Elecciones

Octubre 2005

Nuestros dirigentes políticos se aprestan una vez más a revalidar su derecho a representarnos, mediante el procedimiento del voto ciudadano.
Dentro del sistema de reglamentos, prohibiciones, obligaciones, autorizaciones y descalificaciones convenientemente diseñado por ellos mismos, los encargados de interpretar para nosotros qué significa en la práctica la democracia, cumplirán así otro alegre giro en la rueda de los sufragios argentinos.

Cumplido el trámite, serán otra vez y por varios años, libres para seguir realizando lo que (ellos piensan) necesitamos financiándolo con lo que sigan decidiendo quitarnos en concepto de impuestos. Y para realizar sus demás aspiraciones personales financiándolas con lo obtenido por el hecho de estar en una situación de poder. ¿O no?. Una película en blanco y negro que todos vimos varias veces, por cierto.
Los votantes volverán a sus hogares con la sensación del deber cumplido y no molestarán a sus señores hasta que vuelvan a ser convocados al próximo comicio.

Como bien sabemos, todo el delicado sistema de controles y contrapesos, de independencias y reaseguros, de instituciones y constituciones que conforma “el resto” de lo que significa la democracia en el sistema representativo, republicano y federal, no funciona en la Argentina. O funciona muy mal, lo que es igual.
Por lo tanto, en poco tiempo volveremos a sentirnos burlados, nos descargaremos en sesudas cartas de lectores, despotricaremos en rueda de amigos y rezaremos para que nuestros señores cobren repentina conciencia y se autolimiten en la cantidad de daño que pueden legalmente perpetrar.

La historia argentina desde hace muchas décadas transcurre por este derrotero. Y a no dudarlo, las elecciones de Octubre confirmarán otra vez el rumbo.
Es lógico que así sea porque una vez en el cuarto oscuro, donde nadie nos puede ver, daremos rienda suelta como de costumbre a nuestros peores vicios : irresponsabilidad, hipocresía, cobardía.

Irresponsables porque nos amparamos en el secreto del voto para tirar la piedra y esconder la mano, eludiendo la responsabilidad que cada votante ha tenido en el encumbramiento de ladrones, necios o incompetentes para que decidieran por todos.
Porque los palurdos verdaderos que “no sabían” a quien elegían, no nos engañemos, son muy pocos.
Hipócritas porque los hechos demuestran que pretendemos dar una imagen de corrección en los valores morales que nos rigen mientras nuestro voto responde en cambio a pulsiones rabiosamente negativas como la envidia, el odio, el complejo de inferioridad o el orgullo que nos impide la rectificación.
Cobardes porque tememos ser libres y tener que decidir, ya que esto implica hacernos responsables de nuestros actos, o sea “madurar”. Porque preferimos a Papá-Estado-Proveedor con su vara autoritaria a la opción de dejar de ser niños y crecer como personas, pensar, dialogar, negociar, y elegir.
Todos los votantes de los partidos que nos gobernaron tienen responsabilidad directa en el desastre nacional de la indigencia, la corrupción, el descrédito internacional y la caída del país en todo orden.
Sin embargo hay personas más responsables que otras y estas son las que desde su posición como referentes en deportes, artes o espectáculos han opinado por años con liviandad y audacia sobre temas que no conocían. Los conocemos.
Son personajes que han influenciado a muchas personas sencillas con sus sentencias confusas, por lo general apoyando demagógicas recetas de un socialismo superado por la historia.
Y debe ser dicho : le han hecho un gran daño a la Argentina retrasando su recuperación y demorando una toma de conciencia colectiva sobre lo que sería más conveniente para el pueblo apoyar en lugar de marchar a contramano de la sensatez.

Muchas son las rémoras que deberemos desechar para retomar la senda del progreso. Utilicemos sin embargo estas elecciones rutinarias como arma, cada cual sabrá cómo, para empezar a hacer algo que cambie nuestro destino de nación decadente.

Despertemos

Octubre 2005

Decía San Agustín que la belleza es el resplandor de la verdad.
Parafraseando al maestro podría decirse que en política, la verdad es el resplandor de la sensatez.
La sensación generalizada de descreimiento en el sistema democrático como palanca más sensata e inteligente para hacer estallar la prosperidad en la Argentina, no es novedad.
Los propios inventores del sistema tuvieron la agudeza de notar desde el vamos sus serias limitaciones. Hace 2400 años Sócrates dijo que la democracia nunca funcionaría pues la mayoría menos creativa siempre elegiría vivir en forma parasitaria de la más creativa minoría mediante la confiscación de su riqueza y la distribución entre ellos.
Es, evidentemente, la primera clara comprensión del socialismo.

De cualquier modo nuestra democracia de cartón y azúcar marcada por el patoterismo, la corrupción, el amiguismo, la falsedad y tantas otras lacras bien conocidas por los votantes solo sirve como ejemplo de todo cuanto hay que apoyar para hacer pedazos un gran país : socialismo, autoritarismo y resentimiento por propia incapacidad.
Aunque no estábamos destinados a serlo, somos hoy una nación mayoritariamente autista en cuanto a comprensión de los mecanismos que hicieron de algunos países sociedades prósperas (envidiables) y de otros países sociedades estancadas (envidiosas).
Así, hay países que nadan en petróleo mientras sus votantes sostienen bajo pretexto religioso a dirigentes fundamentalistas y se encuentran, en pleno siglo XXI, atascados en el medioevo.
Y hay países casi sin recursos naturales cuyos votantes procuran alejarse de la definición socrática, sosteniendo ideales como libertad, propiedad y seguridad jurídica. Son aquellos cuyas sociedades gozan del beneficio de la prosperidad mediante el simple expediente de utilizar su sentido común e inteligencia.

La sensatez que los votantes argentinos necesitamos es aquella que nos haga caer en cuenta de unas pocas verdades que resplandecen en su sencillez. Verdades que en las sociedades prósperas ya no se discuten.

La primera es aceptar que el socialismo en todas sus formas (populismo, paternalismo, estatismo, autoritarismo, dirigismo y cuanta variante de “Papá-Estado-Proveedor” se quiera) son sistemas perimidos, anacrónicos, superados, probados y fracasados hasta el cansancio.
El mismísimo modelo sueco, tan caro a nuestros progresistas, se encuentra en crisis terminal. Ni siquiera los archicivilizados nórdicos pudieron hacerlo funcionar y en la actualidad tratan desesperadamente de desandar un camino que amenaza sacarlos del primer mundo.

