pasar… entonces sí: hubiera fusilado a medio millón, o a un millón, si era necesario! Tal vez ahora eso se produzca”. (Mayo ‘70). 

“¡Al amigo, todo, al enemigo, ni justicia!”. (Junio ’72).

¿Cómo calificar objetivamente a un alto funcionario que haya expresado en público, frente a la prensa y ante el mundo tales ideas, propuestas, órdenes? ¿Estadista? ¿Político demócrata? Ciertamente no. ¿Matón peligroso? ¿Demente antisocial? ¿Vivillo argento? Lo cierto es que hay expresiones de las que, políticamente, no se vuelve.

Aunque esta persona haya dicho y hecho muchas otras cosas imperdonables (y algunas otras positivas, claro) a lo largo de su vida, lo dicho y afirmado en estas solas citas lo juzga para siempre, sin plazo ni remedio.

Como sea, el hombre está muerto pero… a quienes siguen definiéndose como peronistas (en cualquiera de sus variantes) a 74 años de aquellas primeras palabras y a 47 de su entierro, les cae el sayo de asumir lo propio: que son seguidores de un líder que, aparte haber sido responsable directo de matanzas sin ley (Triple A, por ejemplo) después de azuzar por años a la ultra izquierda y de haber echado a rodar entre nosotros (en especial entre los más pobres e ignorantes) un daño socioeconómico y cultural sin par, se reveló siempre con claridad meridiana como un intolerante detractor del espíritu y la letra de nuestra Constitución.

De hecho, cuando pudo (1949) la cambió reemplazándola por un patético libelo fascista, derogado tras su huida. Una constitución totalitaria; anti libertades y anti propiedad privada que anhelan reeditar sus seguidores, actualmente en el gobierno.

En las últimas elecciones generales (2019) una sólida mitad del electorado apoyó estos dichos y en general toda esta negra línea de conductas, largamente conocida por los argentinos. Hecho que prueba de manera concluyente que el pobrismo mafioso opuesto a los principios de nuestra Carta Magna, sigue en pie y goza de buena salud.

Se trata entonces de asumir la realidad de muchos millones de personas alzadas contra la Constitución vigente. Contra la justicia independiente, el respeto a los patrimonios, la libertad de industria,  las instituciones de contralor, etc.

Ciudadanos a quienes no debemos menospreciar ni negar en su legítimo derecho a elegir. A decidir en qué clase de sociedad desean vivir. Tal y como lo han expresado una y otra vez a lo largo de más de 7 décadas en innumerables votaciones, siempre contra la república como sistema.

Tienen todo el derecho a volver a su constitución de 1949 o a cualquier otra de similar tenor. ¿Quiénes somos el 50 % restante de la población para impedirlo, para forzarlos, para torcer sus elecciones de vida imponiéndoles las nuestras?

El que avalemos el tipo de organización que se deriva de la constitución de 1853 y defendamos a la actual Carta Magna es nuestra elección de vida, no la de ellos.

Lo mismo vale, claro está, para quienes votaron en 2019 y votarán en este 2021 por la alianza kirchnerista. ¿Qué clase de esclavismo de facto puede obligar -pistola en la nuca mediante- a la mitad de la población que votó y votará en contra, a someterse contra natura a su sistema totalitario?

¿Por qué primitivo y violento modo “legal” de imposiciones confiscatorias deberíamos sentirnos obligados a desangrar patrimonios y sueños familiares de progreso transfiriendo nuestro dinero a destinos improcedentes e inmorales, que violentan nuestro sentido ético además de operar en favor de la propia ruina, la de nuestros hijos y la de toda la gente honesta del país?

Señores, señoras, salgamos de la genuflexión, pongámonos de pie y consideremos opciones más terminantes antes de que sea demasiado tarde: checos y eslovacos se separaron en 1993 dando fin a tres cuartos de siglo de Checoslovaquia como unidad, para dar paso a la República Checa y a Eslovaquia como países independientes con acuerdo de sus poblaciones, en una decisión racional de preferencias. Sin guerra civil ni emigraciones masivas al extranjero. Por el contrario; desde entonces ambos pueblos forman parte de la Unión Europea y se administran separadamente acorde sus ideas, sentimientos y conveniencias.

Los historiadores dan cuenta de que nuestra sociedad siempre estuvo partida ideológicamente en dos. Diversas etiquetas marcaron esta división a través del tiempo y hasta la actualidad, pero una síntesis válida sería la de trazar una línea entre caudillismo autarquizante por un lado y cosmopolitismo liberal (liberalismo político, al menos) por el otro. En términos de nuestro debate actual, democracia oligárquica, clientelar, cerrada y mafiosa versus democracia cabal; abierta, republicana y federal.

