Septiembre 2014
Alejándonos un poco del vetusto pensamiento
Estado-céntrico común a casi todo el arco político argentino (de M. Macri a V.
Ripoll), creemos de utilidad exponer aquí otro camino de tránsito hacia el
futuro, a través de las denominadas Ciudades
Libres.
Sabemos que el monopolio en tanto
expresión de no-competencia en la
provisión de bienes y servicios es, desde siempre, perjudicial para la gente.
Un concepto válido tanto para entes privados como estatales, claro (¿por qué
habría de ser diferente?), en tanto la competencia es sin excepción beneficiosa para el conjunto social impulsando mejoras
en calidad y variedad, con bajas de precios.
Aún pareciéndonos ciencia ficción, si
es verdad que nuestra clase política tiene como norte el bien del conjunto
social, no debería poner trabas a la idea de “tolerar” una free city nacional a semejanza de lo autorizado hace poco en la
República de Honduras.
Entre 2011 y 2013 se logró allí una
enmienda constitucional, abriendo la posibilidad de coexistencia pacífica a
nuevas Ciudades Modelo dotadas de autonomía política, judicial, económica y
administrativa. Sitios bien delimitados en lo geográfico pero abiertos al
capital y a la inmigración.
¿Resultado? ya existen proyectos
privados en marcha que apuntan a materializar el sueño de gestionar sociedades
abiertas de contractualidad voluntaria, bajo un esquema de libre mercado.
Los políticos que detentan el control
de nuestras leyes, quienes aún deciden si nuestras reglas de juego promoverán
instituciones inclusivas o extractivas definiendo el éxito o el fracaso del
país, deberían ser los primeros en impulsar el surgimiento de polos de
desarrollo de alto impacto creativo. De locomotoras económico-sociales que
traccionen hacia arriba, hacia el bienestar y la riqueza con su ejemplo y producción, al resto de la población.
Las ciudades modelo, libres, abiertas
o free market cities son poderosas locomotoras de esa clase.
Son, en verdad, la clase de
oportunidad que esperan infinidad de emprendedores argentinos, hoy secuestrados
por el socialismo.
Los mismos que podrían fundar una
sociedad, crear una empresa y adquirir un terreno apropiado en alguna zona
marginal que poco o nada le esté aportando al país; idealmente sobre un gran
río limítrofe o costa marítima adecuada; mejor aún, en una isla.
La ciudad libre china de Hong Kong
está en una isla rocosa; Venecia se fundó en una laguna; Bahía Blanca, sobre
una bahía ventosa de costas pobres y anegadizas…
Estudiosos del tema han descripto las
varias formas posibles de abrir una aventura así a la participación ciudadana;
a la inversión nacional e internacional.
Una de ellas podría ser la de cotizar
y negociar en bolsa el capital accionario de la sociedad-ciudad. Lo que
otorgaría derecho de propiedad y participación para todos los compradores que
firmen, aceptando el Contrato que la regiría.
El mero hecho de ser una empresa que
cotice en bolsa, con libros, balances, proyectos y dividendos, permitiría al
público saber si el emprendimiento está generando riqueza o no.
Con todas las implicancias conexas de
consumo e intercambios libres (al país o al mundo), servicios e
infraestructuras que de dicha generación de bienes y crecimientos personales se
derivarían para la nación huésped, además de para sus propietarios.
Todo dentro de los límites de esa ciudad sería propiedad de la empresa (de sus accionistas en cada caso
particular) incluidas desde luego las viviendas, oficinas, industrias y
comercios tanto como el libre planeamiento urbano privado.
Con sus calles, luminarias y señalizaciones,
zonas verdes, puentes y túneles, carreteras, cloacas, redes energéticas, de
comunicaciones y otras. Además, claro está, de los edificios administrativos,
templos, sitios culturales y solidarios, depósitos, puertos o helipuertos,
subterráneos o monorrieles, instalaciones, herramental, insumos y personal de
sus sistemas de seguridad, educativo, de justicia, hospitalario, de
mantenimiento edilicio y otros.
Cada bien y cada servicio tendría uno
o varios dueños (por acciones) que cobrarían bajo contrato al público usuario
(sólo a ese), y que podrían a su vez tercerizar su prestación con otras
empresas especializadas (locales o no) para el tipo de gestión específica que
resulte más eficiente (competitiva) en cada caso.
Existen métodos accesibles con la
tecnología actual por los que un parque o una calle privada, por caso, terminen
recibiendo retribución de quienes las usan y por las veces que lo hagan.
Los habitantes de esta ciudad libre
estarían regidos por una normativa especial: no tributarían impuestos al
gobierno argentino ni a autoridad alguna por lo producido dentro de sus límites.
El dinero así ahorrado se destinaría en forma individual (aunque en mucho menor
monto por directas razones de competitividad) a la contratación de los
servicios esenciales hoy prestados por el Estado.
Probablemente a cargo de compañías de
seguros de rango ampliado, podrían incluir seguridad privada con sistemas
preventivos, modalidades de detención y armamentos de alta tecnología, educación
privada de excelencia global complementada con becas solidarias por aportes voluntarios,
servicios de salud prepaga libres de la abstrusa reglamentación estatal y por
tanto oferentes de una gran variedad de planes asistidos con becas y/o
adaptados a cada presupuesto o una organización jurídica de vanguardia basada
en tribunales privados de mediación obligatoria por contrato.
Todo un orden pro-mercado sin tributos
de ningún tipo, que constituiría la normalidad de cada día para sus residentes/dueños
tanto como para todas las personas que ingresasen a trabajar, a visitarla o simplemente
a vivirla.
Y muchos otros estímulos, ventajas y
soluciones prácticas a problemas potenciales ya estudiadas por brillantes
teóricos libertarios, de difícil síntesis dentro de la brevedad de un artículo
de divulgación como el que nos ocupa.
Aunque suene a utopía, en el fondo,
emprendimientos de este tipo enfrentan solamente una barrera de índole moral. ¿Tolerarán nuestras mayorías, tan
propensas a la violencia impositiva
contra el manso, semejante posibilidad de progreso para algunos aunque represente un foco de prosperidad de gran
efecto benéfico general a mediano plazo? ¿Tolerarán la convivencia pacífica de
distintos marcos legales dentro de una misma nación? La vileza del adoctrinamiento
nacional-socialista ha sido intensa.
Tal vez prefieran, en perfecta
democracia (o más bien en perfecta dictadura plebiscitaria), que no progrese nadie a tener que ver a
su vecino emprendedor elevándose. Demostrándoles que siempre estuvieron
equivocados.
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