Esquizofrenia General

Febrero 2015

La primera imagen que nos viene a la mente cuando observamos al equipo económico argentino intentando corregir las variables del mercado en favor de los más pobres, es la de un grupo de dementes armados de barretas, intentando “ajustar” los sensores digitales de una planta de componentes electrónicos.
Una y otra vez el efecto a mediano plazo de estas acciones es, por supuesto, el contrario al que se proclama desear. Y en el proceso de estas “correcciones” se violan (siempre) gran cantidad de derechos individuales de propiedad, conduciendo todo en definitiva a una secuencia de fraudes extractivos.

Demás está decir, no somos tan ingenuos como para creer que lo que el kirchnerismo proclama desear es lo que en realidad pretende.
Hasta el más infeliz connacional sabe que la prioridad uno de sus conductores fue la de asegurarse un impresionante flujo de riqueza malhabida. Y que su prioridad número dos (en curso) es que el atraco termine de fluir con impunidad, para poder disfrutar de ese dinero a cuatro o cinco generaciones vista.
Allí termina “el modelo”. Está claro y asumido que todo el resto durante los últimos 11 años (el destino de la Argentina y las oportunidades de su población) se supeditó a estas dos prioridades.

Sin llegar tan lejos, el resto del liderazgo de izquierda y centro izquierda incluyendo al kirchnerista Scioli (Alfonsín, Massa, Stolbizer, Ripoll, Solanas, De la Sota, Cobos, Rodríguez Saa, Altamira, Bonasso, Binner, Lousteau, Lozano, Bárbaro, Artaza, Moyano etc.) comparte en sus postulados básicos el criterio de la barreta. Tal vez cambiándola, algunos de ellos, por martillo y tenaza.
Un grado más cerca de la fineza intelectual también lo comparten los dirigentes de centro y centro derecha (Macri, Aguad, López Murphy, Carrió, Sanz, de Narváez, Prat Gay, Sturzenegger, Michetti , Reutemann etc.) tal vez cambiando martillos por limas y espátulas.

Todo este herramental inadecuado afecta con la fuerza de un tornado, como decíamos, derechos humanos básicos de las clases baja y media-baja impidiendo con gran efectividad cualquier intento de migración hacia la clase media.
¿Cuáles? Principalmente los de propiedad ya que cuando un padre de familia invierte su tiempo en conseguir “propiedad” (su sueldo o algunos dólares para atesorar, p. ej.), está invirtiendo esfuerzo -gran parte de su existencia terrena mensurada en tiempo- haciendo con ese acto, de ese bien, parte de su vida.
Y cuando sin su consentimiento un estatista autoritario le quita parte de ese salario (o de su capacidad de ahorro) a través de impuestos, inflación, deudas sobre su futuro y el de su prole u otros atracos, le está quitando partes de su vida.
El derecho a disponer de la propia vida es un derecho humano básico en paralelo, entonces, con el derecho a disponer de aquella propiedad bien ganada que es parte extensiva de esa vida.
Ese derecho humano de propiedad violado por el freno de las barretas dirigistas en la rueda de la libertad de comercio, ganancia y disposición (que posibilitarían su despegue económico), es la causa primera de su permanencia en la  desgracia.

La totalidad de los políticos nombrados (y muchos otros) seguirán afirmando contra la evidencia de siglos que la “afinación” (subsidio, prohibición, redistribución, protección, regulación etc.) del gobierno sobre el mercado es necesaria para evitar los padecimientos de la gente frente a ciclos de euforias y depresiones financieras, desocupación, explotación por parte de empresarios oportunistas, monopolios extorsivos y otras calamidades similares.
Lo que en verdad logran una y otra vez con estas políticas de fuerza es regular no al mercado sino a las personas, impidiéndoles hacer negocios que harían, para obligar a parte de ellas a hacer negocios bajo modos y formas que de poder optar no harían, llevándonos a una enorme pérdida de valor general (por ineficiencias acumuladas) a nivel país.
Al haber impedido durante los últimos 70 años la generación de riqueza, creatividad y empleo, el intervencionismo nos embretó en toboganes económicos de alzas y bajas, en desocupación (con aumento de empleo público basura para disimularla), en luz verde (vía bloqueo de competencia) para empresarios amigos, oportunistas y explotadores laborales, en la creación deficitaria de cientos de monopolios estatales extorsivos y en muchas otras calamidades.
Como va quedando en claro para cada vez más gente, la perinola electoral de nuestra democracia delegativa de masas clientelizadas siempre cae en el “todos pierden” (o “todos ponen”) demorando, cuando no frenando por completo, el avance social.
Está claro, asimismo, que el leitmotiv político de norma es tratar de infundir temor ciudadano, presentándose como protectores contra un supuesto (y falso) futuro capitalista plagado de las calamidades… que ellos mismos provocan y mantienen hoy.

La esquizofrenia general de terror (y hasta de odio resentido) al mercado, a la libre cooperación, a la no-violencia con su sociedad abierta y a la creación de capitales genuinos de inversión, inoculada a nuestro pueblo a lo largo de generaciones a través de ideólogos estatistas que van de M. Lebensohn a H. Verbitsky, debe ser curada.   
Argentina figura en el puesto 169 sobre 178 en el último ranking internacional de libertad económica. Y para curarse, el pueblo debe saber de qué se trata este antiguo embauque; saber que liberando nuestro potencial los salarios reales subirían al mismo (y máximo) nivel de un mercado competitivo en fuerte crecimiento, que es el nivel más elevado que cada empleador puede permitirse repartir.


Aunque las apariencias políticas engañen, cada argentino debe saber que en Agosto y Octubre estará votando no sólo con su bolsillo sino con el de sus hijos y el de sus nietos si lo hace, en cada categoría, por el menos estatista de los candidatos.





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