Va siendo tiempo de asumir con madurez esta realidad de nación fallida que ya no podemos modificar y de plantearnos permitir (plebiscitos sucesivos mediante) que cada jurisdicción decida su pertenencia por sí, para terminar conformando dos bloques relativamente homogéneos que echen a rodar el proceso de procurarse nuevas constituciones; acuerdos sociales de base de los que hoy carecemos; carencia causal del -histórico- mutuo poder de veto y de nuestra subsecuente decadencia.

Parece ser este el traumático camino que debemos recorrer para ver un día, quizás, a esa nación laboriosa, justa, muy libre, creativa, generosa, no resentida y… unida que soñaron nuestros  antepasados.

Una situación que podría darse cuando la vecindad estatista, aplicando sin ambages sus principios “solidarios”, termine despedazándose en una orgía de extracciones mutuas, desplome productivo, aislamiento, inseguridad y pobreza extremas, levantamientos, recriminaciones, represión y finalmente, férrea dictadura repartidora de migajas.

Contexto propicio, si los hay, a la fuga de dineros y personas hacia la vecindad capitalista, tal como ocurría con el muro de Berlín y entre las dos Alemanias. Y que en nuestro caso podría terminar implosionando de igual modo: con la rendición incondicional del “lado de la mecha” kirchnerista y su disolución como tal dando lugar, ahí sí, a una nación veraz y viable. A una nueva Argentina.

A nuestra Segunda República.

 

 

 

 

 

Una Oportunidad para la Democracia

Agosto 2021

 

"La historia de Occidente, desde la era de las polis

griegas hasta la resistencia actual al socialismo, es

esencialmente la historia de la lucha por la libertad contra

los privilegios de los burócratas''. Ludwig von Mises

 

Se dice de la democracia que es el arte de lo posible. Que a pesar de sus muchos y graves defectos es la forma más civilizada, la menos violenta, de dirimir los desacuerdos sociales que siempre existirán. Suposición más que dudosa a esta altura del siglo de la inteligencia artificial, la ciudadanía en red y la computación cuántica pero que sin lugar a dudas se resquebraja sin remedio en Argentina al exacto ritmo en que nuestra democracia deja de ser republicana y subsidiaria (no confundir con subsidiadora), derivando hacia una autocracia clientelar que troca ciudadanía responsable por lumpen embrutecido mientras nivela hacia abajo.

Así y todo y aun deslizándonos hacia el averno totalitario, sabemos que los deseos generales de movilidad social y bienestar material, tarde o temprano prevalecen. Y que Adam Smith siempre tuvo razón, mal que les pese a los socialistas de la fecha: de la mano invisible de las cada día más poderosas tecnologías de integración voluntaria y decisión personalizada en red horizontal que se consolidan con las nuevas generaciones de millennials y centennials, lo creativo individual repercute y repercutirá cada vez con más fuerza en lo social-comunitario. Se trata de manos rebeldes, revolucionarias en serio, que conllevan el poder de liberarnos gradualmente de extorsiones, distorsiones y coacciones estatales así como de elevar económicamente a todos -aún con desigualdades- nivelando hacia arriba.

Es cuestión de tiempo que esta mano invisible con esteroides de IA acogote a populismos pobristas y parásitos profesionales. Y un paso más allá, que las criptomonedas liquiden el poder opresor y discrecional de nomenklaturas, bancos centrales y Estados territoriales, guadañándolos por su base: la tributación forzada que todo lo invade. La hoz de la no-violencia terminará segando sus privilegios; sepultando después sus antojadizas fronteras y traspasando de hecho la soberanía a quienes decidirán, como individuos y comunidades libres, con quienes asociarse y bajo qué condiciones vivir.

La democracia representativa, aún la más liberal y republicana, será vista entonces como cosa del pasado. Tal como ahora vemos a las monarquías absolutistas del siglo XV, a su terrible inmovilidad social y al derecho divino de sus reyes. Será percibida como algo primitivo; vejatorio; inadmisible por lo injusto con sus muchas minorías.

¿Pantallazos del futuro? ¿Evolución cultural en proceso? ¿La humanidad entrando en modo alien? ¿O en la síntesis de todo ello, no-violencia en acto?

Entretanto… transitamos la edad oscura, feudal de un peronismo que miente, roba, oprime, des-educa, corrompe, somete y destruye valor creativo poniendo a la nación de rodillas -como nunca antes- frente al orbe.

Ciertamente una democracia republicana y subsidiaria, sistema que no tenemos, podría evolucionar adaptándose a esta nueva etapa de la histórica lucha de los seres humanos por la libertad a la que hacía referencia von Mises. Podría seguir siendo por un tiempo la forma más civilizada -vale decir, más contractual- de dirimir los conflictos.

Posible continuidad madurativa que se hace visible en el creciente poder inclusivo de la sumatoria de individuos interconectados por intereses honestos, superador del supuesto “bien común” de las burocracias estatales; infantilizantes y extractivas por definición.

