Antipolítica

Septiembre 2022

 

¿Tenemos, en verdad, libertad de pensamiento crítico? ¿O sólo creemos tenerla? Veamos.

Como afirmó con ácida lucidez Groucho Marx (intelectual y humorista estadounidense, 1890-1977) “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Porque más allá de la inocencia de los crédulos, hay algo que se sabe; que está en el aire: como también lo definió en su momento Edmond Thiaudiere (filósofo y novelista francés 1837-1930) “la política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”.

En nuestro caso, el interés particular de las tres corporaciones que desde hace más de 7 décadas lucran a expensas del pueblo, comandando el hundimiento nacional. Verdaderas oligarquías simbióticas: la de los políticos fiscalistas, la de los empresarios prebendarios y la de los sindicalistas millonarios.

Lo político es sin duda una gran ocupación, fuente de fortuna y modo de vida para mucha gente. Actividad que por cierto merece un capítulo medular en la aún inédita Historia Universal del Parasitismo. Mas una ocupación sin conexión alguna con el verdadero bienestar general ni con la evolución cultural de los ciudadanos, virtudes que sólo surgen del intercambio voluntario constante de un casi infinito número de intereses dentro de la comunidad, en pos de acuerdos que a todos y cada uno convengan.

Lo cierto y visible es que la política divide. Que no posee (más allá de bellos enunciados) vocación universalista y que, por el contrario, crea grietas.

Porque lo que une a los seres humanos es el ejercicio de la negociación de sus múltiples intereses en el respeto, la diversidad y la reflexión en base al diálogo, la justicia y la tolerancia. Seis ítems que están muy lejos de la actividad política real. Que es básicamente agresión -vía saqueo- de quienes tienen poder de presión en nombre de algunos sobre todos los demás, bajo el imperio de instituciones, estatutos y normas de relación no-voluntarias. Bajo formas que no son contractuales; como deberían serlo en una sociedad de personas libres, evolucionadas y responsables de sus actos, a tono con este siglo. Y los próximos

Como norma general, la burocracia gubernamental genera oportunidades para que el poder de los intereses creados de nuestras tres oligarquías y sus factores de presión, influyan. Corrompan. Tuerzan las garantías teóricas del sistema. Frenen la meritocracia y abonen, deseándolo o no, la ineficacia, los sobrecostos, el nepotismo, la dádiva clientelar y las lucrativas mafias criminales del capitalismo de amigos.

En tanto exista Estado coactivo es inevitable que las oportunidades estatales se generen, independientemente de qué coalición gobierne. Y está en la naturaleza humana usar esas oportunidades porque quienes son depositarios de poder gubernamental, al nivel que sea, no son ángeles sino simples mujeres y hombres… moralmente débiles.

 Aunque pregone lo contrario, la política garantiza en los hechos desde siempre que el hombre sea lobo del hombre y que, aunque disfrazada, impere la ley del más fuerte; de los monopolios (en particular los estatales) y de las transas en innegable detrimento de los más. De los débiles. De los ilusos. De los ignorantes. De los pobres.

Resulta claro que el poder político seguirá siendo agresión en tanto no se reduzca a formas de colaboración para la solución de problemas comunes, sin imperio alguno.

Y es claro, asimismo, que la mejor forma de delegación, “democratización” o descentralización del poder con vistas a lo anterior es empezar alguna vez a devolvérselo a las personas; al soberano; al pueblo llano en un ámbito competitivo, voluntario y contractual de libre mercado.

No evolucionaremos por el camino (cristiano, gandhiano, budista, confuciano) de la no violencia hasta que cada lobo humano sea frenado y convertido en servicial cordero por el efecto de muchos iguales compitiendo -sin ventajas artificiales- con él por el favor de la gente en lo que sea que ofrezca o, lo que es lo mismo, compitiendo por el voto diario de sus billeteras; sean estas grandes o chicas. Compitiendo por la elección diaria de cada individuo con base en sus intereses y responsabilidades personales, sean estas las que fuesen. No hay otra.

Esto es: poner el natural afán de diferenciación, ganancia y superación humana propio de creativos y empresarios, al servicio de la comunidad. Incluso si ellos no lo desearen así. Sin estúpidos resentimientos ni envidias. Con inteligencia; sin coerción, amenazas ni violencia: …con incentivos.

Será el camino del fin para las 3 corporaciones parásitas que frenan a la nación. Y de su despreciable faena des-educativa de putrefacción ética sobre millones de votantes, hoy sucios cómplices del hundimiento argentino.

 

 





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