Junio 2009
Hemos sido reiterativos a lo largo de estas columnas, sobre el extraordinario logro de aquella nación joven, incivilizada y remota escalando velozmente posiciones hasta ubicarse entre los mejores países de la tierra. Superando a sociedades europeas, asiáticas y americanas en todos los rubros que definen el nivel de vida de los pueblos y la potencia de una economía en expansión.
No se trata de una opinión sino de hechos históricos: la Argentina liberal del Centenario (1910) era poderosa, respetada y admirada.
Líderes indiscutidos de todo el continente sólo superados por los Estados Unidos, éramos meca de inmigración calificada porque la inteligencia del mundo apostaba a nuestro brillante futuro.
Futuro del que querían participar, porque la apuesta era terminar de hacer de la República Argentina una sociedad de avanzada, inclusiva, libre y opulenta como ninguna otra.
Debimos ser todo eso y mucho más. Pudimos serlo con un mínimo de sentido común. Pero no fue así.
El Bicentenario nos hallará peleando los últimos puestos con ignotos países africanos y oscuras dictaduras asiáticas. Encabezando rankings de corrupción, dirigismo socialista y consecuente decadencia económica.
Caracterizados como caprichosos, mal educados, soberbios y poco confiables por el mundo civilizado, nuestra dirigencia gobernante y todos los votantes que la hicieron posible desde los años 40 en adelante, encarnan con precisión lo descripto en el magistral libro de Vargas Llosa “Manual del Perfecto Idiota Sudamericano” y en su continuación “El Regreso del Idiota”.
La realidad de hoy es, por ejemplo, la de un jubilado de 75 años, algo cojo y con rostro amargado, bajando de su mal mantenido automóvil de 35 años de antigüedad. El sol del verano lo ha hecho transpirar dentro del viejo habitáculo y recalienta el frente de su modesta casa de barrio con techo plano. ¿Vacaciones junto al mar? Imposible con su miserable retribución, tras décadas de aportes. Apenas si le alcanza para los muchos remedios que necesita, tras una vida de hacer colas en hospitales en busca de una salud pública preventiva que nunca encontró.
Pero la realidad de este mismo hombre podría ser otra. Basta imaginar una situación donde los votantes se hubiesen negado a encumbrar a nuestros campeones del Tercer Mundo populista desde los años 40 en adelante. Los mismos cuyos nombres desmerecen hoy numerosas calles, instituciones y parques.
Imaginemos una Argentina libre (o casi) de los peronistas, militares y radical-socialistas que nos mal-gobernaron. Siguiendo el otro camino: el de sociedad abierta marcado por los Padres de la Patria.
Veríamos entonces al mismo jubilado de 75 años bajando con una sonrisa de su automóvil de 1 año de antigüedad con aire acondicionado, fresco a pesar de un sol implacable. Esta vez estaciona en una calle arbolada, frente a su coqueto chalet de Mar del Plata. Se lo ve bronceado y saludable; erguido y con buena ropa. Su compañía de seguridad privada custodia su casa de dos plantas con jardín en un tranquilo suburbio rosarino. Tras décadas de trabajo y aportes a un seguro de retiro multinacional con plan de salud, hoy goza de una jubilación que le da solvencia y tranquilidad vitalicias.
La realidad de hoy también puede verse en una pareja de unos 30 años de edad. Ella aporta a la familia con su sueldo de empleada doméstica, mejorando un tanto el insuficiente salario de su marido, empleado municipal. Viven en un monoblock idéntico a muchos otros, en la zona sur del gran Buenos Aires. Es muy estrecho para ellos y sus 3 hijos, lo mismo que su pequeño automóvil de 10 años de antigüedad. Deberán aguantar, sin embargo, ya que su pobre horizonte no tiene visos de mejora. Y lo que es más doloroso: el futuro de sus adorados hijos tampoco parece prometedor. La igualdad de oportunidades ha sido sólo un cruel eslogan para ellos ya que las posibilidades prácticas reales de una educación superior competitiva, son escasas partiendo desde allí.
Pero en el planteo posible que nuestros dirigentes desecharon, la historia de esta familia trabajadora pudo haber sido muy diferente:
Así diez años atrás, de recién casados, calificaron para una empresa desarrolladora internacional que les brindó un crédito a 30 años con 5 de gracia. Comprendía el terreno con vivienda, los gastos de vida de los 2 primeros años, la infraestructura básica y el asesoramiento detallado para la producción de especialidades orgánicas de alto valor, sobre tierras irrigadas cercanas a un enorme y bello lago de la precordillera chubutense.
El emprendimiento prosperó en una gran comunidad de muchas decenas de miles de hectáreas antes desérticas, y ahora salpicadas de modernas empresas familiares.
En la actualidad, los millones de árboles plantados con criterio agro-ecológico por la desarrolladora comienzan a elevarse y a cambiar literalmente el clima. El verde se ve por doquier en un paisaje de calles vecinales asfaltadas, centros médicos y colegios privados, centros comerciales y una prolija zona industrial con empacadoras de última generación para colocar la producción local en mercados de todo el mundo, con el soporte de traders privados altamente especializados.
Grandes molinos de energía eólica y miles de metros cuadrados de paneles solares marcan, desde colinas adyacentes, la tónica de ciudadanos comprometidos con un sistema de vida sustentable y de mínima polución ambiental.
Nuestra pareja y sus hijos tienen una casa luminosa y confortable, una 4x4 de 2 años de antigüedad, una lancha para los fines de semana en el lago y están pagando sin inconvenientes las cuotas de su extensa hipoteca. Y lo que es mejor: la comunidad cuenta con un nuevo e impactante campus universitario sucursal de la Colorado University, que dicta diversos doctorados en ramas de la ingeniería genética.
Una autopista de ocho carriles enlaza ya a nuestra comunidad con el puerto, el aeropuerto y centro financiero de Rawson, terminal a su vez de un tren bala que conecta en pocas horas con Bahía Blanca, Azul y Buenos Aires. (Fin del sueño. Volvamos al monoblock elegido por nuestros votantes).
Los costos del atraso sufrido por la Argentina son pavorosos. En tiempo, vidas, humillación y sufrimientos inútiles.
Tal vez estos dos pequeños ejemplos gráficos de lo que deberíamos ser en todos los órdenes, ayuden a pensar con patriotismo nuestro próximo voto-castigo.
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