10 Palabras

Mayo 2022

 

Las 10 palabras más destructivas del idioma castellano, repetidas innumerables veces y bajo mil formas a través de nuestra historia son “hola, soy funcionario del Estado y estoy acá para ayudarte”.

10 palabras causantes de la casi totalidad de nuestra decadencia moral y consecuente miseria. De nuestras mafias estructurales, corrupción,  muertes prematuras evitables, des-educación, vergüenza internacional y desesperanza de largo plazo.

Ronald Reagan aseguraba siendo presidente de los Estados Unidos que, en cualquier caso, el gobierno no era la solución sino el problema y se mofaba de las intervenciones estatales parodiando a los políticos dirigistas: “…si se mueve, aplíquesele un impuesto. Si se sigue moviendo, regúlese. Si no se mueve más, otórguesele un subsidio…”.

El alud inmigratorio de 1880 a 1930 que hizo estallar la prosperidad cambiando de cuajo la historia económica de nuestro país estuvo motivado por la necesidad de exiliarse fiscalmente, de huir de países intervencionistas con gobiernos “presentes” para venir a una nación nueva que ofrecía precisamente lo contrario: gran libertad para emprender, con un Estado económicamente “ausente”.

Vinieron a trabajar duro sin ser estorbados y a hacer dinero para su familia sin ser robados ni esclavizados con tributos ni regulaciones estúpidas. Y lo lograron, creando en el proceso una verdadera gallina de los huevos de oro comunitaria.

Todo parece indicar que está llegando la hora de otro cambio de cuajo. Eyectando a este gobierno que, en estado de pánico agresivo, sólo atina a acogotar hasta la muerte lo que queda de la gallina.

Un gran cambio cultural y estructural como lo fue aquel y que como entonces, llevará su tiempo. Décadas en nuestro caso, probablemente.

Cambios estructurales profundos; cirugía mayor (sobre la que cada día aumenta el consenso) a aplicarse sobre temas medulares como previsión social, libertades económicas, contractuales y gremiales, seguridad jurídica, carga impositiva, “empresas” públicas, asistencialismo, legislación laboral, atribuciones del Estado y cristiana subsidiariedad entre otros.

Y desde luego, fijando un norte claro y explícito de largo plazo pues, como se sabe, no hay vientos favorables para quienes no saben hacia dónde van.

Madurar socialmente y crecer, es un riesgo. Pero los estadistas que sucedan a este gobierno predador deberán arriesgarse recalculando el costo-beneficio del no-cambio; o el de gradualizar el cambio en demasía.

Ya comprobamos durante 77 largos años que prohibir, restringir y cargar fiscalmente bajo el falso pretexto de “no dejar a nadie atrás” o de “combatir las desigualdades” no es el camino. Más bien fue la senda hacia la trampera estatista y sus arenas movedizas.

La mejor opción es ser audaz e innovar; soltar los dogales, estimular a fondo a todo emprendedor local o extranjero con la zanahoria de una ganancia plena e ir para adelante.

Porque el caos del desamparo y la desesperación no son lo que podría sobrevenir sino lo que tenemos aquí y ahora. El experimento peronista (y hasta hace muy poco, radical) de aumentar impuestos, regulaciones y subsidios tuvo un crescendo de décadas y se correspondió exactamente con el crescendo de la pobreza.

Fracasó. Es el desastre que los argentinos tenemos entre manos hoy; con empresas cada día más inviables y ciudadanos cada vez más empobrecidos.

El populismo uniformiza y su luz guía es el tribalismo (la contención social nacionalista) pero la uniformidad es -al fin del día- comisariato político, sociedad estratificada, pobreza, resignación y previsibilidad… de muerte prematura por represión o carencias.

Lo libertario, por el contrario, diversifica y su luz guía es el cosmopolitismo; es abierto, conflictivo y hasta cierto punto imprevisible pero trae consigo el auge económico, la libertad de opciones y la cooperación voluntaria capitalista. Y con ello, la movilidad social ascendente.

Empecemos a desterrar de nuestras mentes esas 10 palabras venenosas y asumamos que el Estado, hojarasca retórica aparte, no es otra cosa que… compulsión.

Como enseñó Alfred N. Witehead (erudito filósofo inglés, 1861 – 1947) “Las relaciones entre personas o grupos sociales toman una de estas dos formas: fuerza o persuasión. El comercio es el gran ejemplo de las relaciones persuasivas. La guerra, la esclavitud y la compulsión gubernamental ejemplifican el reino de la fuerza. El triunfo de la persuasión sobre la fuerza es el signo de una sociedad civilizada”.