Como bien dice el conocido economista y analista político Claudio Zuchovicki “hoy la política representativa está en conflicto con la sociedad a la que pretende representar. Los políticos sólo ven fronteras; las nuevas generaciones ven la libertad que les dan las nuevas conexiones. Si pretendemos alguien que nos cuide y nos diga qué hacer bajo el pretexto de buscar el bien colectivo, estamos perdiendo el sentido común de la acción humana”.

En efecto, ya podemos vislumbrar que la puja entre un gobierno intervencionista y ciudadanos que se reconfiguran generacionalmente en torno a las facilidades de acceso al libre hacer empresarial, cultural y científico con base en la innovación… no tiene solución.

Esto es así porque la gestión estatal, acorde al primitivismo en que vivimos, busca controlar y dirigir a la sociedad a su conveniencia a través de imposiciones fiscales y trabas reglamentarias, mucho más que generar condiciones ideales para la creatividad, las ganas de confiar, interactuar y de producir (lo que sea), mejorando así la calidad de vida de todos. Senda que remitiría al verdadero bien común.

Replantearse estos tópicos para un próximo gobierno más racional en lo económico y menos minado de procesados, convictas, mafiosos, oportunistas y ladrones, es vital.

Los libertarios, al menos, lo tenemos claro.

 

Violencias

Julio 2021

 

La Argentina que conocimos, la tierra entrañable de nuestros padres y abuelos, la del acuerdo casi unánime por el trabajo y la honradez, la del mérito, la clase media y la Constitución republicana, está desapareciendo. Como en la fábula de la rana en agua hirviente, la miseria y la inseguridad se van adueñando de nuestra sociedad, otrora ubicada entre las mejores del mundo en educación, producto, libertades e ingresos. Junto con nuestros hijos, estamos siendo expulsados de nuestro lugar y de nuestros valores. Esto es violencia.

La incompetencia que nos hunde campea en todas las áreas de la mano de la casta de jerarcas impunes que nos preside. Una ineptitud prepotente y coactiva que en pocas cosas se expresa mejor que en su política impositiva. Con ideas realmente estúpidas, polvorientas banderas tribales como la  progresividad, que a esta altura del saber económico (teórico y empírico) sólo pueden ser entendidas a la luz de un resentimiento ignorante con más la búsqueda deliberada de la carencia.

Hablamos de ese afán de ataque fiscal en jauría “a los que más tienen” que alcanza su paroxismo destructivo (no confundir con “destrucción creativa”) en la imposición discriminada por tamaños: a todo efecto, los Elon Musk de nuestra nación deben ser entorpecidos, desincentivados… expoliados no importa qué tanto contribuyan o puedan llegar a contribuir con el progreso y prestigio del país, con el empleo o con la solidaridad social; su ejemplo y su afán de ganancia superadora deben ser abortados.

A contramano de nuestra actual orientación pobrista deberíamos saber que en las sociedades que funcionan, la moderna eficiencia dinámica con responsabilidad empresarial capitalista se vincula cada vez más con lo social; que lo científico se ensambla con lo productivo y lo local con lo global. Mal que les pese a los igualitaristas, hoy lo individual repercute vinculándose con fuerza extraordinaria en lo integral.

Data como la que destaca el lúcido catedrático argentino Marcelo Elizondo, la de saber que hoy ostentamos la mayor presión impositiva del planeta en relación a nuestro nivel de desarrollo , donde en muchos casos los tributos superan el 100 % de las ganancias netas, nos advierten acerca del nivel de nuestro extravío y de las verdaderas intenciones del kirchnerismo: ahuyentar o fundir selectivamente para reinar con su clepto-nomenklatura sobre una masa atomizada, atemorizada y sin capacidad efectiva de reacción.

Datos de esta estrategia, como el de saber que nuestras inversiones productivas son la mitad que las del promedio mundial, aterran. ¿Cómo no van a achicar inversiones o a huir las grandes empresas, viéndose bajo ataque directo? Por la confiscatoria progresión impositiva, desde luego, aunque también por la sobrerregulación, el abuso gremial y la falta de seguridad jurídica en temas como estos y tantos otros que violan la letra y el espíritu de nuestra Constitución. Que pisotean el Acuerdo Social republicano establecido con sangre y trabajo por nuestros antepasados; ese que (increíblemente) todavía nos mantiene unidos.

La gangsteril excusa de que saqueando (y/o expulsando) a los jugadores mayores vamos a beneficiar a las pymes, a la “solidaridad” pública y a los consumidores de menos recursos se escurre como agua entre los dedos ni bien se cae en cuenta de que en la economía del conocimiento que transitamos, la investigación y el desarrollo (I&D) que impulsan el avance de las sociedades son llevados adelante sólo en un 10 % por los Estados y otro tanto por los sistemas educativos en tanto grandes compañías privadas lo hacen en el 80 % restante de los casos. Las nuevas tecnologías no sólo suman; multiplican. Y las multinacionales que invierten a riesgo propio en ello participan de cadenas globales, tienen alianzas disruptivas y crean ecosistemas con pymes locales, con las que interactúan generando círculos virtuosos que fungen como verdaderos motores sociales.

