Capitalismo Popular


Julio 2012

Muchos años de populismos radicales, militares y peronistas convergiendo sobre una ideología básicamente hostil al capitalismo,  llevaron a nuestra Argentina a una postración muy costosa para los menos favorecidos. No es casual que los indigentes y los que “se caen” de la clase media constituyan hoy un altísimo porcentaje de la población. El costo de no ser a estas alturas un país rico y avanzado es inmenso: en sufrimiento, en resignaciones, en humillación y en vidas.
El sistema repartidor de lo ajeno que nos hunde desde hace más de 70 años no le sirve a la gente porque la única calidad de vida que mejora es la de los políticos, la de los empresarios protegidos, la de sindicalistas mafiosos y la de sus respectivas familias.

Lo que a la gente común le interesa, en definitiva, es dar educación, vivienda y salud de primera a sus hijos, vivir en un país que tenga verdadera justicia y seguridad o tener más dinero para comprar lo que le venga en gana y poder ayudar a otros. Y esto se logra -aquí y en China, hoy y siempre-  con capitalismo.
Entonces, lo que el gobierno debe lograr para hacer más feliz a más gente es crear las condiciones donde se forme y prospere una sociedad de propietarios. Más interesados en proteger sus bienes y acrecentar sus derechos que en robar la propiedad ajena como modo de escapar a la pobreza.

Sin duda, los sueldos tienen que ser mucho más altos que los actuales. ¡Debemos procurar entonces que haya más empresas que compitan ferozmente entre si por nuestros servicios! Para lo cual deben aparecer más personas emprendedoras dispuestas a arriesgar su dinero invirtiéndolo en la creación de un nuevo negocio.
Y para que afluyan a un lugar los emprendedores y sus capitales deben existir ventajas con respecto a otros lugares.
Las ventajas que aprecian quienes poseen el dinero son 3: seguridad jurídica (leyes y jueces que protejan a rajatabla la propiedad privada), seguridad física (agencias de protección que mantengan a raya a la delincuencia) y seguridad política (gobiernos austeros, honestos, respetuosos de los derechos individuales y que aseguren la continuidad de este sistema de respetos en el tiempo).

Pero se necesita un plus. Los emprendedores más exitosos son también los más creativos. Innovando, investigando y fabricando productos, artes, ideas que se inserten con ventaja en el mercado global. Y a las personas creativas las estimula la libertad.
Libertad para ganar dinero honradamente sin que se lo quiten y para gastarlo y colocarlo dónde y cómo les plazca, incluyendo la posibilidad de hacerlo en el extranjero o en divisas.
Debemos entonces exigir un entorno de gran tolerancia y libertad. Y no sólo económica: religiosa, de pensamiento, cultural, de modo de vida, de educación y de todo tipo.
Deben minimizarse para ello la coacción tributaria, la violencia verbal y las prohibiciones de toda laya, con el sólo límite donde la acción de uno vulnere los derechos y la propiedad de otro.

Acciones como la entrega de títulos de propiedad a pobladores de etnias autóctonas no solo de sus actuales asentamientos sino de todas las tierras fiscales disponibles en el país o la de repartir las acciones de todas las empresas del Estado entre sus empleados, apuntarían en esa dirección: una sociedad de propietarios.
Con gran libertad bancaria, de movimiento de divisas sin restricciones ni sobrecostos. Convirtiéndonos en conveniente refugio para las fortunas que hoy fugan de las socialdemocracias en quiebra. Colaborando tan solo con Interpol cuando haya requerimientos por dinero de cárteles, mafias o terrorismo.
Bajando impuestos, burocracia y gasto público a medida que la libertad económica genere dinero en los bolsillos de la gente.

Un entorno semejante liberaría ingentes fondos a propios y extraños fomentando el crédito, el ahorro y el aterrizaje de grandes capitales.  Al haber más empresas y más producción de toda clase, este gobierno austero y honesto podría disminuir aún más los impuestos, con igual o mayor recaudación. A menos impuestos, más incentivos para invertir, más capitalistas ingresando y mayor nivel de vida sustentable para más argentinos.

Ingresar al círculo virtuoso del capitalismo popular no es difícil.
Lo difícil es lograr que los votantes se enteren de que con un sistema así, los más beneficiados están en las clases más bajas

Podría darse oportunidad a decenas de miles de familias urbanas  jóvenes de escasos recursos disconformes con sus vidas, de poblar con emprendimientos productivos los enormes valles, costas de lagos y embalses patagónicos y norpatagónicos hoy paraísos semidesérticos, apenas visitados por unos pocos privilegiados.
El gobierno podría proveer asesoramiento, capacitación y el marco legal-ecológico mientras que capitales privados podrían brindar la necesaria infraestructura moderna (forestación, accesos, calles internas, seguridad, energía etc.) financiando a largo plazo a miles de nuevas pymes familiares.
La producción bajo riego a gran escala de frutas finas y especialidades orgánicas de alto precio, la acuicultura, el turismo, los deportes náuticos, la fabricación de microinsumos tecnológicos y otras actividades intensivas más tradicionales se complementarían con nuevas oportunidades de negocios para aquellos que los sigan, ofreciendo los servicios comerciales, educativos, de salud y de todo tipo requeridos por estas nuevas comunidades.

Ideas simples y obvias como estas que en un entorno liberado podrían multiplicarse, desarrollando multitud de áreas. Como podría ser el relegado noroeste argentino produciendo, industrializando y exportando masivamente especias, aromáticas, frutos secos, aceites esenciales, carnes especiales, vinos y licores, tejidos finos, especialidades medicinales de alto valor, explotando el ecoturismo o los deportes de montaña entre muchos otros negocios.
Nuevas comunidades dotadas de la más moderna tecnología, comunicadas e integradas con el planeta, abiertas a las inversiones sin trabas, cometas ni gabelas, innovando hasta en la sustentabilidad energética con emprendimientos solares, eólicos o geotérmicos amigables con el ambiente.
El agro, la industria y el comercio de las provincias centrales también son terreno fértil y obvio, por supuesto, para inversiones a gran escala de capital creativo, con impresionante potencial.

Señoras: menos Estado y más Sociedad. Menos leyes retrógradas y más acuerdos voluntarios. Menos violencia impositiva y más respeto hacia las decisiones personales sobre la propiedad: más propietarios y menos proletarios.
Señores: capitalismo popular creando y repartiendo riqueza furiosamente en un ambiente excitante que no le tema al poder económico, que atraiga cerebros y dinero en lugar de expulsarlos en forma suicida como lo hace nuestro gobierno progresista.

Para sacar a miles de jóvenes de la desesperanza, las drogas y el delito ofreciéndoles a cambio oportunidades de superación y progreso económico, de respeto por si mismos y por la comunidad.

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