La segunda verdad a descubrir es que toda la sociedad debe apoyar a esa minoría creativa en lugar de expoliarla y colgarse de ella, como Sócrates vaticinó que haríamos. Haciendo esto, solo logramos que no surjan de entre nosotros, que nos engañen o que se cansen de poner su creatividad empresaria aquí y emigren o bien que no vengan. Vinieron, si, cuando la Argentina del Centenario les proponía condiciones atractivas y serias, con gran libertad económica y escasa coerción impositiva.

Apoyar a los que pueden crear riqueza significa atraerlos con lo único con lo que pueden ser atraídos : con un contexto social de amplias libertades (en especial económicas), respeto irrestricto a la propiedad (impuestos mínimos) y un sistema de justicia implacable (sin hijos y entenados) que defienda estas dos cosas a rajatabla.
El capitalista creativo asumirá así el riesgo empresario que le corresponde y traerá capitales, proyectos, tecnología, imaginación, esfuerzo personal, en suma, trabajos bien remunerados. Empleo genuino. Progreso sustentable y su corolario: optimismo de verdad.

La tercer verdad es la de comprender finalmente que en lugar de mirar con tozudez bovina hacia el letrero “igualdad” debemos girar la cabeza hacia el otro letrero, el que dice “crecimiento”.
Algunas citas de grandes pensadores tal vez nos aclaren el concepto
“En una sociedad abierta, la única igualdad compatible con la libertad es la igualdad de derechos” C. Cáceres.
“Una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad acabará sin igualdad ni libertad” M. Friedman.
“No me importa la desigualdad, porque no soy envidioso. Me importa la pobreza” P. Schwartz.
“Una economía exitosa depende de la proliferación de los ricos, de crear una amplia clase de personas dispuestas a tomar riesgos para formar nuevas empresas, ganar altas cantidades y reinvertirlas” G. Gilder.

Resulta evidente que los partidos y los militares que supimos conseguir (nosotros, nuestros padres y madres, nuestros abuelos y abuelas) a lo largo de las últimas siete décadas no han comprendido ni comprenden estos conceptos en toda su dimensión y es por ello que nuestra nación cayó del primer mundo al pozo donde se encuentra.
No es casual tampoco que el último índice mundial de libertad económica elaborado por el prestigioso Cato Institute ubique a la Argentina en el puesto 98, cuando en el pasado nos ubicábamos en el puesto 24.
Que cada quien saque sus propias conclusiones.

Primero los Cimientos

Septiembre 2005

Si bien los argentinos queremos con apremio y desesperación tener en nuestro país los niveles de vida, confort, seguridad, tecnología, libertades personales, buenas jubilaciones, bajo desempleo, prestigio internacional y otros beneficios de los que gozan unas cuantas naciones, existen confusiones de base en la mayoría de nuestro electorado que han conspirado década tras década para que la nuestra no se encuentre entre ellas.

Premios Nobeles en economía y los más perceptivos estudiosos de esta ciencia en todo el mundo coinciden en concluir que el éxito económico de una sociedad responde a parámetros que ya no se discuten y que se relacionan con el grado de creatividad (ciencia y tecnología) y el grado de libertad de acción de los empresarios dentro de un sistema jurídico adecuado y respetado, para transformar esa creatividad en progreso general (trabajos bien remunerados).

Por más que lo anterior parezca una verdad de perogrullo, al persistir en la mayoría de los votantes la confusión acerca de los principios básicos que sustentan estas condiciones, nuestro país insistió, elección tras elección en consagrar gobernantes que, lejos de distinguirse como estadistas primero nos desalojaron de nuestra posición de privilegio en el concierto mundial y después nos redujeron al estado de nación mendiga y desprestigiada en que hoy nos encontramos.
Las mismas dictaduras militares sufridas son directa consecuencia de aquellas opciones que las mayorías tomaron para ellas y para las minorías que llevaron a la rastra. Así sucedió, aunque sea difícil de aceptar.
Negar todo lo anterior sería un soberbio acto de hipocresía y falso deslinde de responsabilidades al mejor estilo de la Argentina actual.
Resulta pues imperativo concientizar a la mayor cantidad de ciudadanos con derecho a voto acerca de los cimientos, las bases ineludibles de pensamiento que deben guiar su elección de las personas adecuadas si es que pretendemos salir del fango y la pobreza en que nos debatimos.

Uno de los conceptos básicos incomprendidos y más soterradamente atacados es el concepto de propiedad privada.
Es el A B C del desarrollo y la evolución pero es también una idea que concita la reacción de lo peor del ser humano. El enano fascista que los argentinos llevamos dentro se adorna de resentimiento, envidia, odio e intolerancia a la hora de justificar recortes y penalizaciones a este derecho haciéndonos olvidar que es realmente el boleto de ida hacia el progreso. Y que cuanto más se lo respete, más cómodo y veloz será ese viaje.

Efectivamente. La propiedad de una persona es una extensión de su vida.
El primer derecho humano es el derecho a disponer del propio cuerpo y por ende del producto de su esfuerzo (el trabajo).
Es tan errado y poco ético confiscar la pierna o las ideas de una persona como el producto de su esfuerzo.
Simplemente la propiedad como derecho se manifiesta a través del trabajo y forma parte de los derechos del autor de ese trabajo. Y cuando el derecho de propiedad pasa de una persona a otra ya sea por venta o por herencia, sus condiciones no cambian porque ese traspaso es fruto de la libertad de acción de su legítimo dueño, quien puede legarlo o venderlo a quien quiera. Aclarado este concepto que no puede generar dudas, se comprenderá lo siguiente.

Cuanto más irrestricto y absoluto sea el derecho de propiedad, mayores serán la creatividad, las inversiones empresarias y la demanda de trabajo.
Puede que esto genere que algunos ganen mucho, pero no debemos perder de vista el objetivo : combatir la pobreza y la exclusión social lo más rápida y definitivamente que sea posible. La envidia es mala consejera en la tarea de hacer que la mayoría mejore su nivel de ingresos.

Los gobiernos usualmente han frenado la velocidad con la que hubiéramos podido y podemos mejorar, estableciendo todo tipo de bloqueos y cortapisas a este derecho.
Impuestos de todo tipo (que son en realidad confiscaciones de una parte del fruto del trabajo de las personas), trabas y aranceles a la exportación e importación, excesivas y costosas reglamentaciones laborales, onerosa burocracia para cumplimentar infinidad de requisitos y controles, fuertes limitaciones al movimiento de los capitales, intervencionismo para influir en los mercados de precios relativos y muchas otras acciones atentan contra el derecho de propiedad y detienen con devastador impacto la rueda del progreso.
El Poder Judicial que debería protegerlo a rajatabla, falla constantemente en hacerlo y el Poder Legislativo que debería facilitar este proceso, sucumbe a la vieja tentación totalitaria de más y más reglamentos y trabas. Obviamente, los hombres están mal elegidos.