Los grandes emprendimientos (y las personas exitosas) que nuestros líderes pobristas pretenden seguir sobregravando, son los mismos que crean saber aplicado, capacitan a sus trabajadores y proveedores y se involucran (a pesar del feroz entorpecimiento estatal) en causas de solidaridad inteligente.

La competencia a la que el imbecilismo nativo se opone por principio ya no es la torpe puja de la Revolución  Industrial decimonónica; hoy supone conexión y colaboración. Un ágora donde las innovaciones contagian su beneficio a otras empresas, donde sus avances aumentan la economía de escala y la multiplican. Donde hacen permanentes sus ventajas comunales, ampliando además su base; donde potencian sinergias con sus socios; donde multiplican, diseminan y aceleran el crecimiento nacional. Beneficios sistémicos, todos, abiertos a experimentos tan dinámicos como adaptativos; conformes al siglo que nos toca. Una economía fiscalista, cerrada y centralmente planificada es una condenada al desacople de la evolución global en todos estos ítems, tan cruciales.

Entendiendo esto, podemos comprender cómo y porqué lo impositivo-progresivo es hoy una herramienta maestra de dominación; es la violencia en acto que nuestra autocracia usa para terminar con el poder de elección de vida (o el ya menguante lobby defensivo) de vastos sectores sociales, a la par de con la república. Porque, obviamente, sólo puede optar quien conserva posibilidades viables de supervivencia y progreso. Una mayoría de formoseños o santacruceños, por ejemplo, ya no pueden hacerlo; están de rodillas.

Los tributos, en verdad, siempre han sido violencia tribal aunque no sean progresivos. Su propio nombre lo indica. Fueron y son simple robo obtenido mediante amenaza ya que lo único que diferencia a un recaudador de impuestos de un ladrón común es que el primero tiene una gran maquinaria coactiva por detrás, apoyándolo. Contraproducentes y primitivos, son el acto inmoral por excelencia pretendiendo que el fin justifique los medios.

Los libertarios, para espanto y furia de todos quienes parasitan al prójimo a través del Estado, portamos la llave de una sociedad más justa; mucho más solidaria; civilizada; con oportunidades reales y verdadera movilidad social. Una donde la contractualidad voluntaria en crecimiento volvería a colocar al mérito y a la honestidad al tope del mástil poniendo gradualmente a la no-violencia en acto.

Ah!... no violencia argentina: virtud tan anhelada de la boca para afuera (sobre todo por las mujeres) como traicionada con bestial cinismo cada 2 años en el cuarto oscuro.

 



El Estado Presente

Junio 2021

 

Más allá de la grieta hay algo en lo que casi todos los argentinos coinciden: están hartos de que su país sea cada día más pobre y violento. Y exigen acciones visibles.

Sin embargo si le preguntáramos a cada uno cuál es su propuesta (la meditada, no la que surge, explosiva, de la emocionalidad más inmediata), su receta responsable para sacar al país del marasmo, el 95 % diría que en verdad no sabría qué hacer; cómo avanzar en la práctica con medidas concretas, sin agravar más el daño social que nuestro Estado produjo durante las últimas décadas.

Así y todo y según recientes encuestas, un 70 % conserva como norte la idea de que el Estado no es el problema sino más bien la solución; la senda “anti mercado” por donde habremos de buscar, solidariamente y sin resignar nada, la reversión de nuestra decadencia.  Ello a pesar de tener a la vista los resultados reales conseguidos tras 100 años de votar gobiernos que, sin excepciones, nos propusieron exactamente eso (incluidos los de facto) a través de un “Estado presente”. Impresionante consenso negacionista que bien califica como síndrome de Estocolmo.

Sin embargo, cambiando la consulta a algo como ¿enviaría usted a sus hijos a un colegio privado bilingüe de excelencia si pudiera pagarlo? el mismo 95 % anterior respondería con un claro sí. Casi todos prefieren la educación privada a la pública. Del mismo modo, si se le preguntase a cada argentino si se asociaría a una prepaga de medicina de alto nivel si pudiese costearlo, la respuesta sería afirmativa en similar o mayor porcentaje aún. Casi todos prefieren depender de clínicas y profesionales privados a tener que hacerlo del sistema estatal. Y si consultáramos sobre el deseo de contar con seguridad privada contratada como la que tienen barrios cerrados, algunas empresas, comercios y viviendas particulares con personal, prevención y complementos de alta tecnología, sería igualmente abrumador el porcentaje de ciudadanos que lo preferirían a su actual y exclusiva dependencia de la policía del Estado, si pudiesen solventarlo.

Tales preferencias se verían incrementadas si a la pregunta anterior se le añadieran algunos supuestos, tales como que el actual marco regulatorio para la educación privada se liberalizara derogando trabas y estatutos gremiales (mayormente mafiosos y anticonstitucionales) al efecto de permitir una mayor oferta de opciones en modos de enseñanza, planes educativos, establecimientos y alianzas con instituciones extranjeras, en verdadera competencia por contenidos, títulos y aranceles.

