Una Apuesta de Largo Aliento

Agosto 2024

 

Si el gobierno de La Libertad Avanza logra llegar a las legislativas de Octubre ’25 habiendo encaminado al país en el inicio de cumplimiento de los 10 puntos del Pacto de Mayo, nuestra Argentina se encontrará ante un panorama inédito. La previsible alianza táctica de libertarios y opositores dialoguistas podría hacerse entonces de las bancas suficientes como para llevar adelante el programa de gobierno del presidente Milei.

Algo que los peronistas lograron en incontables ocasiones a lo largo de los últimos 79 años, particularmente en el Senado, aplicando a destajo su programa “Pobrismo Gradual para Todos con Shock de Riqueza para las Nomenklaturas Política, Sindical y Empresauria”.

La apuesta libertaria, como se sabe, es de largo aliento (como la de la Generación del ’80) con un norte de cambios disruptivos tanto de forma como de fondo.

En lo inmediato y mediato (30/40 años vista, si el electorado acompaña) seremos testigos del tránsito hacia un modelo minarquista referenciado en países exitosos como Irlanda o Singapur, de alta renta per cápita, equiparable al de la época de oro de nuestro Estado-nación (aprox. 1880 a 1930).

Sin Embargo, el objetivo de convertir a la Argentina en una república modelo, haciéndola potencia en el sub continente y luego a nivel mundial, pretende ser sólo una posta en el camino. Uno que hacia el último tercio del siglo nos ubique en posiciones de preeminencia global en cuanto a institucionalidad. Llevándonos a niveles de libertad personal y prosperidad comunitaria hasta ahora desconocidos; superadores del referido modelo de Estado-nación, vigente en el mundo desde hace unos 250 años. Modelo que, dicho sea de paso, dista de ser el “Fin de la Historia” en lo que a organización social humana se refiere.

Problemas de factibilidad práctica que hoy parecen desalentadoramente complejos o difíciles hasta el grado de utopía habrán quedado superados para entonces, con la ayuda de nuevas tecnologías de aplicación masiva.

Con cambios sobre lo acostumbrado (o resignadamente aceptado) que en la actualidad cuesta imaginar o que pertenecen todavía al reino de la ciencia ficción.

Avances que facilitarán grandemente el anhelo de acercarnos a una sociedad no-violenta; más contractual y voluntaria que destierre, para empezar, todo tipo de financiamiento coactivo. Algo difícil de visualizar en la instancia del proceso de evolución cultural en la que nos hallamos y dentro del mar de falta de oportunidades, indigencia y adoctrinamiento vil en el que nos sumergió el referido Estado en uso y abuso de su violencia fiscal y reglamentaria.

Un Estado mínimo con bajos impuestos y gran libertad económica centrado en seguridad, educación, salud y justicia a similitud de los países nombrados es, pues, el objetivo “cercano” de La Libertad Avanza.

El objetivo “lejano” remite a las declaraciones sin medias tintas de nuestro presidente cuando afirma que es “un topo infiltrado que vino a terminar con el Estado”, cuando se declara filosóficamente anarcocapitalista, cuando asegura que el Estado es “una organización criminal” o, brutal analogía mediante, “un pedófilo en el jardín de infantes”.

En línea con este objetivo de largo plazo, sería de gran utilidad social que la élite periodística, docente y cultural procurara superar su ignorancia acerca del libertarianismo, sus insoslayables fundamentos éticos y filosóficos, sus principales referentes históricos y sus más actuales exponentes; tanto en la solidez de su doctrina como en sus múltiples propuestas para una gobernanza sin Estado.

Se trata de un vasto corpus intelectual al cual deberían acercarse, si es que pretenden seguir opinando sobre el tema con algo más que un amateurismo minado de tabúes.

La gobernanza sin Estado, potenciada su factibilidad en la IAG y otros avances informáticos, basa su praxis en la apertura de los monopolios estatales a la competencia de iniciativa privada. Por caso, abriendo el juego a grandes compañías de seguros de capacidades y coordinaciones ampliadas.  Un entorno inusual pero viable donde la palabra clave es, por supuesto, “competencia” en función del cliente, revirtiendo soberanía… en la gente de a pie.

Enérgica libre-competencia para disfrutar finalmente de verdadera prevención, inteligencia criminal y seguridad ciudadana cuasi personalizada con cárceles-empresas, no de mera punición sino restitutivas a la víctima (por trabajo y para la reeducación), en sinergia con mediación extendida dentro de un sistema judicial privado y policéntrico -nunca monopólico- que cubra por demanda, prestigios en competencia y coordinación estandarizada (por propia dinámica de eficacia empresarial) todas las instancias delincuenciales posibles.

Este modus libertario de futuros factibles a largo plazo en cada área pensado para nuestros nietos y bisnietos, incluye en la transición ítems tales como libertad de currícula y vouchers nominales en educación para lo público (subsidio a cada estudiante) con competencia inter escuelas. En lo sindical, total desregulación y libertad de afiliación. En lo económico, competencia abierta de monedas (incluso privadas, más adelante) con gran libertad de banca, de crédito y de negocios. En salud, absoluta apertura comercial y de servicios, a máxima gama de ofertas diferenciadas para todo el sistema. En defensa, apertura a una integración paramilitar privada sumada a libertad de portación responsable y en previsión, un nuevo modelo de fondos de pensión y capitalización privado nacional e internacional, libre por ley de trabas y parasitajes políticos.

Como se ve, la desregulación del Estado que encara a partir de este octavo mes de mandato el nuevo ministerio de F. Sturzenegger es sólo el botón de inicio de un proceso mucho más ambicioso que, de perseverar políticamente, puede llevarnos a la consolidación de una sociedad casi exenta de pobreza en la que, con exacciones gradualmente acotadas a través de una transición de décadas, todos vean elevada su capacidad económica (bienestar real) al punto de poder gozar efectivamente de las opciones de consumo que provee el sistema de la libertad. Opciones que el Estado hoy nos veda a través de sus innecesarios, caros y peligrosos monopolios y de su red de protecciones discriminatorias.