Octubre 2025
A
esta altura y dada la absoluta coincidencia justicialista en que lo mejor para
el país es un retorno a las ideas y métodos que nos rigieron por décadas y
hasta diciembre del ‘23 (con breves interregnos velozmente revertidos), sería
de alta lógica considerar a este movimiento como conservador.
Sin
duda ellos quieren conservar lo logrado durante sus gestiones. Y por
cierto, todo argentino adulto tiene muy en claro en qué consiste “lo logrado” hasta
ahora por los peronistas y sus compañeros de ruta.
Cambiar
una vez más el nombre de su conglomerado (hoy Fuerza Patria) por Alianza
Curro-Conservadora sería, pues, lo más apropiado y veraz para avanzar sin
pruritos ni falsas modestias… hacia el futuro.
Un futuro libre, por cierto, de estúpidos libertarios, liberales y otros ciegos reaccionarios que se interponen entre ellos, su igualitarismo económico y su patria soñada de altos impuestos, férreo dirigismo y amplia contención estatal.
Después de todo, en la actualidad y contra toda evidencia empírica de decadencia económica y moral, su parcialidad podría muy bien rondar el 45 % del electorado. Redondeando narrativas, “medio país”; visto además que geográficamente representan la mitad o más de nuestro extenso territorio.
Así las cosas, junto con la creciente decepción y el consecuente desinterés ciudadano para con el sistema de democracia delegativa de masas, crece la percepción general de que con “medio país” cinchando tercamente desde el lado opuesto de la grieta, no va a ser posible alcanzar ideal compartido alguno para un conjunto que, desde los albores de nuestra nacionalidad, nunca fue tal.
La
dura realidad es que lo que separó y aún separa a ambas “mitades” sigue siendo bastante
más de lo que las une. Y que ambas partes adhieren a modelos de vida, de
sociedad y de país demasiado opuestos como para que se los considere
complementarios o conciliables. Sencillamente, no lo son.
En política nada es casual ni cae mágicamente del cielo, desde luego. Por eso, el libertario que se impuso en las últimas presidenciales es un pensamiento colectivo afín con esta percepción -algo brumosa aún- que flota en el aire.
Para
esta ideología cuyos axiomas fundantes son la no-violencia (el no inicio de agresión,
en especial la estatal), el derecho de propiedad y las libertades personales, está
bien y es natural que estas diferencias de visión existan. Y está bien asimismo
que nadie deba ser forzado a vivir bajo un régimen que no eligió y que detesta,
ni a pagar por cosas que no desea solventar (las universidades “gratuitas” para
las clases media y alta, por mencionar un caso entre mil).
Si vemos que para las presidenciales del ’27 este abismo persiste y que una tozuda división de pareceres (bloqueos en legislaturas y gobernaciones, por ejemplo) termina impidiendo efectivamente al gobierno implementar los programas votados en el ’23, quedarán dadas las condiciones para que esta grieta de valores, hoy virtual, empiece a pensarse como algo materializable.
Como
la posibilidad de que un experimento fallido llamado República Argentina se
reconfigure (con todos los plebiscitos, realineamientos, innovaciones
institucionales, etapas transicionales y tecnologías aplicadas que sean necesarias)
en al menos dos naciones separadas.
¿Es
locura pensar en una secesión de la Argentina que conocemos desde hace 209 años?
Algunos creemos que no; que es más bien un retorno a las fuentes. Y que los rechazos
al solo planteamiento de esta idea (hoy mayormente emocionales) no son de orden
práctico sino de orden mental. De pre-juicios viscerales. De adoctrinamiento
recibido sin cuestionamientos, desde niños.
Sobran ejemplos en la historia de secesiones exitosas surgidas de experimentos políticos fallidos. Algunas de ellas muy cercanas en el tiempo, a punto tal que muchos de sus protagonistas aún viven. Citemos por caso a Yugoslavia (255.800 kms2, unas 10 veces menos que Argentina) cuya secesión finalizada en 2008 dio origen a 7 países viables. O a Checoslovaquia (127.900 kms2, casi 22 veces menos) cuya secesión finalizada en 1992 dio origen a 2 naciones.
Obviamente
no se trató de locuras sino de iniciativas inteligentes, visionarias y sobre
todo valientes, que dieron paso a sociedades menos conflictivas. Más
prósperas.
Hace algunos años, durante una de las ruinosas presidencias de Cristina Kirchner el entonces gobernador radical A. Cornejo, de Mendoza, amenazó con denunciar los “pactos preexistentes” y secesionar a su provincia del resto de una república que se hundía.
En nuestros días, no es difícil imaginar una confederación geográficamente continua de provincias con inclinaciones filo liberales como Neuquén, Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, con posibilidades ciertas de incorporar a Chaco, Corrientes y eventualmente Chubut en vinculación por vía marítima. Algo así como un cinturón productivo (y productivista) de jurisdicciones en separada oposición al grupo de provincias filo estatistas y prebendarias que las rodearían.
Puestos
a especular, dentro de la díscola Buenos Aires podría formarse una unión colindante
de partidos igualmente filo liberales asociada a dicha confederación, compuesta
por municipios como Las Flores, Azul, Tandil, Balcarce, Gral. Pueyrredón y
Necochea, integrando esta última su puerto con el interior profundo de la
provincia.
Hacia el sur, otro grupo de municipalidades afines con puerto de salida en Bahía Blanca, podría unir a esta con el corredor Villarino, Puan, Adolfo Alsina, Saavedra y Cnel. Dorrego, entre otras comunas que vienen apoyando las ideas de la libertad en las últimas compulsas. Tampoco es difícil imaginar al poderoso grupo limítrofe San Isidro, Vicente López, Tres de Febrero y CABA uniéndose a la nueva nación ampliada.
La innovación legal aplicada a los procesos de secesión en sinergia con nuevas tecnologías, podría a su vez abrir la posibilidad contractual cierta de que empresas o individuos que se vieran “atrapados” contra su voluntad expresa en jurisdicciones estato-impositivistas (Santiago del Estero o La Matanza, por ejemplo) puedan fijar domicilio fiscal en jurisdicciones de su elección, más respetuosas del derecho a la ganancia (Mendoza o CABA, por caso) y viceversa.
Mucho se podrá maldecir estas propuestas mas no negar que sean viables. Y por cierto, el país estatista-peronista que quedaría conformado se vería en figurillas para imponer su clásica “redistribución” curro-solidaria, al verse privado de la mayoría de las infelices “vacas lecheras” que desde 1945 a la fecha lubricaron su natural clepto-parasitario.
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