Si nos detenemos a pensar en las consecuencias de esta cadena, tal vez veamos con mayor claridad la importancia de abrir la mente de nuestros prójimos cercanos acerca de conceptos tan básicos como este.
Estaremos contribuyendo a un voto más ilustrado y a consolidar la tendencia inteligente de exigir más libertad para los ciudadanos y menos Estado bloqueador de creatividades y nuevas empresas. Estaremos trabajando en la creación de un mejor lugar para vivir para nuestros hijos y para nuestros nietos. El futuro sigue estando en nuestras manos

Hay una Luz al Final del Túnel

Agosto 2005

Hace algunos dias un importante periódico de circulación nacional publicó en su sección Cartas de Lectores la propuesta de un ciudadano quien con lucidez, originalidad y valentía tuvo la virtud de propiciar un debate en ese y en otros foros de pensamiento, debate que continúa en estos momentos y que está lejos de terminar.
Antes bien marca el comienzo de un largo y estimulante camino que podría conducirnos en dirección de la luz al final del lúgubre túnel en el que la Argentina se ahoga y manotea con palos de ciego desde hace décadas.

La propuesta en cuestión es sencilla : se pide la reforma del código electoral para que los votos en blanco dejen de equipararse a los votos nulos y pasen a considerarse votos positivos.
Actualmente y gracias a mañosos manejos de conveniencia política los votos en blanco no son tenidos en cuenta a la hora de determinar cómo se compone el 100 % que distribuirá los cargos en disputa. O sea, no son votos positivos y los votantes en blanco, por grande que sea su número, no forman parte de nada.
Aceptar que el voto en blanco significa que no se está de acuerdo en convalidar nombramiento alguno en representación de los votantes, implicaría entonces que el porcentaje correspondiente de los cargos electivos quedase vacante.
Los escaños vacíos representarían así con total justicia la intención de los que voten en blanco. Nadie debe arrogarse la representación democrática de quienes no quieren ser representados.
Porque quien vota en blanco prefiere que nadie lo represente, ahorrando de paso al erario los gastos que tal representación supone. Esa persona quiere ver su espacio en blanco para ser fiel a su intención real de “que se vayan todos”. Ese es su mandato soberano y quienes se creen con derecho a desconocerlo están violentando una opinión democráticamente expresada.
Si la intención del votante fuera en cambio dubitativa frente a todas las cuestiones en juego y frente a todos los candidatos ofrecidos, bien puede impugnar su voto mediante cualquiera de las múltiples opciones que nuestro sistema electoral prevé. Por no decir que podría directamente no votar.

Las consecuencias de esta posibilidad son más que interesantes.
En principio, algunas bancas vacías dentro de grandes cuerpos colegiados no harían gran diferencia con respecto al funcionamiento de la institución. Si quedaría patente, visible, la disconformidad de parte del electorado y serviría de advertencia a la clase política en general acerca de los muchos tópicos irritantes que su acostumbrado accionar nos propina.
Claro que si la tendencia crece y la insatisfacción ciudadana así expresada alcanza porcentajes elevados, las instituciones tal como las conocemos empezarían a desaparecer.
La elección de presidente, gobernadores o intendentes con apoyo explícitamente escaso daría lugar a gobiernos débiles, anémicos de representatividad. Legislaturas semivacías hablarían por si solas de la decadencia final de un sistema que violentó la voluntad y la paciencia de sus mandantes.

Pero en definitiva la gente sabe bien todo esto y si lo que en Argentina entendemos por democracia (que no es más que una parodia que se encuentra a gran distancia del deseado sistema de valores y virtudes republicanos) no la conforma, en nombre de quién podría impedirse su recambio?
El “que se vayan todos” estaría haciéndose realidad.

Los que se oponen a esta libertad de expresión agitan el fantasma de la anarquía y claman por la defensa de la democracia como vaca sagrada irremplazable frente a la dictadura sin aclarar que la única democracia que funciona es la que acompaña a un sistema de espíritu republicano de respeto estricto a los derechos de los demás (seguridad jurídica y personal, propiedad y libertad). Y que es ¡oh casualidad! la que aplican las naciones del Primer Mundo donde el liberalismo de base hace tiempo dejó de ser discutido (véase Chile, sin ir más lejos).
La defensa de la democracia se transformó aquí en la defensa de los privilegios para la casta política y sus amigos. En la defensa de la corrupción, la mafia y el patoterismo como sistema. En la defensa de la prepotencia de una mayoría cabresteada por punteros y vivillos contra minorías indefensas, expoliadas, vejadas y convertidas en patos de la boda piquetera . Y sucede finalmente, señoras y señores que una creciente cantidad de personas empieza a darse cuenta de que la palabra democracia ha sido vaciada.

La luz al final del túnel está representada por la posibilidad que se abriría de que la ciudadanía, la sociedad por si misma y sin costosos intermediarios se haga cargo gradualmente de suplir todo lo que sea menester suplir y garantizar todo lo que sea necesario garantizar a medida que la burocracia retroceda.
No deberíamos subestimar la energía, la inteligencia, la creatividad, el poder movilizador de las iniciativas individuales y grupales de cooperación voluntaria cuando las necesidades se presentan. Cuando los palos en la rueda del progreso son removidos. Cuando el aire fresco y estimulante de libertades civiles y no violencia empieza a colarse entre el tufo de una comunidad dopada.
En lugar de anarquía seríamos testigos del surgimiento de fuerzas sociales de espontánea organización privada para brindar con eficiencia y economía de recursos los servicios que una comunidad civilizada requiere. Testigos del descubrimiento de nuevas maneras de hacer las cosas liberando toda la potencia creadora de un país que, cuando se le dio la posibilidad, marcó el camino al mundo transformándose en meca de inmigrantes y emprendedores.
No. No debemos tener miedo de nuestra gente. Más bien debemos temer a nuestros dirigentes !

Aunque no lleguemos a tanto, vale de todos modos la pena opinar a favor del cambio que se solicita en las reglas de juego de nuestras elecciones. El voto en blanco es un voto sin dudas valiente y positivo. Es un voto más civil y evolucionado sin perjuicio de que a primera vista parezca lo contrario, porque apunta a la responsabilidad y a la honestidad intelectual colectiva, nociones que, estoy convencido, forman parte de las reservas morales de nuestro pueblo.

Asustar a nuestra inefable corporación política con la idea de su desempleo sería por cierto un ejercicio constructivo.
Hasta podría ser causa de su reconversión hacia la vocación de servicio, otro concepto arrumbado en el baúl de la abuela, de la época en la que Argentina era Primer Mundo.

