Claves

Diciembre 2009

Más allá del resultado de los tests de Coeficiente Intelectual, la inteligencia de una persona puede medirse a través de su capacidad para reconocer los propios límites y potencialidades. Para mejor conectar su empatía con la de los demás en busca de una vida más plena, productiva y feliz.
A nivel comunitario, la educación universal inculcando valores elevados es, a largo plazo, el factor más determinante en orden a dicho reconocimiento de límites y perspectivas de conjunto. Promoviendo la inteligencia social como llave de riquezas y cooperación voluntaria.

Durante más de 2 generaciones, desde la escuela primaria al posgrado universitario, muchos maestros y profesores, incluso jueces, clérigos, artistas e intelectuales de ambos sexos inculcaron en las mentes susceptibles de nuestros jóvenes, una visión ética preñada de “valores” socializantes. En sintonía con un sistema de ideas y procedimientos propios del siglo pasado. Proponiendo premisas y utopías refutadas por la historia y por la ciencia. Paleo-ideologías cargadas de violencia; de despojo contra el manso y el honesto, que promovieron ruina y sufrimiento innecesario cada vez que fueron aplicadas a medias (como hoy y aquí) o que causaron muerte y desolación donde se las impuso por completo.
Este abandono de los ideales sarmientinos, esta traición infame a la Argentina alfabetizada con valores ejemplares que admiró al mundo hace cien años, los tiene como grandes responsables de nuestra decadencia. Culpables de estafa intelectual agravada.

Los propios docentes de simpatías progre cosechan su siembra en indignos sueldos de hambre, condiciones de trabajo y de vida más cercanas a las del África sub sahariana que a las de la Argentina poderosa y justa que deberíamos ser.
Si el tiro en el pie se lo hubiesen descerrajado sólo ellos, vaya y pase; hubiese sido su elección. Lo grave es que millones de argentinos de trabajo pagan hoy con falta de oportunidades y penurias de todo orden esta estúpida adscripción a su miseria intelectual. O a su inmaduro resentimiento, según se prefiera.

La consecuencia, el costo de esta infamia se ve por doquier: las Malvinas nunca estuvieron más lejos; México y Brasil nos pasaron por encima; Uruguay y Chile van camino de hacerlo; más de un tercio de nuestra población empujada a la indigencia, la desnutrición y la desesperanza. No hay inversión externa ni interna a la vista que nos salve y cada vez más piqueteros, cual mutantes andrajosos, pelean con palos en las calles por un degradante “plan social”.

No cabe duda que la educación es la clave matriz de todo lo que nos pasa. Una buena educación de las mayorías de menos recursos abriría la puerta a trabajos más sofisticados y mejor retribuidos. Dejando a la inmigración de países limítrofes socialistas en proceso de hundimiento, las tareas de menor calificación. A mayor bienestar, más propietarios luchando por recuperar para Argentina el hoy derogado derecho de propiedad privada y más padres evolucionados presionando por la calidad educativa de sus hijos.
Asimismo, un electorado de intelecto creciente guarda relación inversa con una tendencia decreciente… a elegir extorsionadores e ignorantes al comando del Estado. Porque con ciudadanos esclavizados en la des-educación y la pobreza, cualquier primate o delincuente puede resultar electo para las más altas magistraturas. Nuestra historia lo prueba de manera reiterada.

No basta, sin embargo, con construir nuevas escuelas, aumentar los días de clase, pagar muy bien a los docentes y llenar las aulas de computadoras. No basta con adoptar los más modernos métodos pedagógicos estimulando la participación, comprensión e inclusión de cada alumno. Todo eso está bien pero no basta para descontar la ventaja que otras sociedades nos sacaron ni para proyectar a la Argentina hacia un crecimiento exponencial aprovechando a fondo y sin pruritos las ventajas de la globalización, transformando en acto lo que desde hace 80 años es mero potencial.

¿Cuáles son esos valores ejemplares abandonados? Desde luego, la férrea cultura de que el estudio y el trabajo pagan y el crimen o el parasitismo no. El asumir las reglas de convivencia respetando al prójimo, sus bienes, sus diferencias y sus elecciones personales de vida. La enseñanza temprana de un fuerte sentido de responsabilidad sobre los propios actos, aceptando el costo de los propios errores (sobre todo los errores políticos) sin cargárselos a “otros”. El vivir abiertos a los cambios, nuevas ideas radicales y oportunidades de progreso con aumento de las libertades de creación individuales.
La sociedad tecnológica del conocimiento es cambiante, veloz y siempre flexible pero ofrece a cambio impresionantes oportunidades de ascenso a todo nivel. El sólo apuntar a ello pondría a nuestra gente en posición de ventaja mental, promoviendo luego a aquellos dirigentes capaces de desbrozar la telaraña dirigista que impide nuestro despegue.

La educación es un camino lento. La comprensión popular de límites estructurales y posibilidades de riqueza podría llevarnos otra generación.

Entretanto, un atajo conducente podría traducirse en el diseño de una fortísima e imaginativa campaña publicitaria masiva, de saturación prolongada. Que haga ver a los votantes más extorsionados la maldad intrínseca de quienes los hundieron, tanto como las posibilidades de bienestar que entrañan las ideas de la libertad para producir y disponer; reinvertir, crear y crecer. La publicidad, con dinero y con espíritu de solidaridad inteligente, puede ser también educación.

La intelligentzia nativa debe bañarse en un espíritu de civilización evolucionada, dejando de promover el resentimiento, la envidia, la violencia social larvada y el vetusto socialismo vampiro, que nos condujo al presente desangre económico y moral.
El populismo de izquierdas que apoyaron, cambiando la república por la “ley del jefe”, no construyó justicia social. Construyó simple corrupción mafiosa en beneficio de una élite y sus amigos, a costa de inaceptables sufrimientos para la gente de trabajo.

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