Como que también se liberara el ultra regulado mercado de la medicina privada terminando con ruinosas obligatoriedades voluntaristas para posibilitar un mucho más amplio abanico de coberturas médicas, planes y valores con diferentes locaciones, comodidades, segmentaciones y facilidades, con servicios tanto aquí como en el exterior.

Y como que se liberalizara el ultra condicionado negocio de la seguridad permitiendo a las empresas la instalación de innovadoras tecnologías y modos de prevención en vía pública, la portación y uso efectivo de armas avanzadas así como la captura de delincuentes y procedimientos supra judiciales para una inmediata devolución a la víctima, en combinación con compañías de seguros, empresas de detención (reeducación + trabajo restitutivo) y de inteligencia privadas, tanto locales como extranjeras.

Podríamos seguir esta argumentación discursiva con cada una de las innumerables áreas de nuestra vida en sociedad monopolizada o sobre regulada coactivamente por nuestros gobiernos pero para esos tres breves ejemplos como para todo el resto, resulta claro que la libre competencia y su consecuente diversidad de opciones son claves.

Esa mayoría de gente “harta con su realidad” coincide sin decirlo en que la actuación del Estado (en sus tres Poderes y para sus tres niveles) tomada parte por parte y rubro por rubro resulta altamente ineficiente (burocrática, lenta, complicada) y costosa (habida cuenta de los altísimos niveles de imposición, emisión inflacionaria y deuda pública) en prácticamente todo lo que encara. 

En efecto, como señaló el muy pragmático intelectual libertario David Friedman (economista y catedrático norteamericano en derecho, hijo del premio Nobel de economía Milton Friedman), “todo lo que el gobierno hace puede ser clasificado en dos categorías: aquello que podemos suprimir hoy y aquello que esperamos poder suprimir mañana. La mayor parte de las funciones gubernamentales pertenecen al primer tipo”.

Bien podría decirse que en la elección sobre qué clase de servicios prefiere cada particular en su circunstancia, todo se reduce a una cuestión de costos. Si todos tuviesen el dinero como para optar por el servicio más satisfactorio a su nivel de bienestar, elegirían la versión privada que mejor les acomodara en cada ítem, dejando rápidamente al “Estado proveedor” sin clientes. Una simple cuestión de efectivo y de eficiencia, no de ideologías.

En el destino ideal ¿es posible que todos lleguen a tener ingresos suficientes como para acceder a un sistema de alto nivel de vida con “todo (o casi todo) privado”, donde cada uno pague por lo que usa y consume sin subsidiar coercitivamente a otros? ¿Es posible una Argentina casi íntegramente de clase media pudiente, con sólo un pequeño porcentaje de ultra ricos honestos y otro de desafortunados e incapaces reales asistidos a través de economía colaborativa, fundaciones y ONG privadas?

Para empezar sabemos que el sobrecosto debido a la sumatoria de impuestos formales e informales (inflación) más que duplica el valor de todo lo que adquirimos y que en un hipotético contexto sin tributos todos verían doblado su actual poder adquisitivo.

También sabemos que conjurado el atraco fiscal, las empresas ganarían  y reinvertirían mucho más y que nuevos emprendimientos aterrizarían aquí tanto de argentinos como de exiliados fiscales de otros sitios, multiplicando la demanda de trabajo y los niveles salariales en línea con una fuerte mejora de las condiciones laborales.

Por tanto, enfrentaríamos un panorama de ingresos y empleos en alza y de costo de servicios y mercancías en baja merced a una sinergia creciente entre inversiones y competencia. Un encuadre favorable a la recuperación de las clases medias perdidas, seguido del rápido crecimiento de este vital segmento socioeconómico hasta alcanzar al menos al 80 % de la población.

Se trata, desde luego, de un proceso gradual cuya viabilidad de reemplazo de lo estatal por eficiencias dinámicas privadas libres, sustentables y socialmente responsables, ha sido estudiada por numerosos pensadores e intelectuales de tendencia libertaria en los últimos años. Proceso que incluye formas innovadoras y audazmente capitalistas de solucionar nuestros cuellos de botella en temas tales como el quebrado sistema previsional, la falta de acceso popular a una verdadera sociedad de propietarios y a su correspondiente seguridad jurídica, el cierre al mundo con sus protecciones siempre discriminantes y corruptas, la sobrerregulación generalizada o las viejas legislaciones estatutarias fascistas que asfixian nuestro sistema laboral.

Conociendo el paño, es claro que debemos apuntar a “lo imposible” si queremos lograr al menos lo posible. Tal debiera ser la base del “proyecto esperanza” que una oposición unida, apoyada por una inclusiva y poderosa Mesa de Enlace de la Argentina Productiva presente al electorado en los comicios de este año y en los del 2023.