Crónicas de un Elector

Julio 2005

Bien entrados ya en este nuevo gobierno peronista la crónica crisis de representatividad que nos carcome no muestra, como era previsible, signos de cambio.
Los políticos del partido hegemónico mantienen tenazmente su orden de prioridades : primero sus intereses privados, segundo la corporación que representan (la clase política, sus privilegios y lealtades de silencio) y tercero, el bienestar de los menos afortunados.
La democracia, vacía de molestos contenidos republicanos, solo les es útil para convalidar cada tanto en la algarabía del comicio este extraño orden de cosas que nada tiene que ver con lo que la Argentina necesita para saltar de republiqueta bananera a nación del primer mundo, con las enormes ventajas que para los desocupados, los indigentes, los pobres y los débiles significaría tal cambio.
Si bien las elecciones son un modo presumiblemente objetivo y racional de seleccionar a los más indicados para el trabajo, en realidad no son hoy otra cosa que concursos de divulgación y marketing de opiniones de masas. El 90 % que falta para ser república quedó en el camino.
Asistimos en estos dias, como algún opositor precisó, a una puja de candidaturas que no es más que lucha de titanes para el reparto del botín. Y el botín es el Estado, señores.
En esta época de fechas patrias, solemos entonar el himno nacional con emotiva unción y convencimiento pero pocos reparan en el sentido profundo de las palabras que proclamamos a voz en cuello : “Oíd mortales el grito sagrado : libertad, libertad, libertad ! Oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad”

La libertad y la igualdad que nuestros Padres Fundadores tenían en mente al establecer las bases de lo que después se plasmaría en la Constitución Nacional, se refería no solo a dejar de ser colonia española (libertades políticas) sino a ingresar al sistema de libertades económicas e igualdad ante la ley que por aquellos años estaba haciendo despegar hacia el desarrollo a los norteamericanos.
Esa libertad e igualdad que declamamos emocionados, nos son negadas sistemáticamente por aquellos que insistimos una y otra vez en convalidar con nuestros votos.
En efecto, todo argentino sabe que no hay igualdad ante la ley, siendo que el funcionario corrupto y sus secuaces empresarios y matones zafan 99 de cada 100 veces dedicándose luego a disfrutar de lo malhabido con total tranquilidad. Que el amigo de la autoridad adecuada zafa consiguiendo zonas liberadas para delitos de toda laya que funcionan a comisión. Que los terroristas amigos de Al Qaeda, Castro Chavez y blasfemas madres empañueladas zafan a caballo de cortes amañadas , jueces con pocas garantías como para ejercer su poder con independencia y un gobierno con visión revanchista , parcializada de nuestra historia.
Y que todo argentino sabe, asimismo, que la libertad económica sigue embretada en un corset letal de altísima presión impositiva (incluyendo exacciones únicas por su grado de regresividad y desaliento como las retenciones a las exportaciones y el impuesto al cheque), un clima hostil a la inversión de riesgo extranjera, increíble inseguridad jurídica y una arcaica legislación laboral entre muchas otras rémoras.

El sistema anti empresa funciona hoy a pleno, arrollando los sueños inexpresados de los sectores bajos, poseedores de un justo derecho a esperar que nuestro país se sitúe sin más pérdida de tiempo entre los que marcan el paso al mundo y dan a toda su población el mejor nivel de vida que este mundo tecnológico ofrece.
El bienestar de los menos afortunados (que son mayoría numérica) dependió, depende y dependerá de su capacidad para elegir a personas que se atrevan a romper este círculo perverso de miserias radico-militar-peronistas de los últimos 60 o 70 años.
Personas que los representen bien. Que trabajen para ellos y de rebote para el país en su conjunto, aniquilando a nuestro propio Eje del Mal : Corrupción – Inseguridad Jurídica – Anticapitalismo.
La responsabilidad, la opción por los pobres, recae hoy una vez más sobre los hombres y mujeres pensantes, ilustradas, referentes sociales en muchas formas. Porque son ellos los que deben contribuir a crear conciencia de que el credo de la libertad y de la honestidad, del respeto por la propiedad y por las leyes, de la moderación en la exacción fiscal es el único camino que lleva hacia la luz del progreso, de la inversión creativa, de la demanda de buenos empleos, en suma, hacia el mundo civilizado de donde nunca debimos salir.

Terrorismo

Junio 2005

El actual gobierno ha demostrado especial preocupación por difundir su visión acerca de los derechos humanos, referidos al terrorismo de Estado que tuvo lugar durante la década de los 70.
Es por todos conocida su visión sesgada de aquellos sucesos y no es mi intención utilizar este espacio para aclarar nuevamente los múltiples aspectos de esta historia, habida cuenta de que toda persona pensante en nuestro país sabe, a esta altura, dónde está la verdad .

Lo anterior viene al caso de dos datos de nuestra realidad actual que podrían ayudarnos a comprender el significado profundo y crudo del más infame terrorismo : el que golpea sin piedad sobre los que menos defensas tienen.
Esos datos como ejemplo entre otros, son por un lado el intento de los poderes legislativo y ejecutivo al unísono por imponer a todos los ciudadanos la nueva ley de espionaje de comunicaciones y por otro lado el intento del gobierno bonaerense a través de su oficina recaudatoria de violar cajas de seguridad bancarias particulares.

Esas dos acciones deben encuadrarse bajo el rótulo de terrorismo de Estado fiscal. Ciertamente, un tipo de terrorismo mucho más grave que el de las bombas y los secuestros.
El Estado, al actuar con intencionalidad o por mera incompetencia en la línea de acciones marcada por aquellos dos ejemplos está propiciando un sistema de reglas de juego que va directamente en contra de los más pobres, de los desocupados, de los subocupados, de los marginados y de todos los que aspiran a progresar.
En igual sentido y desde hace largo tiempo, inventos como el impuesto al cheque o las retenciones a las exportaciones entre muchos otros contribuyen cual palos en la rueda a frenar el progreso, en un todo de acuerdo con dichas reglas.

La corporación política que nos gobierna (que es la misma que dirigió el país al menos durante los últimos 50 años) es la responsable de la decadencia y el descrédito argentino que conforman nuestra actual realidad y las soluciones de “más de lo mismo” que nos imponen han conducido y conducen a más de lo mismo en resultados. Eso significa pobreza, pérdida de oportunidades de empleo, marginación y decadencia.
Lo que necesitamos es salir muy aceleradamente y sin más pérdida de tiempo de esta situación. A diferencia de otros países, nuestra Argentina puede hacerlo!
El terrorismo verdaderamente aterrador está en impedir que esto cambie y en que la crisis de miseria siga estallando por muchos años en los hogares más necesitados.
Nadie medianamente informado niega ya que la base para un progreso rápido y sustentable consiste en reglas de juego que aseguren la más amplia y decidida protección de los derechos a la libertad, la vida y la propiedad con el detalle explícito de asegurar al mismo tiempo la tranquilidad de gozar los frutos del esfuerzo realizado (detalle vital, si los hay).
La creatividad, la innovación tecnológica, las inversiones productivas y sus consecuencias : más y mejor pagos empleos genuinos, son flores delicadas que solo crecen en aquellos lugares (sociedades) que ofrecen las tierras (reglas de juego) más adecuadas.
Nada de esto ocurre en la Argentina de hoy. Mientras otras naciones compiten por los cerebros tratando con esfuerzo de brindar reglas de juego (o lo que es lo mismo, instituciones) atractivas, útiles a la producción, eficientes y simples, nosotros caminamos como de costumbre en el sentido inverso por más que algunos indicadores de corto o mediano plazo parezcan contradecirlo.

