Sobre la Libertad


Diciembre 2019

Con una frase en un artículo reciente, el periodista Jorge Fernández Díaz resumió uno de los más retardatarios (y profundos) dramas humanos “…así como existe la pasión por la libertad, existe también la pasión por quitársela a otros”.

Debe tenerse en cuenta que el quite de libertades (sobre todo económicas) es la pulsión-madre de la izquierda en general, hoy victoriosa en Argentina, en apoyo de su vetusta ideología de praxis pobrista.
Una pulsión, la de frenar al prójimo, férreamente sustentada en -al menos- dos pecados capitales: la envidia y la soberbia. Iniquidades de las que debería tomar nota la jerarquía católica, tan alineada en su opinable doctrina social (a notabilísima diferencia de los credos protestantes) con el más rancio asistencialismo pobrista.
Envidia que asoma su sucio rostro tras la acientífica idea de que ganancia empresaria y capitales deben ser podados y embozalados a fin de lograr mejoras en el bienestar de los más. Y soberbia que emerge rugiente, fuera ya de todo cauce, tras la igualmente estúpida pero orgullosa idea socialista de que el Estado puede controlarnos a todos y a la totalidad del proceso económico, succionando de la actividad productiva el dinero que considere necesario para luego manejarlo con mayor eficiencia social de lo que lo harían sus dueños; vale decir, quienes lo crearon.
Pecados y mitos que encuentran anticipado castigo en situaciones tan dolorosas y frustrantes como las que atraviesa nuestro país, tras “olvidar” que esa entelequia llamada Estado es un simple agregado de mujeres y hombres tan falibles (tan peligrosos y malévolos, en todo caso) como los sospechosos sujetos creadores de la riqueza a succionar. Con la crucial diferencia de carecer -los funcionarios succionadores- de los suficientes incentivos para invertir (y cuidar) ese dinero con el máximo efecto multiplicador posible ya que nada les costó ganarlo ni habrán de recibir mayor ni menor retribución por ello, a no ser la coima para canalizarlo sin más consideraciones en favor de un tercero.
Mientras que el efecto socialmente multiplicador de las decisiones del particular succionado podrían haber estado en invertirlo en mejor educación para sus hijos, en mejorar la casa familiar, en reinvertirlo en su emprendimiento productivo o aún en contribuir con distintas obras solidarias… de su personalísima elección.

La acumulación de impuestos, que en Argentina representa más del 50 % del precio de todo lo que vemos y tocamos, es un clarísimo ejemplo de quite de libertades al ciudadano trabajador, que queda privado de elegir dónde destinar más de la mitad de todo lo que produce y gana.
Quien vota a referentes de izquierda (pobristas), apoya esta limitación. Vota en favor de la violación del espíritu constitucional, de su propia clientelización y del maniatado de todos quienes no están de acuerdo en ser invadidos en su privacidad y maneados con pseudo leyes y regulaciones de todo tipo, como paso previo a su esquila tributaria. Vota en favor de sobrecargar (y eventualmente abortar nonatos o hundir) a todos los que podrían emprender, crear, mejorar y optar dónde invertir multiplicando la riqueza en nuestra sociedad. No dejarlos crecer, frenarlos, quitarles esas libertades contra todo sentido común y de decencia, es su opción. Es, ni más ni menos, vender el futuro de sus propios hijos para disfrutar ya del bíblico “plato de lentejas” de… envidia y soberbia.
Sin maquillaje de “corrección política”, no otra es la opción que tomaron 13 millones 19 mil conciudadanos (el 38,2 % de un padrón electoral de 34 millones 82 mil) votando por Fernández o Del Caño en Octubre de este año. Quedando enfrentados a 12 millones 848 mil personas (el 37,7 % del mismo padrón) que votaron por Macri, Lavagna, Espert o Gómez Centurión identificándose con la Constitución, el respeto a la propiedad y la división de poderes, más que con las susodichas envidia y soberbia. Por no mencionar los estremecedores, terribles avales electivos a toda la red mafiosa de corrupción empresario-estatal-sindical y narco tanto como al asesinato del fiscal A. Nisman.
Como se ve, la grieta -que es claramente ética y moral- parte al país por mitades ya que el restante 24,1 % del padrón electoral lo constituyen quienes no quisieron votar (21,9 %) y quienes votaron en blanco o impugnaron sus sufragios.

La despreciable pasión por quitar libertades e impedir progresar a otros alimenta una decadencia que ya lleva 74 años y retarda el resurgimiento de la Argentina Potencia de hace un siglo, aunque esta vez con más perspicacia; de un modo más rápida y naturalmente distributivo. Vale decir, retarda la aparición de una sociedad más apoyada en lo libertario que en lo liberal, que frene y revierta la ley de hierro que dice que a medida que aumenta la participación estatal en la economía, disminuyen en forma proporcional tanto la solidaridad privada (transformadora y efectiva en serio) como la economía participativa.
Porque lo libertario es pasión inteligente por la libertad y la elevación del prójimo… tanto como por las propias.




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