 

 

 

 

 

 

 

Evolución

Mayo 2022

 

En opinión de Jorge Luis Borges (1899 – 1986), el más culto, famoso y polémico escritor argentino de la historia, la democracia como sistema no era entre nosotros sino “un abuso de la estadística; una superstición muy difundida porque la gente no entiende de política, como no podemos entender todos de retórica, de psicología o de álgebra”.

Quiso decir, deslegitimando la regla de la mayoría, que un problema algebraico nunca hallará solución en una compulsa popular como tampoco la hallará un problema tan enormemente complejo como lo es decidir sobre decenas de líneas de acción en los más diversos campos de un gobierno de 4 años de duración, con sólo un voto en un día. Voto más emocional que racional, además.

Debemos dar crédito a Borges: la resbalosa esperanza argentina de que el día de la elección prevalezca (al menos) el sentido común, no es el modo más eficiente de organizar el funcionamiento de una comunidad que pretenda elevarse sin pérdida de tiempo y de manera integral; como quedó demostrado en nuestro país en muchas, demasiadas ocasiones.

Ya lo había advertido un estadista de la talla de sir Winston Churchill cuando opinó que la democracia era el peor de los sistemas de gobierno posibles… exceptuando a todos los demás.

Algo cierto dentro de su contexto histórico pero que hoy se ve modificado por los impresionantes avances tecnológicos acumulados en los últimos tres cuartos de siglo, que cambiaron la calificación ciudadana de hombre masa a individuo empoderado. Aserto que se verifica en un proceso retroalimentado y en aceleración; muy desigual en espacio y tiempo pero indetenible, como todo avance humano.

Y que en sinergia con lo anterior se ve también modificado por la aparición a principios de los ’70 del ideario de un hombre bisagra en la historia del pensamiento como lo fue Murray Newton Rothbard (1926 – 1995, economista, historiador y profesor norteamericano) quien con su Manifiesto Libertario y sus agudas fundamentaciones morales -más aún que las puramente utilitaristas- sentó las bases del movimiento que hoy constituye nuestra vanguardia intelectual; el más completo ideario de la libertad y la no violencia como paradigmas irrenunciables de civilización. Como luz guía de esperanzadoras utopías en proceso.

Como un día lo fue la idea democrática, cuando todo a su alrededor era una “obvia normalidad” más que secular de monarquías absolutistas y tiranías totalitarias.

El actual aquelarre socioeconómico argentino, producto del dirigismo salvaje al que nos somete este enésimo gobierno peronista, está resultando en revulsivo mental para una masa crítica de población: la que decide elecciones; la de los indecisos y apolíticos.

Por reacción y a medida que el país cae en la alienación pobrista, se agranda la posibilidad de que operadores libertarios profundicen la influencia de sus ideas disruptivas de poder capitalista y civilidad avanzada dentro de la coalición opositora. O que, de ahondarse la crisis a niveles de catástrofe, se conviertan en una tercera fuerza real capaz de imponer en balotaje sus condiciones a los actuales socialdemócratas de Juntos por el Cambio con vistas a su victoria electoral en 2023.

En la actualidad y dadas las restricciones que la decadencia nacional impone como ineludible data de la realidad, la idea libertaria se circunscribe a proponer un minarquismo (Estado mínimo) como norte para una primera etapa… que bien podría abarcar décadas.

No obstante y a modo de ejemplo histórico asimilable deberíamos recordar que la lucha por terminar con la esclavitud fue para abolirla por completo, no para mejorar la alimentación de los esclavos.

Lo que eventualmente vendría en nuestra Argentina sería entonces un tránsito orientado a vencer la incredulidad de la gente y la resistencia de los propios funcionarios a la verdadera plataforma libertaria de largo plazo, superadora tanto del liberalismo clásico (de poca conciencia social integradora) como del neoliberalismo menemista (corrupto, clientelar, autoritario y ventajero como todo peronismo).

En verdad, lo utópico del muy gradual acercamiento al ideal del anarcocapitalismo libertario que proponen referentes como J. L. Espert o J. Milei no es tanto por lo imposible cuanto por la dificultad para poner proa a ese destino partiendo desde la situación actual.

La doble valla que nos mantiene detenidos en el infierno es mental para el pueblo llano que vive de su producción y de conveniencia para quienes viven del esfuerzo ajeno prestando servicios que no les serían requeridos bajo esa modalidad, si hubiese libertad de contratación.

Obviamente el Estado se resiste hoy a permitir esa libertad de elección porque aceptar la voluntariedad de las relaciones implicaría dejar de hablar de un ente compulsivo basado en la fuerza de las armas para empezar a hacerlo de una asociación voluntariaEn una palabra, de evolución.