En cualquier caso, el impacto traumático de la implementación de formas como las sugeridas se ha estimado en mucho menor al de los empobrecimientos forzados, huidas y quiebras en cadena que marcan la brutal caída nacional en este mismo año 2021. Y de la aún mayor explosión de penurias “diferidas” que se cierne sobre nuestras cabezas superada la meta del acto eleccionario de Noviembre… y por los siguientes dos años.

Ciertamente nuestro Estado es parte central del problema.

Si aquel 70 % de creyentes en el “Estado presente” actuasen en defensa propia y se sacudiesen la resignación de esclavos que los abruma entreviendo que su actitud anti mercado es en verdad una militancia contra ellos mismos (que son el mercado), deberían odiarlo; detestar todo lo que hace,  permite o prohíbe; rebelarse contra todo lo que falsamente representa e impugnarlo por la enormidad que les cuesta.

Sería mucho más productivo que odiarse entre sí.

 

 

   

Algunos Tienen Mucho; Muchos No Tienen Nada

Mayo 2021

Soportamos un gobierno gangsteril y chavista, encaramado al Estado con el objeto de terminar de detonar nuestro sistema republicano para establecer una autocracia plebiscitaria basada en el clientelismo.

Gobierno que ante la proximidad del comicio, intentará disfrazarse de cordero para engañar otra vez a la legión de idiotas útiles que viene obturando desde hace siete décadas el despegue nacional. Gente, toda, alzada en sorda rebelión contra el espíritu y la letra de nuestra carta magna.

Una movida ciertamente cantada, la moderación, aunque no por ello menos efectiva frente a una masa de votantes mental y emocionalmente sometidos, dispuestos a volver a tropezar con la misma piedra por vez enésima para revalidar con ovina tenacidad el síndrome de la mujer golpeada.

¿Por qué hoy unos pocos argentinos tienen mucho y otros muchos no tienen nada?

Es por haber avalado totalitarios/as, votando contra nuestra sabia Constitución. Una cuyos principios liberales nos hicieran libres…poderosos, envidiados, respetados y con uno de los ingresos por habitante más altos del mundo.

Fallaron durante décadas las sucesivas Cortes Supremas en defenderla con firmeza; con patriotismo inmune a coimas y amenazas. Pero más nos fallaron esos millones de argentinos populistas (hoy decididamente pobristas), culpables al mil por mil de su propia desgracia al haber optado una y otra vez por la fórmula de más Estado. Por haber elegido la concentración coactiva de ignorancias en lugar de la descentralización de iniciativas individuales, voluntarias y creativas. Por haber dudado de sus compatriotas, atándoles las manos a través de sindicalistas mafiosos y funcionarios ultra reguladores (y en consecuencia, ultra corrompidos). Fundiéndolos.

Sí; esos argentinos con nombre y apellido nos estaquearon eligiendo en 2019 el anti-capitalismo violador de derechos humanos de Venezuela por sobre el capitalismo de ultra primer mundo de Singapur. Optando por la violencia del comunismo cubano por sobre el respeto a la propiedad que nos mostraban suizos y japoneses; por el socialismo nicaragüense por sobre el libre mercado alemán.

Votantes que nos arrastran a una Argentina pobrista, resentida y encerrada; conciudadanos que decidieron no seguir el ejemplo que hoy nos enrostra Irlanda: con bajos impuestos, republicana, globalizada, libre y rica. Sí; 13.034.000 individuos que votaron por los Fernández o Del Caño y que son tan responsables como cada copo de nieve que gira, se adhiere y empuja dentro de la avalancha de robos, maldades estériles, crímenes, oportunismos, mentiras, ineptitudes e ignorancias que nos sepulta.

Ellos eligieron más Estado en lugar de más Sociedad. Nuestro presidente, desencajado, se refirió hace poco a ciertos “imbéciles”; a estas alturas sabemos con matemática certeza quién es cada uno de ellos… y quién los imbecilizó.

Cada día es más urgente abolir los grilletes impositivos que nos encadenan a la miseria. Urge volver a respetar la propiedad privada consagrada por la Constitución, que nuestra esclavitud fiscal deroga de facto con sus confiscaciones expropiatorias, sin que la actual Corte se inmute.

Ya lo decía el propio Carlos Marx (1818 – 1883): “toda la teoría comunista puede resumirse en 5 palabras: abolición de la propiedad privada”. Como se sabe, su abyecto sistema implosionó (100 millones de muertos más tarde… ¡otra que el coronavirus!) en 1989. Su contraparte, el gran Ludwig von Mises (1881 – 1973), lo explicó con perspicacia en una frase que nos calza como anillo al dedo: “lo que empuja a las masas al socialismo es, incluso más que la ilusión de que el socialismo los hará más ricos, la expectativa de que frenará a todos los que son mejores que ellos”.