La sociedad entera y en especial los desocupados deberían llenar las plazas con piquetes pro libertad, pro propiedad y pro seguridad ya que solo por esa via y con esas herramientas podrán asegurarse un futuro mejor. No hay otra via . Despertemos. El terrorismo de Estado fiscal nos está aniquilando desde hace años, robando nuestras esperanzas, condenándonos a la indigencia de país mendigo y a la vergüenza de ver como otras sociedades a las que antes mirábamos desde arriba, nos van dejando entre la polvareda.

Que Se Vayan Todos

Mayo 2005

En los albores del siglo y al impulso de la crisis terminal de nuestro sistema representativo, republicano y federal, se oía a lo largo del país el grito desgañitado de la ciudadanía : “que se vayan todos”.
Es el mismo clamor que escuchamos hoy en Ecuador ; las mismas palabras que por lo bajo o a voz en cuello vomitan desde lo más profundo de su decepción muchos millones de latinoamericanos.
La misma idea, el mismo sentimiento visceral inexpresado de cientos o miles de millones de personas en todo el mundo sometidas a la violencia de fanatismos religiosos o ideológicos, a la violencia de democracias representativas que no los representan, a la violencia de tener que observar pasivamente la corrupción, la soberbia, la comodidad y la ineptitud de las castas políticas erigidas en amos de nuevos y sofisticados sistemas de esclavitud.

Tal vez los argentinos hayamos sido pioneros en este grito libertario. Tal vez los primeros en expresar crudamente nuestra indignación bajo este lema que hoy está entrando a la historia como una lenta bola de nieve.
Puede que nos estemos dando cuenta, como el niño de la fábula, que el emperador está efectivamente desnudo. Porque sacándonos el velo de los ojos, los cachetazos de la realidad y de nuestra historia nos van haciendo ver de a poco que el gobierno no es la solución a nuestros problemas. Que el gobierno es el problema.
¡ Que se vayan todos ! fue la voz liberadora en Buenos Aires y el país. Pero no se fue ninguno. Se quedaron todos. Se rieron en las barbas del soberano. Y el sistema convalidó a los mismos que nos llevaron una y otra vez al desastre, la decadencia, la pobreza progresiva, el descrédito internacional en lo moral y en lo financiero. El mismo perro con distinto collar. El mismo emperador sin ropas ; porque la ropa de este hombre desnudo era tan imaginaria como la esperanza de nuestra gente en la capacidad de autorectificación de los gobernantes.

No nos sigamos engañando, por favor. La consigna surgió espontánea y clara porque estaba dentro nuestro desde siempre. Como está dentro de cada ser humano en el planeta. Como estuvo en cada hombre y mujer violentados a lo largo de los tiempos sin otro justificativo que perpetuar a las castas gobernantes en sus privilegios.
Puede que este sea el momento adecuado para que los argentinos levantemos otra vez la bandera iluminada que marque el sendero al mundo. Es verdad, como exigimos, que deben irse todos. Y no volver jamás, claro.
Puede que sea el momento de pensar en nuestra próxima opción electoral (pobre consuelo, ciertamente) con la vista puesta en un objetivo esclarecido y definitorio : el de lograr en un futuro y para nuestros descendientes una sociedad sin sátrapas estatales, sin parásitos que frenen el progreso con su peso muerto mientras nos violentan de mil maneras en el intento de justificar su parasitismo. Una sociedad mucho más justa y segura, con mucho mayor bienestar para todos, de abundancia más allá de ideologías perimidas por la fuerza de los hechos. Es una sociedad teóricamente posible.

En el camino hacia esa sociedad de Estado mínimo y Sociedad máxima, hacia la gradual y ordenada transición desde el estatismo rampante en dirección a la libertad y la no violencia absolutas debemos asumir la responsabilidad que nos toca.
La responsabilidad de señalar con nuestros votos (o nuestros no votos) el camino más corto para salir del pantano radico-militar-peronista de las últimas siete décadas.
Setenta y pico de años de pantano y marcha atrás que nos defenestraron del primer mundo para hundirnos finalmente en la indigencia.

La Historia y nuestros hijos nos juzgarán por lo que estamos haciendo ahora, en nuestro tiempo. Si logramos correr el velo de los ojos a suficientes ciudadanos con derecho a voto, tal vez Argentina tenga otra oportunidad de ser mirada con admiración por el resto del mundo.
La intuición colectiva es correcta : que se vayan todos. Que nos saquen las botas de encima y nos dejen reinvertir, crecer, vivir como cada quien desea sin agredir a nuestros vecinos ni imponerles nada. Que se vayan aunque sea en etapas, gradualmente, mientras la inteligencia ciudadana se organiza bajo el lema de la no violencia sin exepciones, hijos ni entenados.

La democracia que tenemos por sistema, aunque bastarda, nos deja algunas posibilidades de torcer el curso del desbarranque nacional. Si pretendemos ser Hombres y Mujeres con mayúscula, si todavía tenemos capacidad de autocrítica, usémoslas.

Esta Democracia No Nos Sirve

Diciembre 2004

La Argentina debe salir de la pobreza, del descrédito, de la humillación internacional de país mendicante. Debe volver a contarse entre las naciones avanzadas que marcan el paso a la historia del mundo. Debe ser una sociedad en condiciones de asegurar a sus ciudadanos el más pleno acceso a la educación, la seguridad, la justicia, la libertad ; es decir a la prosperidad a la que estamos realmente destinados por derechos de cultura, tradición y capacidad creativa.
La Argentina no puede seguir perdiendo años y esperanzas por más tiempo ni puede seguir tolerando la visión de legiones de desocupados e indigentes en el marco del más extraordinario potencial económico.
Todo argentino presiente que si lograramos orientar nuestro esfuerzo colectivo en la dirección correcta, nuestro país despegaría del fango que nos atasca con sorprendente velocidad y con menos tiempo y sacrificio de lo que les ha tomado y les toma a otros. Y es cierto.

Desde luego, la situación de postración en la que nos hallamos tiene responsables. Están claramente identificados e identificadas con nombres y apellidos. ¿Castigo a los culpables? Sin duda lo merecen por el crimen de lesa humanidad cometido contra una sociedad destinada a brillar y a sentirse orgullosa de su identidad y riqueza que fue sin embargo empujada de bruces por gobernantes ineptos, ignorantes, corruptos, pusilánimes hasta hacerla morder el barro en que hoy se debate.
Merecen castigo por lo que le han hecho a nuestra Argentina y en verdad lo están padeciendo. Porque los culpables no son otros que los votantes que generación tras generación colocaron en la dirección a aquellos gobernantes que, hasta el más palurdo comprendía, jamás iban a llevar a la nación por el camino de la honradez y la inteligencia.
Nuestras abuelas y abuelos, nuestros padres y madres y nosotros mismos estamos sufriendo el castigo de haber administrado tan mal nuestra principal arma: el voto universal, secreto y obligatorio.
Ancianos con jubilaciones miserables y sin protección social, hombres y mujeres desocupados o apenas subsistiendo en la flor de su vida productiva, jóvenes desalentados ante un mercado laboral asfixiante y mezquino. He ahí el castigo autoinfligido.

Cada quien sabe cuál es su cuota de responsabilidad en este desastre. Aunque se pueda eludir el bochorno amparándose en la impunidad del secreto, del tirar la piedra y esconder la mano, cada uno sabe en lo profundo de su conciencia cuándo y por qué votó a un incapaz (por decirlo educadamente) para que nos dirigiera a todos. Incapaces al congreso. Incapaces a los municipios. Incapaces hasta en la Corte.

Nuestro sistema democrático de gobierno tal como está planteado en la práctica, no nos sirve para salir de este pantano movedizo en el que nos seguimos enterrando.
No nos sirve porque permite el avasallamiento de todos los sistemas de control y contrapeso de poderes republicanos que debieran ser la base inamovible de nuestro contrato social.
No nos sirve porque violando el espíritu de los Padres Fundadores de nuestra Constitución Nacional, supedita la protección de los derechos individuales a las siempre cambiantes “razones de estado” o al tan manipulado e inasible concepto del “bien común”.
La democracia tal como se nos propone en la Argentina de los últimos (al menos) 74 años supone que la simple opinión mayoritaria es causa suficiente para llevar adelante actos de gobierno que contradigan el espíritu y la letra de la Constitución. Esta tiene como fin la protección de los derechos individuales frente a cualquier atropello, tanto estatal como privado. El contrato social que da legitimidad al gobierno y que quedó escrito en nuestra carta magna con toda claridad protege las bases de la civilización occidental y del progreso tan deseado que no son otras que los derechos naturales a la vida, la propiedad y la libertad de los ciudadanos.

Impuestos abusivos, el autoritarismo, el distribucionismo del fruto del trabajo ajeno creando clientela política, inseguridad jurídica agravada por una Corte de sesgo totalitario, un costo burocrático y regulatorio en aumento y un aire gubernamental antiempresario, anticreativo, anticapitalista son entre otras, señales contrarias al espíritu liberal que se necesita para crecer en inversiones, trabajo bien remunerado y combate frontal y definitivo a la pobreza.
Definitivamente, no hay democracia sin un orden social profundamente liberal. Solo un fantoche totalitario.

Tenemos el deber de exigir a través de nuestro voto y de todos los medios de presión legal a nuestro alcance los cambios de conducta, de honestidad intelectual, de sistema político en su conjunto y de personas, que nos garanticen en forma gradual y constante el acercamiento de nuestra sociedad a los ideales de garantía para las minorías, destrabe de nuestra capacidad creadora hoy bloqueada por sobrecostos de todo tipo, y absoluto respeto de la propiedad, hoy burda y constantemente violada. Tenemos el deber de comprender y hacer comprender a nuestros conocidos que únicamente nos salvaremos ateniéndonos sin cortapisas a estos conceptos. Dejando de lado nuestros pequeños resentimientos. Votando personas inteligentes y esclarecidas para que dirijan nuestro país independientemente de nuestras simpatías de pueblo chico. Tenemos el deber de entregar a nuestros hijos y a nuestros nietos una Argentina purgada de sus errores y encaminada en su retorno al primer mundo. Después de todo, es de gente inteligente admitir equivocaciones y cambiar de opinión. Sigo teniendo la ilusión de que seamos un pueblo inteligente.

Solidaridad

Octubre 2004

Lo que hasta hace una generación llamábamos caridad, hoy tiene un nuevo nombre : solidaridad.
El actual gobierno en especial, ha puesto el énfasis en esta virtud tratando - con esfuerzos dignos de la mejor causa – de minimizar en todos los frentes los pavorosos efectos del empobrecimiento causados por la misma ciudadanía tras muchas décadas de mal-votar.

Así, enormes retenciones a las exportaciones y otros impuestos confluyen en un fondo “solidario” administrado por funcionarios llevando a efecto una política de redistribución donde se quita a unos para subsidiar a otros.
Sin embargo hay un camino mejor para portarse solidariamente : permitir el surgimiento de una sociedad libre y próspera donde todos tengan acceso al bienestar y nadie necesite.
Ciertamente existen países donde se ha desterrado la pobreza y no hay indigentes. Y ¡oh casualidad! son los países donde más se respetan la libertad y la propiedad. Pocos compatriotas objetarían el ideal de que la Argentina sea un país como esos.

La solidaridad es un acto voluntario de convivencia civilizada donde ayudamos a otros fraternalmente para enfrentar juntos nuestro destino de sociedad en evolución.
Una sociedad con riqueza y abundancia nos permitiría ser más solidarios porque quien tiene más, puede ayudar más con sus recursos.
Los argentinos honestos somos naturalmente solidarios como quedó demostrado una y otra vez con la respuesta a llamados a la generosidad de nuestra población en muchas ocasiones de desastre.
Si a pesar de las estrecheces y miserias de nuestra decadencia, pudimos mostrar solidaridad para con los necesitados, ¡qué gran respuesta podríamos esperar de una Argentina libre y próspera!
Y cuando los necesitados ya no necesiten, haremos como otras naciones benefactoras que proyectan su naturaleza solidaria en poblaciones menos afortunadas (o más bien peor gobernadas).

Las consecuencias económicas de quitar a unos para dar a otros son ineludibles tanto como las leyes de la física y sería ofender la inteligencia de los lectores explayarme en este punto redundando en tal materia.
Sin embargo, la conexión directa entre la falta de inversiones productivas que generen mano de obra bien paga y la desocupación generadora de indigencia que motiva los impuestos gubernamentales referidos es de una evidencia palmaria.

Si hemos de dar crédito a las encuestas de opinión que reflejan una mayoritaria aprobación a la acción del gobierno, concluiremos que esa misma mayoría relativa que rige nuestro destino apoya la política de redistribución forzada.
Puede suponerse empero con alguna dosis de optimismo, que tal apoyo a estas prácticas arcaicas y de freno al crecimiento solo son justificadas por el más corto período posible y en vista del descalabro social que los mismos opinantes provocaron con sus votos, guste o no.
Si esto es así, la actitud más inteligente de la autoridad sería explicitar con firmeza y claridad su posición pro inversora y anti redistributiva poniendo fechas ciertas a un gradual enroque de prioridades. Se daría así una señal positiva a inversores propios y extraños y se recolocaría a la república en la senda más conveniente para los excluidos.

La solidaridad bien entendida podría en este caso tener la virtud de hacernos pensar desde nuestra circunstancia y en la medida de nuestras posibilidades en cómo contribuir a mejorar el deficiente sistema democrático que nos ordena. Cómo comunicar a otros nuestra mejor comprensión. Cómo pensar con más lucidez nuestro próximo voto y cómo preparar, en suma, un mejor lugar donde vivir para nuestros hijos y nuestros nietos.

Pobreza y Marginalidad

Octubre 2004

El actual panorama social de la Argentina, con millones de personas excluidas de los beneficios y comodidades que son moneda corriente en otros países, es ciertamente preocupante. Con una impresionante pauperización de la otrora poderosa clase media, con enormes cantidades de familias en el límite de la indigencia con todos los índices falseados y una fuerte regresión en la distribución de un disminuido ingreso nacional, orientado hacia la concentración de la riqueza en manos corruptas.

Asusta ver la pendiente recorrida por nuestra sociedad durante los últimos 80 años desde la revolución de 1930, cuando rompiendo la normalidad cortamos el anterior ciclo de ocho décadas de progreso iniciado por la Constitución de 1853.
Con un país marginal, alejado e ignoto. Semidesértico y casi deshabitado. Con la mayor parte de su territorio inculto y en poder de indígenas hostiles, sin industrias, agricultura ni exportaciones dignas de mención. A inconmensurable distancia tecnológica de la civilización europea, cenit de la modernidad y la cultura. Pero con una dirigencia lúcida que a través de aquella norma encaminó esta nación sin perspectivas por el camino de la innovación a través de una gran libertad de empresa. Llevándola así a convertirse en meca de inmigrantes emprendedores y potencia económica de primer orden a nivel mundial, ubicándola hacia principios del siglo XX entre los 10 mejores países del globo.

Asusta esta pendiente hacia el subdesarrollo que, es tiempo de decirlo claramente, tiene responsables. Responsables de la pobreza y la marginalidad de millones de compatriotas reducidos a la indigna dependencia parásita de subsidios, “planes” y dádivas con dinero ajeno, restado a la producción.
Autores de un verdadero atentado de cretinos que a lo largo de décadas mantuvo a la Argentina al margen del avance que experimentaron países que estaban muy por debajo nuestro.
Un auténtico crimen de lesa humanidad por desnutrición, des-educación, exclusión social, desinformación y desesperanza que tiene responsables ante Dios y ante la Historia.

Responsables de haber hundido una nación destinada a proveer y marcar el paso al mundo, junto a otras pocas tocadas por la varita de la inteligencia y la oportunidad.
Responsables que debieran cargar tanto post mortem como en lo actual el costo moral y cívico de la aberrante humillación de una Argentina de rodillas ante los extranjeros en casos como Malvinas, el hiperendeudamiento, la africanización de los cordones de miseria y el descrédito internacional de todo orden que padecemos.

La pobreza y la marginalidad que hoy saltan a la vista son el resultado matemático, preciso, inapelable, brutal de millones de argentinos y argentinas eligiendo a los estafadores y cachafaces que nos gobernaron. Incompetentes y mafiosos que siguen gobernando a todos, aún a los que nunca pudieron festejar una victoria electoral porque así son las reglas torcidas del sistema que aquí entendemos por democracia. Incluso los pésimos gobiernos militares, que con previsible falta de capacidad continuaron con la saga estatista contraria al espíritu de nuestros Padres Fundadores. También ellos son resultado directo de este mal-votar de abuelos, padres e hijos durante décadas.

Si. Hay responsables, señoras y señores. Nadie tiene derecho a hacerse el distraído, el engañado en su buena fe, el tonto o la tonta que solo votaron porque era obligatorio hacerlo pero que “no entendían nada de política” y siguieron al rebaño rumbo al precipicio. No. En nuestro interior sabemos con meridiana claridad qué sucios impulsos guiaron nuestros votos. Impulsos resentidos, mezquinos e interesados en refundar una republiquita “de cabotaje” donde nadie pudiera sobresalir, desde luego, porque estúpidos verdaderos hay pocos.

Hemos labrado nuestro destino con cada elección y estamos cosechando lo que sembramos: pobreza y marginalidad.

Combatiendo La Pobreza

Octubre 2004

Resulta notable, incluso estimulante observar los resultados de encuestas realizadas por organismos dependientes de las Naciones Unidas, que ponen de manifiesto el descreimiento de las sociedades latinoamericanas con respecto al sistema democrático.
Sondeos de opinión realizados en fechas recientes dan cuenta de que la mitad de los ciudadanos estaría dispuesto a resignar la democracia como forma de gobierno siempre y cuando el sistema que la reemplace les asegure un mejor nivel de vida.

Lo estimulante de esta comprobación es reconocer en el sentido común de la gente la capacidad de ordenar las prioridades en su justa medida : primero el individuo y después el sistema. El individuo y no el sistema es el fin. El sistema es solo un medio para lograr en el menor plazo posible y en forma sustentable el bienestar de los individuos. El hecho de no endiosar ese sistema de gobierno y de juzgar sus bondades ateniéndose a resultados reales habla de cierta notable independencia de criterio y madurez de perspectiva, más allá de las lagunas, errores y discrepancias que generaría la subsiguiente compulsa de opiniones acerca de qué sistema se propondría como reemplazo.

Lo cierto es que la pobreza cansa. Nuestra sociedad quiere resultados, y los quiere rápido. Durante su vida, o al menos la de sus hijos.
Vislumbra que es posible tener una vida mejor, de mayor confort y seguridad, con una mejor relación esfuerzo-resultado. Al fin y al cabo, otros países lo consiguen más plenamente que nosotros.
Desde 1983 vivimos en el sistema de la democracia y sin embargo la percepción general es que pocas cosas han mejorado. Más bien se percibe que la situación es peor que antes. Tienen razón para descreer de este sistema.

