Más de lo Mismo

Diciembre 2005

Resulta patético observar la regularidad con que una y otra vez se cumple en nuestro país la vieja máxima que dice “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Las mujeres y los hombres argentinos sentados en la gran platea ciudadana, asistimos atontados a la repetición del mantra autista que los gobernantes vienen representando en el escenario de nuestra historia desde hace muchas décadas. Setenta y cinco años para ser más precisos. Nada cambia. Todo permanece. Es una letanía que aburre hasta la exasperación.
Las mismas medidas intervencionistas, la misma manipulación torpe de los mercados. La misma tendencia suicida de castigar más y más al que produce y trata de ganar dinero honesto o de invertir (creando empleos mejor pagos en el camino). El mismo desprecio por los contralores y contrapesos republicanos que limitarían el poder estatal. La misma pretensión de creerse semidioses que saben mejor que nadie a quién, cuánto y para qué hay que dar y a quién y cuánto hay que sacar ( o más bien robar ya que quitar sin consentimiento y mediante la amenaza de fuerza se llama sencillamente robar, sin perjuicio de la escala ) para que nuestro país progrese y supere a los que nos aventajaron. Y en algunos aspectos mejorando el sistema, como el bien aceitado uso del voto cautivo, del voto cliente y del voto por miedo logrando falsear aún más nuestro ya falso sistema representativo, republicano y federal.

Asistimos atontados a lo que una primera minoría de individuos eligió libremente en las urnas para que sea aplicado coercitivamente a todos los habitantes de la nación. Si. Hay responsables de lo que nos pasó, de lo que nos pasa y de lo que nos va a pasar. No debemos poner a todos en la misma bolsa. Algunos tenemos más culpa que otros.
Sin embargo mientras tengamos la cláusula del voto secreto, la mayoría de los responsables podrá seguir escudándose en el anonimato y podrá seguir eludiendo su responsabilidad personal en la debacle argentina, aunque no la voz interior de su conciencia.
Se afianza así una clara tendencia para esta “masa crítica” de electores cabresteados por el populismo : la de insistir con este “más de lo mismo” (peronista, radical, nacionalista –militar- o socialista, no hay diferencias de fondo) como modo de solucionar nuestra dramática decadencia.
El sistema dirigista que nos trajo al corrupto pantano de los países desacreditados es, entonces, el sistema que nos sacará de el. ¿O será al revés? ¿O será que la inefable corporación política que nos rige considera que es mejor para sus intereses (perdón ; se dice “bien común”) seguir así ?

El sistema se retroalimenta y parece ciertamente difícil que un “alguien” de otra tendencia le quiebre el saque a tan poderosa corporación.
Más bien debería tratarse de un “alien” vistas las dificultades que debería superar para torcer el timón de esta Argentina perdedora, de esta Argentina en alegre trío con Venezuela y Cuba.

También es cierto lo que advierten muchos : el remedio para la enfermedad social que nos postra se llama Educación. Empezar a educar con pasión a las nuevas generaciones desde el jardín de infantes en los valores supremos de la civilización : respeto sagrado a toda vida y propiedad, honestidad a ultranza, no violencia como norma, solidaridad con los más indefensos, libertad de criterio, modo de vida y pensamiento, responsabilidad por los propios actos, tolerancia ante lo diferente y otros conceptos que marcan y distinguen a los individuos y a las sociedades evolucionadas.
Claro que la decisión sobre contenidos y énfasis de los programas educativos está en manos…del gobierno. Y a los políticos encaramados en el Estado este tipo de educación para la civilidad les conviene muy poco.
Lo probable es que ideas como esta corran igual suerte que la luminosa idea de “reforma política”, prolijamente cajoneada. No comen vidrio !

Aún con este lastre que supimos conseguir, no todo está perdido.
Solo debemos superar como sociedad al pigmeo mental que llevamos dentro y que vive junto al conocido enano fascista en el imaginario de nuestra identidad.
Un aporte en esta dirección lo constituye un esclarecido libro de reciente aparición escrito por Marcos Aguinis y titulado “Qué Hacer”. Un verdadero manual para la conciencia nacional.
En la medida que más argentinos vayamos logrando la evolución interior necesaria, el proceso cobrará impulso propio. Intercambio de ideas, conversaciones casuales, demostraciones de madurez cívica, interés por una educación bien orientada, participación ciudadana con menos pudor, docencia en nuestra propia casa y finalmente el uso del voto (o no voto) como arma de fina precisión y sin secretos vergonzantes.
No todo está perdido si logramos extender el convencimiento de que con más de lo mismo, solo cerraremos otro círculo vicioso en la espiral de nuestra caída.

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