Julio 2024
“Soy
un liberal en un país de zurdos”, graficó nuestro locuaz presidente hace poco. Se
remitía, claro está, a los resultados de tantísimas encuestas de opinión que sindican
a una mayoría de argentinos como “estatistas”.
Algo
cuya veracidad puede constatarse a cada paso con sólo interactuar en la
realidad social de nuestra mafiocracia. Es decir en el sistema en el que
actualmente nos movemos: el modelo derivado de la democracia republicana al que
tuvo a bien conducirnos el partido justicialista que, por acción u extorsión, guió
nuestro derrotero durante los últimos 79 años persiguiendo un modelo fascista similar
al que hoy consolidó V. Putin en Rusia, con su corte de oligarcas protegidos y
su capitalismo de amigos.
Un largo
tránsito argento dentro del fiscalismo dirigista con aporte cómplice de radicales
y otros centroizquierdistas, consolidado en la impresionante red de mafias
corruptas adheridas a todo lo estatal (tan alejado hoy del ideal de la
“vocación desinteresada de servicio al prójimo”) en lo que respecta a nepotismo,
exceso de gente, coimas y ventajismo desvergonzados. Depredación cruzada en
simbiosis con las mafias de sindicalistas millonarios y de empresarios cortesanos
(empresaurios, al decir de A. Benegas Lynch h.).
Casi 8 décadas puliendo este modelo en línea con el adoctrinamiento educativo oficial en las bondades e inevitabilidades del Estado (operativo “dependencia” en lugar de independencia) y con sucesivas Cortes Supremas bendiciendo constitucionalmente cada deriva en esta dirección, lograron hacer de nuestra gente lo que las encuestas marcan: infantes cívicos arracimados bajo las polleras de Mamá-Estado.
Con
un duro 30 % de “niñas y niños” de 16 a 86 años necesitados de contención
tribal, rituales de omertá y directrices paternales sobre sus vidas. Pero
también con personas más maduras o “ilustradas”, habituadas a que legisladores
venales bajen una y otra vez los umbrales del derecho a la propiedad privada permitiéndoles
hacer negocios de cabotaje low risk dentro de un corralito de mercados
regulados con cotos de caza comerciales, estatutos profesionales amañados,
lobistas con billetera, brutales discriminaciones impositivas, vistas gordas y
otras lindezas progresistas.
Así
las cosas, nuestro país interpreta una afinada sinfonía fascista que al fin del
día (como muestra el reporte de daños criollo) perjudica gravemente al conjunto
para beneficiar, y mucho, a la nomenklatura mafiosa.
A poco de rascar la superficie de nuestra realidad puede verse que, a pesar de haber votado a J. Milei, muchos argentinos por miedo o necesidad siguen siendo pro-Estado.
Y,
claro, las ideas que prevalecen en los pueblos marcan su destino: un panorama
cuya negritud nos empujaría a las penas de la emigración o al “abismo” de la
secesión.
Panorama
que podría ser exorcizado por esa luz de esperanza y de unión al final del
túnel nacional que muchos ven. ¿Sigue siendo así?
Al parecer hay un sentimiento social nuevo, difuso, “bajado a tierra” por el analista, encuestador y consultor Pablo Knopoff cuando explica que el presidente conserva apoyo porque representa al sujeto “argentino no privilegiado”, enfrentando al colectivo de “los privilegiados”.
Donde
los “no privilegiados” no sólo son los más pobres sino también los jóvenes de
futuro coartado y toda esa gran clase media (aspiracional o no) harta de ser la
idiota que respeta, cumple, paga y se hunde soportando el peso de los millones
de “colgados” del Estado y del indignante enriquecimiento de oligarquías corruptas.
Bajo
este análisis, el cambio transversal es mucho más grande que Milei (quien solo
sería su catalizador) y tiene su clave en el quiebre de la sensación de necesidad
del Estado.
Políticamente,
este muy novedoso cambio de paradigma cultural implica que una masa crítica de
ciudadanos se encuentra girando en U mientras iza la bandera “el Estado es el
problema, no la solución”. Y que es consciente del peligro que entraña un doble
giro en U: el retorno al punto de partida; al infierno estatal minado de
privilegiados y de trabas del que se procura huir.
Este
“país de zurdos” podría quedar en el pasado tan pronto como en Octubre del año
próximo, cuando volvamos a las urnas para el recambio legislativo. Todo un
terremoto, por cierto, como el que hace dos siglos y medio desbancó a las
monarquías para entronizar a la entonces caótica, “alocada” democracia. Y que
descoloca a la élite intelectual que en su mayoría no cree -todavía- que los monopolios
estatales y su fiscalismo coactivo sean el problema sino que se trata solo de
una cuestión de grado. Y que retrocediendo hacia lo que alguna vez fue “Estado
mínimo” (hacia el ideal liberal clásico, no libertario) nuestra deriva de abusos,
desastres y decadencia… simplemente no volverá a ocurrir.
Así, el karma de “los que no la ven” no estaría en el dilema acerca de cuánto veneno conviene ingerir sino en el veneno en sí. Impulsando a los “no privilegiados” a convalidar la solución extrema del “loco”: nada de veneno.
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