Mayo 2008
Los ataques al derecho humano básico de propiedad privada, han sido una constante en la historia moderna de nuestro país.
Gobiernos militares, radicales, peronistas e incluso conservadores amontonan responsables con nombre y apellido de haber firmado leyes, decretos, sentencias, declaraciones y órdenes que lo vulneran.
En tal sentido, el catastrófico resultado de haber violado nuestra sabia Carta Magna en letra y espíritu, está a la vista de propios y extraños.
Hay conceptos que no pueden ser separados: derechos de propiedad y prosperidad son dos de ellos. Los países que prosperan son aquellos en los cuales este derecho se respeta. Es directamente proporcional: a mayor respeto, más prosperidad general.
La propiedad privada hace literalmente la diferencia entre pobreza y prosperidad en cualquier sociedad. Cuanto mayor sea el énfasis del gobierno en la defensa de los derechos de propiedad, tanto mayores serán la inversión y el ahorro. Asegurar los bienes de los ciudadanos contra robos, daños, confiscaciones o impedimentos de uso (léase reglamentaciones totalitarias), se traduce de inmediato en poderosos incentivos para trabajar con eficiencia y en consecuencia, en mayores oportunidades de creación de riqueza y en mayor crecimiento de la economía del país.
No hay pobreza como la nuestra en los países que se desarrollaron por el honesto camino del respeto de la propiedad ajena. Desde luego, hay mucha más gente rica y la hay también de inmensa riqueza. Los “pobres” en aquellas sociedades, en cambio, son “ricos” gozando de un alto nivel de confort y seguridad, justicia, jubilaciones, salud y educación sin punto de comparación con la pobreza argentina real.
En el sistema de la propiedad privada las personas pueden usar sus recursos como deseen y también pueden cederlos a voluntad sin temor a celadas impositivas ni impedimentos pseudo-legales paralizantes. Todo lo contrario de lo que vemos aquí.
Cifras mundiales promedio de tan solo 2 años atrás nos muestran que los países donde más se respeta el derecho de propiedad, con una justicia “que funciona” tienen un producto per cápita de U$S 23.700.- mientras que los que la respetan un poco menos sólo logran llegar a U$S 13.000.-
Por su parte, los países con “protección moderada” de la propiedad privada y con un sistema judicial “no totalmente corrupto” caen a un producto per cápita de U$S 4.900.- y aquellos con muy poca protección y un sistema judicial corrupto, sólo llegan a U$S 2.600.-. Cualquier comentario sobra.
Las democracias sólidas y respetuosas de la división de poderes parecen ser, a la luz de la experiencia, las que mejor protegen estos derechos esenciales. Su éxito sin embargo no proviene de la fortaleza y solidez del gobierno sino de su preocupación por preservar la propiedad privada y el libre uso de esa propiedad en el comercio por parte de los propietarios.
Problemas como la economía “negra”, la evasión generalizada, la violencia en ascenso, la resistencia a respetar y ayudar al prójimo o tantos otros que nos abaten como argentinos son en realidad una adaptación social a sistemas de derechos de propiedad inciertos y condicionados al humor de los funcionarios, normas coercitivas de escaso sentido común y excesiva presión tributaria. Socialismo, que le dicen.
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