Interponiéndose

Septiembre 2024

 

Hace menos de dos meses, al día siguiente del atentado que le costó parte de una oreja y casi mata a Donald Trump, parte del electorado norteamericano terminó de hacer suya la reflexión del candidato cuando, refiriéndose al peligro que corría su vida, dijo a la gente: “No vendrán por mí. Ellos vienen por ti. Yo solo me interpongo en su camino.”

La frase es una bomba política de profundidad y bien podría aplicarse a nuestra situación.

Nuestro presidente concita adhesiones porque la gente, justamente, lo ve como alguien que se interpone entre ellos y “los privilegiados” de la Argentina. Alguien que en tal sentido los representa, al menos por default.

Demás está decir que “los privilegiados” no son otros que nuestras tres oligarquías simbióticas de empresarios protegidos (los empresaurios), políticos corruptos (la casta) y sindicalistas millonarios (los mafiosos).

Y que los “no privilegiados” agrupados hoy en la vereda de enfrente son no sólo la legión de pobres e indigentes que nos dejaran A. Fernández, C. Kirchner y S. Massa sino también millones de jóvenes de futuro tronchado y lo que queda de esa clase media que respeta, cumple, paga y se hunde bajo receta peronista década tras década.

J. Milei bien podría decirnos “vienen por vos, por tus hijos y tus nietos pero me interpongo, aunque quieran matarme”.

Nuestra república termina así, fallida, dado el esquema mental de suma cero que caracteriza al relato pobrista: si la propiedad es finalmente producto del robo, la lógica básica de la vida no puede ser sino caníbal; conquistar o ser conquistado, devorar o ser devorado. El bien privado, entonces, deviene en algo circunstancial; supeditado a cualquier subjetividad. Una coincidencia del 100 % con lo que se nos aplicó durante casi 80 años, avalado ley por ley y ejecución de medida tras ejecución de medida, por cada una de nuestras muy constitucionales Cortes Supremas.

El relato machaca, resiente y adoctrina sin pausa con la cien veces refutada cantinela socialista de explotadores versus explotados, de colonizadores versus colonizados o bien de la polvorienta plusvalía versus una supuesta justicia social.

Un modelo en el que los “vivillos” de nuestras oligarquías privilegiadas siempre ganan y en la que prospera, qué duda cabe, su capitalismo de amigos.

Lo que no está tan a la vista es que esta lógica depredadora atraviesa también, peligrosamente, a partidos como la Coalición Cívica o la Unión Cívica Radical para no hablar de coaliciones peronistas “racionales” como las que tienen por referentes a M. Pichetto o M. Llaryora entre otros.

Pueden diferir en el grado pero el relato de la necesidad de un Estado ordenador, cobrador, árbitro, juez y parte de aquí a la eternidad, cala hondo en todo este arco dialoguista.

Todos adhieren a un modelo que no acata la realidad de fondo, cual es que el Estado y sus monopolios son y serán siempre el problema y que hay un grave error intelectual (de atraso, en realidad) en plantear la dicotomía entre bienes públicos y bienes privados cuando la ciencia ya demostró de modo irrefutable que los bienes son de un solo tipo: económicos. Algo que constituye hoy y constituirá cada vez más, la “madre del borrego” institucional.

El relato estatista que los atraviesa podrá partir del grado más leve de intervencionismo dirigista (liberalismo clásico, representado hoy por economistas senior tan respetables como R. López Murphy o R. Cachanosky entre otros) mas por la razón antedicha, por incentivos y por simple historia esa praxis estará siempre condenada, cual Sísifo, a sufrir la deriva del crecimiento de los “medios políticos” por sobre los “medios económicos”; de lo fiscal por sobre lo privado y de lo corrupto por sobre lo correcto. Condenada a la primacía de lo coercitivo por sobre lo voluntario y en definitiva, de la violencia por sobre la no-violencia.

El “vienen por vos…” del comienzo, entonces, remite a mediano y largo plazo a la interposición de nuestro presidente frente al Estado, por más que sea él hoy quien lo encabece. Remite a la apelación a esa certeza innata y de sentido común (tan libertaria) que todos llevamos dentro, a saber: el forzamiento siempre es malo ya que no nacimos para ser forzados y sí, en cambio, para responsabilizarnos individualmente por nuestros actos. La moral es una sola (no hay tal cosa como una moral estatal y otra privada) y el fin nunca justificará los medios por lo que todo lo que se inicie bajo una matriz de violencia (de forzamiento impositivo, por caso), no sólo resultará abominable desde lo ético sino, al fin del día, contraproducente.  

Un “vienen por vos…” de Milei que puede traducirse en criollo a: las oligarquías beneficiarias del sistema y los tontos útiles que avalan desde algún punto su justificación legal quieren seguir aplicándote violencia para que te sometas y pagues -por siempre- aún aquello que nunca elegirías comprar ni avalar si pudieses optar dentro de un mercado libre. Yo me interpongo frente a esa pretensión.