Argentina: ex república, país fallido, terrible ejemplo de reversión en su camino al desarrollo. Sitio donde a la mitad de su población no le interesa asumir que igualdad no es lo contrario de mérito. Que mérito es lo opuesto a acomodo, corrupción, obsecuencia y nepotismo. Y que la igualdad de oportunidades y ante la Ley son, en cambio, consecuencia de ese mérito hoy volteado de su pedestal por la canalla.

Si las cruciales elecciones legislativas de este año concluyen con una victoria oficialista, será tiempo de que la otra mitad de la población considere con fría seriedad la viabilidad de secesiones regionales coordinadas. Tiempo de que millones de ciudadanos abusados asuman la realidad de que la República Argentina está dejando de existir. De que son demasiados los pero-kirchneristas que desprecian y desean romper el contrato social que todavía nos une.

Y tiempo de que asuman que la vía del progreso para ellos y para sus descendientes debe de abrirse paso entre la turba de avivados, parásitos y esclavistas a como dé lugar tal como lo hicieron, sable en mano, San Martín, Belgrano, Urquiza y tantos otros patriotas de coraje.

 

 

 

 

 

El Dilema Educativo

Abril 2021

 

Nuestra bi-milenaria Iglesia tiene razón. No nos referimos a las peregrinas ideas económicas del actual pontífice, desde luego, sino a un tema de su competencia cual es la supremacía espiritual, tanto como material e intelectual, de las tres virtudes teologales.

Sin temor a equivocarnos podemos afirmar siguiendo a Reinhold Niebuhr (teólogo y analista político norteamericano, 1892-1971) que nada que sea verdadero, bello o bueno llega a tener pleno sentido en la inmediatez de un contexto histórico dado (fe). Que nada que verdaderamente valga la pena se puede realizar en el lapso de una vida (esperanza). Y que nada de lo que hagamos, por más virtuoso que sea, lo podemos realizar a solas (amor/caridad).

Asumida en profundidad esta enseñanza intemporal, se sigue que hemos de ser pacientes con la evolución de nuestro actual, muy argentino y primitivo sistema de organización social centrándonos -sobre todo- en fomentar lo que hoy denominamos “cambio cultural”, con el fin de establecer hitos que anclen el intelecto colectivo en cuestiones sobre las que ya no se intente volver atrás.

Zanjada está la cuestión de la separación de la Iglesia y el Estado. Los descalabros y corrupciones intervencionistas hacen cada vez más patente la necesidad de avanzar con la separación de economía y Estado. Y los desastres educativos derivados de la cuarentena ponen hoy sobre el tapete la también crucial cuestión evolutiva de la separación de educación y Estado.

Dado que el populismo es la democracia falseada de los ignorantes, la formación intelectual popular (educación en valores) que provea de sustentabilidad a una democracia en serio (republicana) debe ser, sobre todo, filosófica.

Esto es porque existe una relación inseparable entre la belleza, la verdad y el bien. Entre lo ético y lo moral.

Es el sendero racional, hoy acelerado por lo tecnológico, por donde la humanidad avanza inexorable (aún con bolsones reaccionarios, rodeos y retrasos) hacia destinos como la libertad, la no violencia, la tolerancia, la empatía o el sentido de responsabilidad social y ambiental.

 Notemos que aún la mejor versión democrática existente (la republicana) implica el uso de violencias que resultan cada día más inaceptables.

Supone agresión contra libertades personales e importa amenazas, forzamientos, imposiciones, penalidades e injusticias diversas derivadas casi en su totalidad de la ausencia (o grave insuficiencia) de modos innovadores de contractualidad voluntaria.

Ejemplo de ello es toda la cuestión impositiva; piedra basal sin la cual el sistema democrático, tal y como hoy se lo entiende, se torna inviable. Un soporte basal torcido (como sucede con todo fin “bueno” pretendiendo inmoralmente justificar un medio “malo”) tornará a toda la construcción inestable y dependiente de la fuerza bruta, traducida en apuntalamientos de emergencia que impidan, aquí y allá, su derrumbe.  Lo tributario es, en definitiva, un gran ingenio comunitario insanablemente vejatorio; mal parido.

Como nos lo enrostra el más elemental sentido común, tales forzamientos nunca fueron inocuos; mucho menos “buenos”. Los dolores de la miseria, la esclavitud clientelar y el atraso relativo que vemos a nuestro alrededor son consecuencia directa de haber persistido en el error autoritario de desconocer la realidad de la naturaleza humana (y de sus ventajas), insistiendo en la imposición de ingenierías sociales coercitivas.

La Iglesia más preclara diría, del haber encallado electoralmente a nuestra Argentina en los pecados de envidia resentida, ira y complicidad en el robo a través de la soberbia socialista… con toda su violencia encubierta.

En lo que respecta a educación, nuestro tránsito hacia la racionalidad (hacia el bienestar y la riqueza generalizadas de las que gozan las sociedades más racionales) supone superar algunas barreras mentales arraigadas.

