Reacción

Agosto 2022

 

La explicación más obvia a la aparición de J. Milei y otros libertarios en posición expectable en las encuestas de cara a las elecciones del año próximo, podemos hallarla en la palabra reacción.

Sufrimos, qué duda cabe, el peor gobierno desde la restauración democrática; sumatoria tóxica de ineptitud, violencia fiscal, parasitismo y consolidación mafiosa. Uno que aplica a la nación un “encarnizamiento terapéutico”; profundizando medidas que, cien veces probadas en otros tantos intentos autoritarios de soberbia dirigista, nos desbarrancaron desde la gloria del primer mundo a nuestra actual ruina e insignificancia internacional. A la fuga de cerebros y capitales. Al resentimiento por propia incapacidad y al odio profundo a las libertades y planes del prójimo.

El declive de nuestro país de tal manera acelerado, dispara desde el anarcopobrismo fáctico del actual peronismo, una reacción de similar intensidad ideológica y sentido contrario: el anarcocapitalismo teórico; un modelo definido como el sistema contractual voluntario de la no-violencia. Su regla número uno, el principio de no agresión, es la prohibición del inicio del uso de la fuerza en el marco del respeto por los proyectos de vida de cada persona responsable de sus acciones. Estipulando castigo con cargo de estricto resarcimiento efectivo del victimario a la víctima (no “a la sociedad”) para quien inicie violencia o enarbole la amenaza de su uso, incluyendo a los funcionarios y a las actuales modalidades confiscatorias o conculcatorias de gobierno, en su mayor parte no voluntarias (coactivas).

Como se ve, el modo libertario puro es algo demasiado avanzado (en lo gandhiano, al menos) como para ser aplicado sin más a una población tan incivil y atrasada de ideas, con instituciones tan inoperantes, disfuncionales y/o violentas como la nuestra.

Los libertarios argentinos lo saben y entienden que nuestra comunidad requiere décadas de previa y dura batalla cultural, revirtiendo el adoctrinamiento de corte esclavizante que el sistema educativo estatista nos inculcó durante las últimas 3 o 4 generaciones para formarnos en el modelo de sumisión de rebaño y robo fiscal.

El mismo que hoy está terminando de ahorcar a los argentinos honestos con la cínica complicidad de varios millones de compatriotas que creen poder salvarse agrediendo por delegación política (a través de emisión y deuda; de reglas, cepos e impuestos discriminantes) a quienes no iniciaron violencia; descartando, pisoteando y arruinando sus pacíficos proyectos de vida.

El repentino avance en los sondeos de estas ideas se debe entonces, mayormente, a una reacción de furia transversal; liberadora; de chicotazo emocional en reversa ante la brutal desesperanza  que causa el crimen de sueños, economía y república en curso. Porque, en verdad, la mayoría todavía no sabe lo que significa el libertarismo real; y si lo supiera recularía asustada en su ignorancia, confirmando el clásico del esclavo que no desea ser liberado.

Luz aún incipiente, la batalla cultural está en pañales.

Paralelamente y desde hace un tiempo, las encuestas reportan una progresiva disminución del apoyo ciudadano a la democracia en toda Latinoamérica. Que el entero sistema está en problemas es algo de lo que ya no hay dudas. La actual técnica de selección de autoridades y reparto de poderes, entendida como el mejor modo posible de organización social, está en entredicho. Algo que no se debe a supuestas preferencias autoritarias de la sociedad sino a la forma en que interpretan la democracia los líderes políticos de la hora, hablando de ella ad nauseam mientras pervierten su alma de austeridad republicana y servicio cívico desinteresado; perversión que está en la naturaleza humana y que es parte (insoluble) del problema.

La fe en la democracia se pierde, en la práctica, porque los pobristas la han usado para desguazarla; para involucionar en términos históricos retrocediendo hacia su vieja, querida y conveniente dictadura. Hacia un autoritarismo (hoy de tipo chavista) sin libertades personales aunque de modos maternales: contenedor, igualitario hacia abajo, censurador, clientelar y… confortablemente embrutecedor.

Desde el extremo opuesto, la reacción libertaria también pretende usar la democracia. Quiere hacerlo para acceder al poder y transformarla, evolucionando en términos históricos hacia un sistema organizativo donde primen las grandes libertades personales de un sistema liberal a todo orden asociado a un capitalismo sin complejos. Vale decir, usarla para un tránsito hacia las antípodas de la dictadura.

Demás está decir cuál de estos dos extremos interpreta más cabalmente el espíritu que nuestros próceres quisieron infundirnos con la Constitución de 1853 y cuál pretende reemplazarla por una carta fascista, como la de 1949.




No hay comentarios: