Noviembre 2009
Concordamos con la opinión mayoritaria, de estar en presencia del gobierno más corrupto de la historia.
No repetiremos en esta nota el muy extenso listado de sus actos de ataque al bienestar general, harto difundido por otra parte. De coimas, negociados, favoritismo con testaferros y cómplices, compra de conciencias, abusos de toda clase desde la posición de poder, fantástica inmunidad penal y fraude legislativo bloqueando mecanismos de autodefensa democrática. O de simples robos de media en la cabeza y revólver al puño, como es el caso de tantos impuestos confiscatorios. Pocos ejemplos, de entre la enorme cantidad de actos corruptos de gran envergadura perpetrados por este gobierno, desde sus sitiales en el Estado central y antes, claro, desde la gobernación de Santa Cruz.
A primera vista se trata de niveles de atraco inusuales hasta para un gobierno peronista, aunque nada de esto debería sorprendernos: desde hace décadas el respetado ranking de Transparency International nos ubica, descendiendo, entre los países más corruptos del mundo.
En realidad no existe gobierno sin corrupción ni Estado justiciero y benefactor alguno. Nunca lo hubo ni jamás lo habrá. Son solamente mitos caza-bobos funcionales a castas mutantes de “vivillos”, de elevadísimo costo para los menos afortunados. La élite pensante tiene el deber de asumirlo a conciencia, en defensa de todos los abusados.
Sólo personas muy ingenuas pueden creer que los funcionarios estatales son mujeres y hombres con más honestidad o intelecto de lo normal. Que son seres imbuidos de gran amor al prójimo, desinterés personal y abnegada vocación de servicio. Que sus decisiones son ecuánimes y sabias; con la mira siempre puesta en una sociedad rica, avanzada, con oportunidades reales de estudio y progreso por derecha para todos; sin robar a nadie.
La realidad es la contraria y la vivimos a diario desde que tenemos uso de razón.
Por otra parte, el 60 % de la corrupción que nos desangra y desmoraliza es el resultado matemático, perfecto, del modelo de gobierno elegido por la mayoría: técnicamente, una déspota montada sobre otra kakistocracia agresiva (*). Situación real que no debe ser confundida con su pretensión teórica: la democracia republicana, representativa y federal.
En cuanto al 40 % de corrupción y maldad restante, lo hubiésemos padecido igual aunque nuestro gobierno hubiese sido aquella deseada democracia, porque el aprovechamiento del poder con fines de beneficio personal es cosa inherente al núcleo constitutivo del sistema. Por bien que funcionen la división y el equilibrio de la tríada de Poderes, ya que no debiera perderse de vista el hecho de que los tres forman parte del mismo Estado. Cuyos integrantes cifran su bienestar y crecimiento en el dinero que logren extraernos a través de tributos cobrados sin opciones y por la fuerza, de la cual también poseen el monopolio.
Si descendiera un ente dotado de un superpoder tal como para asegurar que cada funcionario no pudiese obtener más que el beneficio de su sueldo oficial sin más ventajas, el Estado quedaría acéfalo en pocas semanas por la dimisión en tropel de la mayoría de sus integrantes. Resultaría difícil, asimismo, hallar aspirantes a ocupar estos sitiales vacantes y aquellas bancas vacías. El “negocio” del servicio público pasaría a ser el que dice la Constitución. Verdadera carga pública. Dejando de existir tal y como se lo percibe aquí… y en todas las democracias y organismos multilaterales del orbe.
Retornando a la tierra no debería sorprendernos, entonces, que las posibilidades de ventaja por izquierda sean el premio principal de las carreras políticas. ¿Para qué habrían de molestarse sino? Las personas que ocupan cargos que importen poder “corrompible”, piensan primero en si mismas, sus familiares y los amigos que los ayudaron a “llegar”. Es lógico y natural; los santos, los altruistas, los incorruptibles que además sean estadistas…son muy pocos. Son la excepción, no la regla. La proporción estadística los barre.
Y como quienquiera que tenga capacidad de estadista es ciertamente alguien muy inteligente y preparado, le será difícil dejar su lucrativo puesto en la actividad privada para pasar a brindar sus mejores años a un prójimo ingrato. Es por ello que los ignorantes pujan por llegar al poder mientras que los ilustrados pujan por alejarse. Los más inescrupulosos de entre ignorantes y predadores, por selección natural, copan en primer lugar los puestos ejecutivos desde donde maniobran neutralizando con mano de hierro cualquier veleidad independista de auditores y jueces. Y esto no es mera paranoia sino la más pura práctica en nuestra Argentina contemporánea: la resultante de tales ultrajes no puede sino derivar en más socialismo salvaje, creando y alimentando más corrupción salvaje.
La Historia nos muestra que cuanto más “espacio” ocupe el Estado en la sociedad por todo concepto, mayor será el nivel de corrupción que esa sociedad deberá tolerar, hasta que estalle. Se vio en la URSS, se ve en Bolivia, Ecuador y Venezuela (peor situados aún que nosotros en el ranking) y se está viendo aquí.
Existen notables excepciones a este aserto, como podría ser el caso de los archi-civilizados suecos pero hemos de admitir que si adoptamos como norte una virtuosa excepcionalidad, tan luego nosotros, muy probablemente nos frustraremos. Además ¿quién quiere hoy día emigrar a Suecia para crear negocios e invertir sus capitales? Los destinos más codiciados, para fastidio de los progres, son aquellos donde impera el capitalismo más libre. Mientras los propios suecos están desandando, por otra parte, su ruta socialista.
Ningún sistema de ideas como el liberal, comprende y asume como tal la realidad de la naturaleza humana. Y es con esta comprensión como guía, que el libertarianismo decodifica el genoma de la sociedad inteligente. Usando en favor de los más, el empuje natural e inevitable de los menos. Liberando la potencia creadora individual bajo implacables reglas de respeto en todo orden. Demos poder a una mujer o a un hombre y los corromperemos. Troquemos ese poder por un acuerdo voluntario y los proyectaremos hacia su desarrollo personal. Quizá se encuentre en esta sola idea, el valor-base de nuestra evolución.
(*) Hemos tenido varias. Del griego kakistoi = los peores.
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