El Futuro de la Grieta y el Proyecto S.


Octubre 2019

En un interesante artículo publicado el mes pasado, con el que coincidimos, el respetado analista y catedrático Alejandro Katz sostiene que la Argentina, entendida como comunidad de destino, dejó de existir. Que la idea de una vida en común confiando en nuestros compatriotas dejó de tener sentido porque ya no compartimos un mismo ideal de patria. Porque ya no hay una casa ni una causa en común.
Quedaron fraguados dos modelos de país completamente distintos; dos concepciones éticas -y por tanto económicas- de fondo, opuestas; que nos separan casi por mitades y que se han constituido en un abismo infranqueable.

Es una verdad omnipresente en estos días electorales, tal como se difundió desde el rectorado de la Universidad de San Andrés, que la liza que se dirime no trata de economía. Ni siquiera del relevo entre gobiernos sino de algo previo a todo eso; trata de una decisión de vida en sociedad definida por  2 valores contrapuestos: decencia e indecencia.
O sea, vigencia constitucional, instituciones republicanas y justicia independiente versus impunidad mafiosa para con el saqueo corrupto, los asesinatos (como el del fiscal Nisman) y los narcos, además de censura y nuevo asalto a la propiedad con fuerte fiscalismo reglamentarista.
Acordamos con lo allí mencionado en el sentido de que sin decencia social no hay libertad posible y que sin ella no tiene sentido vivir tal entorno, ni sentirlo como propio.

Supuesto el caso de que el kirchnerismo se haga con el control del aparato del Estado tras demostrar este mes en las urnas que los indecentes son mayoría, no estaría de más empezar a pensar en un contundente “Plan B”.
Basado, claro está, en las acertadas premisas del Lic. Katz. Que bien podría implicar un aceleramiento vertiginoso de los hechos en dirección a un futuro de poder y riqueza sin precedentes, al menos para la fracción decente de la sociedad, de la mano de los representantes del extremo opuesto del arco (y los de mayor consistencia doctrinaria): los libertarios.
Esto es así porque los libertarios ponen a la persona, su familia, sus libertades creativas, solidarias y productoras de riqueza (bienestar general) en primer lugar… y al Estado después; a su servicio. Jamás a la inversa ya que el ser humano (con su intangibilidad, libre albedrío y plena asunción -tanto civil como penal- de sus responsabilidades individuales) es ética y moralmente superior además de históricamente anterior a la entelequia colectiva que denominamos Estado. Y porque miles son las formas posibles en las que la libertad y la no violencia (la contractualidad voluntaria en red como sistema) podrían difundirse por todo el campo de la interacción comunitaria, si hubiera la voluntad política de permitirlas.

Así las cosas, dejando ingenuidades albertistas de lado y ante un avasallamiento de la Constitución Nacional y consecuente ruptura del último “pacto social” protector de libertades que aún nos une, quedarían lícitamente abiertos los caminos del Proyecto S: la Secesión.
Empezando por la más obvia: la de la Ciudad de Buenos Aires en unión, tal vez, con la de algunos partidos cercanos (San Isidro, Vicente López etc.) donde la decencia haya logrado conservar su mayoría. Como modo de escapar a la conurbanización general de la Argentina en sintonía con el proceso chavo-cristinista en ciernes, pero también como posible puerta de un ingreso acelerado al Primer Mundo.
Los avezados constitucionalistas que tenemos podrán sin duda dar forma jurídica (tras la caída de la Carta Magna alberdiana) a esta suerte de denuncia del Pacto de San José de Flores firmado en 1859 por el que la provincia de Buenos Aires y su ciudad portuaria homónima aceptaron, tras años de férrea independencia, integrarse a la Confederación bajo la Constitución de 1853.

Los mismos líderes de Juntos por el Cambio o en su defecto los del PRO, podrían encabezar las acciones para separar de un tajo a estos territorios de la Argentina populista, en acuerdo con J. L. Espert y otros referentes libertarios que nunca han temido llamar a las cosas por su nombre y que saben cómo revertir los lamentables errores político-económicos del presidente M. Macri.
Territorios que, por otra parte, tienen mayor extensión que países europeos de extraordinaria riqueza. O que la República de Singapur, por caso, Ciudad-Estado de pequeñas dimensiones, cero recursos naturales y gran población que, adherida a la seguridad jurídica de una economía de corte libertario, logra impresionantes ingresos promedio por habitante y constituye dentro del top-five mundial una de las pocas zonas del planeta donde impera el hiper-Primer Mundo.
¿Por qué nuestra fantástica Buenos Aires (la que nos lega H. Rodríguez Larreta y su obra), con valentía cívica y bien conducida, no podría emular estos casos de éxito popular? Tenemos aeropuerto, sede de gobierno y puerto; incluso fronteras aceptablemente prefijadas.
Resulta impactante visualizar el enorme flujo de emprendedores e inversionistas (sobre todo argentinos) que el nuevo enclave podría captar y la velocidad a la que podría crecer, superando en poco tiempo al entero PBI de la restante Argentina socialista, corporativa… fascista.
Resulta emocionante visualizar el efecto que esta potencia económica en ascenso causaría en la población vecina, sojuzgada por el obtuso estatismo peronista. Y la marea de ex conciudadanos pidiendo visa para sortear el muro e ingresar al “mundo libre”.
Pero lo más impresionante sería observar en el tiempo el dominó de jurisdicciones que, a la vista de las diferencias y con jefes presionados por la opinión pública, por plebiscitos autoconvocados o por el propio voto regular irían adhiriendo, como islas confederadas, al nuevo país. O al menos al nuevo sistema, con la vista puesta en un eventual final de República reconciliada.

En ocasiones, lo que no se consigue transfundiendo educación en valores se logra por el atajo de ofrecer ejemplos poderosos que impliquen audacia, ética y valentía.
Y, por qué no, con ejemplos rotundos de cómo otras familias, vecinas e iguales, prosperan económicamente.
Verdaderos cachetazos despertadores con el potencial de trocar a millones de indecentes en decentes. ¿Se trataría acaso de pura conveniencia, a todo orden? Bienvenida sea, porque eso se llama… capitalismo.

Dejaríamos así que las Cristinas, Hebes, Magarios, Milagros y Contis, que los Grabois, D’ Elías y Cúneos, que los De Pedros, Solanas, Baradeles y Moyanos, que los Balcedos, Aníbales, Insfranes, Víctor Hugos… sus títeres y tanta otra canalla, se macere en su propia cocción de pobrismo. Restando nuestros impuestos de lo que dispondrían para seguir con su infame tarea de demolición.