Parafraseando al brillante autor, intelectual, catedrático y economista argentino A. Benegas Lynch,  más importante que educarse es alimentarse… aunque nadie en su sano juicio propondría estatizar la producción de alimentos. ¿Por qué entonces insistir con la educación estatal, sabiendo que toda madre nativa enviaría a sus hijos a colegios privados (del mayor nivel posible), si pudiera?

El dinero para tal cosa ha estado disponible cada año en el presupuesto nacional; sólo habría que haber reasignado las partidas tomando la decisión de “subsidiar la demanda” (vales educativos de libre disponibilidad a cada niño) en lugar de “subsidiar la oferta” (gastos de cada escuela y del ministerio “de Educación” pagados desde el Estado). El poder de elección pasaría así de los sindicalistas docentes a los padres argentinos.

El 90 % de las escuelas públicas podrían tornar así a estar en abierta competencia por currícula, excelencia educativa, comodidades y servicios; a ser gestionadas con innovadora  libertad por las mismas autoridades directivas y docentes que actualmente las operan. Y a ser “privadas”.

Por si fuera poco, se sabe que los costos actuales promedio por estudiante… ¡son mayores en el sistema público que en su contraparte paga!

Los aparatos de la fuerza (el embrutecedor adoctrinamiento estatista, la obtusa obligatoriedad sobre contenidos, lugares designados de estudio y demás imposiciones, rémoras paternalistas del señorío feudal)  debieran ser ajenos a la educación ya que no resulta sensato el vano intento de enseñar libertad sobre la base de la compulsión.

 Implementar algo de esta clase no sería, ciertamente, el fin del camino pero sí varios pasos en la dirección correcta.

De lo cual se sigue que el dilema tiene principio de solución en el apoyo a aquellos candidatos políticos que nos propongan las mayores y más audaces dosis de libertades para el pueblo llano, empezando por las educativas.

Sigamos entonces las enseñanzas de la Iglesia en línea con sus tres sabias virtudes teologales teniendo fe en nuestra gente del ámbito docente en la esperanza de que sin tanto tutelaje, “contenidaje” ni estatutaje frenante pueda desplegar su amor por el prójimo, educando al soberano para su progreso en la más plena libertad.





Rebelión en la Granja

Marzo 2021

 

Quienes hayan leído el clásico Rebelión en la Granja de George Orwell no tendrán dificultad en identificar la actual encrucijada política y económica Argentina con las sátiras allí expresadas, tanto como con sus consecuencias prácticas y enseñanzas morales.

Las coincidencias surgen claras, diríase a borbotones en medio de nuestra pavorosa rodada hacia la pobreza.

Sin ir más lejos y ciñéndonos tan solo a los personajes principales del libro vemos en el jabalí Viejo Mayor al alter ego de E. Laclau, gurú filosófico del kirchnerismo que, desde su confortable cátedra en Gran Bretaña, recomendara pobrismo y grieta violenta como método político conducente. El cerdo Napoleón, por su parte, encarna a la perfección en la Sra. de Kirchner y su poder fáctico mientras que los 9 mastines de la novela no serían otros que los militantes de La Cámpora, obedientes guardianes de su ama. El papel del díscolo líder Snowball corresponde al presidente Fernández quien, a no dudarlo, acabará -como su personaje- corrido y humillado sin contemplaciones. Los caballos Boxer y Clover, con su tenaz y siempre crédulo apoyo, representan ese sector del electorado nacional que habiendo votado a la centro-derecha macrista en 2015 y 2017, sucumbió a las promesas peronistas del profesor Alberto en los comicios del ´19 en tanto el burro Benjamín y la cabra Muriel se corresponden con J. L Espert, J. Milei y la fracción más libertaria de los argentinos, que descreen de los políticos tradicionales y de la política en general (aunque apoyen usualmente al “menos malo”). La coqueta yegua Mollie, por su parte, representa fielmente a nuestra “burguesía apolítica” que, a pesar de ver cada día reducido su nivel de vida, sus derechos y libertades, evita involucrarse por comodidad y pusilanimidad prefiriendo, de última, huir. Las mayoritarias ovejas del clásico de Orwell, por fin, con su escasa comprensión de la situación, su adoctrinada ignorancia y rápida sucesión de balidos aprobatorios, son el “pueblo” justicialista que el clientelismo vernáculo usa; anulando sus esperanzas y enviándolo camino del matadero pobrista, destino donde quedan liquidados todo vestigio de República y Constitución, haciendo posible así la buena vida de nuestra Napoleón y sus perros.

Rebelión civil, fiscal y mental en esta, nuestra granja, es lo que realmente necesitamos hoy. Una gran Mesa de Enlace de la Argentina Productiva (o lo que queda de ella) parecería ser el modo idóneo de lograrla coordinadamente y sin violencia mas con firmeza.

Lo que queda tras esto es solo bajada de brazos, abandono de sueños, sometimiento a la miseria y acatamiento definitivo a un feudalismo ultracorrupto o… secesión.