Con seguridad, la democracia no es el fin del camino en la evolución de la civilización humana. Con todos sus costados negativos y legítimamente cuestionables – como quienes la ven como la tiranía de una mayoría – la democracia es hoy por hoy el menos malo de los sistemas probados en gran escala. Desde la época de las cavernas hasta aquí, las más variadas formas de opresión y tiranía han controlado de una u otra manera a los individuos reunidos en sociedades. El sistema por el cual una mayoría relativa elige a quienes decidirán por todos, se presenta a esta altura de nuestra evolución como bastante aceptable. Y evidentemente, debemos cuidarnos de no retroceder !
En el futuro, la razón y la experiencia nos llevarán a la comprensión de que la libertad es el camino, la cooperación no violenta el sistema y el ser humano individual con su bienestar el fin. Existen ciertamente avanzados sistemas teóricos que ponen toda la inercia social en estos parámetros básicos, liberando al máximo la sinergia creativa al depositar en la gente la responsabilidad del autogobierno.
Por fortuna, vivimos en un grado de civilización suficiente como para expresar libremente ideas que choquen con la corriente general de pensamiento, sin temor a la censura, la inquisición o la intolerancia violenta. O al menos así queremos creerlo. La libertad intelectual que ponen en evidencia las encuestas mencionadas, es incipiente fruto de lo anterior. Así como los antiguos pensadores griegos se cuestionaron todo antes de arribar al puerto democrático, es lícito seguir cuestionándonos todo dado que hemos aprendido que el disenso razonado es enriquecedor.

Ese futuro donde el gobierno no sea necesario es aún una utopía pero no olvidemos que la democracia también fue utopía en su momento.
Si las encuestas de marras nos sirven de disparador para pensar en las maneras de orientar nuestro sistema democrático en la tendencia de menos violencia, menos Estado y en consecuencia más bienestar individual, habrán sido útiles.

Derechos Humanos y No Violencia

Septiembre 2004

Aunque la bandera de los derechos humanos y de la no violencia aparentan estar en manos de la izquierda vernácula, a poco que iniciemos un somero análisis de estas cuestiones con criterios objetivos, pondremos al descubierto otra de las falacias con que se confunde a un electorado temeroso de caer aún más por la empinada escalera de las desgracias argentinas.

En efecto. Refugio predilecto de comunistas, trotskistas y socialistas con peronistas y radicales de izquierda entre otros, los organismos defensores de los derechos humanos en la Argentina son hoy sinónimo de aquellas tendencias y se muestran a la cabeza de la protesta antirrepresiva.
Prontos al escrache y la descalificación racial e ideológica, con verba filosa y de fuerte efecto mediático, la minoría cobijada bajo el paraguas de los derechos humanos se opone sistemáticamente a todo empleo de la fuerza pública contra piqueteros y turbas amenazantes que violan, no ya leyes, sino normas básicas de convivencia civilizada.

Todos los argentinos – izquierdistas incluídos – sabemos que el verdadero móvil de estas actitudes no es otro que aportar al caos general en busca del hartazgo y la desesperación de la mayoría silenciosa y trabajadora.
Con ello se crea el caldo de cultivo para que más ciudadanos pasen a las filas de la indigencia, convirtiéndose en potenciales clientes electorales de las posiciones radicalizadas. Como corolario, en su plan A la aplicación del modelo totalitario vendría entonces por el lado de las urnas (llámese ARI , MAS, PC, PS, PO, UCR de Moreau , PJ de Bonasso etc) mientras que en su plan B, de via indirecta, la aplicación del socialismo en su versión montonera, mediante la revolución armada, vendría después de otra dictadura militar que asumiría en medio del desquicio y la parálisis económica.

La no violencia, con la cual casi todos estamos de acuerdo, se reduce para esta minoría a no reprimir a manifestantes en proceso de violación de las leyes y a no aplicar sanciones severas a los criminales.
Consideran que delincuentes y revoltosos destructores son víctimas de un sistema que los arrojó del seno de la sociedad poniéndolos en la disyuntiva de delinquir o no alimentar a los suyos. La violencia, así, no sería tal sino simple respuesta de defensa propia a una agresión anterior y por lo tanto, legítima.
Los derechos humanos de estas víctimas están por sobre otros derechos e incluyen impunidad casi absoluta.

De la simple observación de la historia, surge nítida la responsabilidad que les cabe en el desastre actual, a las ideas totalitarias que sin solución de continuidad vienen aplicándose en el pais desde el golpe militar de 1930 o para no ir tan lejos y simplificar, desde el primer gobierno peronista.
Rota la vigencia de las ideas y principios de los constituyentes de 1853, la Argentina cayó de los primeros puestos en el ranking de las potencias al fango en el que nos debatimos. Llamemos al pan, pan y al vino, vino !
Pobreza, desocupación, desnutrición, endeudamiento, corrupción, descrédito y muchas otras lacras que sobrellevamos son el resultado matemático, brutal de millones de argentinos votando este recambio de principios durante décadas.
Las dictaduras militares intermedias, asimismo, fueron fieles a este sistema pro Estado y anti individuo. De la preeminencia del reparto por sobre la creación. De lo impositivo por sobre lo productivo.
A países similares, nada de esto les sucedió, claro. Y hoy miramos desde muy abajo a sociedades que antes mirábamos desde arriba.

De manera que la agresión inicial a las víctimas más sufrientes del derrumbe nacional fue propinada por sus propios votos, los de sus padres y madres y los de sus abuelos por ambas ramas.
Puede que algunos de ellos nunca hayan visto a sus candidatos en el gobierno pero ciertamente, son muy pocos. La mayoría decidió.
La autoagresión no justifica la violencia de manifestantes, rehenes del clientelismo político y delincuentes comunes. Sus apologistas quedan asi desnudos de argumentación y a la vista del sentido común ciudadano.
El sistema que los líderes y sponsors de las revueltas nos proponen, es el mismo - aumentado y afilado – que agrede hoy con sus frutos en descomposición a sus seguidores y a todos los argentinos sin distinción.

La no violencia verdadera, no la bastarda, es lograr una comunidad donde ningún individuo ni grupo de individuos – incluyendo aquí conceptos como sociedad y Estado – esté facultado para aplicar violencia contra una persona o grupo de personas con el fin de obligarlas a hacer algo que de otro modo no harían. Engaños, fraudes, presiones, amenazas son también violencia.
Conlleva respetar el derecho individual a aportar y pertenecer al grupo de su preferencia sin amenazas de castigo, mientras su acción no vulnere igual derecho de otro a hacer lo propio. Esto es civilización !
La fuerza solo se justifica como defensa ante una agresión previa.
Como vemos, la no violencia es una bandera de los defensores de la libertad, no de los totalitarios de izquierdas y derechas.