Intervencionismo

Octubre 2008

Últimamente muy nombrada la ONCCA es, por cierto, blanco de fuertes cuestionamientos por parte de los representantes del agro. Sabemos que se trata de un organismo del gobierno cuya función es autorizar los movimientos comerciales internos y de exportación de todo el sector. La sigla significa, justamente, Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario.
Las quejas apuntan hacia esta dependencia estatal, como culpable visible de serios entorpecimientos a la producción a través del manejo discrecional de premios y castigos, autorizaciones y prohibiciones o liberaciones y regulaciones reglamentarias sobre bienes privados a escala masiva.
Aunque no sea la única responsable de la insólita caída en las producciones de granos, carne, lácteos y especialidades regionales, ni de la increíble pérdida de mercados y competitividad que golpean duramente al motor más importante de la economía la ONCCA es, sin duda, otro instrumento “de manual” de nuestra economía centralmente planificada ( totalitaria o socialista).

Se justifica su existencia bajo el argumento del bien común de toda la población argentina: prohibamos la exportación de carne (por ejemplo) para volcar al consumo interno todo lo que hubiese ido afuera. La sobreoferta local hará caer los precios beneficiando a los más pobres. ¡Brillante! Claro que a mediano plazo los que producen terneros quiebran, salen del negocio o reducen su actividad (menos genética, tecnología de insumos, intensificación y cantidades). Queda entonces listo el escenario para un faltante del producto que conducirá a una escalada mayúscula de precios. ¿Importar carne? Imposible porque hasta en Uruguay los precios son (y serán) mucho más altos que aquí. ¡Afuera no comen vidrio!
Resultado: pan para hoy y hambre agravado para mañana. Conclusión: el tan meneado bien común resultó burlado. Procedimiento: la Gestapo totalitaria de la ONCCA dio por tierra con las garantías constitucionales de libertad de comercio y propiedad privada para someter por la fuerza bruta y el imperio del miedo a los productores. Decidió a su antojo sobre cupos de exportación o prohibiciones de faena desechando las señales del mercado (el mercado ganadero fue durante décadas ejemplo de transparencia y libertad en las transacciones privadas) y llevó a efecto, con soberbia, la clásica política peronista de intervención.

Burlar a los pobres hundiéndolos más y más mientras sermonean sobre bien común y distribución de riqueza es la actividad tradicional del populismo igualitario. Poco les importa el destino de los desgraciados que van quedando en el camino o la vergüenza de poner a nuestro país de rodillas también frente a nuestros vecinos, antes más atrasados que nosotros. Lo importante es que la ONCCA (y cada repartición del entero gobierno) sea fuente de privilegios, honorarios, comodidades y eventualmente fortunas logradas desde posiciones de poder que provean oportunidades de decidir a discreción... ¡sobre los bienes y libertades de otros, que a nadie han dañado, engañado ni robado!

Bien sentenciaba la genial Ayn Rand (filósofa, visionaria y escritora, 1905-1982) que cuando los que producen algo necesitan la autorización de quienes no producen nada, la sociedad puede considerarse perdida.

Retornando al pequeño ejemplo de la ONCCA, podríamos guardar la esperanza de un sablazo electoral justiciero (¿a cada Gestapo le llega su Nuremberg?) que invirtiese los términos.
Podría haber una ONACRG, Organización Nacional Agropecuaria para el Control del Robo Gubernamental, con poder de veto sobre cualquier intento de violar la Constitución avasallando la libertad de comercio o la propiedad privada. Intentos de robo cuya consecuencia directa son el freno de la producción, la detención de inversiones y aplicación de tecnologías conservacionistas, la pérdida de mercados de exportación, el aislamiento internacional, el impedimento a la creación y distribución de riqueza genuina mediante trabas estúpidas y el empobrecimiento del interior.

Naturalmente los muy altos impuestos (explícitos u ocultos) aplicados con especial saña contra el agro pero que también castigan a las demás actividades, constituyen un asalto a la propiedad no consentido por los contribuyentes ni permitido por la Constitución.
Junto con los palos en la rueda de dependencias burocráticas como la ONCCA, constituyen un freno extraordinario al crecimiento de nuestro país. Freno a la prosperidad de las comunidades provinciales, al aumento de remuneraciones a empleados de empresas que generen (sin tanta rapiña estatal) más riqueza. E incluso freno al aumento de ingresos al fisco, a través de impuestos “sensatos” como el de Ganancias, ya que las empresas ganarían más. Más empleo real, mejor pago y por derecha.
El actual ciudadano pobre del ejemplo que necesita carne vacuna barata para subsistir con su indigno plan social, con su salario o jubilación de hambre, pasaría a poder comprarla al precio normal de mercado. Como ocurre en el primer mundo. Como corresponde a sistemas sociales que avanzan hacia niveles de vida superiores.

La ONCCA es sólo un ejemplo. Detengámonos a reflexionar sobre lo que venimos avalando, voto a voto, como lo más conveniente para nuestra Argentina.

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